miércoles, 16 de diciembre de 2015

Lulinha, la caída de un proyecto

Lulinha, con Brasil Sub17 / GETTY IMAGES
Hubo una época en la que en Brasil, el Lula más famoso de todos no era el ex Presidente de la República. Curiosamente, sucedió entre 2007 y 2009, coincidiendo con los últimos años de mandato del político que en 2010 acabara entregando el país a las manos de Dilma Rousseff. Su impostor, por así llamarlo, se llamaba Luiz Marcelo Morais dos Reis (10 de abril de 1990, Brasil), pero era conocido por todos como Lula primero y como Lulinha después. Nunca un jugador en torneos de categorías inferiores me impactó tanto. Y mira que los ha habido, como Pato, Maxi Moralez, Agüero, Sahin, Banega o Gio dos Santos y más recientemente Nico López, Pogba o Sergio Díaz.

El caso es que en Brasil, Lulinha era una especie de heredero de la corona, un príncipe con honores nombrado a ser el sucesor de los Kaka' y Ronaldinho en el trono del Balón de Oro. El primero, entonces en el Milan, era su ídolo, el modelo en el que se fijaba y con quien se comparaba, pero todo el mundo lo asemejaba al ex del Barcelona. "Me parezco a Kaka en la forma de sacar el balón jugado", admitía él, mientras los tabloides sudamericanos le nombraban como 'El nuevo Ronaldinho' ya desde 2004, cuando sólo tenía 14 años. Su sonrisa, siempre presente, invitaba a aumentar el símil. 

El torneo que marcó un antes y un después en su figura y que lo lanzó al estrellato fue el Sudamericano Sub 17 de 2007. Allí, Lulinha despuntó como nunca nadie lo había hecho en un torneo juvenil, marcó 12 tantos (vio puerta en todos los partidos menos dos) y llevó a una Brasil que capitaneaba Fabio (el hermano gemelo de Rafael) al título. Paradójicamente, en aquel torneo Lulinha no fue galardonado como el mejor jugador de la cita, que fue para el peruano Reimond Manco, y se tuvo que conformar con la plata.

Corinthians, su club, y Wagner Ribeiro, su agente, se frotaban los ojos con billetes cuando el Barcelona, el Real Madrid y el Inter de Milán llamaban a su puerta preguntando por la situación del jugador. Aunque el que más interés mostró fue el otro equipo milanés, el AC Milan, donde jugaba su ídolo Kaka y que se acababa de hacer con una promesa similar como Alexandre Pato. Ribeiro, representante entre otros de algunos talentos como Neymar, Robinho, Hulk o Lucas Moura, desoyó ofertas y propuestas esperando que el Mundial Sub 17, que se celebraba entre agosto y septiembre, multiplicara la cuantía económica de las misivas que venían sin cesar de Europa. La propia FIFA, en su web, le tildaba como el mejor jugador del torneo antes de que empezara, titulaba que iba a ser 'El nuevo Ronaldinho' y le definía como "un jugador de 17 años con una mezcla explosiva de cualidades, entre las que están la astucia, habilidad en el regate, pases milimétricos capaces de quebrar la defensa más férrea y una excelente puntería". Añadía que "su calidad ha dejado de ser un secreto" y hacía un recorrido por toda la infancia del jugador, que había ido copando todos los torneos que había disputado, como los 25 goles en 17 partidos en el Campeonato Paulista Sub17, líder de la selección Sub15 y un sinfín de galardones. No obstante, una Brasil pobre, con una carencia de calidad evidente, sólo pudo llegar a octavos del torneo, donde fueron eliminadas por la Ghana de un Saddick Adams que ha caído aun más en picado que el brasileño. 

El golpe fue tan duro para la verdeamarelha que desde Europa se dudó de la calidad real de la estrella del equipo. Corinthians, que nunca bajó el precio marcado en la etiqueta del jugador pese al descalabro nacional, se encontró con una retirada de ofertas en estampida y con un jugador que terminaba contrato en nueve meses. Un verdadero problema. El Chelsea fue el que a río revuelto intentó pescar la mejor pieza. Llegó a ofrecer hasta cinco millones de euros por el pase del sudamericano, una cifra que el club brasileño tildó de irrisoria. Los londinenses le pasaron la pelota tanto al jugador como al Corinthians. Había interés, pero no iban a tirar la casa por la ventana por un chico por el que podían negociar gratis en tres meses y que acababa de fracasar en el último torneo Sub17. Lulinha entonces se encontró en la encrucijada de renovar por el club de su vida, donde llevaba desde los ocho años y condicionar un futuro traspaso, o dar el salto a Europa. Decidió lo primero, amplió su vínculo con Corinthians hasta 2012 y se quedó con el 25% de sus propios derechos a cambio de una cláusula de rescisión de 35 millones de euros. Fue su gran error. 

Lulinha, lesionado tras caer por el
túnel de vestuarios / NILTON FUKUDA
Al fin y al cabo, no dejaba de ser un jugador que, con 17 años y un par de meses, acababa de debutar en la Serie A brasileña. Jugó unos partidos más tras el Mundial Sub17, pero después su progresión empezó a cortarse. En parte por una lesión tras una dura caída en mitad de un partido en la que acabó estrellándose con las escaleras que dan acceso al túnel de vestuarios, en parte por el culebrón que suponía su incierto futuro. Sea como fuere, en 2008 el jugador vio cómo el año pasaba por delante sin apenas tener oportunidades en el primer equipo mientras su compañero Dentinho, un año menor, ganaba más presencia en la plantilla. A esto se unió su gran otro pero: su físico. Pequeño, apenas de 1'70, nunca terminó de desarrollar la musculatura necesaria para ser futbolista profesional y en Brasil, sin medios tan cualificados, no hicieron lo posible porque esto sucediera, cosa que sí habría logrado en Europa. Su preció se devaluó poco a poco y en 2009, año en que sí jugó y lo hizo de forma normal, sin destacar, bajó varios escalones en su lista de pretendientes. 

Sólo tenía 19 años y el futuro aún no estaba truncado, por lo que desde Corinthians se plantearon rápidamente la opción de cederle a Europa para que un buen rendimiento suyo les acabara proporcionando un buen pico de dinero. Celta y Deportivo de la Coruña preguntaron por él, pero el chico tenía una ficha muy alta. Corinthians paga bien a sus cracks. El tercero en discordia y que acabó llevándose al jugador fue el Estoril de la Segunda División de Portugal. El idioma y la cantidad de jugadores brasileños en Portugal animó a los dirigentes del Corinthians a pensar que Estoril sería una opción más cómoda para su estrella aletargada. Lulinha jugó bien en Europa. Muy bien por momentos y, aunque físicamente era débil comparado con el resto, su técnica y astucia dejaban a las claras que la Liga se le quedaba pequeña. Dio un pasito más en su carrera firmando por Olhanense, también en calidad de cedido, la siguiente campaña. En la Primera División de Portugal su rendimiento fue irregular. Descubrió que la hoy llamada Zon Sagres es una de las más duras físicamente del panorama europeo y nunca se hizo con un puesto de titular, pese a que sus inicios fueron esperanzadores. 

Con más pasos hacia atrás que hacia adelante, volvió a Brasil, a Bahía, donde permaneció a préstamo hasta 2012 que terminó su contrato con Corinthians, que acabó dándose cuenta que era demasiado tarde y que nunca se convertiría en el jugador que prometía cuando era sólo un adolescente, en parte por culpa de una serie de catastróficas desdichas que pueden destrozar la carrera de los más talentosos. Lulinha se ha convertido en un jugador del montón, en lo que pudo ser y no fue, en un quiero y no puedo que perdió los poderes que Dios le había dado para jugar con el balón. Para el recuerdo, siempre estará aquel Sudamericano Sub 17, todos los récords que ha batido. Nadie tiene más goles con las categorías inferiores de Brasil que él, con 17 tantos. Ni Neymar, ni Coutinho, ni Pato, ni Coutinho, ni Douglas Costa, ni Ronaldinho, ni Ronaldo...

Ahora, tras lograr la Segunda División Brasileña con el Botafogo, donde ha sido realmente importante, se ha quedado libre, sin equipo, esperando las mejores ofertas. Volverá a la Serie A, pues parece complicado que salte a Europa, aunque sea a una división inferior, pero en el recuerdo de los que le vieron siempre quedará el regusto amargo de no haber podido disfrutar de todo el potencial en el profesionalismo que Lulinha, el de verdad, prometía cuando sólo era un crío y no dejaba de sonreír orgulloso de su ortodoncia.  El chico que se convertía en Balón de Oro en el Football Manager, el simulador más realista de fútbol, que lideraba listas para conseguir el de verdad y que, por diversos motivos, cayó en el baúl de los juguetes rotos. 



Lulinha, otros vídeos:

martes, 15 de diciembre de 2015

Leicester City, la princesa fea invitada al baile

14 de diciembre de 2014. El Leicester City que entrena Nigel Pearson es último en la Premier League con 10 puntos tras haberse disputado 16 jornadas de Liga.

14 de diciembre de 2015. El Leicester City que entrena Claudio Ranieri es líder de la Premier League con 35 puntos tras haberse disputado 16 jornadas de Liga.

