miércoles, 20 de mayo de 2020

La madurez de Rodrigo de Paul

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No se equivocaba en absoluto Pizzi al afirmar que, en 2014, "el Valencia fichaba a uno de los jugadores con mayor proyección de Argentina" con la adquisición de Rodrigo de Paul. La Superliga, con equipos necesitados de cash urgente, sucumbió durante años regalando a sus mejores perlas a precios hoy considerados de risa, sobre todo en comparación con las etiquetas de valor que ponía en el mercado su siempre enemiga Brasil. Así, Ángel y Joaquín Correa, Leandro Paredes, Luciano Vietto, Ezequiel Ponce o el propio De Paul, los más talentosos que tenía entonces el país, acabaron en Europa por importes entre 3 y 7 millones de euros.

Pero la historia de De Paul siempre fue de madurez tardía. En Racing desde los cinco años, todos en La Academia sabían que ese jugador con mayor personalidad que los de su generación. En cambio, a Luis Zubeldia, el técnico, le costó darle la alternativa. Zubeldia, con mucho miramiento por la cantera, siempre prefirió confiar en un jugador más hecho y descarado como Ricardo Centurión y en la veteranía de Mauro Camoranesi para los costados, a la vez que jugaba sin un 10 natural, donde en el filial jugaba un De Paul que había crecido admirando a Ronaldinho, Riquelme y Zidane.

Ese debut tardío (debutó casi con 19 años en el primer equipo) le privó estar en los planes de Argentina, tanto Sub17 como Sub20, y no fue siquiera considerado para el Sudamericano juvenil de 2013. Allí, Marcelo Trobbiani confió para su puesto en el propio Centurión, además de Lanzini, Fede Cartabia, Alan Ruiz e Iturbe, todos ellos ya con experiencia profesional en sus primeros equipos. Argentina cosechó el mayor fracaso de la época reciente, ni siquiera clasificó para el Mundial y, de manera paralela, De Paul creció como la espuma. Aprovechó la ausencia de Centurión, primero en el torneo y luego lesionado, para ir haciéndose con minutos en el equipo y acabó siendo indiscutible jugando en los costados. 57 partidos en dos años que le valieron para ser traspasado al Valencia por menos de cinco millones.

Su debut en Europa no pudo ser peor. Expulsado al minuto de salir por un codazo, se convirtió en el futbolista debutante más rápido en ver la tarjeta roja en LaLiga. Le cayeron cuatro partidos y le costó mucho volver a los planes de Nuno en el equipo che, pero nunca terminó de cuajar en Mestalla. Jugó una temporada y media en Valencia, pero no entró en los plantes ni del técnico luso, ni de Gary Neville. De Paul no encontraba su sitio en un equipo más acostumbrado a jugar con extremos puros y dos delanteros y la salida de Otamendi, su mejor amigo en el vestuario, le dejó tocado en lo anímico cuando aún no estaba adaptado a Europa. Por eso, el Valencia buscó una cesión rápida a su anterior equipo, intentando que no se perdiera por el camino un jugador que parecía tener mucha proyección.
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En verano de 2016 debería volver a la disciplina valenciana, pero el nuevo técnico, Pako Ayestarán, decidió no contar con él. Minimizando riesgos, el Valencia no dudó en aceptar una oferta de la Serie A por tres millones de euros. Solo tenía 22 años, aún tenía tiempo para madurar, pero en Valencia ya habían concluido que se trataba de una de las muchas promesas que acaban en el cajón del olvido. Nada más lejos de la realidad, De Paul encontró su sitio en Udinese, no sin mucho pelearlo, porque el inicio no fue nada sencillo. Fue titular desde el primer día en los planes de Iachini, jugando detrás de Zapata o acompañándole en punta. Pero le costó brillar varios meses hasta dar con su rendimiento actual.

