martes, 29 de septiembre de 2020

Kramarić, una estrella en un club modesto


INA FASSBENDER/AFP via Getty Images
INA FASSBENDER/AFP via Getty Images

Una de las mayores incógnitas del fútbol contemporáneo es la de cómo no pudo destacar un futbolista como Andrej Kramarić en las filas del Leicester City. Claro que el contexto era muy particular, con un equipo enfilado, con la máquina engrasada y una forma de jugar de memoria que le había llevado camino al título, pero el caso es que el croata no pudo disfrutar de una temporada donde su equipo acabó saliendo campeón en la mayor hazaña jamás contada en las últimas décadas y eso que su competencia, más allá de Jamie Vardy, tampoco era la de futbolistas que hayan tenido una carrera mejor que la del balcánico. Quizás su mejor experiencia en las Islas se remonta a un recuerdo, a un post de Instagram, a una celebración. Porque cuando el Leicester agarró el liderato de la Premier League allá por diciembre, fue idea del croata (que solo había disputado 12 minutos hasta entonces y apenas entraba en las convocatorias de Ranieri) que todos se marcharan a Dinamarca en un viaje exprés a celebrarlo disfrazados.

El caso es que Kramarić no casó nunca con el técnico italiano ni con el fútbol inglés. Tampoco tuvo demasiadas oportunidades para demostrarlo, y salió al fútbol alemán, donde se ha convertido en uno de los mejores goleadores de los últimos años, solamente frustrado por los problemas de rodilla que le dejaron en la enfermería la mitad de la pasada temporada. En este curso, en apenas tres partidos, ya ha sido capaz de marcar siete goles, que casan muy bien con la forma que tuvo de cerrar el curso pasado, con un póker de tantos que culminó con un penalti mirando al tendido que dio la vuelta al mundo.

Kramarić es uno de esos pequeños reductos de futbolista que hacen tener esperanza a un equipo sin tanto nombre como es su Hoffenheim, porque podría estar perfectamente pujando por oportunidades en un equipo con muchas más aspiraciones que la de los teutones. Capaz de jugar solo en punta, le encanta caer a banda izquierda para aparecer por donde menos se le espera. Una movilidad que es seña de identidad y que le ha permitido marcar casi 80 goles (y participar en otros regalando 30 asistencias) en las cinco temporadas completas que ha estado en el fútbol alemán, donde ha recuperado ese olfato goleador que le llevó a ser incluso titular en Croacia eclipsando por momentos a Kalinic y Mandzukic, y que le colocó en su día como el traspaso más caro de la historia de un Leicester City que ese curso acabaría campeón.

Con él lejos de la enfermería, un modesto como el Hoffenheim puede apostar a todo lo que no sea el título de Liga. Aquel delantero que en 2018, tras el enfrentamiento en el Mundial entre Croacia e Inglaterra, la afición de los foxes pedían recuperar pese a que su precio de venta al público ya había ascendido a los 45 millones de su cláusula de rescisión. El chico que esta temporada, en sus primeros compases, ya lidera la tabla de máximos goleadores de la Bundesliga y quiere desafiar en ella a Lewandowski y Haaland.

sábado, 15 de agosto de 2020

La enésima reconstrucción

Se presentaba el Atlético como candidato a todo en opinión de los micrófonos que venden la ilusión sin hacer algo de hincapié en que hay cosas más allá que es justo evaluar para tener una visión realista y global de la situación. La victoria por 3-7 ante el Real Madrid en pretemporada, acompañada del fichaje anunciado a bombo y platillo de Joao Félix, uno de los más caros en la historia del balón, junto a dos años consecutivos quedando en Liga en segunda posición, invitaban al ánimo fácil de pensar que el Atlético este año todo lo iba a poder. Pero la situación era mucho más compleja, más allá del colchón de seguridad que ha demostrado el equipo desde la llegada de Simeone, que es capaz de competir contra cualquier equipo en cualquier escenario y no salir tremendamente magullado.

Lo cierto es que el Atlético se estaba preparando en verano de 2019 para la enésima reconstrucción. En esta ocasión no se había ido una sola pieza, como cuando en 2013 se marchó Falcao. Tampoco un par de ellas, como cuando en 2014 lo hicieron Diego Costa y Filipe Luis. Fueron muchas más. Cruciales. Griezmann, Rodrigo y Lucas, los tres futbolistas llamados a soportar el peso del equipo durante la próxima década, hicieron las maletas sin mirar atrás. A la salida de la columna vertebral se unió también la de los últimos integrantes de la vieja guardia de Simeone. Godín, Filipe Luis y Juanfran no renovaron, y si bien su rendimiento ya no era el de su cenit, el agujero que se creó en el vestuario, que en apenas 12 meses antes había perdido también a Torres y Gabi, fue muy difícil de llenar para los Koke y Saúl, llamados a hacerlo. 