No sólo ha pasado un año en la transformación de estos magníficos foxes que, ahondando un poco más, estaban el curso pasado con pie y medio en la Championship cuando a falta de ocho jornadas por disputarse andaban últimos a siete puntos de la salvación y con un calendario, a priori, que no iban a superar. Vaya si lo hicieron, logrando 22 puntos de los 24 en juego y arrancando con una racha que hoy continua.

El Leicester se siente como esa joven fea, sin fama, que ha sido invitada al baile. La chica de las películas americanas que nunca llama la atención, en quien los focos no se centran y que, por un momento, sueña con la corona de reina de la noche que merece igual o más que las demás por méritos propios. Todo es para y por sus aficionados, unos zorros que han acompañado desde que tienen uso de razón a un equipo cuyos mayores éxitos datan de tres copas de la Liga ya hace varios lustros y que presumen con orgullo de su último botín: El trofeo de Championship logrado en la 2013/2014. Sí, la Championship es la Segunda División Inglesa. No se recuerda una conversión menos escalonada desde los tiempos del fallecido Brian Clough a los mandos del Derby County y el Nottingham Forest, cuando el fútbol era fútbol.

Ranieri / GETTY IMAGES
Los de Claudio Ranieri se han ganado el derecho a soñar. Bajo la premisa del 'ya caerán', Arsenal y Manchester City se frotan las manos de ver cómo este título puede ser el más barato de los últimos años, con un Chelsea coqueteando con el descenso y un Manchester United al que nunca le entra la quinta marcha en recta. Una bicefalia que el King Power Stadium no comparte. Tiene una idea bien distinta y ayer la hizo saber a los suyos: Quieren la Liga. Banderitas, canciones y papelitos, los aficionados del Leicester vistieron ayer su estadio como una final en Wembley y animaron a los suyos con la tensión de que un título está en juego. Partiendo de la base de que deberán hacer más del doble que ninguno para tener la mitad del reconocimiento, para conseguir meterse el metal en el zurrón, los chicos de Ranieri no tienen la obligación de ganar a nadie una carrera a 38 vueltas. Aunque, después de estar más de un tercio del campeonato en la cabeza, la responsabilidad moral de la plantilla es bien distinta. Está tan cerca, es una oportunidad única, que no se puede dejar escapar. 

Jamie Vardy es la personificación de la hazaña. A sus 28 años, el delantero de Sheffield es la sensación de la Premier y disputa su segunda campaña en la máxima división. Nadie se lo habría imaginado cuando hace sólo seis años disfrutaba del fútbol amateur de la Sexta División, ganando unas pocas libras que no le daban ni para pagar el autobús que debía coger todas las mañanas para trabajar en una fábrica y ganarse la vida. Ahora es esa rana que ha besado la princesa y se ha convertido en príncipe. El hombre que ha pasado de una vida tranquila a ser el centro de los focos. Aquel que tendrá que cambiar la fecha de su boda el próximo verano, cuando represente a Inglaterra en la Eurocopa. La planeó cuando era uno de los peores pagados del campeonato. El Chav (golfo, pandillero, pequeño criminal), apodo con el que se le conoce desde las ligas menores por sus orígenes (llevó incluso una pulsera en el tobillo de arresto domiciliario), el joven que a sus 25 años que vio como el primer día de entrenamiento en el Leicester, sus compañeros escondían sus pertenencias (de él) con la máxima seguridad y que hoy enseña al mundo a no rendirse jamás. Una de esas historias que hacen creer que hay algo más ahí fuera y que nunca hay que rendirse.

Un huracán, un torbellino que lleva 15 goles en 16 partidos, que ha marcado en 11 encuentros seguidos rompiendo el récord que hasta entonces tenía el holandés Van Nistelrooy. Vardy es el alma de este Leicester, la bandera. La prolongación de la grada. A base de fútbol, garra y lucha se ha forjado este equipo y en las dos últimas el punta es matrícula de honor. El fútbol, lo técnico y lo bonito, lo que se ve, lo ponen otros como Mahrez y Albrighton. El primero, una de las revelaciones del campeonato. Su zurda no ha pasado desapercibida y convierte los controles más complejos en goles de museo, los regates imposibles en paseos por el parque. Un placer para la vista verle por el campo. Pocos jugadores amenazan más que él hoy en día y siembran el pánico con el balón controlado. Ranieri logra el éxito con jugadores a los que en muchos sitios no se quería. Un Fuchs de lateral izquierdo que llegó libre tras acabar contrato en el Schalke y al que nadie le hacía ofertas, un Robert Huth pasado de rosca al que el Stoke quería dar puerta, un jamaicano Wes Morgan que a los 30 años nunca había jugado en Premier o un Danny Simpson que no era más que un jugador decente en Championship.

Schmeichel / GETTY IMAGES
Todo atado y bien atado por un Kasper Schmeichel que parecía nunca iba a llegar a cumplir las expectativas que en su día había intuido el hijo del bueno de Peter. Y es que hace ya más de una década, un rubio danés imberbe se salía en las categorías inferiores del Manchester City hasta que el apellido le empezó a pesar demasiado y vio como Joe Hart, un año menor, le adelantaba por la derecha sin pisar el freno. Tras varios periplos por las ligas menores y por Escocia, pocos o ninguno tenían ya la esperanza de que el hijo del gran danés lograra convertirse en el portero que parecía prometer cuando sólo era un crío. Ahora, con 29 años, lo ha conseguido. 

El Leicester City es más un grupo que un equipo. Chicos que, en su locura, en la incredulidad en la que viven, pueden salir todos juntos a tomar unas pintas después de un entrenamiento un día y al siguiente aparecer en mitad de Copenhage disfrazados de superhéroes para celebrar la victoria y el liderato tras un partido. Estaban las Tortugas Ninja, un par de Power Rangers, Spiderman o PacMan. Idea de Kramaric, por cierto, punta croata que sólo ha disputado 12 minutos esta campaña. Todos cuentan. Es la fuerza de la unión la que les hace estar donde están, afirman ellos sin pudor.

La plantilla, disfrazada en Copenhage / KRAMARIC INSTAGRAM
Su hazaña es la más compleja de las que se recuerdan. El Leicester quiere escribir las páginas más bonitas de los libros más adorados y grabar con letras de oro su nombre y la temporada 2015/2016 al lado de la Uruguay del Maracanazo, de la remontada del Liverpool en Estambul, de unos griegos románticos que conquistaron Europa sitiando Portugal, de aquel Nottingham Forest que levantó dos Copas de Europa tras venir de la Segunda División o de aquel payaso polaco de nombre impronunciable (Tomaszewski) que hizo llorar a Wembley.

Cada partido será una final. Cada derrota restará más de tres puntos porque el margen de error es muy pequeño. El 'ya caerán' no tiene validez hasta que caigan, pero la probabilidad y la estadística, y sobre todo el nivel técnico de la plantilla, están en contra de los zorros. Las casas de apuestas tampoco lo contemplan, colocándoles como cuartos o quintos favoritos para alzarse con el trofeo, por detrás en algunos casos de un Liverpool al que hoy aventajan en 11 puntos. Es imposible no hacer un paralelismo con el Atlético de Simeone, que con más dosis de coraje, garra y lucha que fútbol, se impuso a dos titanes millonarios que tienen estrellas por suplentes. Ese es el ejemplo y el modelo y, de conseguirlo, la heroicidad del Leicester superaría por goleada al hito de los rojiblancos bajo una misma premisa: partido a partido. Que no hay nada imposible es algo que deben pensar los jugadores cada vez que ven al propio Vardy en cada entrenamiento. Una proeza viviente. La invitación al baile de fin de curso sigue ahí, presente, y aunque las haya más guapas y más bonitas, el Leicester tiene todo el derecho a soñar con ser galardonado con la corona. Nadie podrá arrebatarle eso ya a sus aficionados, que viven en un estado de incredulidad y éxtasis de dimensiones impensables. Obligación a nada, derecho a todo. El fútbol se inventó para cosas como esta. 

Vardy y Mahrez celebran un tanto / GETTY IMAGES

lunes, 7 de diciembre de 2015

El Calcio está de moda, Italia presume de delanteros

Hace ya mucho tiempo que el Calcio dejó de ser vistoso, pero eso está cambiando. Durante años, sólo el Milan pareció dar la talla en las grandes competiciones a excepción de una histórica temporada del Inter de Milán de José Mourinho. El fútbol italiano quedó herido de muerte con el Moggigate cuando la Juventus tuvo que descender de categoría por amaño de partidos y otros tantos equipos transalpinos fueron sancionados. La muerte se certificó hace ya cuatro años, cuando la UEFA notificaba que, por los resultados en las últimas campañas, el Calcio perdía el derecho a una plaza Champions que iba en favor del fútbol alemán. Manda el ranking UEFA, determinado por los resultados de los equipos en los últimos cinco años en competición europea.