Poco a poco dejó la posición de enganche y encontró acomodo en banda derecha y fue uno de los mayores beneficiados del cambio de sistema que propuso el técnico, que pasó del 3-5-2 al 4-3-3. Su evolución definitiva apareció en la 2018-2019, cuando el técnico Davide Nicola optó por darle no solo la capitanía, sino una posición en el centro del campo. Tras más de dos años jugándolo todo, demostrando un derroche impropio para alguien que viene de fuera, De Paul cautivó a la hinchada de Udine, siendo uno de los favoritos de la grada. Eso le dio la cinta de líder más rápido de lo normal. Pero se trataba de un futbolista con registros estadísticos algo tristes para jugar en una posición tan adelantada. En dos años solo había sumado 9 goles y 12 asistencias y, por características de juego, Nicola le reinventó en la medular.

Ha sido jugando en posiciones interiores donde De Paul ha explotado de manera sorprendente. Su buena capacidad física, su buen entendimiento del juego, su buena asociación no solo le ha llevado a ser uno de los mejores jugadores de la Serie A, sino a realizar su debut con la selección de Scaloni. En Italia, De Paul comenzó a asomar la cabeza en distintos apartados de estadística tanto ofensivos como defensivos. En la 2018/2019, solo cuatro futbolistas (Papu Gómez, Mertens, Suso y Callejón) dieron más asistencias de gol que él, fue el cuarto futbolista en pases clave por partido tras Papu Gómez, Suso y Luis Alberto; Quedó tercero en regates exitosos por partido tras Boga e Ilicic y se convirtió en uno de los mediocampistas con más robos de balón. Además, de manera sorprendente, jugar más centrado le hizo ser mejor llegador y mejoró sus registros tanto de goleador como de asistente, anotando nueve dianas y regalando otros tantos. Su no inclusión en el XI ideal de la temporada clamó al cielo, pero no fue obstáculo para que Scaloni no confiara en él como una de las piezas claves en la reconstrucción de Argentina tras el Mundial 2018.

Esa evolución en su demarcación también ha sido vista y comprobada por el propio seleccionador, que empezó confiando en él en amistosos en los costados, peleando puestos con Dybala o Ángel Correa para acabar asentándose en posiciones más interiores. De los últimos 12 partidos de la selección, De Paul ha sido titular en 11, siendo clave en la actuación en la Copa América en 2019. Fue precisamente el primer duelo del torneo el que no jugó desde el inicio. Scaloni le dio la alternativa desde el descanso ante la inoperante albiceleste y ya nunca se ha bajado del puesto, siendo el principal y mejor socio de Messi el pasado verano y jugando ya como mediocentro puro desde que la Copa América terminara. Ya sea en el doble pivote con Paredes y jugando un poco por delante de él en un trivote, De Paul ha encontrado su sitio en Argentina, igual que es el líder absoluto del Udinese.

Inter, Milán y Fiorentina se interesaron por él en julio de 2019 y su etiqueta marcaba un importe cercano a los 25 millones de euros. Udinese es el equipo con salarios más bajos de toda la Serie A y es el único club cuya estrella no llegaba a ganar un millón de euros al año. Esto le hizo una de las piezas más codiciadas del mercado, aunque nunca se concretó un traspaso que parecía casi hecho a Florencia. En cambio, Rodrigo, que ya era el jugador mejor pagado del club, renovó su contrato hasta 2024 con una entidad que le adora, donde ya es líder, santo y seña. Convertido quizás en uno de esos últimos reductos del fútbol romántico que Italia está intentando volver a instaurar en el fútbol mundial. Papu Gómez en la Atalanta, Belotti en el Torino, Insigne en Nápoles o Immobile en la Lazio, De Paul tiene a su elección convertirse en leyenda friulani, de quedarse en una Udine que le venera como un rey y sacarle de los malos resultados que en los últimos cursos le hacen pelear por la permanencia, pero tiene cualidades para dar y regalar en los mejores clubes del mundo. Permanecer allí donde ha vuelto a ser futbolista o adentrarse en la aventura de volver a luchar por encajar. Messi le avala.

miércoles, 6 de mayo de 2020

Nada ha cambiado en Víctor Osimhen

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En 2015, durante el Mundial Sub17 de Chile, una figura sobresalió sobre el resto. Víctor Osimhen lideró a Nigeria hasta el triunfo. Pero su actuación había que tomarla con mesura. El punta africano, aún por hacer y sin jugar en ninguna academia de fútbol profesional, sin estar ya monitorizado por alguno de los grandes y sin demasiadas referencias para el scout internacional, atendía a una situación que parecía, sobre todo, oscura. Son muchos los jugadores, sobre todo africanos por un simple motivo natural (desarrollan antes el físico y a esas edades esto marca diferencias), que se acaban quedando a las puertas tras realizar grandes gestas juveniles. Muchos son incluso engañados a la hora de abandonar su país y se encuentran con un cúmulo de promesas falsas de agentes de dudosa reputación que les han estafado todos los ahorros de toda una vida. ¿Quién no recuerda lo que prometía Sadick Adams y en lo que se quedó?

