domingo, 30 de agosto de 2015

Raúl García: Cuando el escudo va por dentro

"Motivos de un sentimiento, que no se puede explicar". Qué bien lo sabía Sabina aquella tarde de boli y papel en la que tiñó sus versos de un radiante rojiblanco que hoy en día aún suenan en la megafonía del Vicente Calderón. Sin saberlo, el bueno de Joaquín estaba radiografiando a un chico que años más tarde vestiría con las rayas rojas y blancas del Atlético de Madrid y luciría el brazalete con orgullo. Navarro, dorsal 8, de nombre Raúl y apellido García. "Se nos va un hombre, un capitán", palabra de Simeone.

La relación nunca fue idílica, no hay que ser hipócritas, y Raúl y el Atlético pasaron por un matrimonio de amor y odio durante nueve años. El inicio fue ilusionante, como lo son estas cosas cuando empiezan, pero la monotonía derivó en crisis. Qué bien le vino a todas las partes aquel año sabático para curar las heridas.. Aquellos doce meses donde a Raúl lo echaron de casa y enviaron de vuelta al hogar familiar para que madurara, porque estar fuera de casa le había pasado factura. Y es que el tiempo todo lo cura. Incluso las lágrimas de un hombre hecho y derecho en un vestuario por recibir las críticas de la afición que consideraba propia y que amaba. También la pena por perder una final de Copa en el Camp Nou en la que no pudo contribuir.

Hasta que el Cholo los volvió a unir. Se sintieron niños rebozándose en la arena. Dos enamorados a los que les había vuelto a surgir la llama. Estaban mejor que nunca. A golpe de cabezazo, de conquista en estadio rival, de brazalete lucido con orgullo. "No le doy todos los minutos que merece", decía Simeone, que en aquel partido de Supercopa contra el Barça, el primero de LA TEMPORADA, le dejaba fuera de la lista. Por derecha, por izquierda, detrás del punta o acompañándole. Hoy se marcha del Atlético un jugador que ama al equipo donde se ha hecho un hombre mucho más que en el que nació. Se ha impregnado de unos valores que se transmiten de padres a hijos, esos que van de la mano cada domingo al estadio, sea el Calderón o sea el Metropolitano. Porque uno no es de donde nace si no quiere, puede serlo perfectamente de donde pace. 

Hoy no se va un cualquiera. Se va ese que portó el 8 de Luis Aragonés cuando éste nos dejó. Se va el emblema del equipo que más partidos ha jugado en la Champions League con las rayas rojas y blancas. Aquel que, con su sola entrada, es capaz de levantar a todo un estadio de un eterno rival para ser pitado, silbado e insultado. Que hablen, bien o mal, pero que hablen. Aquel cabezazo en Mestalla va a ser recordado por todos los seguidores del Atlético durante el resto de sus vidas como el día en el que se creyó posible que había un enano que podía machacar a dos titanes. 

"Le dejo fuera de la lista en aquel partido ante el Barcelona, y al día siguiente, estaba entrenando el primero, a las 8 de la mañana. No es casualidad lo que le ha pasado", contaba Simeone, que hacía referencia a su condición de segundo máximo goleador del equipo en la conquista de la Liga. Nada es casualidad, como tampoco, que Raúl haya sido jugador fundamental en el mejor Atlético de la historia. Un club que hoy busca reinventarse, donde siempre habrá un hueco para ese 8 eterno. Otro..



miércoles, 26 de agosto de 2015

La injusticia de nacer antes

Siempre fui el más pequeño de mi generación. Y el más bajito, incluso de las que venían por detrás, aunque eso no sea vinculante. Mucha gente lo obvia, pero la diferencia entre nacer en enero de un año o hacerlo en diciembre del mismo es bastante más importante de lo que se pueda llegar a imaginar. Sobre todo en épocas de desarrollo, infancia. Porque 11 meses de distancia de crecimiento a los 6 años, y a los 12, incluso a los 15, son notorios respecto a lo físico y acaban marcando la diferencia. Un aspecto que multiplica sus efectos si el entorno en que se explayan es en el deporte. Siempre he tenido que lidiar con gigantes de mi misma edad. Monstruos de una cabeza que me sacaban dos y me obligaban a adaptarme al medio o morir. Y yo, en plan Darwin, no me contentaba sólo con luchar con los míos, sino que lo hacía con otros 3 y 4 años mayores. Doble o nada.

