jueves, 30 de mayo de 2013

Dries Mertens: Porque los magos también juegan al fútbol

Forjado en las categorías inferiores del Genk, este menudo futbolista de sólo 164 centímetros de altura comenzó dando sus primeros pasos en el fútbol base del club belga, donde asombró a todos con su rapidez y habilidad, además de hacer una cantidad tremenda de goles.

Mertens, capitán del AGOVV Apeldron
Tras un breve paso como cedido en un club de la Tercera División belga, Mertens dio un paso adelante en su carrera saliendo -también cedido- al AGOVV Apeldorn por un año con opción a compra que posteriormente hizo efectiva y nada más llegar, su capacidad de liderazgo le convirtió en capitán. Tentador a la suerte, eligió el dorsal 13 porque no le temía a nada. Solo tenía 20 primaveras y en dos temporadas anotó la friolera de 29 goles, además de dar 11 asistencias. Buenos números para un joven imberbe que además jugaba en la posición de interior zurdo pese a ser diestro.

Pequeño pero matón. Un puñal en la banda izquierda, a Mertens le gusta jugar a banda cambiada para encarar a sus rivales y salir por dentro, bien para meter un pase interior o para disparar desde lejos, aprovechando así la gran calidad que tiene para ambas cosas. Además, su uno contra uno exquisito le permitió que el Utrecht se fijara en él para jugar por fin con los mayores: en la Primera División holandesa.

El traspaso se cerró por la irrisoria cantidad de 700.000 euros. En un equipo donde la calidad brillaba por su ausencia, el extremo belga sobresalió en su primera campaña jugando todos los partidos de liga -34- además de alguno de copa, consiguiendo 7 goles y 10 asistencias. En Utrecht ya tenían nuevo ídolo.
Mertens (Utrecht)

Con un físico portentoso y resistente a las lesiones pese a su estatura, la temporada siguiente fue la de su asentamiento en la Eredivisie. Era la 2010/2011 y por primera vez en su vida, con 23 años, iba a jugar una competición europea, la Europa League. Realizó, al fin, su debut como internacional absoluto con Bélgica y no pudo llevar al equipo holandés lejos en la Europa League al destinarles la fortuna a quedar encuadrados en un grupo con el Nápoles y el Liverpool. Con todo, la temporada fue espectacular y se convirtió en "El Rey de la Asistencia" al terminar el curso con 14 goles y 27 asistencias. 

Su juego domingo tras domingo no fue más que su carta de presentación para hacer lo que suelen hacer todos los grandes jugadores de la Eredivisie: dar el salto a uno de los dos grandes, Ajax o PSV. Él se fue a Eindhoven por 8 Millones de Euros, todo un acierto de la directiva del equipo neerlandés, que cubrió así -y mejoró visto lo visto- la posición que había dejado la marcha del húngaro Balazs Dzsudzsak. Y no sólo la posición, sino la huella y herida que dejaba el último gran crack del equipo que se marchaba al fútbol ruso por los petrodólares.

Su presentación fue la primera gran multitudinaria de las que se recuerdan por Europa. El Phillips Stadium se vistió con las mejores galas para recibir a su nueva estrella, un pequeño belga que había despuntado en un equipo menor del país al que la camiseta le podía pesar mucho y la banda se le podía hacer eterna. Todo lo contrario. Ante la presión y la adversidad, Mertens se creció. Sacó su mejor repertorio de jugadas, regates, asistencias y goles. Dignos para enseñar a los jóvenes extremos como se tiene que jugar. Eligiendo bien cada jugada, cada momento y tomando cada decisión como un metrónomo. 27 goles. ¡27 goles! ¡Un jugador de banda! Sí, en la Eredivisie, la liga famosa porque los delanteros se aprovechan de la debilidad de las defensas para engordar sus cifras goleadoras. El caso es que ninguno siquiera se le acercó. Y si sólo fueran los goles...

Porque su mejor aliado, ese año, fue el sueco Toivonen, que se aprovechó de las asistencias de su compañero para anotar 18 tantos. Y es que Mertens no solo hizo esa cantidad de goles, sino que además repartió 25 asistencias. ¡25 asistencias!
Dries Mertens (PSV)
Prodigio a balón parado, cada falta al borde del área es una as en la manga de su equipo y un montón de suspiros entre la afición rival. Ya sea en el golpeo directo a portería o en la jugada ensayada -incluyendo desde el córner-, el PSV se aprovechó de su golpeo para sacar infinidad de puntos.