Y en estas, Osimhen, que no cuajó en sus primeros años en Europa, parecía llevar los mismos derroteros que otros muchos en su situación. Yo siempre lo tuve claro y nunca dudé. Ese delantero larguirucho, de pisar patizambo y de correr poco ortodoxo tenía lo necesario para triunfar. Uno le veía jugar y no sabía si era Adebayor, si era Diego Costa o si era un todo en uno. Tenía una materia prima por desarrollar y se trataba de una gema por pulir. Su fútbol estaba aún por potenciar de una manera que a veces parecía un bailarín con el balón y otras simplemente dolía observar cómo trataba de hacer un control en corto.

Sea como fuere, cinco años después y una serie de vaivenes entre medias, Osimhen es exactamente el mismo delantero que era con 16 años. Pura dinamita. Y hoy es la revelación de la Ligue One, el estilete de un Lille que lo compró por unos 15 millones de euros y que lo venderá, mínimo, por tres veces más. "Siempre le he dicho que es un calco de Didier Drogba", admite Nicolas Penneteau, el portero del Charleroi, donde el nigeriano pudo por fin reencontrarse como futbolista tras una mala etapa en Alemania.

Osimhen celebra un gol contra
Croacia (2015) / GETTY IMAGES
Y es que tras la Copa del Mundo Sub17 de 2015, donde el delantero se llevó la Bota de Oro, el Wolfsburgo dejó apalabrado su fichaje por 4 millones de euros cuando el africano fuera mayor de edad. Así, en 2017 llegó al equipo del norte de Alemania para comprobar que aún estaba muy por hacer. Su aterrizaje no pudo ser peor, pues poco antes de llegar en enero, se rompió el menisco y tuvo que ser operado. No entrenó en toda la temporada y solo fue de la partida en los dos últimos encuentros, a la desesperada, con un Wolfsburgo que se estaba jugando el descenso y que acabó logrando la permanencia en la promoción.

La 17/18 debía ser su temporada. Había cogido cuerpo y por su complexión, por sus condiciones, se podía mover por todo el frente de ataque. Siempre prefirió la delantera, pero su facilidad para tirar diagonales y desmarques, y su buen juego de pies, además de perfilar muy bien el disparo desde el costado izquierdo le hacía ser muy válido para cualquier equipo. Pero eran malos años para el equipo de la Volkswagen, que nuevamente se iba a jugar el descenso durante todo el curso y el técnico optó por jugadores más experimentados. Osimhen fue de menos a más y cuando más estaba contando, en el tramo final de la temporada, se le salió el hombro y se volvió a quedar meses sin competir. Se puede hablar, perfectamente, de dos temporadas enteras tiradas a la basura y tres años ya desde que el jugador asombrara al mundo. El fantasma del juguete roto cada vez se cernía más sobre él.

El Wolfsburgo, decidido a deshacerse de él, no encontró comprador, por lo que no vio con malos ojos una cesión a un país cercano y a un fútbol menor donde pudiera coger algo de confianza. En Bélgica Osimhen explotó su superioridad física. Y el resto es historia. Marcó 20 goles en la temporada y el Lille, que tenía dinero fresco de la venta de Leao al Milan, no dudó en tirarse a la piscina. Al Wolfsburgo le salió la jugada horrible. Habían aceptado venderle al Charleroi al nigeriano por el mismo precio que ellos habían pagado y los belgas lo mandaron al fútbol francés por casi 15 millones de euros. En Francia, Osimhen no está dejando títere con cabeza. Hasta la cancelación del campeonato, el africano había marcado 18 goles (dos en Champions) y había ayudado con seis asistencias en un campeonato mucho más competitivo.