Así, el Atlético se encontró con una reconstrucción incompleta. Si bien la plantilla se dejó cerrada tan pronto que todos pudieron estar el primer día en Los Ángeles de San Rafael, la confección de la misma se antojaba algo raquítica desde el principio. La plantilla apenas sumaba 22 futbolistas, contando que dos de ellos no iban a sumar (Vrsaljko tenía ficha, pero estaba lesionado mínimo hasta enero, y Saponjic, suplente en el filial del Benfica, era un caso aparte), pero hacía aguas por todos lados. Simeone dejó claro desde pretemporada que su intención era jugar con dos delanteros centros, pero solo había dos en la plantilla (Costa y Morata, sin volver a contar al joven balcánico). ¿Cómo se puede afrontar eso, sabiendo además la tendencia que tienen ambos a caer lesionados? Así pues, con 20 jugadores con los que contar (no daba ni para un partidillo de entrenamiento), se sumaba el problema de enfermería. Martilleado en las últimas dos temporadas por lesiones musculares, el Atlético se presentaba con una plantilla escasa en la que además estaban Diego Costa, Lemar, Vitolo, Savic, Giménez, todos ellos con una tendencia a vivir de manera perenne en la enfermería. No hacía falta demasiado para darse cuenta que a poco que cayeran un par, iba a ser imposible completar una convocatoria con jugadores de la primera plantilla.

Así, el Atlético, que fue el equipo de toda la Liga que menos dinero invirtió, pues fichó por valor de 244 millones de euros, mientras vendió por valor de 282 (Si mi padre me da 3 euros para comprar manzanas y a mí me cuestan 2'90€, y lo que me sobra me lo guardo en el bolsillo, básicamente no he gastado nada y lo que he hecho ha sido guardarme unos centimillos), un conjunto que basa su sistema en la solidez defensiva, se encontró con una defensa totalmente nueva. Los dos laterales titulares (Trippier y Lodi) eran recién llegados y, aunque Giménez y Savic no, el uruguayo tuvo que cambiar el perfil al jugar en la zona zurda de la zaga, lo que al principio fue un dolor de cabeza. El encargado de dar la primera salida y de incrustarse entre ellos, Rodri, ya no estaba. Ni qué decir que la compensación de los carriles dejaba mucho que desear, pues había tres laterales derechos y solo uno zurdo, que además de tener 21 años, ser inexperto, venía de una cultura totalmente distinta como la brasileña (Lodi confirmó que incluso le llegó a decir a su novia que se quería ir del club a las pocas semanas porque echaba mucho de menos su país) y necesitaba adaptación.

Sin más, se había cambiado al líder de la selección francesa, campeón del mundo y subcampeón de Europa, dos veces galardonado como Balón de Bronce al tercer mejor jugador del mundo y el futbolista colocado en quinta posición histórica como máximo goleador del Atlético, por un proyecto de jugador, de solo 19 años y una veintena de partidos como profesional. Joao Felix no podía, jamás, asumir el papel de Griezmann desde el primer día, hubiera costado 120 millones o hubiera venido regalado. No era su papel, si bien se le esperaba que dejara detalles y mostrara que en un par de años pudiera ser diferencial. Pero así se nos hizo creer. Arrancaba la Liga con el Atlético, tercero en presupuesto del país, pero más cercano al de Mallorca, último, que al de Madrid y Barcelona. También más parejo en cuanto al Fair Play Financiero de los recién ascendidos que de los dos titanes. Una cosa es la ilusión y otra la realidad. ¿De verdad tenía el Atlético que competir la Liga y ser un martillo pilón por Europa como se ha terminado vendiendo?

Así arrancó la temporada, con Diego Costa ya lesionado desde LA San Rafael, forzando y no operándose porque Morata también tenía problemas de rodilla y porque a Joao Félix le estaba pasando factura no solo la dureza de la Liga, sino la exigencia física de un campeonato top. Tampoco tardaron en caer los habituales Savic y Giménez. Vitolo, que en pretemporada no contaba y no salió porque no había ofertas, se erigió por tramos como salvador y Real Madrid y Barcelona, que arrancaron con problemas, poco a poco se despegaron de una lucha que nunca fue real. Puede que, quizás, el gran obstáculo de cara a la opinión pública era que el Atlético llevaba varias campañas rindiendo muy por encima de su nivel, y cuando uno da el 200%, y de repente baja a La Tierra y está al 100%, se tiende a pensar que puede dar mucho más. La Liga que se aventuraba pocos puntos en la que Real Madrid y Barcelona no se enteraban y que "debía" haber ganado el Atlético, terminó con los blancos sumando 87 unidades, una cantidad que el Atlético solo había cosechado dos ocasiones en su historia.

Y así se fueron sucediendo los partidos, con el Atlético, según los datos de Opta, estando siempre a la cabeza en cuanto a ocasiones claras de gol generadas (también erradas), pese que la crítica afirmaba que los malos resultados atendían al extremo conservadurismo del Cholo, justo en la temporada en la que su equipo más estaba atacando. Quizás no era brillante, aunque eso solo es para quien entiende de baremos en belleza, pero era. Por empuje, por rebotes, por derroche, más por intensidad que por tikitaka, más por error del rival que por jugadas de mil pases, el Atlético pecó durante toda la temporada de una falta de gol inusual, nada extraña si todo el peso ofensivo recae única y exclusivamente en un delantero, pues el otro vivió en la enfermería (y el otro tenía nivel para ser suplente en el Atlético B).