Mertens (Bélgica)
Capaz de liderar a sus compañeros y echarse el equipo a las espaldas. Rápido, habilidoso con ambas piernas y con un cambio de ritmo brutal, la temporada que acaba de terminar no ha sido peor que la anterior. Mertens nunca se asentó porque nunca le hizo falta. Ha demostrado que llegó desde el primer día para quedarse y aunque ha tenido un pequeño bajón en sus cifras goleadoras -estuvo un mes lesionado por una rotura de fibras- haciendo "sólo" 20 goles -insisto, brutal para un jugador de banda-, ha repetido las 25 asistencias que dio la temporada pasada.

Mertens está en la cumbre, su nombre está en el mercado y los grandes clubes ya se han fijado en él. Un puñal por la banda, con un guante en su diestra y un francotirador a balón parado. Ese jugador que está llamado a liderar a la generación belga que viene junto a Eden Hazard. Porque también existen magos que saben jugar al fútbol. ¿El último en salir de la chistera? Dries Mertens.

martes, 28 de mayo de 2013

No nos defraudes, Kun

24 de mayo de 2011

Aún recuerdo el día que llegaste. Fue una semana después de terminar la temporada y un par de días antes de cumplir los 18. Llegaste de madrugada al aeropuerto de Barajas sin saber muy bien qué hacer y a dónde ir. Fue entonces cuando los viste. Tus primeros fans rojiblancos se habían acercado para recoger a un chavalín que no sabía nada. Con cara de asombro firmaste tus primeros autógrafos, te hiciste las primeras fotos e hiciste las primeras declaraciones, diciendo que estabas literalmente “flipando” con todo eso. Sólo tenías 17 años.

Te presentaste en el estadio. Llevabas el pelo larguito, lacio y todo hacia abajo. Sostenías una camiseta con tu apellido y sin dorsal. Un pendiente en tu oreja resaltaba, pero tu sonrisa de niño con zapatos nuevos era el foco de atención. Saltaste al estadio para vestirte de corto y te quedaste embobado al verlo vacío, ni te imaginabas cómo iba ser con él lleno. Diste tus primeros toques y te marchaste al rato por la boca de vestuarios.

En tu primer entrenamiento, un tal Fernando Torres dijo que no había visto nada igual jugar a su lado. Que ibas a ser muy grande pese a ser tan pequeño. Nadie sabía cómo jugabas. Pronto nos dimos cuenta. Una arrancada potente, aguantando el balón como un tío de 2 metros, un recorte prodigioso y un cambio de ritmo demoledor. Se te veía algo grueso para ser jugador, fuera de forma y con unas piernas muy anchas. Pronto descubrimos que ese era tu fuerte. Un tren inferior portentoso que te hacía luchar contra quien fuera.

En tu primer partido oficial, marcaste. Era pretemporada, y el rival, el Energie Cottbus, un recién ascendido a la Bundesliga. Sorteaste rivales al borde del descanso. Todos iban quedando detrás de ti hasta que llegaste al portero y le batiste con una vaselina. Fue una pretemporada muy buena y todos nos ilusionamos. Llevabas el 20 a la espalda.

Me puse a buscar información sobre ti. Encontré un video de 29 minutos con una serie de jugadas increíbles con Independiente. No daba crédito al ver lo que hacía un chiquito con 15, 16 y 17 años en la liga de los mayores de Argentina. Habré visto ese video millones de veces y sé lo que pasa en cada jugada y que canción acompaña a cada una de tus galopadas. He visto cientos de veces tu arrancada desde el medio del campo, con papel enganchado a tu pie incluido, en lo que era el cuarto gol en el derbi contra Racing.

No dudé, Kun. Esperé a que empezase la temporada para ver qué dorsal tenías finalmente. Escogiste el “10” que dejaba Kezman, el dorsal de los elegidos. Me compré tu camiseta, la cual aún guardo con el nombre medio borrado, pero que es mi favorita. La de la suerte, que yo llamo.

Tu primer año fue duro. Sólo 6 goles en liga, jugando casi siempre de suplente, pero jugando todos los partidos. Había dudas, mucha gente decía que no valías lo que se había pagado por ti, pero éramos muchos los que confiábamos en que era necesario un periodo de adaptación. No nos equivocamos. De ese año recuerdo los goles contra el Villarreal, el Barça, el Recre, con la mano, y tu primer gol con el equipo en liga, en San Mamés.

Llegaba el verano de 2007 y yo, como enamorado del fútbol me disponía a ver el Mundial Sub20 en Canadá. Pero mis ojos no se centraban en España, sino en ti. Sólo en ti. Vi todos los partidos de Argentina para ver quién eras realmente. Eras capitán, santo y seña del equipo pese a ser de las más jóvenes, con 18 años. Fuiste elegido mejor jugador y máximo goleador del torneo, además del campeonato. Me quedé maravillado.