Un campeonato asentado en la mediocridad del que se aprovechó la Juventus de Conte primero, y posteriormente de Allegri. Supo entender que ante el mal momento de forma de los dos equipos de Milán (18 títulos cada uno) debía gobernar el campeonato con mano de hierro. Y así lo hizo. Conte armó una máquina perfecta de competir que nunca encontró rival en Italia. En los últimos cuatro años, la Vecchia Signora ha levantado cuatro títulos de Liga, uno de Copa y tres Supercopas del país. Nápoles, Roma y Lazio, animadores del campeonato, nunca encontraron la regularidad necesaria para disputar siquiera un campeonato doméstico. Pero desde el curso pasado algo ha cambiado. El Inter de Milán, con la vuelta de Mancini, ha logrado sentar las bases de un equipo práctico. El mismo estilo que dominó Italia entre 2005 y 2010 (cinco campeonatos seguidos). La Juventus va de menos a más, tras perder a varios de sus jugadores clave, y tras un inicio dubitativo ha cogido carrerilla para lograr situarse en las plazas de honor. No le van mal las cosas a la Fiorentina con la llegada de Sousa. El equipo juega bien, bonito, vistoso. La plantilla es profunda y sólo el baile de rotaciones puede generar algo de desconcierto en algunos partidos. El Nápoles, ya sin Benítez ha soltado los frenos. El equipo juega bien, llega al área rival con comodidad y sólo flaquea en la zaga, cuyos integrantes no dejan de dispararse a sus propios pies. La Roma vuelve a ser atractiva pero se ha encontrado rivales que no esperaba. Las bajas le impiden volar del todo y ese aire de segundón que sobrevuela sobre ellos les penaliza más de lo que debería. 

Todo ha cambiado en Italia, de verdad. Hay vida más allá del Milan, para los que usan a los rossoneri como vara de medir el campeonato. El Calcio, rompiendo estereotipos, fue el campeonato de los cuatro grandes donde más goles se marcaron la temporada pasada: 1024 tantos por los 1005 que vimos en España o los 975 que se marcaron en la Premier en los mismos partidos. Una Premier que, por cierto, ya ve peligrar su cuarta plaza Champions, que iría a parar para la Liga Italiana si todo sigue como hasta ahora. Goles son amores. Y como de dianas vive el fútbol, en el Calcio están algunos de los delanteros más determinantes.

Dybala celebra un tanto contra el Milan / GETTY IMAGES
Enamora Paulo Dybala en Turín. Los 32 millones de euros (más ocho en objetivos) que le costó el fichaje a la Juventus hicieron dudar a todos de que el chico maravilla del Palermo podría coger el testigo del Apache Tévez. 14 jornadas después, nadie tiene una sola pega, y eso que le costó en el arranque. Dybala, que convirtió el primer balón que tocó como bianconero en un trofeo (hizo el tanto que le dio la Supercopa Italiana en su debut), se vio relegado a la suplencia en una dura competencia entre Mandzukic, Morata y Simone Zaza. Ahora, como pareja del croata, la Vecchia Signora rompe moldes. Dybala es bueno, bonito y, como siga así, va a haber sido hasta barato. A sus 22 años, el argentino es un continuo dolor de cabeza para la zaga rival. Dybala no es un llegador ni un rematador al uso, es un segunda línea que disputa todos los balones, que está en contacto con el balón durante todo el encuentro, que se mueve por zonas peligrosas durante los 90 minutos. A los ocho goles que lleva hay que sumarle cuatro asistencias. Precisamente ese fue el hecho que le hizo ser fundamental en el Palermo. No mete todos los goles, no da todas las asistencias, pero siempre es uno de los actores principales en el gol, anotando o fabricando. A su lado juega Mandzukic, que se ha visto favorecido por la movilidad del nuevo ídolo turinés. Combinan, se entienden. Son como el agua y el aceite. Uno rápido, versátil, técnico. Otro lento, estático, de difícil asociación. Pero lo hacen, y lo hacen como nadie. Juventus tiene a su Zipi y Zape y con ellos comienza la remontada.

Higuaín, tras marcar gol / GETTY IMAGES
Vive Gonzalo Higuaín el mejor momento de su vida como futbolista. Con 14 goles en 15 partidos (marca cada 90 minutos), el argentino ha pasado del infierno al cielo. Y hablo de infierno porque el pasado verano bien cerca estuvo de abandonar la disciplina napolitana. Con el equipo fuera de Champions, al ex del Real Madrid le entraron aires de grandeza y se puso en el mercado para decepción (y amenazas) de sus tifossi. Esos no eran los planes del presidente, que fichó a Sarri para construir un equipo en torno a él. Y así ha sido. Ya sin Benítez, el Nápoles respira buen fútbol. El español, peleado con media plantilla, antepuso su orgullo y su ego a una plantilla a la que nunca supo exprimir al máximo, pese a las finales jugadas. Ahora, de la mano de Sarri e Higuaín vuelta también Insigne, en su explosión definitiva y madurez como futbolista. Pero el Pipa es el Pipa, no vamos a descubrirle ahora. Capaz de lo mejor y de lo peor. Anotador de cuatro goles en un partido pero errando el penalti decisivo. Por eso cobra importancia la figura de Insigne, alguien con quien repartirse las responsabilidades. El Nápoles es un serio aspirante al título, a esta pelea tan divertida que tiene pinta de alargarse hasta el final. Si bien no con cinco o seis aspirantes, sí con tres o cuatro. Ojalá. 

Una lucha que, por cierto, lidera el Inter de Milán de Mancini. Un Inter rácano por momentos, brillante en otros muchos. Cimentado en una defensa que casi no recibe goles (curioso que siempre esté en ellas el brasileño Miranda) y con un ataque que optimiza al máximo cada tanto. Porque curiosamente, el líder del Calcio es el que más falto está de dianas (ha ganado ocho de sus 10 partidos por 1-0). El más erróneo de cara a puerta. Los neroazzurri sólo han visto puerta en 18 ocasiones en estos 14 encuentros, cifras que mejoran hasta 10 equipos en el campeonato (del 2º al 9º clasificado, entre otros). Una situación que tiene su origen en el mal momento de forma de Mauro Icardi. Icardi es un estado de ánimo constante. Un jugador que vive en una permanente situación de esquizofrenia, que igual marca tres goles y se encara con la grada. El argentino, a quienes los 22 goles que marcó el año pasado le dieron el galardón de Capocannoniere, se ocupa más de lo que hace fuera del campo que dentro. Y eso se traduce en momentos de bajón y picos de forma, una montaña rusa viviente. Nadie va a poner en duda la calidad del 9 del Inter, pero parece que los elogios recibidos el curso pasado, los trofeos individuales, la mejora de contrato y la capitanía se le han subido a la cabeza. Icardi es uno de los mejores jugadores de la Liga, quizás entre los tres o cuatro más determinantes, pero cuando no hay nadie al mando del cerebro a veces pasan estas cosas. Sólo lleva cuatro goles. Lo peor es que Mancini no le encuentra sitio al lado de Jovetic. El montenegrino, uno de los chicos más talentosos que ha pasado por Italia en la última década, inexplicable que no le dieran oportunidades en Manchester, es el nuevo ídolo de la grada partiendo desde la banda izquierda. La sociedad que iba a formar con el argentino se antojaba terrible. La realidad es que Mancini aún no les ha hecho funcionar en conjunto y sólo brilla el balcánico. Peor para el argentino, el Inter jugó su partido más rico visualmente del año este fin de semana, cuando Icardi no disputó ni un sólo minuto. Luego, encima, le robaron un reloj valorado en 40.000 euros a la salida del estadio. No fue su día y no está contento. Y es una bomba de relojería.
Icardi realiza su celebración favorita tras anotar / AFP
Kalinic, en su presentación / Andi Shtylla
En estado de incredulidad viven en Florencia. La salida de Montella en verano no gustó a casi nadie. Con el italiano el equipo jugaba bien, excelente por momentos. Aunque no se encontraba de igual manera el camino del gol, se había asentado con comodidad entre los cinco primeros, viajando por la Europa League, y se había logrado la regularidad. Con Paulo Sousa la Fiorentina no le teme a nada ni a nadie. Le gana la posesión a cualquier rival y vive los 90 minutos en el área contraria. Y así, los goles acaban llegando. Y eso que Sousa, con una trayectoria como manager extraña, dispar, irregular, fue cuestionado desde el primer día. Al segundo se disiparon las dudas cuando la Fiorentina, en un amistoso de pretemporada, doblegó al Barcelona en un auténtico partidazo de Bernardeschi y repitió días después con el Chelsea. Nadie en el campeonato ha logrado más goles que el equipo viola (30), y eso radica en parte gracias a la aportación de Kalinic, otro que fue discutido a su llegada por su pobre bagaje goleador en cursos anteriores (y porque eso suponía la marcha de Mario Gómez). Pero a sus 27 años el croata vive en un momento dulce, es tercero en la clasificación por el pichichi con nueve tantos y de ser el ejecutor de los penaltis bien podría estar ya a la altura de Higuaín, pues Ilicic ha anotado ya cinco desde los once metros. También aporta asistencias, hasta cinco lleva ya con la camiseta morada y es titular indiscutible para el técnico. Su teórico suplente, Babacar, lleva ya cuatro dianas y anota cada 90 minutos. El gol está de suerte en el Artemio Franchi. Aunque con la profundidad de plantilla y la exigencia de partidos, Sousa ha desquiciado al equipo algo más de lo debido haciendo rotaciones en momentos importantes que han supuesto la pérdida de algunos puntos importantes en la carrera del título. Sea como fuere, la Fiorentina parece clara candidata al título, mantiene una regularidad que no se recuerda en la ciudad desde hace décadas y es siempre superior a su rival. Incluso cuando pierde. Y a ese piropo no puede rehuir Federico Bernardeschi, uno de los más destacados del equipo a sus 21 años y que en un futuro no muy lejano apunta a ser mejor jugador italiano del mundo. Hagan sus apuestas.

