lunes, 26 de octubre de 2015

La alargada sombra de Rossi, el legado de Marc

    

Han pasado ya más de 24 horas desde la acción de la vergüenza que es y será noticia durante las dos siguientes semanas, hasta que Valencia dicte sentencia. Lo que hizo ayer Valentino Rossi es deleznable. Quizás la mancha más grave en su currículum, que sólo es impecable en cuanto a títulos. Cierto es, por otro lado, que Marc Márquez tampoco va a recibir el premio Fair Play. Así lo entendió Dirección de Carrera: sanción para uno por el gesto, toque de atención para el otro por su puesta en escena para hacer valer las palabras de Rossi en rueda de prensa el jueves. Márquez iba a fastidiarle. No extrañaría a nadie, por otro lado, que el 93 calificara el último en Cheste. Un sainete de mal gusto. El circo que ya aventuró Stoner.

Madrugué, como siempre desde que tengo uso de razón (en algunas confirmo que fue más bien trasnochar), para ver las pasadas y repasadas de los chicos de la categoría pequeña que para mí son los teloneros perfectos para los mayores y con los que admito, me lo paso mucho mejor incluso que con la categoría reina. Reconozco que me eché una cabezacita en Moto2, con todo el pescado vendido y Zarco en plan Atila, para estar más que despejado para la que se antojaba carrera de más tensión en los últimos lustros.

Supe que algo raro iba a pasar cuando vi a Valentino erguirse encima de la moto, mirar hacia atrás y recriminar con la mano la actuación de Marc. Cosa muy normal en otros tiempos, por otro lado. En ese momento comprendí que cada curva iba a ser un examen para el catalán y que Rossi estaba barruntando algo, como tantas y tantas veces ha hecho. Son muchos años viendo carreras y por eso no entiendo a los que ayer perdieron un mito. Probablemente nunca lo vieron correr. Porque Rossi siempre ha sido Rossi. Bueno, no. Hubo una época, con el pelo largo, o de colores, en la que se hacía llamar Rossifumi, pero eso es otra historia. Poco elegante fuera de la pista, igual o más que fuera. Un niño grande, que nunca quiso madurar (como sí Jorge Lorenzo, por ejemplo) porque todo lo que provocaba lo solucionaba con una sonrisa y el clamor popular de quien mueve a la masa contándose por millones. Sin entrar a valorar, claro está, su capacidad de competir, su técnica y sus cualidades encima de una moto. Porque sin duda es el mejor piloto de la historia, capaz de ganar con un hierro en la época donde de verdad ganaba el piloto y no la moto, que importaba mucho, pero no tanto como ahora. Capaz también de medirse con estas nuevas generaciones de talentos y con unas máquinas que en nada se parecen a cuando él creció, ha tenido que reaprender a pilotar.

El 46 no entró con buen pie en el campeonato. Su primer gran enemigo, y su rival histórico por defecto, fue Max Biaggi, el dominador claro del cuarto de litro. Biaggi era un ídolo de masas, pero nunca fue el mismo cuando el de Tavullia irrumpió en el campeonato. Entonces, como pasaba con Marc, Valentino tenía su pared repleta de posters del piloto romano, que se convirtió en su archienemigo en cuanto pisó el paddock. Y lo fue incluso sin competir en la misma categoría. El primer año de Rossi en 125 fue un absoluto caos y desde su equipo se le pidió mesura. Tras más de un toque de atención, sus mecánicos y jefes le instaron a tomar a Biaggi como modelo, cosa que provocó en Rossi un fuego interior que hoy perdura e inició ese odio hacia el romano que nunca se terminó de ir del todo, por mucho que hoy puedan ser capaces de forma cordial de referirse el uno del otro. 

"¿Te gustaría ser el Biaggi de 125cc?", le preguntaron a Valentino, por la posibilidad de ganar más de un campeonato en la categoría pequeña. "Es él quien quiere ser el Rossi de 250cc", respondió ante la incredulidad de los medios. Esto alertó a Biaggi, que ya sabía que un chico de su misma nacionalidad venía haciendo ruido sobre la pista y criticándole por la espalda. En la gala de entrega de premios de fin de temporada, el romano estaba soltando un discurso tras recoger su cuarto título consecutivo de 250cc cuando Rossi, en primera fila, comenzó a reírse a carcajadas, a cuchichear y a interrumpir de forma maleducada el momento de gloria de su compatriota.