Y es que igual que no es lo mismo nacer antes o después en un mismo año, se puede decir que importa mucho hacerlo en una generación u otra. Algo que no se tiene en cuenta en el fútbol de nivel. Algo que bien sabe Víctor Valdés, por ejemplo. Vale que Casillas irrumpió mucho más joven que él. Vale que en casi toda su carrera, el del Madrid estaba por delante del catalán por méritos propios, pero también es justo decir que justo antes de su lesión, Valdés era el mejor portero del mundo. Y no tenía su oportunidad con la selección española. ¿Por qué? Porque Iker había llegado antes, y a ver quién era el majo que le desbancaba ahora.

Robert Enke, con el Hannover / REUTERS
Algo así sucede hoy en la selección alemana con la portería, un puesto donde, como en el caso de Casillas y Valdés, esa situación se magnifica. Nadie se imaginaba cuál iba a ser el trágico final del portero nombrado a liderar a la selección alemana en el Mundial de Sudáfrica 2010.  Y es que Robert Enke, guardameta titular y capitán de la mannschaft, decidió quitarse la vida meses antes de la cita mundialista. Por aquellos entonces, Alemania tenía un buen portero en la recámara como era Manuel Neuer, con 24 años y ya un centenar de partidos a sus espaldas como jugador del Schalke 04. No obstante, en las categorías inferiores de la selección se trabajaba a fuego lento con dos chicos que podrían romper todos los esquemas y recoger con garantías el testigo que dejase Enke poniéndose a la altura de Oliver Kahn. Recuperando un portero de primer nivel para la absoluta desde que el ogro del Bayern se retirase. Y es que Lehmann era mediocre e irregular y Enke, que era un portero de garantías, nunca llegó a ser considerado supremo, top, probablemente por causas psicológicas que conocimos el día de su trágico suicidio.

Neuer, ante Argelia en el Mundial 2014 / REUTERS
Y esa era la idea. Que estos dos jóvenes aventajados, de nombre Bernd Leno y Marc-André Ter Stegen (ambos de 18 años recién cumplidos entonces), se formaran durante unos años hasta que el bueno de Enke tuviera que dejarles paso y se jugaran con sus propias actuaciones quién pasaría a la historia, quién sería el titular y quién quedaría atrás. Todo hacía indicar que sería el hoy meta del Barcelona, de quien se decía iba a ser el mejor portero del mundo. La marcha de Enke antes de tiempo provocó una caída de fichas efecto dominó en cadena. Neuer se encontró con una titularidad que no esperaba y demostró ser un portero normalito en una de las mejores generaciones de Alemania que se recuerdan. Aseado y poco más. Porque de un portero lo más importante es la seguridad y no encajar goles. Lo demás es secundario, pese a que sea el mejor del mundo en ello.

Con él como punta de lanza, Joachim Low se olvidó de los otros dos imberbes y trató de reforzar el puesto de la portería con metas experimentados como Weindenfeller o Adler. Con un juego de pies excepcional, algo inusual para un portero alemán (Contaba Oliver Kahn en el libro que narra la vida de Enke que nunca imaginaba a un portero germano jugando lejos del área pequeña), el Bayern más dominador de los últimos años se hizo con sus servicios. Un equipo al que apenas le llegan a portería, una idea ahora reforzada por Guardiola y un sistema que se extiende al esquema del propio Low en la mannschaft, donde las habilidades con los pies de Neuer se fortalecen. Y es que Neuer es un loco, sí. Capaz de lo mejor y de lo peor. Pero un loco que, salvo ocasiones contadas (como el gran Mundial 2014 que se marcó) no da seguridad defensiva. Se ha demostrado cada vez que el Bayern no ha tenido la posesión por encima del 60%. Cosa que afortunadamente para los bávaros no sucede muchas veces. Es un portero al que le llegan poco o nada, pero al que le hacen gol. Que no salva partidos ni puntos, pero que es muy vistoso por ser diferente. Es un parapenaltis, eso está fuera de toda duda, y posee unos reflejos y una rapidez como pocos. Pero no es el mejor, ni el más completo, ni el más seguro. 