Sabía que íbamos a disfrutar contigo, Kun. Recuerdo que nada más llegar, rechazaste cualquier opción de jugar en el Madrid. Eras uno de los nuestros. Al fin ese jugador rebelde que no se corta y no se amilana ante nada ni nadie. Ni si quiera los que están por encima. Las risas que soltabas cuando decías que “ni en pedo” jugarías en el Real Madrid y que nunca jugarías en un equipo que empezase por “R” eran el orgullo de miles de personas.

Tuve la suerte de vivir en directo la que para mí ha sido la mayor exhibición tuya hasta la fecha, sobre todo por la calidad del rival. Te marcaste un partido épico contra el FC Barcelona el 1 de marzo de 2008, que ganamos 4-2 en el que tú marcaste 2 goles –uno de ellos de leyenda-, diste una asistencia y provocaste el penalti que supuso el cuarto.

Nunca olvidaré el esfuerzo que hiciste el día que nos jugábamos volver a ser grandes, Kun. Jugábamos contra el Schalke en pleno agosto para saber si íbamos a Champions muchos años después. La ida te la perdiste por estar en los JJOO de Pekín, y la vuelta, a priori también te la ibas a perder. Pero no. Nosotros perdimos la ida y tú cogiste un avión para volver y jugar con nosotros, horas después de haber sido campeón con tu selección a miles de kilómetros de aquí. Viniste para ser titular. Se te veía raro, paliducho. Nadie tenía buenas sensaciones y pensábamos que ibas a durar quince o veinte minutos en el campo. Pero tú, siempre dispuesto a asombrarnos, nos dejaste mal y ese fue el tiempo que necesitaste para marcar el primer gol e igualar la eliminatoria. Te fuiste al descanso roto, cansado. A cada balón que se iba fuera, caías a banda para pedir agua. En la segunda parte le serviste un balón a Forlán que él se encargó de anotar. La jugada cumbre llegó en el tercer gol. Sólo ante el portero –después de romper  a tus rivales- y fallaste. Te levantaste a trompicones y conseguiste meterle un pase a Luis García para sentenciar todo. Esa jugada nos mostró cómo estabas de cansado. No podías con tu alma. Ibas a ser cambiado, pero pediste una jugada más. Jugada en la que fabricaste un penalti al dar un buen pase a Simao. Fue tu momento, el momento del cambio. Habías ganado. Kun, ese día yo estuve en el campo y te puedo asegurar que todos los que allí estuvimos no hacíamos más que sufrir por ti. Creíamos que en cualquier momento te iba a dar algo e ibas a caer desmayado, pero tú permaneciste hasta casi el final, hasta verlo sentenciado. Gracias, Kun.

Y tirando de épica, no se me puede escapar el gol del cojo que le metiste al Valencia. Parado durante más de 2 minutos sin poder moverte. Habías sufrido un calambre. Jurado estaba preparado en banda para entrar. El árbitro te ordenó salir del campo pero no querías. Arriba abajo, arriba abajo, arriba abajo. Ese era el movimiento de tus piernas que intentabas reanimar. Al final, muy renqueante te metiste en el área a “estorbar” cuando de pronto marcaste el gol de la victoria gracias a un cabezazo.

Así me podría tirar palabras y palabras, páginas y páginas, y nunca pararía, porque creo que me acuerdo de todos los partidos que has jugado con este equipo y prácticamente también de tus jugadas y tus goles. Y también de los momentos malos, como el día en el que saliste en camilla por calambres en ambas piernas al intentar remontar un partido contra el Barça y darlo todo o el día que lloraste como un niño porque perdimos la final de copa. Puedo decir que cada vez que te veía en el suelo, o cojeando un poquito me asustaba, porque tú eras el Atleti, Kun. Eras de lo poco que aún hacía permanecer la llama de la ilusión encendida.

Para el recuerdo quedan tus gambetas, tus regates, tus goles, la final de Hamburgo, la celebración en la que tantas veces intentaste que siguiéramos tu canción empezando tú con un “¿De quién de quién?”. Llegaste siendo un niño y te vas a ir siendo un padre, casado y responsable.

Aún recuerdo el día que dijiste que te querías ir. Fue un par de días después de terminar la temporada y una semana antes de cumplir los 23. Saliste del Calderón en tu coche, fuiste a casa y decidiste hacer un comunicado por tu propia web. Ese día no firmaste autógrafos ni te hiciste fotos. Tu cara no era de alegría, sino todo lo contrario. Llevabas el pelo corto, de punta y estabas mucho más estilizado que el día de tu llegada. Ya no había sonrisa, sólo permanecía el pendiente. La historia seguiría con unos toques dentro del estadio…pero probablemente eso no lo volvamos a ver ya nunca….