Rossi, con la muñeca hinchable en Mugello
"¿De qué coño te estás riendo?", le preguntó bastante enfadado Biaggi. Tuvieron que interponerse entre ellos para que no llegaran a las manos. Y es que la relación, que nunca existió de forma positiva, se hizo insostenible cuando unos meses antes Valentino cruzó la línea que no se puede rebasar. Lo hizo en casa, en Mugello, para que escociera más. Se pasó semanas antes de la carrera siendo el objetivo de la prensa rosa por sus polémicas y desacertadas declaraciones sobre la relación que Max tenía con la modelo Naomi Campbell, considerada entonces (1997) como la mejor sobre las pasarelas junto a la alemana Claudia Schiffer por la revista Forbes. ¿Qué hizo Rossi en Italia? Celebró la carrera que había ganado dando la vuelta de honor con una muñeca hinchable en cuya espalda estaba escrito el nombre de la modelo alemana. Nunca negó que lo hizo para burlarse de Max. 

En plenitud de dominio italiano en la categoría reina, ya con ambos sobre la pista al mismo tiempo, la relación no hizo más que empeorar, siempre luchando por el primer puesto sobre el asfalto y por ver quién tenía la lengua más larga en los micrófonos. Se toparon dos egos de tal magnitud que todo acabó por explotar. En la pista, Rossi siempre fue superior a un Biaggi al que acabó torturando psicológicamente y que acabó finalmente sin conseguir su corona en la máxima categoría, desquiciado. El piloto más fino desde Doohan, quizás el más talentoso tras haberse subido por primera vez a una moto a los 18 años. Pocos o ninguno pueden aprender en tan poco tiempo. Como Ullrich con Armstrong. Uno tenía las mejores condiciones vistas jamás, el talento. El otro, que malo no era, acabó jugando con él cual marioneta.

En Suzuka, Biaggi pasó al Doctor con una maniobra al límite en la que sacó el codo a pasear cuando Rossi pretendía chocar carenado con carenado y el 46 se fue a la tierra en recta. Sólo un par de giros después, su venganza se consumó en forma de adelantamiento y peineta. Un gesto que explicó y repitió sin ningún tipo de pudor antes de subir al podio. ¡Ay!, el podio, qué bien se lo debieron pasar allí los dos. Sobre todo en el interior de las instalaciones, donde antes las cámaras no llegaban. A Biaggi aún debe dolerle en el alma el empujón y puñetazo que le propinó por detrás Gino Badioli, entonces jefe de Rossi, cuando accedían al hall donde les esperaban algunas bebidas frías antes de salir en público. Biaggi, el Corsario, devolvió el empujón y luego fue objeto de un lanzamiento de botella que le golpeó, para acto después, ser asaltado por un Valentino que le agredió tanto verbal como físicamente. Biaggi, obvio, que no era una hermanita de la caridad tampoco, devolvió los golpes. Así lo relataban Capirossi, tercero en discordia y el personal de la organización presente, que decidió no premiarles en el podio a modo de reprimenda.


Pero que Biaggi sea el máximo enemigo histórico de Rossi no significa que sea el único. "No podemos ni vernos, no nos soportamos", ha llegado a afirmar Valentino. Su último gran encontronazo en pista fue en Donington Park, en 2002. Con una ventaja suficiente, el Doctor decidió entrar en meta sentado de lado sobre su Honda, con los pies fuera de las estriberas en un acto de superioridad. Biaggi, que vio que iba muy lento, no sólo dio el todo por el todo para tratar de rebasarlo dejándole en ridículo, sino que pasó a pocos centímetros de un Rossi que colgaba literalmente sobre su montura, algo que éste calificó de peligroso. "Biaggi suele hacer este tipo de mierdas cada fin de semana porque siempre me va viendo el culo", lo quiso argumentar. La rivalidad, incluso, se extrapoló a otros deportes y a otras disciplinas. Cuando la Fórmula 1 los invitó a probar, el objetivo seguía siendo el mismo: batir a mi rival. El corsario probó con un Midland, escuadra que nunca ganó un sólo punto en ninguna carrera y Rossi lo hizo con Ferrari. Ganó Max, que no dejó nunca de recordarle que él había ido más rápido en lluvia y con un coche peor que Rossi en seco. También se lanzaron besos cuando el romano estaba en Superbikes ganando campeonatos. Max, con Aprilia (que no estaba en MotoGP) invitó a Rossi a un Gran Premio para volver a competir juntos pues él no podía volver y Rossi le contestó que iría cuando fuera un viejo, dejando caer que es lo que era el romano.