Durante dos meses, en la época de invierno, el Atlético solo contó con 13 futbolistas del primer equipo sanos. Las lesiones afectaron en demasía. Eso llevó a muchas probaturas, a muchos canteranos inexpertos y a muchas situaciones poco lógicas. La Liga estaba saliendo más cara que nunca, porque nada aseguraba que el equipo fuera a ser tercero o cuarto con solvencia y la competencia era voraz y la Copa del Rey fue un traspiés tremendo. Un partido que el Atlético gana 99 de cada 100 veces ¿Cuántos mano a mano erró el equipo? pero en el que se fue a casa con un rival de Segunda B que aguantó estoico y metió las dos que dispuso.

Y así se llegó a la nueva Supercopa de España, el invento de Rubiales. Es curioso que el Atlético sobreviviera al Barcelona, que fue un tornado durante 70 minutos y llegara vivo a un tramo final donde ni siquiera debió estar con opciones. Pero llegado ahí, le dio a la vuelta e incluso pudo acabar marcando un gol más. Como también curioso que se escapara el trofeo ante el Madrid, cuando había sido un partido mucho más serio que el jugado ante el club culé.

La plantilla es corta, carente de talento, con jugadores por hacer y otros que ya no están al nivel que una vez tuvieron. Existe poco liderazgo y el sentido de pertenencia que inundaba el vestuario apenas se concentra en unas pocas butacas. 

Y, con todo eso, el Atlético logró ser tercero en Liga. El objetivo. Sí, muy cerca (empatado) con el Sevilla. Fue eliminado a las primeras de cambio en la Copa del Rey, que fue una decepción absoluta, pero que en aquel entonces no se podía sostener. Con tantas ausencias, tantas bajas, seguir vivo en una competición que poco le interesa al club (ser tercero es obligado para no tener que deshacer la plantilla cada año) si supone algún despiste del objetivo marcado, podía haber sido un arma de doble filo.

Y luego estuvo Anfield. Primero Madrid, luego Liverpool. Aquí se fue el Atlético con la ventaja, allí se agarró a ella en un partido con altas dosis de fortuna. El Atlético no fue mejor. De hecho nunca tuvo el control, como lo ha tenido mil y una veces pese a ser inferior en juego (o más bien sensaciones) a su rival. El Liverpool fue un martillo pilón que desarboló al equipo de Simeone como nunca lo habían hecho, pero ya hemos dicho que el Atlético todo lo pelea y siempre compite, sea cual sea el escenario, aunque se trate de un club que lleva un año sin perder, que es el campeón y que le saca 30 puntos en su Liga al Manchester City. Y vivió, sobrevivió y aprovechó sus dos errores para meterse en la siguiente ronda, destrozando el sueño del favorito que ansiaba el Doblete. 

Y ha sido un largo año. Igual de largo para todos en España, pero no en Europa. El Atlético cayó ante el Leipzig porque fue peor. Y, siendo peor, su derrota vino porque un disparo que iba al córner en el minuto 88 acabó rebotando en Savic y descolocando a Oblak. También cayó porque, quizás, a los clubes alemanes les ha venido mejor eso de tener 40 días más de preparación/descanso entre el término de la Bundesliga y la Liga Española (ya lo vimos un día después con el Barcelona y el Bayern). 

Y ojalá todas las temporadas de transición, donde se van tres estrellas y vienen tres promesas, donde el club no invierte un euro y donde se cambian ocho cromos de la plantilla, acabara con el Atlético, cuya parte (muy pequeña) de afición hace 15 años se congregó en Neptuno para celebrar una clasificación a Uefa, como tercero en Liga y entre los ocho mejores de Europa, siendo odiado por los dos que son más poderosos que él, deseando ya la fuga de la figura que se lo ha dado todo al club y le ha supuesto más de un dolor de muelas.






miércoles, 20 de mayo de 2020

La madurez de Rodrigo de Paul

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No se equivocaba en absoluto Pizzi al afirmar que, en 2014, "el Valencia fichaba a uno de los jugadores con mayor proyección de Argentina" con la adquisición de Rodrigo de Paul. La Superliga, con equipos necesitados de cash urgente, sucumbió durante años regalando a sus mejores perlas a precios hoy considerados de risa, sobre todo en comparación con las etiquetas de valor que ponía en el mercado su siempre enemiga Brasil. Así, Ángel y Joaquín Correa, Leandro Paredes, Luciano Vietto, Ezequiel Ponce o el propio De Paul, los más talentosos que tenía entonces el país, acabaron en Europa por importes entre 3 y 7 millones de euros.

Pero la historia de De Paul siempre fue de madurez tardía. En Racing desde los cinco años, todos en La Academia sabían que ese jugador con mayor personalidad que los de su generación. En cambio, a Luis Zubeldia, el técnico, le costó darle la alternativa. Zubeldia, con mucho miramiento por la cantera, siempre prefirió confiar en un jugador más hecho y descarado como Ricardo Centurión y en la veteranía de Mauro Camoranesi para los costados, a la vez que jugaba sin un 10 natural, donde en el filial jugaba un De Paul que había crecido admirando a Ronaldinho, Riquelme y Zidane.