Leno (izqda) y Ter Stegen (dcha) con la Sub 21 / DAS ERSTE
Claro, que ha ganado el Mundial, no sé cuántas Ligas y ha terminado como tercer mejor jugador del mundo en 2014. Y a ver quién es el guapo que le sienta. Vale que Ter Stegen aún está verde. Bastante, pero es un diamante que a sus 23 años tiene poco por pulir y al que sólo le faltan 20 partidos seguidos para convertirse en un top5 mundial. Pero Leno no. Leno, que parecía el segundo en discordia, merece la oportunidad, porque ahora es el mejor. O al menos mejor del que dicen ser el mejor. Aunque no sea el más mediático, ni el más guapo, ni el más loco, ni el que más camisetas vende. Aunque tenga la cláusula de rescisión más baja de todas. 

Kevin Trapp, con el E. Frankfurt / REUTERS
También la merece Kevin Trapp, otro de una generación distinta, entre medias de Neuer y los otros dos. Trapp, que en su juventud parecía un portero aseado y poco más, se ha convertido por méritos propios (y con el hándicap de romperse la rodilla) en uno de los mejores porteros del mundo. El Eintracht de Frankfurt y su afición lo saben. Pero claro, está en una generación perdida. Fue titular en la sub18, y en la sub19, y en la sub20 y en la sub21, pero cuando quiso llegar al primer nivel, ya estaba Neuer. Y Trapp gana partidos. Que se lo digan al PSG, su nuevo equipo donde todavía nadie sabe lo que es meterle un gol. Pero claro, ni tiene un Mundial, ni tiene un bronce en el mejor jugador del año, ni tiene nombre. Porque la mitad de los que leen esto no saben quién es Kevin Trapp, que incluso hoy en día está por encima de Leno

¿Y entonces, es que Neuer es malo? En absoluto. Pero no es un portero supremo, como hoy son Trapp o Leno, dos chicos a los que por más que pruebas parece que nunca vas a marcar. Ni como puede llegar a ser Ter Stegen, que estando en el mismo campeonato que Neuer ha ganado varios premios a mejor portero de la competición. Y qué curioso, que el mejor portero del mundo y el tercer mejor jugador del planeta, no está en realidad ni entre los 3 mejores porteros de su país. Es como ese equipo que reina en el mundo pero no es capaz de vencer al equipo de su ciudad. O no. El caso es que mientras escribo esto, Neuer tiene el reconocimiento popular. Menos cuando le tiran, entonces surgen dudas. Menos mal que casi nunca lo hacen, porque si va a puerta suele ser gol, a no ser que sea desde los 11 metros. Y Trapp en su casa, viendo por la televisión, igual que Leno, cómo el no mejor portero de Alemania se convierte en un top3 mundial. Y Stegen a medio camino, sin saber si se convertirá o no en un quiero y no puedo.

Y todo por unos meses, o unos días, o por el malogrado Robert Enke que sin saberlo, con su decisión, juzgó la carrera de cuatro tipos. Uno que iba camino de convertirse en mediocre o normalito (y que lo es) pero del que dicen es el mejor del mundo en lo suyo, y tres que lo son. O lo pueden ser, o al menos están a la altura, pero que no pueden demostrarlo a ojos internacionales. 

jueves, 20 de agosto de 2015

Adam Armstrong: ¿Y si el '9' estaba en casa?

Newcastle es tierra de fútbol. Es aquel lugar del planeta que encuentra acomodo al norte, muy al norte de Inglaterra y que parece esconderse y alejarse de todo lo mundano tras esos puentes que cruzan el río Tyne. Newcastle es un lugar tan especial que de su acento han creado casi un dialecto, inentendible para aquellos que chapurrean inglés, molesto e incordioso para aquellos que lo tienen como lengua materna pues en ocasiones hablan con palabras totalmente inventadas. Y es que si ellos quieren decir 'caricatura' (toon) para referirse a 'ciudad' (town), ¿Quién se lo va a impedir?. Para entender a los nacidos en Newcastle hay que vivir allí. Sólo así es posible entender cómo unos tíos se enorgullecen hasta límites insospechados cuando se les conoce como 'Geordies', un término acuñado durante siglos y que, en realidad, nunca nadie ha sabido explicar de dónde viene. Son Geordies, sin saber por qué, pero están orgullosos de serlo.