Sólo espero que no te equivoques en tu elección Kun. Diste nombre a mi pájaro. Cierta persona de mi entorno me llama como tú por el aprecio que te tengo y un póster gigante tuyo invade mi habitación, y no me gustaría tener que desprenderme de todo aquello ni de los recuerdos. Eternamente agradecido por estos 5 años, pero esta elección es la que hará que las miles y miles de personas que más te quieren en el mundo sean las que más te odien si cometes el gran error y forjen tu historia como rojiblanco. Recuerda Sergio: “ni en pedo”.

jueves, 2 de mayo de 2013

Alan Shearer: Local Hero

"Sólo existe un Sherarer, un Alan Shearer, nosotros caminamos cantando esta canción, caminamos en el maravilloso mundo de Alan Shearer". Así es como recibían cada domingo los aficionados del Newcastle a su última gran estrella. Dicen que los reyes gobiernan a sus anchas a todo un pueblo que trabaja para ellos. Shearer era el rey de reyes, venerado por todos y cada unos de los seguidores del toon. Pero a diferencia de otros, él era quien trabajaba para hacer felices a miles de personas que vestían rayas blancas y negras y se hacían llamar con mucho orgullo, urracas.

260 goles en la Liga Inglesa le contemplan. O lo que es lo mismo, el máximo goleador de toda la historia de la Premier League: El "9" del Newcastle. Allí fue donde nació hace casi 43 años con un único sueño: Jugar algún día con la camiseta número 9 del equipo de su vida, el Newcastle United. Un sueño que se truncó en los inicios, cuando el equipo del noreste de Inglaterra le rechazó en las jornadas de pruebas en las que se presentó. Para su suerte, por allí andaban ojeadores del Southampthon que le ofrecieron recorrer toda la isla para enrolarse en las categorías juveniles del equipo rojo y blanco del sur de Inglaterra. No se lo pensó. Sólo tenía 16 años y un nuevo camino se le acababa de abrir delante.


Alto, delgado, veloz y espigado, rápido comenzó a alternar entrenamientos con el primer equipo y con las inferiores. Su progresión meteórica le valió para entrar con cuentagotas en la primera plantilla en la temporada 1998. Y con sólo 17 años y 240 días consiguió su primer gran trofeo al convertirse en el jugador más joven de la historia en anotar un Hat Trick -ante el Arsenal-, superando un récord que contemplaba el mítico Jimmy Greaves durante más de 30 años. En el equipo liderado por Jimmy Case y Matt Le Tissier, Alan comenzó jugando como mediapunta, siendo más asistente que goleador y con escasos minutos hasta la temporada 90/91 -en la que fue elegido mejor jugador del equipo- debido a su juventud y a la competencia.

Y en ese verano de 1991, su historia dio un giro de 180 grados. Fue elegido para dirigir a la selección Sub 21 del país en el famoso Torneo de Toulon, llevando al equipo a ganar el título con 7 goles en 4 partidos. Esa temporada, en liga, anotó 14 goles, lo que le sirvió para ser convocado con la selección absoluta y jugar la Eurocopa de aquel año.

Manchester United, Liverpool, Leeds United... Todos los grandes suspiraban por Shearer De hecho, los Reds Devils habían lanzado el verano anterior una oferta por el delantero inglés que, con mucho criterio, rechazó la ofensiva por la histórica rivalidad entre el equipo de Old Trafford y su equipo de toda la vida, el Newcastle. Pero tras su gran temporada, ya estaba preparado para ir a un mejor club. En este caso, el Blackburn Rovers. Un equipo que venía de la segunda división pero que tenía un proyecto llamativo.

En su primera temporada con el equipo de azul y blanco (92/93), Shearer anotó 16 goles en 21 partidos llevando al equipo a ser 4º en Liga, además de 6 goles en 5 partidos de Copa. Y sólo un año más tarde, sin lesiones de por medio, pudo disputar la primera gran temporada completa, llegando a anotar 34 goles en 48 partidos, siendo 31 de ellos en liga sólo superado por el delantero del Newcastle Andy Cole. Además, el Blackburn fue segundo en liga por detrás del Manchester United.


En la 94/95, el Blackburn se alzó campeón de liga con un punto de diferencia con respecto al anterior campeón, el Manchester United. Y el delantero inglés tuvo gran parte de culpa gracias a sus 34 goles en la competición doméstica. Su sociedad en la delantera con Chris Sutton hacía estragos en las defensas rivales y rápido la pareja fue bautizada como 'SAS' -Shearer and Sutton-. Además del campeonato, Alan obtuvo el premio del máximo goleador de la liga y el galardón al mejor jugador de la Premier en esa temporada.