Ese debut tardío (debutó casi con 19 años en el primer equipo) le privó estar en los planes de Argentina, tanto Sub17 como Sub20, y no fue siquiera considerado para el Sudamericano juvenil de 2013. Allí, Marcelo Trobbiani confió para su puesto en el propio Centurión, además de Lanzini, Fede Cartabia, Alan Ruiz e Iturbe, todos ellos ya con experiencia profesional en sus primeros equipos. Argentina cosechó el mayor fracaso de la época reciente, ni siquiera clasificó para el Mundial y, de manera paralela, De Paul creció como la espuma. Aprovechó la ausencia de Centurión, primero en el torneo y luego lesionado, para ir haciéndose con minutos en el equipo y acabó siendo indiscutible jugando en los costados. 57 partidos en dos años que le valieron para ser traspasado al Valencia por menos de cinco millones.

Su debut en Europa no pudo ser peor. Expulsado al minuto de salir por un codazo, se convirtió en el futbolista debutante más rápido en ver la tarjeta roja en LaLiga. Le cayeron cuatro partidos y le costó mucho volver a los planes de Nuno en el equipo che, pero nunca terminó de cuajar en Mestalla. Jugó una temporada y media en Valencia, pero no entró en los plantes ni del técnico luso, ni de Gary Neville. De Paul no encontraba su sitio en un equipo más acostumbrado a jugar con extremos puros y dos delanteros y la salida de Otamendi, su mejor amigo en el vestuario, le dejó tocado en lo anímico cuando aún no estaba adaptado a Europa. Por eso, el Valencia buscó una cesión rápida a su anterior equipo, intentando que no se perdiera por el camino un jugador que parecía tener mucha proyección.
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En verano de 2016 debería volver a la disciplina valenciana, pero el nuevo técnico, Pako Ayestarán, decidió no contar con él. Minimizando riesgos, el Valencia no dudó en aceptar una oferta de la Serie A por tres millones de euros. Solo tenía 22 años, aún tenía tiempo para madurar, pero en Valencia ya habían concluido que se trataba de una de las muchas promesas que acaban en el cajón del olvido. Nada más lejos de la realidad, De Paul encontró su sitio en Udinese, no sin mucho pelearlo, porque el inicio no fue nada sencillo. Fue titular desde el primer día en los planes de Iachini, jugando detrás de Zapata o acompañándole en punta. Pero le costó brillar varios meses hasta dar con su rendimiento actual.

Poco a poco dejó la posición de enganche y encontró acomodo en banda derecha y fue uno de los mayores beneficiados del cambio de sistema que propuso el técnico, que pasó del 3-5-2 al 4-3-3. Su evolución definitiva apareció en la 2018-2019, cuando el técnico Davide Nicola optó por darle no solo la capitanía, sino una posición en el centro del campo. Tras más de dos años jugándolo todo, demostrando un derroche impropio para alguien que viene de fuera, De Paul cautivó a la hinchada de Udine, siendo uno de los favoritos de la grada. Eso le dio la cinta de líder más rápido de lo normal. Pero se trataba de un futbolista con registros estadísticos algo tristes para jugar en una posición tan adelantada. En dos años solo había sumado 9 goles y 12 asistencias y, por características de juego, Nicola le reinventó en la medular.

Ha sido jugando en posiciones interiores donde De Paul ha explotado de manera sorprendente. Su buena capacidad física, su buen entendimiento del juego, su buena asociación no solo le ha llevado a ser uno de los mejores jugadores de la Serie A, sino a realizar su debut con la selección de Scaloni. En Italia, De Paul comenzó a asomar la cabeza en distintos apartados de estadística tanto ofensivos como defensivos. En la 2018/2019, solo cuatro futbolistas (Papu Gómez, Mertens, Suso y Callejón) dieron más asistencias de gol que él, fue el cuarto futbolista en pases clave por partido tras Papu Gómez, Suso y Luis Alberto; Quedó tercero en regates exitosos por partido tras Boga e Ilicic y se convirtió en uno de los mediocampistas con más robos de balón. Además, de manera sorprendente, jugar más centrado le hizo ser mejor llegador y mejoró sus registros tanto de goleador como de asistente, anotando nueve dianas y regalando otros tantos. Su no inclusión en el XI ideal de la temporada clamó al cielo, pero no fue obstáculo para que Scaloni no confiara en él como una de las piezas claves en la reconstrucción de Argentina tras el Mundial 2018.

Esa evolución en su demarcación también ha sido vista y comprobada por el propio seleccionador, que empezó confiando en él en amistosos en los costados, peleando puestos con Dybala o Ángel Correa para acabar asentándose en posiciones más interiores. De los últimos 12 partidos de la selección, De Paul ha sido titular en 11, siendo clave en la actuación en la Copa América en 2019. Fue precisamente el primer duelo del torneo el que no jugó desde el inicio. Scaloni le dio la alternativa desde el descanso ante la inoperante albiceleste y ya nunca se ha bajado del puesto, siendo el principal y mejor socio de Messi el pasado verano y jugando ya como mediocentro puro desde que la Copa América terminara. Ya sea en el doble pivote con Paredes y jugando un poco por delante de él en un trivote, De Paul ha encontrado su sitio en Argentina, igual que es el líder absoluto del Udinese.

