sábado, 15 de agosto de 2020

La enésima reconstrucción

Se presentaba el Atlético como candidato a todo en opinión de los micrófonos que venden la ilusión sin hacer algo de hincapié en que hay cosas más allá que es justo evaluar para tener una visión realista y global de la situación. La victoria por 3-7 ante el Real Madrid en pretemporada, acompañada del fichaje anunciado a bombo y platillo de Joao Félix, uno de los más caros en la historia del balón, junto a dos años consecutivos quedando en Liga en segunda posición, invitaban al ánimo fácil de pensar que el Atlético este año todo lo iba a poder. Pero la situación era mucho más compleja, más allá del colchón de seguridad que ha demostrado el equipo desde la llegada de Simeone, que es capaz de competir contra cualquier equipo en cualquier escenario y no salir tremendamente magullado.

Lo cierto es que el Atlético se estaba preparando en verano de 2019 para la enésima reconstrucción. En esta ocasión no se había ido una sola pieza, como cuando en 2013 se marchó Falcao. Tampoco un par de ellas, como cuando en 2014 lo hicieron Diego Costa y Filipe Luis. Fueron muchas más. Cruciales. Griezmann, Rodrigo y Lucas, los tres futbolistas llamados a soportar el peso del equipo durante la próxima década, hicieron las maletas sin mirar atrás. A la salida de la columna vertebral se unió también la de los últimos integrantes de la vieja guardia de Simeone. Godín, Filipe Luis y Juanfran no renovaron, y si bien su rendimiento ya no era el de su cenit, el agujero que se creó en el vestuario, que en apenas 12 meses antes había perdido también a Torres y Gabi, fue muy difícil de llenar para los Koke y Saúl, llamados a hacerlo. 

Así, el Atlético se encontró con una reconstrucción incompleta. Si bien la plantilla se dejó cerrada tan pronto que todos pudieron estar el primer día en Los Ángeles de San Rafael, la confección de la misma se antojaba algo raquítica desde el principio. La plantilla apenas sumaba 22 futbolistas, contando que dos de ellos no iban a sumar (Vrsaljko tenía ficha, pero estaba lesionado mínimo hasta enero, y Saponjic, suplente en el filial del Benfica, era un caso aparte), pero hacía aguas por todos lados. Simeone dejó claro desde pretemporada que su intención era jugar con dos delanteros centros, pero solo había dos en la plantilla (Costa y Morata, sin volver a contar al joven balcánico). ¿Cómo se puede afrontar eso, sabiendo además la tendencia que tienen ambos a caer lesionados? Así pues, con 20 jugadores con los que contar (no daba ni para un partidillo de entrenamiento), se sumaba el problema de enfermería. Martilleado en las últimas dos temporadas por lesiones musculares, el Atlético se presentaba con una plantilla escasa en la que además estaban Diego Costa, Lemar, Vitolo, Savic, Giménez, todos ellos con una tendencia a vivir de manera perenne en la enfermería. No hacía falta demasiado para darse cuenta que a poco que cayeran un par, iba a ser imposible completar una convocatoria con jugadores de la primera plantilla.

Así, el Atlético, que fue el equipo de toda la Liga que menos dinero invirtió, pues fichó por valor de 244 millones de euros, mientras vendió por valor de 282 (Si mi padre me da 3 euros para comprar manzanas y a mí me cuestan 2'90€, y lo que me sobra me lo guardo en el bolsillo, básicamente no he gastado nada y lo que he hecho ha sido guardarme unos centimillos), un conjunto que basa su sistema en la solidez defensiva, se encontró con una defensa totalmente nueva. Los dos laterales titulares (Trippier y Lodi) eran recién llegados y, aunque Giménez y Savic no, el uruguayo tuvo que cambiar el perfil al jugar en la zona zurda de la zaga, lo que al principio fue un dolor de cabeza. El encargado de dar la primera salida y de incrustarse entre ellos, Rodri, ya no estaba. Ni qué decir que la compensación de los carriles dejaba mucho que desear, pues había tres laterales derechos y solo uno zurdo, que además de tener 21 años, ser inexperto, venía de una cultura totalmente distinta como la brasileña (Lodi confirmó que incluso le llegó a decir a su novia que se quería ir del club a las pocas semanas porque echaba mucho de menos su país) y necesitaba adaptación.

Sin más, se había cambiado al líder de la selección francesa, campeón del mundo y subcampeón de Europa, dos veces galardonado como Balón de Bronce al tercer mejor jugador del mundo y el futbolista colocado en quinta posición histórica como máximo goleador del Atlético, por un proyecto de jugador, de solo 19 años y una veintena de partidos como profesional. Joao Felix no podía, jamás, asumir el papel de Griezmann desde el primer día, hubiera costado 120 millones o hubiera venido regalado. No era su papel, si bien se le esperaba que dejara detalles y mostrara que en un par de años pudiera ser diferencial. Pero así se nos hizo creer. Arrancaba la Liga con el Atlético, tercero en presupuesto del país, pero más cercano al de Mallorca, último, que al de Madrid y Barcelona. También más parejo en cuanto al Fair Play Financiero de los recién ascendidos que de los dos titanes. Una cosa es la ilusión y otra la realidad. ¿De verdad tenía el Atlético que competir la Liga y ser un martillo pilón por Europa como se ha terminado vendiendo?