Rossi, entrando sentado de lado en Gran Bretaña en 2002
Los tres últimos años de Biaggi en MotoGP nos proporcionaron batallas épicas, duelos intensísimos entre los dos, adelantamientos con gestos, picardía y más de una mirada desafiante recíproca en las curvas más peligrosas, en las rectas más largas. Te adelanto y te lo restriego por la cara. Pero en ese tiempo emergió una figura que amenazó con quitar el sitio de enemigo a Biaggi y disputó más de una carrera con Rossi. Fue Sete Gibernau, con quien el italiano particularmente jugaba a su antojo para no aburrirse en las pruebas. Aquel toque en Jerez, en 2005, supuso una ruptura en la relación que hasta entonces existía entre el español y el italiano, máximos candidatos al título durante un par de años. 

La rivalidad con Sete fue pasajera y con Hayden inexistente. El norteamericano, al que Valentino subestimó de una forma descomunal, acabó llevándose el título en Valencia por un error del propio transalpino. A Hayden Rossi no lo volvió loco. Nunca le hizo falta, Nicky vivía en un estado propio de locura y ese año fue más bien Pedrosa (que lo tiró en Estoril en la penúltima carrera del año) quien le puso un poco fuera de órbita. 

Entonces llegaron las rivalidades con Stoner y Jorge Lorenzo, la savia nueva del paddock. Siempre desquició al español, al menos a la primera versión del Lorenzo inmaduro que se veía hace años y lo hizo desde el primer día, construyendo un muro para que nadie pudiera ver lo que en su box se barruntaba, para que el hoy 99 no lograse beneficiarse de la evolución de la moto que hacía Valentino. Stoner era distinto. Lo fue desde el primer día y es el único piloto en la historia que ha podido con el italiano en la pista y fuera de ella. Se abstraía de todo con mucha facilidad y cuando hablaba era para dar en la diana. Nunca perdonará a Rossi que creara la falsa idea de que le ganó el título con Ducati porque la marca italiana corría más. Por eso, entre otras cosas, se marchó a Honda. Como Rossi nunca perdonará que el australiano fuera capaz de ser campeón donde él ni siquiera logró un aprobado. Mucho tiempo dedicó Valentino a subestimar lo que el canguro había hecho con la montura roja, no se cortó la lengua al afirmar que él sería incluso superior con los italianos y que sería campeón con facilidad y luego se acabó dando de bruces cuando tuvo la ocasión. Una de ellas, encima, tiró a un Stoner que acabaría siendo campeón del mundo. Fue en 2011 en Jerez, con el Australiano ya en Honda y el italiano con Ducati. Rossi, a quien las caídas en carrera se le cuentan con los dedos de una mano, entró larguísimo, perdió la verticalidad y arrolló al canguro, que le dedicó un corte de mangas desde la grava y seguro que bajo el casco no le mandó besos precisamente. A los pocos minutos, el italiano se acercó al box de Honda para disculparse por su acción y Stoner le puso en su sitio con clase, saber estar, como nunca nadie lo había hecho. "Tu ambición es más grande que tu talento", le dijo, descolocándole. Una frase que dio la vuelta al mundo y por la cual, los tiffosi del italiano le hicieron la cruz al 27.

Nunca supo Rossi cómo meterle mano al australiano, que le venció dos títulos en pista, le arrebató la razón fuera de ella y nunca perdió la compostura como todos los que antes habían entrado al trapo con él. Stoner, que hoy se dedica a pescar y a vivir con dos títulos de campeón bajo el brazo y con la vitola de ser uno de los pilotos más rápidos de la historia, no aguantó con el circo, con la pantomima de lo que era este campeonato y decidió abandonar en tiempo y forma. Y mira que lo intentó, como en aquel adelantamiento en el Sacacorchos de Laguna Seca en 2008, rebasando al de Ducati por la grava, por donde no había sitio mientras se jugaban un campeonato con el cuchillo entre los dientes. Quizás la única victoria de Valentino sobre Casey.


Pero que la carrera de Rossi tenga las mismas luces que sombras no significa que Márquez sea un santo. Su agresividad, muchas veces traducida en peligrosidad, no se trata igual que la que un día mostró Marco Simoncelli. Marc es un pequeño kamikaze, siempre lo ha sido y siempre lo será. Pero en su haber nunca estará esa maldad que sí puede caracterizar al italiano. O al menos de momento. El 93 ha cometido demasiados errores para el poco tiempo que lleva en el Mundial, pero ha tenido la suerte de que sus éxitos han sonado tanto que han tapado esos percances. Uno de los más sonados lo cometió cuando se estrelló contra Wilairot en Phillip Island en 2011. Con los entrenamientos ya finalizados y con los pilotos volviendo al box con tranquilidad, Márquez envistió al tailandés, al que mandó directo al hospital y privó de correr en varias carreras. Por fortuna, todo quedó en un susto. El español fue sancionado por ir demasiado rápido cuando la vuelta de vuelta al box es casi un paseo según la normativa.