No cabe duda que Vïctor Osimhen será uno de los agitadores del mercado, cuando se abra y si se abre, al estar en un equipo que no dudará en aprovechar sacar rédito y llenarse los bolsillos. El africano es exactamente el mismo jugador de hace cinco años. No ha cambiado en nada, salvo que ahora torea en las mejores plazas. Su estilo patizambo sigue intacto. Su olfato goleador, impoluto. Su zancada larga, imparable en carrera. Su definición poco ortodoxa, igual de efectiva. Y su golpeo con el interior, como de seda, con rosca e inimaginable para un jugador de su apariencia, imprevisible. Por características, es un jugador ideal para un Atleti de Simeone que juegue al contragolpe. Por físico, la Premier League se asemeja a las mil maravillas a lo que puede explotar. Tras la Copa África de 2019, donde fue suplente y solo disputó el partido por el tercer puesto, ahora parece liderar la carrera por ser el '9' de la próxima generación, en una dura disputa que tendrá, entre otros, con Ighalo (Manchester United) y con Iheanacho (Leicester City).

"Didier Drogba es mi modelo a seguir. Representa el tipo de jugador y persona que me gustaría ser. Espero desarrollar la misma capacidad con la pelota y marcar goles importantes. Es un icono, una leyenda. Me gustaría poder ser capaz de ser como él, o incluso mejor", se sinceraba con apenas 16 años ante los micrófonos de la FIFA. Hoy, de momento, ya ha conseguido que las comparaciones con su ídolo lleguen desde voces autorizadas del fútbol internacional. Además, no parece ser el jugador al uso de hoy en día. Sabe de dónde viene. "Los compañeros juegan a los videojuegos y salen antes de los partidos. Yo prefiero meterme en mi habitación y concentrarme para ganar cada partido".

viernes, 1 de mayo de 2020

Matías Palacios, la enésima perla del fútbol argentino


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Cuando me pongo a ver un torneo de selecciones juveniles internacional, siempre parto de una premisa importante: hay que fijarse en aquel que lleve el dorsal 10 en Argentina. Maradona, Agüero, Aimar, Tévez, Ibagaza, Romagnoli o D'Alessandro llevaron el número mágico en el reverso del que nunca pudieron disfrutar Riquelme (coetáneo con Aimar), Gallardo y Ortega (cuando a Argentina se le privó de disputar eventos infantiles por el mal comportamiento en años anteriores o un Messi que entonces prefería usar el 18 y el 19. Matías Palacios (La Pampa, 2002), es el último gran proyecto de futbolista que tiene en sus filas la albiceleste. Avalado por Pablo Aimar y asesorado por Leandro Romagnoli, admira a Juan Román Riquelme, a quien todos dicen que se parece de una forma desmedida en cuanto a juego.

En una época en la que Brasil vende proyectos de futbolistas al viejo continente a precio de oro, parece que Argentina se ha quedado atrás en una carrera en la que San Lorenzo podría malvender, otra vez y quizás antes de lo previsto, a la última gran perla de su cantera. Solo el traspaso de Rodrygo (20 años) por 45 millones al Real Madrid supone una cifra parecida a la que el fútbol argentino sacó por sus dos ventas más caras de la historia, la de Lautaro al Inter y la de Alario al Bayer Leverkursen. Para hacerse una idea, Vinicius (45M), Reinier (30M), Paquetá (40M), o Gabriel Jesús (32M), sin contar los multimillonarios traspasos de Oscar, Neymar, Arthur o Lucas Moura. El de Lautaro Martínez, el fichaje más caro de la historia del fútbol argentino, le colocaría lejos del Top10 histórico del fútbol brasileño.

Y es que aún nadie se explica cómo San Lorenzo de Almagro sacó en su día solo 6 millones de euros por la venta de Ángel Correa (el año pasado recibió 3 millones más por el 10% que le restaba del pase) cuando el hoy 10 del Atlético era el mejor jugador de su generación y una de las perlas de la AFA. Tampoco cómo, en una época de bonanza económica, su nueva estrella juvenil, Matías Palacios, ha renovado con una cláusula de rescisión de 20 millones de dólares que se antoja asequible para casi todos los clubes militantes en Champions y Europa League.