Volviendo al principio, Newcastle es tierra de fútbol. Los fines de semanas no existe nada más. La ciudad se paraliza, la gente no trabaja y cerca de 55.000 personas acuden a St. James Park (hoy llamado Sport Direct Arena por motivos de patrocinio), el estadio del equipo, situado en las inmediaciones del Leazes Park. Como todo en ellos, incomprensible. ¿Por qué nombrar al estadio con el nombre de un parque de Londres cuando éste se asienta a escasos metros de otro? Ellos sabrán. Es parte de su mística. La hinchada, más o menos aceptada por consenso como la más fiel y pasional de Las Islas, lleva más de 40 años sin ver a su equipo, considerado un grande del país, levantar un título. Por decirlo de otra forma. La mayoría de los seguidores vivos de este club, no le ha visto levantar una Copa. 

Andy Carroll y Alan Shearer
La Army Toon (los fans del Newcastle) venera a sus jugadores por encima de todo. No va a misa, ellos sólo respiran por y para unas franjas negras que se entrelazan con las blancas y que hace que los once jugadores que saltan al verde se asemejen a las urracas que se amontonan en el césped de los parques la ciudad. Los magpies, los geordies, el toon... Arriba del todo, en el Olimpo de esa plantilla, se encuentran dos tipos de jugadores: los nacidos en la tierra, y los delanteros. ¿Qué sucede cuando esas dos premisas se combinan y coinciden? Que se crea una relación de amor entre miles de fieles a un único ser, que suele portar el '9', y al que se alaba como si de Dios se tratase.

La primera vez que esto sucedió fue en la década de los 40 y se extendió en la de los 50 gracias a Jackie Milburn, el primer gran goleador. Salió de la cantera y dio 15 años maravillosos a la parroquia de los geordies, donde logró varios títulos y consiguió 200 goles. Un delantero sólo superado por Alan Shearer. Y es que si a alguien que no conozca mucho de fútbol le nombran al Newcastle, sin duda a su imagen saltará la figura de Shearer. Hizo 206 tantos con la camiseta blanquinegra y es el máximo goleador de la historia del club. Su historia, además, tiene un componente todavía más romántico. Shearer fue rechazado de las categorías inferiores del equipo y se tuvo que marchar para continuar su carrera. En el momento exacto, como campeón de Liga, rechazó al Barcelona y al Manchester y decidió fichar por el club de sus amores en la que fue la primera gran presentación multitudinaria en Inglaterra, la segunda que se recuerda en toda la historia del fútbol internacional tras la de Maradona en Nápoles. "En otro equipo habría ganado más títulos, pero mi decisión fue la correcta", como para no quererle.

Shearer fue especial, único, un caballero que cambió zapatos y traje por botas de tacos y pantalones cortos. Su sonrisa y su palma al viento representaban los 'yes' de cada uno de los aficionados que abarrotaban las gradas de St. James Park. Lo que significa, a día de hoy, es tan fácil de explicar como el porqué de geordie como gentilicio. Su sucesor fue Andy Carroll. No coincidieron juntos en plantilla por unas semanas y poco después Alan fue el entrenador de Andy. Como si del nuevo hijo pródigo se tratase, Carroll se hizo con la camiseta número 9. Totalmente opuesto a Shearer fuera del campo, Carroll se ganó el amor de una grada que ya lo venía venerando sólo por sus orígenes y su posición a base de cabezazos que rompían las redes de la Championship. Sus testarazos subieron al equipo a Primera y ahí, en mitad de una confusión que no se supo desde el principio, acabó saliendo por la puerta de atrás.

Ha jurado y perjurado amor eterno desde el exilio pese a su marcha. Ha reconocido que el día que fue a pedir la renovación del equipo, miembros de la directiva le dijeron que le querían vender y ha admitido que por su cabeza sólo pasa volver algún día. Aunque la afición, por despecho y falta de información, no le guarda un cariño similar.

Adam Campbell, contra el
Stoke / GETTY IMAGES
Y mientras Carroll iba y venía, hacía y dejaba hacer, a fuego lento se cocía en la cantera un crío al que todos conocían como el albino por la tez blanca de su cara, pecoso y pelirrojo. Su rapidez y su altura, su punto fuerte y su punto débil. No llega al 1'70 y ha cimentado su superioridad en las categorías menores del fútbol inglés gracias a su velocidad. Ha representado a Inglaterra en las categorías inferiores y tuvo que cargar con la losa de ser llamado 'el nuevo Michael Owen'. Un handicap que le ha pesado demasiado pues hoy, con 20 años, parece estar lejos de acabar jugando en Primera División.