Con el equipo centrado en Champions, la mira en los objetivos ligueros decayeron y el Blackburn sólo consiguió ser 7º en la 95/96. Fue su última temporada como Rover y anotó 31 goles, alzándose por segunda vez consecutiva con el premio del máximo goleador.

"He cumplido el sueño de toda mi vida, vestir la camiseta número 9 del Newcastle. Marcar goles en St. James Park era lo único que quería hacer". Así comenzó su discurso en el partido homenaje que le hizo el Newcastle en su despedida, en St. James Park ante el Celtic de Glasgow. Un sueño que consiguió en el verano de 1996, cuando las urracas pagaron 22 millones de Euros por el delantero inglés, en lo que era hasta entonces la mayor cantidad de dinero pagada por un jugador.

Fue probablemente el mejor año de su vida. Feliz por haber firmado con los magpies, acudió a la Eurocopa como líder de su país, al que llevó a la semifinal. Sólo los penaltis fueron capaces de vencer a los pross, que se quedaron sin final en el partido previo ante Alemania desde la fatídica tanda de los 11 metros. Los 5 goles que anotó durante el torneo le valieron para hacerse con la bota de oro, y además, ser elegido en el 11 ideal del torneo.

Empezó en el Newcastle (96/97) como un huracán. El baño de masas que se había dado el día de su presentación bien se estaba justificando domingo tras domingo en el templo magpie. Tales eran sus actuaciones que fue nombrado como 3 mejor jugador del mundo en la entrega del Balón de Oro -Balón de Bronce para él- superado por Sammer y Ronaldo, y como 3º mejor jugador en la gala del FIFA World Player por detrás de Ronaldo y George Weah. Y las urracas volvieron a quedar subcampeonas de liga gracias en parte a los 25 goles de su delantero, que se alzó por tercera vez consecutiva con el premio al máximo goleador.

Y en el mejor momento de su vida, todo estuvo a punto de torcerse. En el verano de 1997, en un partido de pretemporada frente al Everton, Shearer se rompió los ligamentos de su rodilla, quedando en el dique seco durante 5 meses. Llegó a un equipo roto y fuera de forma para ayudar a mantenerlo en una zona más o menos tranquila. Su contribución en el final de la temporada pasada le sirvió para volver a ser elegido como mejor jugador de la liga. Su cartel era tan importante en el mundo entero, que Sir Bobby Robson -que más tarde sería entrenador del Newcastle-, intentó fichar al jugador para el FC Barcelona en aquel invierno, pese a estar lesionado. Se hizo oficial una oferta de 26 millones de euros que tanto Shearer como Dalglish -entrenador del equipo inglés- rechazaron. Se decía que el técnico del Barcelona estaba obsesionado con el "9" inglés y que uno de los motivos por los que dirigió al Newcastle posteriormente fue por tenerle a sus órdenes.

Con el miedo en el cuerpo aún, Shearer acudió como capitán al Mundial 98 donde Argentina dejó fuera por penaltis a los pross en el torneo que dio a conocer a Michael Owen como estrella mundial. En liga, volvió a superar la cirfa de los 30 partidos, anotando sólo 14 goles en una de las peores temporadas de su vida.

Con la llegada de Bobby Robson en el banquillo, la Toon Army soñaba con volver a los puestos cabeceros tras dos años de penurias. y Shearer sabía que era él el hombre que debía liderar al equipo. Para ello, decidió abandonar la Selección, con sólo 30 años, y dedicarse al equipo de sus amores. Volvió, por fin, a cosechar sus cifras estratosféricas de goles, olvidando por completo su lesión. Fueron 23 goles, pero el Newcastle volvió a quedar en la segunda mitad de la tabla. Y una nueva lesión de ligamentos le volvió a dejar en blanco a la siguiente temporada, privando también al equipo de alcanzar cotas más altas.

Con ansias de títulos, Alan volvió en la 2001/2002  con más ganas que nunca y el Newcastle sacó la chequera a pasear para fichar, entre otros, a Laurent Robert, Jermaine Jenas y Craig Bellamy. Además de la incursión de un jovencísimo Chopra que empezaba a despuntar con las inferiores y a asomar el hocico en el primer equipo. Con 27 goles, el Newcastle finalizó 4º, en un puesto que daba opciones a Champions y que catapultó la economía del club para la siguiente temporada.