Matías ha crecido en San Lorenzo desde bien joven. Desde los 13 vive en la pensión del club con el paradigma de estrella juvenil y lo hace bajo el paraguas de su hermano Julián, con quien ha compartido diversas categorías pese a llevarse más de tres años de diferencia. Esa precocidad le ha llevado, entre otras cosas, a ser el debutante más joven en la historia del club, haciendo su aparición en Primera División con solo 16 años y 4 meses. Fue en 2018, el mismo año en el que debutó como internacional Sub20 con Argentina en el prestigioso torneo de L'Alcudia, sin importar que sus compañeros y rivales le sacaran cuatro años de edad.

Mati comenzó sus años de fútbol en el General Pico como volante central, dada su facilidad para recibir entre los defensas, girarse y transitar el balón desde su campo hasta una posición más adelantada. Pero en San Lorenzo fue evolucionando su posición hasta el enganche, debido a su buen trato de balón en las zonas decisivas del campo, su regate y sobre todo su buena visión de juego. Prefiere asistir a marcar, aunque dada su demarcación ahora hace gala también de su potente disparo desde la frontal del área. Se fija en Riquelme e Iniesta como modelos, y es con el ex de Boca con quien todo el mundo le encuentra más similitudes. "Tiene muchas cosas de Román", dice de él Pablo Aimar, que le tiene como una debilidad personal en la selección que él dirige.

Palacios ha sido figura ahí donde ha estado. Lo fue en el Sudamericano Sub15 de 2017, donde Argentina se llevó el título. También en el Sub17, dos años después, donde la albiceleste también levantó la Copa y fue de lo poco destacable de Argentina en el Mundial de la categoría, donde Paraguay sorprendió eliminando en la primera ronda del KO a los de Pablo Aimar. Para Hugo Tocalli, quien fuera la mano derecha de Pekerman en la construcción de la base más exitosa de la historia albiceleste (la de Messi, Agüero, Banega y compañía, pero también las de Aimar, Galletti, Riquelme o D'Alessandro) es una de las mayores perlas que ha tenido la AFA en mucho tiempo.

El juego de Palacios se caracteriza por ser muy vistoso. Su capacidad de ir con la cabeza siempre mirando al frente le permite ver el fútbol un par de segundos antes que los mortales. Por eso, mientras el resto toma algo de aire en una situación que parece de tregua, él ya está mirando la oportunidad de batir desde campo propio a un portero adelantado o de enviar en largo con suma precisión al compañero que ha tirado el desmarque. De ahí las comparaciones, siempre con mesura, con Román. Su visión en largo es tan buena como en corto, donde no duda de sacar todo tipo de repertorios más en busca de practicidad que de plasticidad. Taconazos, túneles, dominio del golpeo de exterior o pases mirando al tendido que ya han llamado la atención de los grandes de Europa y que se suman a su buen golpeo a balón parado.

Ahora está en el momento crucial de su carrera. Hasta ahora, todo le "ha ido muy rápido", como él mismo afirma, pero es el momento de dar un paso adelante y asentarse en el fútbol profesional, faceta donde otros muchos talentos precoces se quedan por el camino. Hasta la fecha, solo suma dos partidos con el primer equipo de San Lorenzo, un salto al primer nivel que se ha visto mermado en este último curso por los compromisos internacionales con la Sub17 de Pablo Aimar. El próximo 10 de mayo cumple los 18 años, edad a la que de manera legal ya podría abandonar Argentina para salir al fútbol europeo (o a la MLS, siguiendo los pasos de Barco o Pavón), aunque no parece ser la idea aún de San Lorenzo, que a finales de 2018 rechazó 8 millones de euros del Genoa por él y que tampoco llegó a un acuerdo con el Almería el pasado mercado invernal. El objetivo de juntar una buena versión de Palacios con Gaich, pues ambos parecen nacidos para haber jugado juntos, es un ideal que llena de ilusión a la afición del Ciclón, sabedora de que tiene entre sus manos a una de las mayores perlas del país y a una pareja joven que podría romper los cimientos del campeonato argentino.