Dzeko, con la Roma / www.imagephotoagency.it
No se puede negar que junto a Icardi, la decepción del momento está en Edin Dzeko. Los dos arietes, junto a Higuaín, lideraban en favoritismo en las casas de apuestas para ser máximos artilleros del campeonato, pero de momento sólo el del Nápoles responde a lo esperado. El bosnio no pasa por su mejor momento, igual que una Roma que se ha visto superada por Fiorentina, Nápoles y por el retorno del Inter. No hacen justicia los tres tantos que ha marcado en Liga el ex jugador del Manchester City a su sueldo, pues con 4'5 millones de euros limpios, es el tercer futbolista mejor pagado de la Liga. Influye mucho el estilo de juego del equipo de la capital, con muchos jugadores entrando desde segunda línea, rematando desde atrás, con los extremos jugando por dentro y no por fuera y con la lesión de Salah, su mejor socio en pretemporada y en los primeros compases del curso.

Vive Italia de delanteros. Sonríen Higuaín, Kalinic, Dybala, Éder (10 tantos, segundo en el Pichichi), e incluso Paloschi, aquella eterna promesa del Milan que se ha quedado en jugador cumplidor, aseado, un ariete de equipo de la parte baja de la tabla. También Mandzukic. Sufren Icardi y Luca Toni, vigentes ganadores del máximo goleador de un trofeo compartido, y Morata, relegado al banquillo. En tierra de nadie se queda Bacca quien, con seis dianas, no logra ayudar a despegar a un Milan vive en un estado de letargo profundo. Tocar fondo de manera constante. Crece Italia, crece el Calcio, que rompe estereotipos. Sus equipos juegan bien, llegan los resultados y dentro de poco los reconocimientos. Del hacer de los equipos alemanes e ingleses en Europa se decidirá quién pierde la plaza Champions que cada día parece más cercana a recuperar Italia. Y lo merecen. Nunca estuvo más vivo el Catenaccio.

domingo, 6 de diciembre de 2015

Oblak echa el cerrojo a noviembre, ya empieza con diciembre



Hay que buscar un mote a Jan Oblak ya. No puede ir un tipo como él por la vida sin un sobrenombre que haga justicia a su buen hacer sobre el campo. Iceman, por ejemplo, le vendría como anillo al dedo. Oblak es ese tipo que parece no enterarse absolutamente de qué va la historia, que pasa desapercibido durante 89 de los 90 minutos del partido pero que al final siempre hace justicia a esos 16 millones de euros que invirtieron en él hace año y medio. Oblak ha cerrado el mes de noviembre sin saber lo que es encajar un sólo gol. Un dato que le permite liderar y estar a la cabeza en las estadísticas de todos los grandes cancerberos de las mejores ligas. De momento, tampoco nadie le asusta en diciembre.

Lejos queda ya esa época en la que el Atlético cambiaba cromos en la delantera con un rendimiento superlativo. Esa suerte ahora se ha centrado en la propia portería, que lleva bien cubierta desde la explosión de De Gea en el primer equipo hace cinco años tras una lesión de un Asenjo que, si bien era el mejor proyecto de guardameta nacional, se quedó por el camino. Con la marcha del hoy jugador del Manchester United apareció Courtois, un desconocido pulpo belga que durante tres años multiplicó sus tentáculos para ganar una Liga y una Copa, entre otras cosas, siendo determinante en los partidos decisivos. Enamoró a la plantilla con su simpatía y a la afición con su humanidad y humildad. Aún sigue visitando Madrid cada pocas semanas pese a vivir en Londres. El haber tenido al belga a préstamo es una de las espinitas clavadas que siempre quedará en la Ribera del Manzanares y por eso, en busca de un Courtois propio, el año pasado llegó Oblak, previo pago de 16 millones de euros. Mejor no regatear y que se lo acabe llevando otro.

La puesta en escena del esloveno era la misma que la del belga. Un absoluto desconocido de 21 años que apenas contaba con unos pocos partidos como titular en el Benfica. La cantidad de triquiñuelas entre el Atlético y el club portugués (Pizzi, Salvio, Roberto o Raúl Jiménez) y el alto coste del traspaso, con la posibilidad añadida de que Jorge Mendes hubiera mediado, hacía dudar hasta el menor de los escépticos de que un chanchullo empresarial y nada futbolístico podría estar a la vista. No era así.

Y eso que aquel partido del Pireo que abrió la Champions pasada aún ronda la cabeza de más de uno. Entonces, un Oblak que venía corto de preparación y que había perdido la batalla por la titularidad en detrimento de Moyá por una lesión en la cadera debutó como rojiblanco en un partido que Mitroglou se empeñó en convertir en catástrofe. Se pudo redimir el bueno de Jan en la Copa, alternando exhibiciones con algún que otro patinazo hasta que el nuevo Barcelona del renacido Messi se topó en su camino. Aquel partido supuso el punto de inflexión para el Triplete de Luis Enrique en una Barça que iba a la deriva, directo a estrellarse. Su redención llegó en Champions, ante el Bayer Leverkusen. Una lesión de Moyá le dio la titularidad que ya todo el Vicente Calderón pedía y que Simeone no se atrevía a dar y en sus primeros minutos ganó una tanda de penaltis a los bávaros.

Igual no tengo mucho criterio para analizar porteros y si alguno ha llegado hasta aquí deja de leer en el momento en el que digo que Neuer no sólo no me parece el mejor portero del mundo, sino que ni siquiera le meto en el podio alemán. Creo que Trapp y Leno están bastante por encima y que a Ter Stegen sólo le hacen falta 10-12 partidos seguidos para ser el mejor de todos. Lo que sí que tengo muy claro es que a día de hoy, el más destacado en el panorama mundial es De Gea. No hay nadie a su nivel, y por debajo de él, además de los dos alemanes ya citados, hay una terna con Oblak, Courtois, un renacido Buffon, el infravalorado Joe Hart y Keylor Navas. Bravo me parece cumplidor, eficaz. Apunten a Predrag Rajkovic, por cierto.

El caso es que con un sistema defensivo impoluto, aunque mejorable (Simeone sabe de lo que hablo), el Atlético de Madrid de Jan Oblak es el equipo que menos goles ha recibido en todas las grandes ligas. Sólo seis tantos encajados, dos de ellos de penalti, por los los ocho que han recibido PSG y Bayern, los nueve de Inter y Nápoles y los 10 del Manchester United. 12 el Real Madrid, 13 el Barcelona. Son seis también los encuentros que lleva consecutivos sin recibir un tanto el esloveno. El último en conseguirlo, Lucas Pérez, tras un error bochornoso de Giménez ante el que nada podía haber hecho. 553 minutos sin recoger un balón de su red desde entonces. Suma y sigue. Normal que suene el 'Obi, Oblak, cada día te quiero más' cada jornada. No tan habitual es que se anime a cantarlo el narrador de BeIN Sport Francia en pleno directo, como hizo en el duelo de Champions ante el Galatasaray entre risas de su compañero.

Esta temporada suma 13 partidos imbatido, dejando la portería a cero. Cifras que sólo Kevin Trapp supera. El alemán lleva 14, aunque el esloveno ha jugado 19 encuentros por 22 del jugador del PSG. A este ritmo, fácilmente superable. Encaja menos de un gol cada dos partidos desde que debutó y en la Liga sólo ha recibido 12 goles en los 25 partidos jugados

Oblak parece que no está, pero está. Equipos como el Espanyol, que no pisaron siquiera el área rojiblanca, ayudan a mantener la estadística en todo lo alto. Otros como la Real Sociedad, el Betis o el Granada, que llegan dos veces con ocasiones manifiestas de gol que el esloveno, frío, sin tocar un balón en todo el partido, espanta con aplomo. Mucho mejor que esos porteros que necesitan de paradas y paradas para entrar en calor y dar la talla. Oblak da seguridad por arriba y es un portero colosal en el mano a mano. Que le pregunten a Gareth Bale. Que llega a las esquinas más escondidas de su portería lo saben los rivales, a quienes se les empequeñece la potería cuando el esloveno sale a tapar. El último Zamora rojiblanco fue Courtois, que llegó acompañado de un título liguero. Nadie parece hacerle sombra a Oblak en la lucha por el trofeo individual. 

miércoles, 25 de noviembre de 2015

Juninho Paulista, cuando el balón sonreía

Edmundo (I), Juninho y Ronaldo (D) en Wembley, en 1995 / GETTY IMAGES
Crecí contemplando un póster a tamaño real (tampoco era muy grande, la verdad) de Juninho Paulista que escondía una de las paredes laterales de mi antigua habitación. Su disposición era tal que cuando abría el armario para coger alguna camiseta, su imagen desaparecía por momentos. No me gustaba abrir ese armario, lo reconozco. Decían los que jugaban con él, que cuando Juninho tocaba la pelota, ésta sonreía, enamorada de la dulzura y el mimo con la que el paulista le trataba.