Una temporada (02/03) en la que el equipo volvió a acabar en puestos de Liga de Campeones, esta vez como tercero en liga y con un Shearer encendido que hizo 25 goles. Tenía ya 33 años, pero su físico portentoso y su facilidad para estar siempre en el punto crítico le permitía seguir cosechando goles a raudales.

Pero ya tenía una edad, y aunque seguía jugando casi todos los partidos cada temporada, el retiro estaba más próximo que lejano. En una liga tan física, con tanta dureza, los magpies temían el día en que su Dios colgara las botas. Con 34 años, volvió a rozar los 28 goles en una temporada, llevando a su equipo a las semifinales de la Copa de la Uefa, una de las mejores actuaciones del Newcastle en la historia, donde el todopoderoso Olimpique Marsella de Drogba venció a los ingleses.

Aquel verano se empezó a rumorear con su retirada. Nadie imaginaba cómo un hombre que había hecho casi 30 goles y seguía dando tardes de gloria al fútbol inglés podía colgar las botas. No lo hizo. El Newcastle firmó a un delantero centro para competir con él. Era Patrick Kluivert. Fue entonces cuando volvió a recordar de dónde vino: de la mediapunta. Sin dar asistencias, se convirtió en la pareja perfecta para el holandés. Ambos se abrían espacios y combinaban para acabar marcando. El inglés sólo hizo 7 goles en 28 partidos de liga. Un fracaso para lo que tenía acostumbrado a su afición. Pero el equipo, con una plantilla pobre, no acompañaba y terminó en 14º posición. Eso sí, en la Copa de la Uefa, el equipo volvió a dar la cara llegando a Cuartos de Final y el delantero inglés terminó como máximo goleador del torneo con 11 goles en 9 partidos.

Y entonces llegó. Llegó el día en que anunció que se retiraba. Lo anunció meses antes. "Dejaré el fútbol al final de temporada", dijo. Todos lloraron y él no. Él lloró más tarde, cuando de verdad lo dejó. Y lo dejó en lo más alto. Sólo llevaba 7 goles en 30 partidos de liga. Llegaba el Wigan a St. James Park y en el minuto 5 ya estaba ganando, privando a las urracas de terminar en posiciones europeas. Fue entonces cuando se echó el equipo a las espaldas y de golpe y porrazo viajó en el tiempo para rejuvenecer unos años y dar la vuelta al partido con dos goles delante de su afición. Sus dos últimos goles en St. James Park. Pero no el último de su carrera. Se guardaba lo mejor, la visita al Estadio de La Luz. Sólo dos días después, el Newcastle cruzó el río Tyne para jugar, al otro lado del condado del Tyne-Wear con el eterno rival, el Sunderland, en uno de los derbis más apasionantes de todo el panorama futbolístico. 

Los Black Cats empezaron ganando aquel partido en el que se jugaban a vida o muerte sus últimas opciones de mantener la categoría. Rápido Chopra empató, y Shearer, desde los 11 metros, mandó el balón a la red por última vez en su vida como profesional, poniendo el 1-2 un marcador que terminaría con 1-4 y sepultaría a los de Sunderland. Unas pequeñas molestias le retiraron en el minuto 71 dando entrada a Albert Luque en lo que iban a ser sus últimos minutos en la Premier. Nunca volvió.

Último gol en su carrera, frente al Sunderland
Aún lesionado, Shearer tuvo un partido homenaje en su casa, St. James Park ante las más de 50.000 personas que llenaron el estadio. El rival elegido fue el Celtic de Glasgow. En él, viejas glorias como Lee o Ferdinand se vistieron de corto mientras el eterno "9" veía el partido desde el banquillo esperando el momento. Su momento, cuando el árbitro señaló los 11 metros, se despojó de la sudadera y saltó al verde entre un estruendo rival para marcar, ahora sí, el último gol de su vida. 

Último gol, en su partido homenaje
Mosaico en su partido homenaje


St. James Park por fuera, el día del partido homenaje
Después, su discurso. Unas palabras directas y claras en las que mencionó a Jackie Milburn -2º máximo goleador del Newcastle detrás de Shearer- para darle las gracias por haber sido una leyenda del equipo que amaba. En un homenaje que se celebró el 11 de mayo de 2006, cuando Milburn habría cumplido 82 años si un cáncer no se lo hubiera impedido. Y aunque se mantuvo todo el discurso sereno y compacto, se terminó derrumbando entre lágrimas una vez dejó el micrófono. "Thank You Alan".