Su otro gran problema, además, compartía nombre, ciudad y posición. Otro Adam, en este caso Armstrong, que es dos años menor que él. No es tan rápido, pero lo parece. Lleva la pelota pegada al pie, es infinitamente más talentoso y técnico y parece superior a los chicos de su edad. Es por eso, que Armstrong, pese a sus dos años menos, ha adelantado a Campbell en alguna que otra convocatoria. Está en la edad exacta en la que su homólogo pelirrojo se empezó a estancar. Con 18 años recién cumplidos, Amrstrong ya puede presumir de haber disputado 15 partidos con el primer equipo de los magpies (sin gol), mientras que Campbell sólo llegó a disputar 3.

Adam Armstrong / PA
Y es en ese momento cuando se piensa en los movimientos del Newcastle en el mercado. Mitrovic, por casi 20 millones, es suplente de un Cissé que es ídolo de la grada pero cuyo rendimiento guadianesco deja mucho que desear. Mientras que el serbio, en su primera aparición, demostró que es un diamante con demasiado que pulir. Quizás más en su cabeza que en sus pies. Y al tiempo que uno y otro están ahí, dubitativos, con muchas ganas y pocos resultados, Adam Armstrong, en su primera fuga trimestral (3 meses cedido en el Coventry City) ya ha marcado 5 goles en 3 partidos. Es ídolo de la grada y desde el club se intenta a marchas forzadas que el contrato se alargue. No está hecho para la Premier, claro que no. Al menos no para tener un peso importante en el equipo. ¿Pero cuán importante era el fichaje por casi 20 millones de un delantero díscolo cuando entre tus manos tienes a un joven dos años menor, con un futuro prometedor y de la casa?. Si a Mitrovic nadie le hubiera dado la oportunidad de romper el huevo, hoy no estaría aquí. 

Y eso es lo que necesita Armstrong, que combina velocidad y potencia con la pelota en los pies, que maneja bien tanto derecha como izquierda, que huele el gol como la sangre y que está llamado a romper las porterías de los mayores equipos de la Premier.

domingo, 9 de agosto de 2015

La última gran oportunidad de Sergio Romero

Supe que iba a triunfar desde la primera vez que lo vi, allá en el verano de 2007. Fue en el famoso Mundial Sub 20 de Canadá que encumbró a un imberbe Sergio Agüero y donde una generación de argentinos que parecía que iba a comerse el mundo, entre los que estaban Emiliano Insúa, Garay, Fazio, Ever Banega o Mauro Zárate, se proclamó campeona con holgura. También sobresalió el papel de Maxi Morález, hoy en Atalanta y a quien un paso por las ligas de los petrodólares cortó la progresión y sobre todo Matías Sánchez, un todoterreno para todo que probó suerte en el filial del Atlético pero que por unas cosas o por otras no terminó de dar el gran salto. En aquella portería estaba Sergio Romero, un chico de 20 años y 1'92 m, cuya envergadura ocupaba todo el alto de la portería sin siquiera tener que brincar, que ya había debutado en Primera Argentina con Racing y que iba a hacer un torneo espléndido. Tenía, además, el referente de Óscar Ustari, la gran esperanza albiceleste que acababa de aterrizar bien joven en España, consagrado como uno de los mejores porteros del continente americano, y a quien las lesiones acabaron por destrozar mental y futbolísticamente.

Lo que más llamó la atención de Romero, a quien apodaban 'Chiquito' con gran carga de ironía desde la adolescencia, fue sin duda su saque, tanto con la mano como con el pie. Capaz de llegar a media cancha con su guante derecho y de poner la pelota casi en área rival con el pie antes del primer bote. Con esa edad, con tanto por mejorar, se antojaba fácil pensar que podía tener ahí un arma asistente si se trabajaba en esa faceta. Tras el gran torneo que hizo, donde sólo encajó dos tantos, el AZ Alkmaar holandés se hizo con sus servicios por cerca de 2 millones de euros. En Holanda, donde empezó como suplente para acabar robándole la titularidad a su homólogo Waterman, se hizo un nombre y un nombre. Sus actuaciones le valieron para ir con Argentina a los JJOO de 2008 en Pekín, donde con él bajo los palos tras la rotura de ligamentos de Ustari, la albiceleste se colgó el Oro. 