Oswaldo Giroldo Junior (Sao Paulo, 1973), como se llamaba, como figuraba en el reverso de los cromos que coleccionaba y como mi hermana y yo, que entonces jugábamos a aprendernos los nombres de los jugadores y su dorsal, le llamábamos. Aunque el mundo entero le conocía por Juninho en sus inicios como jugador. Más tarde, por la condición de haber salido de Sao Paulo y por la existencia coetánea de otro Junior que se hacía llamar Juninho Pernambucano, el de mi póster añadió 'Paulista' como su apellido ficticio para darse a conocer al mundo entero con su verdadero nombre artístico: Juninho Paulista.

Juninho nunca llegó a ser ese jugador para el que no había techo que apuntaba a ser tras una gravísima lesión sufrida en 1998, cuando militaba en las filas del Atlético de Madrid. Una entrada criminal de Míchel Salgado, entonces en el Celta de Vigo, le rompió el peroné y los ligamentos del tobillo de la pierna izquierda y marcó un punto de inflexión negativa en su carrera.

Juninho, en su debut con el Sao Paulo / SAO PAULO
Pero vayamos por partes. Con 19 años, una edad bastante tardía si lo comparamos con la actualidad, el modesto Ituano, el equipo de su municipio y que se ha batido siempre entre la tercera y la cuarta división del fútbol brasileño, realizó un papel notable en el Campeonato Paulista gracias a que en sus filas jugaba un extraordinario jugador de sólo 1'65 metros de altura. Sí, Juninho. Su buen hacer bien le valió un fichaje por el Sao Paulo, uno de los mejores equipos brasileños del momento, y pudo jugar en la Serie A a los 20 años. Su tarea no era fácil, pues debía hacer olvidar al magnífico Raí, que acababa de hacer las maletas para enrolarse en las filas del Paris Saint Germain, donde acabaría siendo una estrella. Con él siempre como titular en la mediapunta gracias a la confianza del técnico Telé, el Sao Paulo pudo revalidar la Copa Libertadores y se alzó también con la Copa Sudamericana y la Copa Intercontinental, doblegando en esta última al poderoso Milan de Fabio Capello.

Juninho, en los JJOO 96' / GETTY
El 22 de febrero de 1995, el día que cumplía 22 años, el histórico Mario Zagallo le hizo debutar con la selección absoluta como titular ante Eslovaquia en un encuentro amistoso. Aquel día no marcó, pero dio cuatro asistencias en la victoria por 5-0. Con el 9 a la espalda, compartiendo delantera con Bebeto y alineación con otros como Cafú, Branco, Taffarel, Aldair o Dunga, Juninho ya nunca abandonaría la verdeamarela. Con motivo de su destape mundial, ese mismo verano, un histórico inglés como el Middlesbrough desembolsó cerca de seis millones de euros para hacerse con sus servicios. En el Boro militaría dos campañas y realmente sería ahí, en la Premier League, donde se haría adulto y se terminaría de forjar como jugador. En un juego tan duro, a veces violento, donde los defensas llevan en el ADN el 'o pasa el balón o pasa el jugador', Juninho, menudo, con apariencia de débil, aprovechó su buen tren inferior y de su desventaja física sacó una virtud: ser más listo que el rival. Con su velocidad de piernas, sobre todo de arranque, no importaba que el brasileño, que jugaba como segundo delantero, fuera frágil en el aspecto físico y su estrategia era no usarlo. Se despegaba siempre del rival, buscaba el regate, la imaginación, la velocidad que le caracterizaba para, una vez controlada la pelota, ser imparable. Entre medias de ese primer año y el segundo, en el verano de 1996, voló a Atlanta para jugar con la selección brasileña el torneo de fútbol de los Juegos Olímpicos. Allí, con compañeros de la talla de Rivaldo, Ronaldo, Flavio Conciençao o Bebeto, logró la medalla de bronce. Las marcas se peleaban por él y fue Nike quien consiguió su imagen, haciendo de él una estrella mediática.

Juninho, con el Middlesborugh / GETTY IMAGES
Tras un primer año de adaptación, que fue muy bueno, con el equipo en mitad de tabla todo el curso, en su segunda campaña destapó el frasco de las esencias, si bien fue un año para olvidar para el club del noreste de Inglaterra por el destino final, aunque a nivel de resultados la campaña hubiera sido de las más exitosas de la entidad. Y es que el Boro descendió a Segunda División en la última jornada y perdió la final de la FA Cup y de la Capital One Cup, la última incluso en un replay. Ravanelli y Juninho se entendieron a las mil maravillas y formaron una delantera letal que no pudo salvar del caos al Middlesbrough y el brasileño, que marcó 13 tantos en la competición doméstica, se llevó el premio al mejor jugador de la temporada, un galardón que a día de hoy han conquistado algunos futbolistas como Shearer, Owen, Vieira, Bale, Hazard, Rooney, Henry o Van Nistelrooy, Cristiano Ronaldo, Lampard o Luis Suárez. Además, es el único jugador que lo ha alzado en la misma temporada en la que su equipo desciende de categoría.

Juninho, con Kiko y Vieri en el Atlético
Como la 1997/98 era una temporada crucial para el Mundial de 1998 de Francia, Juninho emigró en busca de minutos de calidad para no quedarse atrás en la lucha por un puesto con la selección y su destino fue España. Aterrizó en el Atlético de Madrid, petición expresa de Radomir Antic. El Atlético, que había conquistado el doblete de Liga y Copa un par de campañas antes, se adelantó a clubes como Real Madrid, Barcelona o Milan (en palabras del propio Jesús Gil) y se hizo con los servicios del sudamericano por una cifra cercana a los 15 millones de euros. El interés mostrado por el técnico balcánico (quien sólo había sido más insistente con Pantic dos años antes que con Juninho) sedujo mucho al brasileño, que se convirtió en uno de los jugadores más caros en llegar al equipo de la capital y aterrizó en España al lado de Vieri. Juninho jugó como enganche en un esquema en rombo por detrás del propio italiano y de Kiko, a quien cataloga como "uno de los jugadores con más calidad del momento". Su puesta de largo no pudo ser mejor y a los 15 minutos de debutar ya había marcado. Para más inri, la víctima había sido el Real Madrid en el partido inaugural de la temporada. Se metió a la afición en el bolsillo. El Atlético logró engrasar la máquina tras un inicio dubitativo y al inicio de la segunda vuelta ya había remontado hasta la cuarta plaza, a sólo siete puntos del Barcelona, líder. Los siete meses de Juninho como rojiblanco invitaban a pensar que, de la mano de uno de los mejores talentos del mundo, volverían los títulos al Manzanares. El 1 de febrero de 1998 el equipo colchonero visitaba Vigo, se medía a un Celta que disfrutaba de jugadores como Dutruel, Mostovoi o Karpin. Pero también estaba Michel Salgado...

Con 1-1 en el marcador y en el ecuador de la segunda parte, Juninho realizó la internada más cara de su vida. Como solía hacer él, entrando desde atrás sorprendiendo, aprovechando los espacios libres, los huecos, con una velocidad inalcanzable para las defensas rivales. Juninho se coló entre la zaga, condujo el balón como un rayo hasta la portería del Celta y cuando estaba cerca de marcar, Michel Salgado, sin posibilidad alguna de jugar el balón, le destrozó la pierna izquierda: Rotura del peroné y rotos todos los ligamentos del tobillo izquierdo. Y ahí se acabó la historia estelar de Juninho, que dejó de ser un jugador superlativo para, una vez recuperado, convertirse en un mortal con tendencia a las lesiones. Un jugador de cristal. El colegiado no señaló ni falta (aunque a instancias de su linier posteriormente sí lo hizo), pero lo que más molestó al brasileño fue la actitud de Salgado, que se levantó diciendo que había tocado el balón. (Advertencia, el vídeo puede herir la sensibilidad). 


"Estaba en el mejor momento de mi carrera (era el mediapunta titular de la selección brasileña, portador del histórico número 10) hasta esa entrada desleal. El balón lo tenía muy lejos, no tenía intención de ir a por él. Es un buen jugador, le he visto varias veces, pero es violento. Siempre lo ha sido. Para mí fue muy doloroso, truncó parte de mi carrera", admite, y añade que nunca podrá perdonar a Salgado. "En ese momento no quería saber nada de él, no quise aceptar sus disculpas. Esa lesión terminó con mi etapa en el Atlético". Un Salgado que, en realidad, nunca se pudo disculpar, Juninho no le dejó. "He llamado a Juninho para disculparme, no para arrepentirme porque no tengo que hacerlo. Pero no se ha querido poner", afirmó el defensa. En aquel momento, lo que más preocupaba al brasileño era el Mundial. Cuando el Doctor Villalón lo llevó a los vestuarios, lo único que salía de la boca de Juninho era: "Doctor, ¿y el Mundial?". Las primeras exploraciones indicaban que tardaría cinco meses en recuperarse y que, obviamente, se perdería la cita internacional. Cuando le comunicaron que había que operar, no logró mantenerse firme y, ya ingresado en un hospital, junto a su padre, rompió a llorar. La primera noche de muchas en soledad, tristeza, melancolía y lágrimas. Sabedor de lo que pudo ser y no fue. "No quiero hablar sobre la jugada. Si lo hago diría cosas que no iban a gustar a Michel", señaló justo nada más salir del quirófano, preguntado por los medios.