Inter, Milán y Fiorentina se interesaron por él en julio de 2019 y su etiqueta marcaba un importe cercano a los 25 millones de euros. Udinese es el equipo con salarios más bajos de toda la Serie A y es el único club cuya estrella no llegaba a ganar un millón de euros al año. Esto le hizo una de las piezas más codiciadas del mercado, aunque nunca se concretó un traspaso que parecía casi hecho a Florencia. En cambio, Rodrigo, que ya era el jugador mejor pagado del club, renovó su contrato hasta 2024 con una entidad que le adora, donde ya es líder, santo y seña. Convertido quizás en uno de esos últimos reductos del fútbol romántico que Italia está intentando volver a instaurar en el fútbol mundial. Papu Gómez en la Atalanta, Belotti en el Torino, Insigne en Nápoles o Immobile en la Lazio, De Paul tiene a su elección convertirse en leyenda friulani, de quedarse en una Udine que le venera como un rey y sacarle de los malos resultados que en los últimos cursos le hacen pelear por la permanencia, pero tiene cualidades para dar y regalar en los mejores clubes del mundo. Permanecer allí donde ha vuelto a ser futbolista o adentrarse en la aventura de volver a luchar por encajar. Messi le avala.

miércoles, 6 de mayo de 2020

Nada ha cambiado en Víctor Osimhen

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En 2015, durante el Mundial Sub17 de Chile, una figura sobresalió sobre el resto. Víctor Osimhen lideró a Nigeria hasta el triunfo. Pero su actuación había que tomarla con mesura. El punta africano, aún por hacer y sin jugar en ninguna academia de fútbol profesional, sin estar ya monitorizado por alguno de los grandes y sin demasiadas referencias para el scout internacional, atendía a una situación que parecía, sobre todo, oscura. Son muchos los jugadores, sobre todo africanos por un simple motivo natural (desarrollan antes el físico y a esas edades esto marca diferencias), que se acaban quedando a las puertas tras realizar grandes gestas juveniles. Muchos son incluso engañados a la hora de abandonar su país y se encuentran con un cúmulo de promesas falsas de agentes de dudosa reputación que les han estafado todos los ahorros de toda una vida. ¿Quién no recuerda lo que prometía Sadick Adams y en lo que se quedó?

Y en estas, Osimhen, que no cuajó en sus primeros años en Europa, parecía llevar los mismos derroteros que otros muchos en su situación. Yo siempre lo tuve claro y nunca dudé. Ese delantero larguirucho, de pisar patizambo y de correr poco ortodoxo tenía lo necesario para triunfar. Uno le veía jugar y no sabía si era Adebayor, si era Diego Costa o si era un todo en uno. Tenía una materia prima por desarrollar y se trataba de una gema por pulir. Su fútbol estaba aún por potenciar de una manera que a veces parecía un bailarín con el balón y otras simplemente dolía observar cómo trataba de hacer un control en corto.

Sea como fuere, cinco años después y una serie de vaivenes entre medias, Osimhen es exactamente el mismo delantero que era con 16 años. Pura dinamita. Y hoy es la revelación de la Ligue One, el estilete de un Lille que lo compró por unos 15 millones de euros y que lo venderá, mínimo, por tres veces más. "Siempre le he dicho que es un calco de Didier Drogba", admite Nicolas Penneteau, el portero del Charleroi, donde el nigeriano pudo por fin reencontrarse como futbolista tras una mala etapa en Alemania.

Osimhen celebra un gol contra
Croacia (2015) / GETTY IMAGES
Y es que tras la Copa del Mundo Sub17 de 2015, donde el delantero se llevó la Bota de Oro, el Wolfsburgo dejó apalabrado su fichaje por 4 millones de euros cuando el africano fuera mayor de edad. Así, en 2017 llegó al equipo del norte de Alemania para comprobar que aún estaba muy por hacer. Su aterrizaje no pudo ser peor, pues poco antes de llegar en enero, se rompió el menisco y tuvo que ser operado. No entrenó en toda la temporada y solo fue de la partida en los dos últimos encuentros, a la desesperada, con un Wolfsburgo que se estaba jugando el descenso y que acabó logrando la permanencia en la promoción.

La 17/18 debía ser su temporada. Había cogido cuerpo y por su complexión, por sus condiciones, se podía mover por todo el frente de ataque. Siempre prefirió la delantera, pero su facilidad para tirar diagonales y desmarques, y su buen juego de pies, además de perfilar muy bien el disparo desde el costado izquierdo le hacía ser muy válido para cualquier equipo. Pero eran malos años para el equipo de la Volkswagen, que nuevamente se iba a jugar el descenso durante todo el curso y el técnico optó por jugadores más experimentados. Osimhen fue de menos a más y cuando más estaba contando, en el tramo final de la temporada, se le salió el hombro y se volvió a quedar meses sin competir. Se puede hablar, perfectamente, de dos temporadas enteras tiradas a la basura y tres años ya desde que el jugador asombrara al mundo. El fantasma del juguete roto cada vez se cernía más sobre él.