No fue muy limpio tampoco lo que sucedió en Montmeló un año después cuando, carenado con carenado, abrió su trazada y se apoyó con Pol Espargaró de forma descarada para terminar tirándole en una acción bastante similar a la sucedida con Rossi ayer y dejando el pequeño de los hermanos muy tocado en la lucha por el título. Su querer ir al límite ha provocado muchos accidentes. Ya el año pasado adelantó a Pedrosa de forma tan peligrosa que le cortó el cable de control de tracción y provocó a su compañero una caída en la siguiente curva.

Este año, sin ir más lejos, hizo gala de su potencia en Catar para quitarse de encima a varios pilotos con malas artes. Y es que en la primera prueba de la temporada, Márquez se fue largo en la primera curva y cuando volvió, se encontró al final del pelotón. Como si de un videojuego se tratara, no dudó en 'apoyarse' en sus rivales para adelantar a cuantos más mejor y llegar rápido a las posiciones de cabeza. A Álvaro Bautista, gran amigo suyo, le estropeó la carrera tras cortarle el cable del freno. "No sé si se piensa que corre sólo. Iba en paralelo con Barbera y una moto se ha metido en medio golpeándonos y pasándonos", aseguraba, muy enfadado. Tampoco fue muy deportivo el intento de adelantamiento a Rossi en Argentina, a quien literalmente golpeo por detrás antes de besar el suelo de forma espectacular. Y el mismo protagonista en Assen. Vale que Rossi ganó la carrera saltándose la chicane. Ahí no voy a entrar, no pertenezco a Dirección de Carrera, pero Márquez entró en la penúltima curva pasadísimo, sin opción alguna de encontrar el sitio bueno y provocando una colisión que pudo acabar mal y al final sólo terminó en polémica.


Incluso, emuló al propio Rossi en Laguna Seca con un adelantamiento como el suyo a Stoner poniendo otra vez en riesgo, no sólo su integridad física sobre la moto. El caso es que ni Rossi es Ghandi ni Márquez es Teresa de Calcuta. Que lo que hizo Rossi no tiene justificación, pero que a Márquez no le van a dar tampoco caramelos por su juego limpio. Son dos egos condenados a odiarse, dos pilotos con unas similaridades sobre la moto abismales. Siempre ha defendido Márquez que Rossi es su ídolo, el espejo sobre el que mirarse y el piloto del que aprendió. Siempre ha querido compararse el 93 con el 46. No se puede juzgar si la sanción de Rossi es justa o no. Yo al menos. Para eso hay unos comisarios que conocen la normativa interna. Pero hay tres precedentes que podrían aplicarse como baremo para este caso.

En 1998, Capirossi llegaba al Mundial de 250cc en la última carrera como líder con 4 puntos sobre el japonés Harada. Rossi se escapó para ganar la carrera y el italiano y el asiático se quedaron peleando por un segundo puesto que decidiría el campeonato. Si Harada quedaba segundo acabaría empatado a puntos con el italiano pero saldría con el título bajo el brazo por mayor número de victorias. Capirossi, para no correr riesgos, decidió tirarle descaradamente en una de las últimas curvas. Harada no pudo terminar mientras que el italiano sí siguió sobre la moto y finalizó segundo, aunque con el japonés fuera habría sido campeón también si él se hubiera caído. Nadie sancionó a Capirossi.


Un año más tarde, también en Argentina, Marco Melandri y Emilio Alzamora se jugaban el título. Al español le valía con ser segundo, mientras que el italiano necesitaba ganar y meter algún piloto entre los dos para salir campeón. Escapado y con mucha distancia, Melandri vio que nadie podría arrebatarle la segunda plaza al español y decidió frenar su moto, ponerse a su altura y empezar a 'jugar' con acciones peligrosas, realentizando el ritmo de carrera y tratando de tirar a Alzamora, que finalmente logró entrar segundo y se coronó campeón. Nadie sancionó a Melandri.

En Montmeló en 2012, Márquez tiró a Pol Espargaró en una de las acciones más polémicas de los últimos años. El 93 abrió su trazada, se apoyó en el carenado de Pol y lo tocó y empujó hasta que su moto cedió y cayó. Espargaró reclamó y a Marc Márquez se le descalificó. Posteriormente, Márquez apeló la sanción y le fue devuelta la victoria, por lo que el acto quedó sin sanción.

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