Desde el Atlético, en cambio, no se entendía que el colegiado no hubiera amonestado a Michel Salgado. "Alguien me tendrá que explicar cómo tengo un jugador con la pierna rota", puso leña al fuego un enfadado Radormir Antic. El Comité de Competición entró de oficio y con carácter excepcional, suspendió al jugador durante cuatro jornadas. La decisión no fue bien acogida en Vigo y desde el club se instó a la afición a realizar una manifestación para luchar por eso que consideraban como injusto. El Comité de Apelación le retiró la sanción, y a Salgado le salió bien barato acabar con la carrera de un jugador. "Mi sensación es la de un hombre al que se le ha hecho justicia. Se ha demostrado que yo tenía razón. Esto es fútbol, unas veces uno se lesiona y otras no", argumentó Salgado tras conocer su indulto.

Juninho, apartado en el Cerro del Espino / MARCA
Volvió a los seis meses y en su puesta en escena, en un partido de pretemporada contra el Chelsea, anotó dos goles en la goleada (4-0) ante los londinenses. Por un momento, pareció como si nunca se hubiera ido, como si esos seis meses de terror nunca hubieran existido. La realidad era bien distinta. Y es que Radomir Antic ya no seguía como entrenador del Atlético, Vieri se había esfumado y Kiko, que se rompió los dos tobillos, no pudo jugar más que 10 partidos en todo el año. Arrigo Sacchi era el nuevo técnico y desde el primer día su mala relación fue notoria. A Sacchi, ultradefensivo, no le gustaba la alegría de Juninho ni su concepto del fútbol. Más de un entrenamiento y de dos acabó apartado, aunque terminaba recurriendo a él por falta de efectivos. El brasileño acabó con ocho tantos en Liga, sólo a uno de Jose Mari, que fue máximo goleador aquella temporada y deleitó con jugadas de calidad como esta que hoy conocemos como Joaquininha. Juninho fue pionero en ejecutarla en nuestro fútbol.

Tras decirle que no tenía ritmo para el fútbol europeo, que era blando y que nunca se adaptaría al fútbol español, Sacchi le puso en el mercado invernal. Cerca estuvo el Aston Villa de ficharlo, pero el jugador decidió permanecer en el Atlético. Los rojiblancos no estaban pasando un buen momento, Sacchi estaba en el alambre y con un cambio de entrenador (que se produjo nada más cerrarse el mercado invernal) podría tener una oportunidad de volver a brillar en un fútbol más adecuado al suyo. Primero Carlos Aguiar y luego la vuelta de Antic, Juninho volvió poco a poco a sentirse futbolista en esquemas más a su antojo. El balcánico logró salvar la categoría de un Atlético que ya estaba gestando su descenso a Segunda, que no tardaría en producirse. No contentos con el hacer de Sacchi, los rojiblancos contrataron a Ranieri en la 1999-2000. Más de lo mismo. Lo primero que hizo el italiano nada más llegar fue declarar transferible al brasileño, que se acabó marchando cedido al Vasco de Gama en su país. Le había entrado morriña. "En el Vasco recuperé todo el tiempo perdido. Volví a ser importante en mi país y regresé a la selección".

El Atlético, por su parte, descendió a Segunda y, aunque él se ofreció a jugar en el infierno, la idea del club seguía siendo la de hacer caja con él y liberarse de las fichas más altas. El Flamengo se interesó por él, pero a última hora el Middlesbrough consiguió hacerse con sus servicios para que volviera a la Premier League. Era año de Mundial, nuevamente, y aunque había desaparecido de la primera plana mundial, Scolari no se olvidó de él cuando confeccionó su lista para la cita de Corea y Japón. Había sido el jugador que había marcado las diferencias en años anteriores y, aunque otros talentos de su generación como Rivaldo o Ronaldo estaban por delante, Felipao le quiso brindar la oportunidad de jugar el Mundial del que le habían privado cuatro años antes.

Juninho y Ronaldo en el Mundial
2002 de Corea y Japón / GETTY
Con 29 años, aunque ya visiblemente cascado físicamente, Juninho fue un jugador fundamental en aquella Copa del Mundo, la última conquistada por Brasil. Titular en los cuatro primeros partidos (tres de grupo y los octavos de final) y con minutos en la final, jugó en el doble pivote junto a Gilberto Silva. "No jugaba en mi posición, no brillaba, pero yo lo que quería era ayudar". Tras su coronación, varios equipos quisieron contratarle, aunque por su cabeza, hasta que no le dijeran lo contrario, pasaba seguir siendo jugador del Atlético. "Si al Atlético le interesa la vuelta de Juninho, a él también le interesa volver", señalaba su padre y representante. "A él siempre le gustó el equipo, pero por una determinada situación se vio forzado a salir", añadía. No obstante, el club rojiblanco, recién retornado a Primera, decidió hacer caja con él y prescindir de la que era ficha más elevada de la plantilla. Retornó al Middlesbrough por tercera vez, donde estuvo una campaña con sabor agridulce, pues una grave lesión se volvió a topar en su camino. Nada más comenzar la pretemporada, se rompió el ligamento cruzado de su rodilla. Fue la segunda lesión grave de su carrera. Con 31 años se mudó a Escocia para heredar el 7 de Henrik Larsosn en el Celtic de Glasgow. Estaba comenzando el fin de su época como futbolista. Dos años más en Brasil (en Palmeiras) como antesala del fútbol exótico. Se marchó a Sydney con 34 años. Su calidad le daba de sobra para ser el mejor jugador de la Liga, pero su físico le dijo basta.

Decidió entonces dejarlo y volver a Ituano, a presidir el equipo donde todo había empezado 15 años atrás. El mal hacer del equipo y la poca profundidad de plantilla hicieron que en 2010, ya con 38 años, decidiera calzarse las botas por última vez. Alternó la administración con el césped y se convirtió en presidente-jugador para disputar el Campeonato Paulista de ese año. En la última jornada, con todo casi perdido, el Ituano debía ganar a la Portuguesa a domicilio para lograr la permanencia. Tras irse al descanso perdiendo 2-0, en la segunda mitad los chicos de Juninho le dieron la vuelta al marcador logrando el objetivo. Y así, sin más, pasaron por delante casi 20 años de su vida como futbolista. Un jugador de otra época, de otra galaxia. Que vivió del éxito en su juventud, que llevaba con orgullo la camiseta número 10 de Brasil, el jugador llamado a liderar a la verdeamarela en el Mundial de Francia, aquel que pelearía por Balones de Oro y de cuyo techo no se tenía constancia. El mismo que desapareció una fatídica tarde en Vigo por una grave lesión. No recuerdo a nadie que de verdad viera jugar a Juninho y que no le considerase como uno de los mejores jugadores de la época. Salvo Sacchi, claro.

domingo, 22 de noviembre de 2015

El 4-3-3 no se negocia


Igual que el esfuerzo, el 4-3-3 debería ser innegociable para este Atlético de Simeone. Lleva años ya el argentino intentando confeccionar un sistema que nunca ha terminado de cuajar, por unas cosas o por otras. El fracaso de Cerci y el descubrimiento de Griezmann como cazagoles jugando dentro del área echaron para atrás esa primera idea del Cholo para un juego más de posesión y más estructurado en defensa del que viene practicando el equipo meses atrás. Arda Turan era el único escollo para ese cambio de sistema y sin el turco en el equipo, que habría sido el más perjudicado, parece incomprensible que no se termine por jugar así de una vez por todas. 

Ante el Betis al fin se volvió a ver un trivote conductor de juego y dos alas bien abiertas para volar al contragolpe, y eso ya no debe cambiar. La nueva táctica permite brillar a Yannick Carrasco, bien pegado a la cal, más liberado de tareas defensivas, arropado por esa linea de medios y dedicarse a correr hacia arriba, como le gusta, donde hace daño. Buen refuerzo este dorsal 21. El desparpajo hecho persona. Mitad belga, mitad andaluz, cual superhéroe. No se veía un desborde tan eficaz como sencillo desde Simao. Podemos ver también a Tiago incrustado entre Koke y Gabi, que le escoltan, le ponen la alfombra roja que se merece. Koke, por cierto, es probablemente el jugador más beneficiado de este nuevo sistema. Centra su posición, entra más en contacto con el balón, posee libertad para moverse con la pelota, se asocia en corto, en largo y sale de la banda en la que, pese a jugar más adelantado, no es tan determinante y pasa más desapercibido desde que no tiene a Diego Costa al lado.