Romero, durante el Mundial 2010 / MEXSPORTS
Debutó con la absoluta sólo unos meses después, con 22 años y ya de ahí no le ha movido nadie. Su buen hacer en la Eredivisie, donde se llevó el título en la 2008-2009 con Louis van Gaal como técnico, le hizo permanecer siempre bajo los palos de Argentina. Fue uno de los señalados en la nefasta etapa de Diego Maradona como técnico y ya nunca se ha quitado ese cartel de portero mediocre para el pueblo, algo que no le hace justicia.

Su altura, su zancada, su potencia de salto, su buen juego de pies, sus reflejos, su rapidez en la toma de decisiones, ese punto de locura (el mismo que le llevó a, en 2009, golpear con todas sus fuerzas con el puño un palo de su portería tras caer eliminado en Copa y quedarse 5 jornadas fuera de los terrenos por lesión), todo un mix que hacen de él uno de los mejores porteros del mundo, como bien fue nombrado el pasado año (sexto concretamente), pero que no tiene reconocimiento en la afición, sobre todo la argentina. Y es que ese Mundial de 2010, donde Tévez, Messi, Mascherano y compañía parecían tener una edad propicia para levantar el Mundial, hizo mucho daño en Romero y en cómo se le ha mirado, con lupa, desde entonces. El hecho de que es un portero con mala fama y de que una mentira repetida muchas veces se convierte en verdad (como la de que es un portero mediocre) se comprueba por el hecho de que se le tilda como 'eterno suplente', cuando en 10 años de carrera profesional sólo un curso (en Mónaco) lo fue. 

Tampoco ayudó el propio Romero en apagar esa mala fama, pues con ofertas de todo tipo, decidió incomprensiblemente abandonar Holanda para irse a jugar a la Sampdoria, recién descendida a la Segunda División. Rápido subieron y con él bajo los palos, la Samp cuajó dos grandes temporadas. Otra vez se había vuelto a colocar en el panorama mundial cuando de nuevo una decisión extraña volvió a acrecentar su leyenda de mediocre. El Mónaco, nuevo rico de Europa, pidió su cesión dejando un buen dinero en las arcas italianas y el argentino se pasó toda la temporada sentado en el banquillo del Principado, tras la estela de Subasic. El año en blanco sentó fatal en una Argentina que pidió desesperadamente que Romero no defendiera la portería albiceleste en el Mundial de Brasil y en su lugar jugara un Willy Caballero que al final ni siquiera fue convocado.

Romero, incansable en su acto de dar títulos a la selección, de callar a los que le critican, cuajó un Mundial soberbio. Mandó a Holanda a casa con una tanda de penaltis (los once metros, uno de sus fuertes) a casa el día en que Mascherano le convencía que se iba a convertir en héroe minutos antes de hacerlo. Y como todo va por modas, Argentina se subió al carro del Romerismo, al mismo que se subió una Rihanna que incluso llegó a pedirle permiso a la mujer del argentino para tener una cita con él. 
En el encuentro ante Holanda del Mundial 2014 / REUTERS

Tras una temporada irregular en la Sampdoria, Romero vuelve a ser hoy protagonista. A su condición de jugador libre se apuntaron Roma, Real Madrid, Atlético de Madrid y Manchester United, que intentaron hacerse con sus servicios. Se decantó por el Manchester United, mostrando que no teme al peligro de luchar por un puesto en una portería en la que ya están, de momento, Víctor Valdés y David de Gea. Sea de la forma que sea, el argentino fue titular en el primer encuentro de liga con los Red Devils sacando más de una sonrisa en los aficionados del United, dejando incrédulos a aquellos que le criticaron sin fundamento por el simple runrún popular con un gran partido en el que mostró reflejos y más reflejos haciendo hasta tres paradas de mérito que valieron para conseguir los tres primeros puntos, nada distinto a lo que ha hecho también en sus primeros entrenamientos en Inglaterra en un vídeo que ha dado la vuelta al mundo.

A sus 28 años, la más que posible marcha de De Gea le abre un frente para, al fin, en uno de los mejores equipos del mundo y bajo el mando de Van Gaal, su máximo valedor, demostrar que es uno de los mejores porteros del planeta. Hoy, Argentina, esa que pedía al portero suplente del Manchester City como titular en su selección, se rinde al chico que de momento es el titular en el Manchester United. Y todo ello porque ahora sí, el mundo ha visto jugar a Sergio Romero.

Romero salva un gol en su debut con el Manchester United / REUTERS