El Wolfsburgo, decidido a deshacerse de él, no encontró comprador, por lo que no vio con malos ojos una cesión a un país cercano y a un fútbol menor donde pudiera coger algo de confianza. En Bélgica Osimhen explotó su superioridad física. Y el resto es historia. Marcó 20 goles en la temporada y el Lille, que tenía dinero fresco de la venta de Leao al Milan, no dudó en tirarse a la piscina. Al Wolfsburgo le salió la jugada horrible. Habían aceptado venderle al Charleroi al nigeriano por el mismo precio que ellos habían pagado y los belgas lo mandaron al fútbol francés por casi 15 millones de euros. En Francia, Osimhen no está dejando títere con cabeza. Hasta la cancelación del campeonato, el africano había marcado 18 goles (dos en Champions) y había ayudado con seis asistencias en un campeonato mucho más competitivo.

No cabe duda que Vïctor Osimhen será uno de los agitadores del mercado, cuando se abra y si se abre, al estar en un equipo que no dudará en aprovechar sacar rédito y llenarse los bolsillos. El africano es exactamente el mismo jugador de hace cinco años. No ha cambiado en nada, salvo que ahora torea en las mejores plazas. Su estilo patizambo sigue intacto. Su olfato goleador, impoluto. Su zancada larga, imparable en carrera. Su definición poco ortodoxa, igual de efectiva. Y su golpeo con el interior, como de seda, con rosca e inimaginable para un jugador de su apariencia, imprevisible. Por características, es un jugador ideal para un Atleti de Simeone que juegue al contragolpe. Por físico, la Premier League se asemeja a las mil maravillas a lo que puede explotar. Tras la Copa África de 2019, donde fue suplente y solo disputó el partido por el tercer puesto, ahora parece liderar la carrera por ser el '9' de la próxima generación, en una dura disputa que tendrá, entre otros, con Ighalo (Manchester United) y con Iheanacho (Leicester City).

"Didier Drogba es mi modelo a seguir. Representa el tipo de jugador y persona que me gustaría ser. Espero desarrollar la misma capacidad con la pelota y marcar goles importantes. Es un icono, una leyenda. Me gustaría poder ser capaz de ser como él, o incluso mejor", se sinceraba con apenas 16 años ante los micrófonos de la FIFA. Hoy, de momento, ya ha conseguido que las comparaciones con su ídolo lleguen desde voces autorizadas del fútbol internacional. Además, no parece ser el jugador al uso de hoy en día. Sabe de dónde viene. "Los compañeros juegan a los videojuegos y salen antes de los partidos. Yo prefiero meterme en mi habitación y concentrarme para ganar cada partido".

viernes, 1 de mayo de 2020

Matías Palacios, la enésima perla del fútbol argentino


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Cuando me pongo a ver un torneo de selecciones juveniles internacional, siempre parto de una premisa importante: hay que fijarse en aquel que lleve el dorsal 10 en Argentina. Maradona, Agüero, Aimar, Tévez, Ibagaza, Romagnoli o D'Alessandro llevaron el número mágico en el reverso del que nunca pudieron disfrutar Riquelme (coetáneo con Aimar), Gallardo y Ortega (cuando a Argentina se le privó de disputar eventos infantiles por el mal comportamiento en años anteriores o un Messi que entonces prefería usar el 18 y el 19. Matías Palacios (La Pampa, 2002), es el último gran proyecto de futbolista que tiene en sus filas la albiceleste. Avalado por Pablo Aimar y asesorado por Leandro Romagnoli, admira a Juan Román Riquelme, a quien todos dicen que se parece de una forma desmedida en cuanto a juego.

En una época en la que Brasil vende proyectos de futbolistas al viejo continente a precio de oro, parece que Argentina se ha quedado atrás en una carrera en la que San Lorenzo podría malvender, otra vez y quizás antes de lo previsto, a la última gran perla de su cantera. Solo el traspaso de Rodrygo (20 años) por 45 millones al Real Madrid supone una cifra parecida a la que el fútbol argentino sacó por sus dos ventas más caras de la historia, la de Lautaro al Inter y la de Alario al Bayer Leverkursen. Para hacerse una idea, Vinicius (45M), Reinier (30M), Paquetá (40M), o Gabriel Jesús (32M), sin contar los multimillonarios traspasos de Oscar, Neymar, Arthur o Lucas Moura. El de Lautaro Martínez, el fichaje más caro de la historia del fútbol argentino, le colocaría lejos del Top10 histórico del fútbol brasileño.

Y es que aún nadie se explica cómo San Lorenzo de Almagro sacó en su día solo 6 millones de euros por la venta de Ángel Correa (el año pasado recibió 3 millones más por el 10% que le restaba del pase) cuando el hoy 10 del Atlético era el mejor jugador de su generación y una de las perlas de la AFA. Tampoco cómo, en una época de bonanza económica, su nueva estrella juvenil, Matías Palacios, ha renovado con una cláusula de rescisión de 20 millones de dólares que se antoja asequible para casi todos los clubes militantes en Champions y Europa League.