Es una pena que el gol del Atlético ante el Betis llegase tan pronto. Por aquello de que los equipos, salvo en casos contados, suelen guardar más cuando se ponen por delante. Ya no es que quieran ellos, sino que el rival también juega y ha de dar un paso al frente. Parece bastante claro que Simeone ha tardado en ejecutar ese cambio de pizarra porque los automatismos del 4-3-3 aún no están aprendidos. El equipo se pierde a la hora del repliegue en algunas acciones puntuales, quedan huecos libres y el balance, a veces, tiene algunas grietas lógicas tras el repentino cambio de sistema de años y años. Cuestión de perfeccionarlo cada mañana. Lo que no se puede negar es que en ataque se da otro aire. La movilidad, la alegría que se impregna en el juego, el continuo baile de posiciones, la asociación de los pequeños y los jugones. Hasta Torres, que llevaba jornadas perdido, se sintió cómodo jugando arriba, como único punta entre dos centrales, como ha hecho toda su vida a nivel de clubes.

Este 4-3-3, a veces 4-5-1 en el repliegue o 4-1-4-1, no se debe cambiar nunca más, salvo partidos escasos donde se deba buscar más solidez a sabiendas de que no se va a ser dueño del balón. Salvo momentos puntuales de un partido donde haya que hacer algún ajuste. No sufrió el Atlético al final, por mucho que digan, pese a que el Betis apretara en los últimos minutos más con orgullo que con fútbol. De un partido que debía haber estado sentenciado en la primera hora y donde el equipo local se pudo ir con tres o cuatro goles de diferencia sin casi darse cuenta. Y este es el camino a seguir. Lo agradecerán los laterales, que se pueden seguir sumando al ataque como hasta ahora con más paciencia. Lo agradecerán los medios. Tiago reparte su tarea defensiva y Koke crece de forma exponencial. Lo harán también Kranevitter, cuando llegue, y Saúl, cuando vaya entrando. Lo agradecerá Carrasco, y también Griezmann. El paso ahora es encontrar aquel que se encargue de hacer los goles. Jackson no está, tampoco se le espera. Torres busca su gol número 100 desde hace meses y Vietto, a quien sería injusto juzgar por su apendicitis (yo sé lo que es eso), tiene que subirse al tren cuanto antes. O hacerse una transfusión de sangre. O las dos, mejor. 

Tiago, como el buen vino
Vale, no entiendo de vinos. Lo reconozco. Pero 1981 debió ser una cosecha buenísima. A sus 34 años, Tiago está en el mejor momento de su carrera. Quién lo iba a decir hace sólo un par de años. Al menos por su condición física. Ese jugador que se perdió 30 partidos por lesiones (salvo una grave por una entrada en un duelo contra el Almería, todas musculares) y tenía que ser sustituido en el último tercio del partido porque no podía con las botas. Se repetía esa imagen del portugués acalambrado, con las medias por los tobillos, sentado en el reposapies de los banquillos. Quién iba a imaginar que ahora, que va a terminar la temporada con 35 años y ha decidido por voluntad propia volver a la selección, donde es indiscutible, que podría ser titular en cualquier equipo del mundo, y en el que no, sería por inexistencia de meritocracia. Si Tiago hubiera sido jugador de fútbol americano, habría sido el quarterback perfecto. Coloca, manda, distribuye. Pasa en largo, pasa en corto. Para la jugada, reajusta y la vuelve a dar continuidad. Si Tiago hubiese elegido el voleibol, habría sido el perfecto colocador. Es el que va distinto al resto, el que tiene la cabeza levantada, el que maneja, el que grita, el que da el último pase. Si Tiago hubiera cogido el balón ovalado del rugby, habría sido el apertura. Aquel que saca el balón del barro para dar de comer a sus delanteros, el que ajusta, el meticuloso. Pero es jugador de fútbol, y es el pivote que sostiene a un equipo entero.

La defensa de la 13/14
Fue el campeón de Liga, sí. Por momentos, ante el Betis, se vio a ese equipo perro de presa en defensa, en la presión, que comandaba un intimidante Diego Costa. Así llegó el tanto, con hasta cuatro jugadores presionando la salida de balón de un Xavi Torres que, hubiera hecho lo que hubiera hecho, habría perdido la posesión. El equipo en el que Carrasco, extremo izquierdo, baja al córner derecho a rebañar un balón. En el que Tiago, Koke y Gabi se pelean en la misma jugada por recuperar la pelota. Aquella máquina perfecta de defender que hace dos años conquistó la Liga y se quedó a dos minutos reinar en Europa que Simeone, poco a poco, quiere volver a engrasar.

sábado, 21 de noviembre de 2015

Andrija Zivkovic, la calma antes de la tempestad

Zivkovic, con el Partizán / GETTY IMAGES
A pocos jugadores tengo más ganas de ver en el fútbol europeo de primer nivel que a Andrija Zivkovic (19, Serbia). Si le tengo fe a alguno de los juveniles chicos que en unos años deberán maravillar al mundo entero en la Champions League es al jugador serbio del Partizán de Belgrado. A sus 19 años, este extremo zurdo, pero que prefiere jugar por la derecha, está sonando y resonando por toda Europa para enrolarse en las filas de equipos de postín.

Recuerdo la primera vez que oí hablar de él. Fue hace exactamente dos años, a finales de 2013, cuando debutó con la selección en un partido amistoso contra Japón que sirvió como homenaje para la despedida de un viejo rockero como Dejan Stankovic. Se convirtió entonces, a sus 17 años y 93 días, en el jugador más joven que jamás había jugado con la absoluta Serbia. Un récord que parece, permanecerá durante años. 

Sólo unos meses después estallaba en el país balcánico el llamado 'Asunto Zivkovic', bautizado así por el propio Veljko Paunovic, entrenador de las categorías inferiores de la selección Serbia. Y es que en plena celebración de la Eurocopa Sub19 de 2014 en Hungría, con Serbia en las semifinales, el Partizán llamó a su jugador para que hiciera las maletas en pleno torneo y volviera a casa para jugar la ronda previa de la Champions ante el sorprendente Ludogorets. Se armó el taco, con la FIFA reclamando la presencia del jugador hasta el final del torneo, con el club serbio aireando un contrato por el cual se había fijado que el jugador debería volver, con Paunovic siendo bombardeado a preguntas en cada rueda de prensa y con el propio Zivkovic, que guardó silencio, en la encrucijada de decidir entre el equipo que le pagaba y le daría a conocer o en negarse y jugar un torneo que nunca más tendría posibilidad de disfrutar. 

Zivkovic en el debut con Serbia / FIFA
Al final perdieron todos. Serbia cayó en semifinales en el primer encuentro sin su chico maravilla, el Partizán no pasó a la fase de grupos de Champions y las relaciones entre el club y la federación se enturbiaron. ¿Tan importante era para el Partizán un chico de sólo 17 años? Sí. Rotundamente sí. De hecho, unos meses antes de todo este sainete, el club serbio ya le había otorgado el brazalete de capitán cuando sólo contaba con 17 años y ocho meses. Otra vez más, el jugador más joven en la historia en conseguir tal honor. 

Su progresión en 2015 está siendo meteórica y es entonces cuando se ha dejado de ver una promesa para empezar a observar que ya es una realidad. Zivkovic es un jugador de banda derecha, aunque zurdo. Lleva el balón siempre cosido al pie, su velocidad y cambio de ritmo son algunos de sus puntos más fuertes. Es capaz de frenar en seco para volver a arrancar o partir desde cero y coger rápido una velocidad de crucero que no pierde en los primeros metros, sino que mantiene. Su disparo con la zurda es potente y colocado y sabe llegar bien al área. De hecho, este curso se ha destapado como goleador, una faceta totalmente desconocida hasta ahora, y desde que empezó el campeonato en septiembre lleva ya nueve goles y siete asistencias. Es difícil verle en el campeonato nacional, pero está siendo una de las revelaciones de la Europa League (comparte grupo con el Athletic). 

Se hizo mayor en Nueva Zelanda un par de meses antes de comenzar la temporada cuando, ahora sí, le dejaron jugar el Mundial Sub20 completo con Serbia. Llama la atención su ausencia en el podio de galardonados, porque no suele ser común que el mejor jugador del equipo campeón se vaya a casa sin premios individuales. Quiso premiar la organización el exotismo de Adama Traoré al llevar a Malí tan lejos; el liderazgo de un Danilo Barbosa que llevó a Brasil a la final pese a jugar con un elenco de incompetentes; y el trabajo y la constancia de un Milinkovic-Savic que fue un sobresaliente durante todo el torneo. Pero se olvidó del mejor, del que puso los quilates, del que realmente condujo a Serbia a lograr su primer título internacional, quizás porque se llevó a casa el premio al mejor gol del torneo y así no se iba de vacío. Fue un gran error. 

Pero en el torneo vimos otra faceta del serbio, una totalmente desconocida. Fue ante Uruguay, el que quizás fuera uno de sus mejores partidos en la cita, pese a irse derrotado. Vimos a Zivkovic fuera de un entorno eléctrico, sin espacios, sin tiempo para ejecutar, siempre con dos o tres rivales encima. Y lo que se vio fue la capacidad de un superclase, de un talento innato nacido por y para esto. Ante la falta de espacios, se decidió a buscarlos él. Bajó a recibir, combinó al primer toque, intentó que el balón fluyese lo más rápido posible. Descosió por completo a la zaga de los charrúas. Puso pases milimétricos, con precisión de cirujano, a sus delanteros. 