Así arrancó la temporada, con Diego Costa ya lesionado desde LA San Rafael, forzando y no operándose porque Morata también tenía problemas de rodilla y porque a Joao Félix le estaba pasando factura no solo la dureza de la Liga, sino la exigencia física de un campeonato top. Tampoco tardaron en caer los habituales Savic y Giménez. Vitolo, que en pretemporada no contaba y no salió porque no había ofertas, se erigió por tramos como salvador y Real Madrid y Barcelona, que arrancaron con problemas, poco a poco se despegaron de una lucha que nunca fue real. Puede que, quizás, el gran obstáculo de cara a la opinión pública era que el Atlético llevaba varias campañas rindiendo muy por encima de su nivel, y cuando uno da el 200%, y de repente baja a La Tierra y está al 100%, se tiende a pensar que puede dar mucho más. La Liga que se aventuraba pocos puntos en la que Real Madrid y Barcelona no se enteraban y que "debía" haber ganado el Atlético, terminó con los blancos sumando 87 unidades, una cantidad que el Atlético solo había cosechado dos ocasiones en su historia.

Y así se fueron sucediendo los partidos, con el Atlético, según los datos de Opta, estando siempre a la cabeza en cuanto a ocasiones claras de gol generadas (también erradas), pese que la crítica afirmaba que los malos resultados atendían al extremo conservadurismo del Cholo, justo en la temporada en la que su equipo más estaba atacando. Quizás no era brillante, aunque eso solo es para quien entiende de baremos en belleza, pero era. Por empuje, por rebotes, por derroche, más por intensidad que por tikitaka, más por error del rival que por jugadas de mil pases, el Atlético pecó durante toda la temporada de una falta de gol inusual, nada extraña si todo el peso ofensivo recae única y exclusivamente en un delantero, pues el otro vivió en la enfermería (y el otro tenía nivel para ser suplente en el Atlético B).

Durante dos meses, en la época de invierno, el Atlético solo contó con 13 futbolistas del primer equipo sanos. Las lesiones afectaron en demasía. Eso llevó a muchas probaturas, a muchos canteranos inexpertos y a muchas situaciones poco lógicas. La Liga estaba saliendo más cara que nunca, porque nada aseguraba que el equipo fuera a ser tercero o cuarto con solvencia y la competencia era voraz y la Copa del Rey fue un traspiés tremendo. Un partido que el Atlético gana 99 de cada 100 veces ¿Cuántos mano a mano erró el equipo? pero en el que se fue a casa con un rival de Segunda B que aguantó estoico y metió las dos que dispuso.

Y así se llegó a la nueva Supercopa de España, el invento de Rubiales. Es curioso que el Atlético sobreviviera al Barcelona, que fue un tornado durante 70 minutos y llegara vivo a un tramo final donde ni siquiera debió estar con opciones. Pero llegado ahí, le dio a la vuelta e incluso pudo acabar marcando un gol más. Como también curioso que se escapara el trofeo ante el Madrid, cuando había sido un partido mucho más serio que el jugado ante el club culé.

La plantilla es corta, carente de talento, con jugadores por hacer y otros que ya no están al nivel que una vez tuvieron. Existe poco liderazgo y el sentido de pertenencia que inundaba el vestuario apenas se concentra en unas pocas butacas. 

Y, con todo eso, el Atlético logró ser tercero en Liga. El objetivo. Sí, muy cerca (empatado) con el Sevilla. Fue eliminado a las primeras de cambio en la Copa del Rey, que fue una decepción absoluta, pero que en aquel entonces no se podía sostener. Con tantas ausencias, tantas bajas, seguir vivo en una competición que poco le interesa al club (ser tercero es obligado para no tener que deshacer la plantilla cada año) si supone algún despiste del objetivo marcado, podía haber sido un arma de doble filo.

Y luego estuvo Anfield. Primero Madrid, luego Liverpool. Aquí se fue el Atlético con la ventaja, allí se agarró a ella en un partido con altas dosis de fortuna. El Atlético no fue mejor. De hecho nunca tuvo el control, como lo ha tenido mil y una veces pese a ser inferior en juego (o más bien sensaciones) a su rival. El Liverpool fue un martillo pilón que desarboló al equipo de Simeone como nunca lo habían hecho, pero ya hemos dicho que el Atlético todo lo pelea y siempre compite, sea cual sea el escenario, aunque se trate de un club que lleva un año sin perder, que es el campeón y que le saca 30 puntos en su Liga al Manchester City. Y vivió, sobrevivió y aprovechó sus dos errores para meterse en la siguiente ronda, destrozando el sueño del favorito que ansiaba el Doblete. 

Y ha sido un largo año. Igual de largo para todos en España, pero no en Europa. El Atlético cayó ante el Leipzig porque fue peor. Y, siendo peor, su derrota vino porque un disparo que iba al córner en el minuto 88 acabó rebotando en Savic y descolocando a Oblak. También cayó porque, quizás, a los clubes alemanes les ha venido mejor eso de tener 40 días más de preparación/descanso entre el término de la Bundesliga y la Liga Española (ya lo vimos un día después con el Barcelona y el Bayern). 

Y ojalá todas las temporadas de transición, donde se van tres estrellas y vienen tres promesas, donde el club no invierte un euro y donde se cambian ocho cromos de la plantilla, acabara con el Atlético, cuya parte (muy pequeña) de afición hace 15 años se congregó en Neptuno para celebrar una clasificación a Uefa, como tercero en Liga y entre los ocho mejores de Europa, siendo odiado por los dos que son más poderosos que él, deseando ya la fuga de la figura que se lo ha dado todo al club y le ha supuesto más de un dolor de muelas.