Estatua de Milburn y Shearer
Entre sus trofeos, además del Balón de Bronce (1996), el 3º puesto en el Fifa World Player (1996), La liga Inglesa (94-95) y los títulos a mejor jugador de la temporada (1995 y 1997), Alan Shearer figura como delantero en el equipo ideal de los últimos 10 y los últimos 20 años de la Premier. Pelé le eligió en una lista oficial FIFA como uno de los 100 mejores jugadores de la historia. Fue dos veces máximo goleador de la UEFA y estuvo en el 11 ideal de la Eurocopa 1996, en la que además ganó la Bota de Oro. Obtuvo 3 veces -consecutivas- el trofeo al máximo goleador de la liga inglesa y tiene el récord de goles en una temporada de 42 partidos (34 goles9 y de 38 (31). Es el máximo goleador de la historia del Newcastle y de la Premier League y fue introducido en el Hall de la Fama de Inglaterra en 2004. 

Además, en 2007 comenzó un proyecto para que dos estatuas fueran construidas en los aledaños de St. James Park. Jackie Milburn con un balón en los pies asistiendo a Alan Shearer, recibiendo con su palma en alto. Los dos mejores jugadores de la historia del club. Un proyecto que si bien estaba casi terminado, nunca se concretó cuando el nuevo dueño, Mike Ashley, llegó al club.

Este era Alan Shearer, el mayor artillero en la historia de Inglaterra. El delantero más completo que dieron las islas. Alto y rápido, empezó siendo un imberbe espigado para terminar siendo un hombre hecho y derecho con una fuerza y una potencia brutal. Con un golpeo exquisito con ambas piernas y un manejo del balón parado como pocos. A colocar o a romper, le daba igual. Dicen que nunca falló un penalti. Dicen que siempre estaba ahí para recoger la basura y mandar el balón a guardar. No sólo lo dicen. Su palma en alto  cada vez que marcaba encandiló a todos. Fueron 260 veces en Liga, aunque en realidad marcó 409 en su carrera. Este era Alan Shearer, uno de los delanteros más completos que estos ojos pudieron llegar a ver. Sus números no engañan. "There's only one Alan Shearer". 




Un genio encerrado en un cerebro de banquillo

El fútbol del Tottenham, vistoso, práctico y eficaz está asombrando a todos esta temporada. Tras deshacerse de jugadores importantes como Van der Vaart o Modric, el equipo dirigido por Andre Villas Boas y liderado por Gareth Bale ha sabido reinventarse para encontrar su mejor versión. Y es precisamente la figura del técnico portugués, muy criticada en su llegada tras el fracaso en el Chelsea, una de las principales causas de la buena marcha del equipo londinense.

André Villas Boas tiene sólo 35 años. Nació en 1977 y nació por y para el fútbol. Mientras los chicos del barrio soñaban con convertirse en superestrellas como Futre o Eusebio, el pequeño André iba más allá. Le encantaba ver fútbol y pensar sobre lo que estaba viendo, además de guardar en su memoria cada buen movimiento. 

Sir Bobby Robson
Pero su vida dio un giro de 180 grados con la llegada al equipo del que es hincha desde pequeño de un nuevo entrenador. Sir Bobby Robson llegaba a Do Dragao para ponerse a las órdenes del Porto FC. Considerado como uno de los mejores entrenadores de la historia gracias a logros como una UEFA con el mediocre Ipswich Town, o la clasificación 3 años consecutivos con el Newcastle a Europa con partidos inolvidables como el jugado frente al Barcelona, Robson había llegado a Portugal en un momento en el que aún no tenía tanto reconocimiento. Rápido, su fútbol vistoso, de toque y rápido encandiló y enamoró a los hinchas del club portugués. Pero no a todos.

Con sólo 16 años, un joven descarado llamado André Villas Boas no estaba para nada contento con cómo estaba gestionando el entrenador inglés los minutos del delantero Domingos Paciencia, no comprendía los motivos que le hacían estar tanto tiempo de suplente y ni corto ni perezoso, acudió a casa de Robson para enviarle una carta a su buzón. Casualidades de la vida, vivían en el mismo edificio pero la timidez de hablar cara a cara hizo que el pequeño André se decidiera por el boli y el papel para cautivar a su vecino.

Una carta con unas doctrinas que parece ser nunca se sabrán, pero que cautivaron al que a la postre fue entrenador del Barcelona. Por aquellos entonces, José Mourinho estaba empezando como traductor de Bobby Robson, aprendiendo en la sombra algunas tácticas y estudiando por su cuenta para ser entrenador. Días después, Robson habló con el chico y le encomendó, para ver su valía, que le ayudase con ciertos datos estadísticos del club de los siguientes partidos.

Y Robson obtuvo lo que quería. Unos informes tan precisos como preciosos que no sólo servían para potenciar su plantilla, sino para saber que tenía en sus manos a un prodigio de los banquillos al que adoctrinar. Le animó a ingresar en el cuerpo técnico del club y quedó en prácticas con equipos de las categorías inferiores, entrando además en el curso de entrenadores reservado para los mayores. Era su ojito derecho.