Matías ha crecido en San Lorenzo desde bien joven. Desde los 13 vive en la pensión del club con el paradigma de estrella juvenil y lo hace bajo el paraguas de su hermano Julián, con quien ha compartido diversas categorías pese a llevarse más de tres años de diferencia. Esa precocidad le ha llevado, entre otras cosas, a ser el debutante más joven en la historia del club, haciendo su aparición en Primera División con solo 16 años y 4 meses. Fue en 2018, el mismo año en el que debutó como internacional Sub20 con Argentina en el prestigioso torneo de L'Alcudia, sin importar que sus compañeros y rivales le sacaran cuatro años de edad.

Mati comenzó sus años de fútbol en el General Pico como volante central, dada su facilidad para recibir entre los defensas, girarse y transitar el balón desde su campo hasta una posición más adelantada. Pero en San Lorenzo fue evolucionando su posición hasta el enganche, debido a su buen trato de balón en las zonas decisivas del campo, su regate y sobre todo su buena visión de juego. Prefiere asistir a marcar, aunque dada su demarcación ahora hace gala también de su potente disparo desde la frontal del área. Se fija en Riquelme e Iniesta como modelos, y es con el ex de Boca con quien todo el mundo le encuentra más similitudes. "Tiene muchas cosas de Román", dice de él Pablo Aimar, que le tiene como una debilidad personal en la selección que él dirige.

Palacios ha sido figura ahí donde ha estado. Lo fue en el Sudamericano Sub15 de 2017, donde Argentina se llevó el título. También en el Sub17, dos años después, donde la albiceleste también levantó la Copa y fue de lo poco destacable de Argentina en el Mundial de la categoría, donde Paraguay sorprendió eliminando en la primera ronda del KO a los de Pablo Aimar. Para Hugo Tocalli, quien fuera la mano derecha de Pekerman en la construcción de la base más exitosa de la historia albiceleste (la de Messi, Agüero, Banega y compañía, pero también las de Aimar, Galletti, Riquelme o D'Alessandro) es una de las mayores perlas que ha tenido la AFA en mucho tiempo.

El juego de Palacios se caracteriza por ser muy vistoso. Su capacidad de ir con la cabeza siempre mirando al frente le permite ver el fútbol un par de segundos antes que los mortales. Por eso, mientras el resto toma algo de aire en una situación que parece de tregua, él ya está mirando la oportunidad de batir desde campo propio a un portero adelantado o de enviar en largo con suma precisión al compañero que ha tirado el desmarque. De ahí las comparaciones, siempre con mesura, con Román. Su visión en largo es tan buena como en corto, donde no duda de sacar todo tipo de repertorios más en busca de practicidad que de plasticidad. Taconazos, túneles, dominio del golpeo de exterior o pases mirando al tendido que ya han llamado la atención de los grandes de Europa y que se suman a su buen golpeo a balón parado.

Ahora está en el momento crucial de su carrera. Hasta ahora, todo le "ha ido muy rápido", como él mismo afirma, pero es el momento de dar un paso adelante y asentarse en el fútbol profesional, faceta donde otros muchos talentos precoces se quedan por el camino. Hasta la fecha, solo suma dos partidos con el primer equipo de San Lorenzo, un salto al primer nivel que se ha visto mermado en este último curso por los compromisos internacionales con la Sub17 de Pablo Aimar. El próximo 10 de mayo cumple los 18 años, edad a la que de manera legal ya podría abandonar Argentina para salir al fútbol europeo (o a la MLS, siguiendo los pasos de Barco o Pavón), aunque no parece ser la idea aún de San Lorenzo, que a finales de 2018 rechazó 8 millones de euros del Genoa por él y que tampoco llegó a un acuerdo con el Almería el pasado mercado invernal. El objetivo de juntar una buena versión de Palacios con Gaich, pues ambos parecen nacidos para haber jugado juntos, es un ideal que llena de ilusión a la afición del Ciclón, sabedora de que tiene entre sus manos a una de las mayores perlas del país y a una pareja joven que podría romper los cimientos del campeonato argentino.


martes, 21 de abril de 2020

Milot Rashica, purasangre balcánico para Europa

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En una época en la que el fútbol está marcado por los niños prodigio que abandonan el nido por cantidades vergonzosamente millonarias nada más cumplir la mayoría de edad —o incluso antes—, se hace difícil ver a jugadores que, siendo aún jóvenes y estando en edad de evolución, fichen por equipos top del planeta. Quien no está instalado ya en un club de primer nivel nada más arrancar la veintena parece avocado a dar tumbos toda su vida por entidades de segundo nivel. En cambio, son muchos los que rompen el cascarón tarde y que, con un precio de mercado mucho más asequible, merecerían por méritos propios jugar en cualquier conjunto del planeta.