Dos años después, Robson hizo las maletas y se marchó a Barcelona para entrenar al equipo del Camp Nou. A su lado, José Mourinho era el segundo entrenador y hacía las veces de traductor del técnico inglés. En Portugal, André continuaba su formación en las categorías inferiores del club a pasos agigantados. Y era tal su nivel, que con sólo 21 años se embarcó en una aventura exótica para dirigir a Islas Vírgenes siendo uno de los técnicos más precoces de la historia. Pese a lo que muchos piensan, Villas Boas no fue aprendiz de Mourinho.

Mourinho (I) y Villas Boas (D)
Cuando el ahora técnico del Real Madrid regresó a Do Dragao, Villas Boas continuaba estudiando y aprendiendo como entrenador, mientras que ya llevaba tiempo realizando la función del 'scout' en el primer equipo. Era el encargado de analizar a los rivales, de pasarse horas y horas de vídeo y saber qué es lo que hacía cada oponente en cada jugada para trasladárselo a su entrenador. A su llegada, Mou se sorprendió de su trabajo y le mantuvo en su puesto, por lo que André siguió realizando esa tarea que tanto le apasionaba, además de otros trabajos que Mourinho le encomendaba. A la huida de The Special One a Londres para entrenar al Chelsea se unió todo su cuerpo técnico, incluido un Villas Boas que no tenía nombre de cara al público ni a la prensa, pero que era el favorito de Mourinho, que prefería tenerle en la sombra del scouting como su gran ayudante. 

Tras 4 años en Londres, se hizo muy común la imagen del entrenador portugués consultando cuestiones tácticas con alguien casi desconocido para todos en el banquillo y en los entrenamientos. Era Villas Boas. Quien con 30 años recién cumplidos, pasó a ser mundialmente conocido como la mano derecha de Mourinho, siendo al fin y de forma oficial el segundo entrenador cuando ambos llegaron al Inter de Milán. 

Ya con el título bajo el brazo, y algo cansado de hacer el trabajo sucio para quedar a la sombra, Villas Boas le solicitó a Mourinho su permiso para iniciar carrera en solitario. Pese a que en un principio Mou no estuvo de acuerdo, aceptó y recomendó a André como técnico, sabedor de su capacidad de liderar un proyecto sólido.

Tras una primera temporada en el Académica de Coimbra, fue el Porto, donde todo había empezado, el equipo que le iba a dar la oportunidad de continuar una carrera en solitario y comenzar con sus éxitos. "Es muy bueno en lo suyo. Sabe mucho, pero no sé si podrá liderar un vestuario. El fútbol que él tiene en la cabeza igual no sabe luego plasmarlo a un terreno", se decía de él entonces. No todos confiaban. 

En sólo 8 meses ya había conseguido 4 títulos. Supercopa de Portugal el día de su debut, Liga de Portugal ganando 27 de 30 partidos posibles -con récord de puntos incluido-, Copa de la Liga, y Europa League arrasando a todos sus rivales. Una temporada que bien le valió un fichaje por el Chelsea.


Él, antes de firmar por el equipo inglés, confesó que su deseo desde siempre no estaba en entrenar en grandes ligas europeas, sino hacerlo en Argentina, Chile y Japón

Llegó al Chelsea y se encontró con un vestuario dividido, con jugadores de mucho peso que le igualaban en edad como Lampard, Drogba o Paulo Ferreira. A un equipo multimillonario que anhelaba títulos que hace años no llegaban. Sólo duró 27 partidos, los suficientes para mantener al equipo 5º en liga. Un equipo del que se decía que el técnico no mandaba nada y que todo era supervisado por Abramovich.

"Nunca aceptaré mi despido del Chelsea. Lo respeto, pero no lo comparto. Abramovich prometió cosas que luego no cumplió y yo se lo dije. No sé si puedo hacer público qué cosas fueron, pero lo que sí sé es que no se puede justificar lo que él dijo para echarme", estalló en cólera André cuando el Chelsea puso a Di Matteo en su lugar

Hoy, con un equipo mucho más modesto, sin tanto dinero y que ha perdido a dos de sus mejores jugadores, Villas Boas ha demostrado que con paciencia y jugadores del corte que él quiere, es capaz de jugar muy bien al fútbol, llevando al Tottenham a pelear por un puesto en Champions, teniendo casi asegurada la Europa League. Pero, ¿Y si Villas Boas deja fuera de Champions al Chelsea? André Villas Boas, un cerebro de genio sentado en un banquillo.