Es el caso de Milot Rashica, que cumplirá 24 años en unas semanas y que ha llamado a la puerta del fútbol internacional hace escasos 18 meses. Rashica es ya un ídolo en su país. Nacido en Kosovo, es evidentemente la estrella de un nuevo estado cuya independencia aún no es reconocida por más de la mitad de los países que conforman las Naciones Unidas y uno de los pocos jugadores que han optado por representar a un país con un nivel tan limitado. Porque Rashica jugó todas las categorías inferiores con Albania e incluso llegó a disputar un par de amistosos con la absoluta. Pero cuando la FIFA dio luz verde a Kosovo, también autorizó a muchos jugadores con doble nacionalidad, sin importar que hubieran tenido pasado internacional con otros países, a vestir la camiseta kosovar. Shaqiri, los hermanos Xhaka, Behrami o Januzaj podrían haber seguido el camino de Rashica o Berhisa, pero decidieron no cambiar de combinado nacional.

Rashica debutó a los 16 años en el Vushtrria de su país. En el verano de 2013, tras realizar una prueba con el Gent, decidió que aún no era tiempo de abandonar su casa y rechazó la propuesta del equipo belga para jugar en su filial. En cambio, comenzó un periplo de dos años en el torneo local, donde ganó la Liga en el primer año y donde su participación en el segundo aumentó. Nada más cumplir la mayoría de edad, un equipo acostumbrado a cazar talento precoz como el Vitesse le echó el guante y no se equivocó. Un traspaso cifrado en apenas unos 300.000 que le dio al club de la Eredivisie un rédito tanto económico como deportivo. Dos años y medio más tarde, el kosovar dejaba siete millones en las arcas del club y se marchaba con la Copa de 2017 y un registro de 15 goles en los 100 partidos que disputó en el equipo. En Holanda, Rashica jugó prácticamente anclado a la banda derecha, aprovechando su rapidez para llegar a línea de fondo y terminar las jugadas.

Pero el salto a la Bundesliga le dio un aura aún más especial y le completó como futbolista. Ha sido en el norte de Alemania donde el jugador ha llegado, de momento, a su mejor nivel y ha mostrado una mejor versión. Acostumbrado a jugar a pierna natural, a su llegada al Werder Bremen experimentó jugando a banda cambiada o en un ataque de jugadores móviles y su peligrosidad en ataque se multiplicó. Rashica, considerado extremo, es un futbolista que juega bien en todo el frente de ataque, aunque con especial preferencia al costado siniestro o directamente acompañando a un punta más corpulento.

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La radiografía de su estilo futbolístico se pudo apreciar en el partido que midió al Werder contra el Bayern Múnich el pasado año en las semifinales de la Copa de Alemania. Con el equipo muniqués ganando por 0-2, Rashica igualó el partido en apenas unos segundos. En el minuto 74, recibió de espaldas dentro del área, giró sobre sí mismo, sacó a Hummels de sitio y avanzó por el costado para, sin levantar ni un solo instante la cabeza, poner un balón raso al punto de penalti que Osako remató de primeras. Nada más sacar de centro, el Bayern perdió la pelota, Rashica recibió en el círculo central y comenzó una carrera vertiginosa en diagonal hacia la portería rival. Por el camino, nadie pudo alcanzarle y los que estaban delante de él, fracasaron al intentar frenar su aceleración que acabó en un cambio de ritmo que dejó a Hummels por los suelos. Cuando ya se quedaba sin ángulo, con apenas un toque, se volvió a colocar el balón, levantó por primera vez la cabeza y ajustó cruzado el cuero al único punto donde no había jugadores rivales defendiendo. Una obra de arte a mil por hora.

Rashica es un peleón empedernido, un futbolista de sangre caliente que vive de la presión, de la lucha continua y de morder cada segundo a su rival. Sus mejores actuaciones se ven a campo abierto, donde su conducción es perfecta, observa los espacios libres y los ataca sin compasión.Su velocidad con balón controlado le permite sobrepasar y dejar clavados a los rivales que le esperan sin saber cuántos cambios de ritmo le quedan aún. Aún con muchas cosas por aprender, como la asociación en corto, se trata de un jugador que está ya para bastante más. Sobre todo si tenemos en cuenta que a día de hoy, con el parón de fútbol internacional por la pandemia, el Werder Bremen está en posición de perder la categoría. Sus inicios en la Bundesliga recuerdan mucho a los de Rebic en Frankfurt y, sin duda, se trata de dos perfiles de jugador que pueden tener ciertas similitudes en cuanto al juego. Sacarle de la banda derecha ha liberado su potencial, que aún está por pulir, y le ha dotado también de una capacidad goleadora mejor de la que tenía, un aspecto que multiplica su impacto si se comprueba que el Werder Bremen es el equipo menos goleador de la competición. En estos dos años en la disciplina del equipo teutón —59 partidos—, el kosovar ha anotado 23 goles y ha dado 11 asistencias. Con el deporte totalmente paralizado —aunque la Bundesliga planea volver el 9 de mayo— y el mercado de fichajes en el limbo, el nombre de Rashica aparece ya en las agendas de varios equipos y es sin duda, en un mercado que se prevé precario, uno de los máximos agitadores para las direcciones deportivas de toda Europa. Sangre caliente para cualquier ataque.