Hasta sus andares, su expresión corporal, te dice la primera vez que le ves que es un jugador diferente. No le hace falta tocar el balón para enseñarle al rival que está por encima de él. Zivkovic es disciplinado y trabajador sin balón, aunque parece más bien apático, sereno, calmado. Hasta que se hace con él, entonces se convierte en un torbellino, revoluciona la jugada, el partido, coge desprevenidos a rivales que piensan que todo ha pasado para entonces azotarlos con un cambio de ritmo, un caracoleo o un recorte. Hasta que decide o bien terminar la jugada, ya sea en forma de tiro o de asistencia con esa visión particular que Dios le ha dado, o bien frenar otra vez para volver a empezar. 

"Es increíble lo que Zivković puede hacer en su carrera con su habilidad técnica. Él es un gran jugador cuando tiene el balón y posee un remate fuerte y preciso. Con Zivković en tu línea de ataque, puedes esperar cualquier cosa. También, aunque es joven, nunca descuida sus tareas defensivas, una faceta en la que es igual de impresionante", dice de él Radovan Curcic, actual seleccionador serbio. Más escueto y directo es Mihajlovic, el hombre que le hizo debutar. "Este niño va a ser muy bueno"

El caso es que Zivkovic termina contrato el próximo 30 de junio y a partir del 31 de diciembre cualquier club del mundo puede negociar con él para ficharle sin pagar ni un sólo euro. Y pocas novias no le han faltado desde que debutó. Jovica Zivkovic, su padre y agente, ya confirmó en verano que jugaría todo 2015 en el Partizán por decisión propia tras rechazar ofertas en firme del Benfica, del Saint Etienne y del Chelsea (que sólo unos meses antes había sacado de allí a Danilo Pantic), así como propuestas informales de Celta, Sevilla, Valencia o Atlético de Madrid. Aunque no es seguro que cumpla su compromiso total en Serbia hasta final de temporada. El Partizán, dado que no parece que se vaya a extender el contrato, no descarta hacer algo de caja con él en este enero. Su presidente, eso sí, se enorgullecía meses atrás nombrando a todos los equipos a los que había dado el portazo cuando venían a por el jugador. El asunto ahora ha cambiado mediante fondos de inversión y es que la propiedad del jugador ya no es sólo del Partizán, que posee sólo el 25%. Su padre y representante, Jovica Zivkovic tiene otro 25% de su pase mientras que el 50% restante está en manos del agente Pini Zahavi y su fondo de inversión.

El Benfica ha vuelto a la carga y en los últimos meses se daba por seguro su fichaje. Ahora, el Atlético de Madrid ha preguntado por él de una forma más firme y Veljko Paunovic, que pudo haber entregado varios informes al club rojiblanco sobre alguno de sus chicos, es su máximo valedor y podría ejercer de consejero. No son los únicos y desde Inglaterra se asegura que Arsenal y Tottenham (en cuyo filial juega Veljkovic, gran amigo de Andrija) ya están en negociaciones por él. Europa entera quiere a Zivkovic. Él lo tiene claro: "Quiero mantener los pies en el suelo. Escucho todo lo que me dice todo el mundo, pero sé muy bien que todavía tengo que trabajar muy duro y seguir creciendo. La única forma en la que puedo hacer esto es ir paso a paso. Espero poder triunfar con la selección absoluta como he hecho en las categorías inferiores. Mi sueño es seguir mejorando y un día llegar a ser uno de los mejores jugadores".

miércoles, 11 de noviembre de 2015

Eurocopa 2016: La gran oportunidad de Francia



Disputar una Eurocopa en tu propia casa es algo que, con suerte, sucede una vez en la vida. Hacerlo en un momento de forma, con una generación envidiable y una mezcla de veteranía, juventud y ganas, es algo que sucede una vez cada 100 años y no se puede dejar escapar esa oportunidad. Ahora la tiene Francia, cuartofinalista del pasado Mundial, eliminada por la mínima por una Alemania que a la postre se alzaría con el cetro internacional. Llama un poco la atención que en las casas de apuestas que, a noviembre de 2015, se coloque a los galos como principales favoritos a la par con los teutones para hacerse con la Eurocopa. Y es aunque los últimos resultados no invitan a pensar en que Francia tenga posibilidad alguna, pues muy lejos queda ya aquel subcampeonato mundial de 2006, los próximos anfitriones han madurado y evolucionado, y ahora lo tendrán todo de cara. Además, pueden presumir de haber conquistado los dos torneos que han celebrado, tanto la Eurocopa en 1984 como el Mundial en 1998, un factor más para pensar en su optimismo.

En 2008 el ridículo fue mayúsculo, cayendo en la fase de grupos con una generación ya pasada de rosca en una situación que se puede comparar a lo que le sucedió a España en Brasil el pasado verano. Luego, en 2010, llegó el famoso motín del vestuario, con la plantilla dividida, jugadores apartados, otros confesores del cuerpo técnico, diferencias raciales. Todo un mejunje que obligó a una limpia necesaria, a un partir de cero que ha llevado a los franceses a estar al nivel al que hoy juegan. Como mala suerte puede clasificarse que en 2012 se cruzaran con España y en 2014 con Alemania, que entonces no dejaban títeres con cabeza. 

Desde que Didier Deschamps (campeón del Mundial 1998 y la Eurocopa 2000) cogiera el equipo en verano de 2012 su hacer ha sido impecable. A la plantilla que dejó Blanc hay que sumar todos los talentos que han ido saliendo en los últimos años de la Clairefontaine, la residencia de los bleus desde que son unos críos. No en vano, Francia se coronó como campeona del Mundial Sub20 de 2013 con jugadores como Pogba, Zouma, Digne, Kondogbia o Thauvin, y sólo dos años antes se quedó en semifinales del mismo torneo con la ayuda de Griezmann, Lacazzette o Coquelin. 

Lloris, capitán de Francia / REUTERS
Y es que estar en la lista de los 23 elegidos para la Eurocopa no va a ser sencillo. Prácticamente nadie tiene el puesto asegurado y, salvo Nasri, con quien no va el asunto, por delante queda un sprint de más de seis meses para no quedarse cortado y no ver el torneo desde el sofá. Sólo Hugo Llorís, capitán, líder, santo y seña de la portería, puede dormir más o menos tranquilo con la tranquilidad de que el dorsal número uno es suyo.

La Francia de Deschamps es una Francia de toque, de armonía, uno de los equipos más elegantes con la pelota, muy versátil y también muy vertical. Dispone sobre el campo un 4-3-3 que va mutando gracias al buen acople de los jugadores. El aspecto defensivo es el punto más débil y no sólo por la línea de la zaga, que es algo endeble y, más que nada, inexperta, sino porque es un conjunto acostumbrado a la pelota, pero no es dominador de la posesión como puedan ser Alemania o España y atrás, concede. 

Probablemente el lateral derecho sea el puesto más vulnerable ya no sólo de la defensa, sino de todo el once. Debuchy, relegado al banquillo en el Arsenal por Bellerín, tendrá que remar a contracorriente para estar en la lista definitiva en un puesto que hoy parece destinado a un Sagna que es más bien una montaña rusa. En el eje de la zaga, a día de hoy, Koscielny y Varane parecen inamovibles, pero hay que andar con pies de plomo y ver cómo termina la temporada un Zouma que tiene todo el futuro por delante y que es una de las únicas noticias positivas del Chelsea. Los tres se postulan fijos salvo lesión, y con ellos estará o bien Sakho, o bien Laporte, o bien Mangala, todos haciendo un gran año. En el lateral zurdo tiene Deschamps otra incógnita. Evra sigue quemando sus últimos cartuchos, pero se antoja dura su batalla con Tremoulinas. De las lesiones del sevillista dependerá su continuidad en la Liga y su presencia en el torneo. El tercero en discordia es el jovencísimo Digne, que de seguir al nivel del que disfruta hoy Roma debería estar en la lista. Otro que tiene que buscar el equilibrio es Kurzawa, joven valor de las categorías inferiores a quien su cabeza mal amueblada de momento ha perjudicado más que beneficiado. E incluso Amavi, gran fichaje del Aston Villa para el perfil zurdo.

El centro del campo parece quizás la zona más estable. El pasillo de seguridad de Deschamps donde Pogba y Matuidi son los perfectos interiores, mezcla de músculo y calidad, y donde sólo resta saber quién jugará como pivote entre medias de los dos. Cabaye y Schneiderlin se han ido disputando esa posición. El del Crystal Palace tiene la titularidad asegurada en su club, mientras que el del Manchester United está un poco más expuesto siempre debido a las excentricidades de Louis van Gaal y a la mayor competencia en Old Trafford. No se pueden relajar tampoco. Coquelin, del Arsenal, viene pegando fuerte, haciendo una temporada meritoria con los de Wenger y llamando a la puerta de su primera convocatoria con la absoluta. Tampoco se puede olvidar uno de Sissoko, el caos hecho fútbol, muy del agrado de Deschamps y un recurso carne de banquillo con la capacidad de revolucionar cualquier partido. Tampoco venderá la piel barata Payet. El del West Ham ha sido indiscutible en las últimas convocatorias y su nivel en la Premier invita a pensar que pudiera haber sido un fijo de no haberse lesionado. De cómo retorne y de su final de temporada dependerán sus opciones. Sin olvidar tampoco a Rabiot, que a sus 20 años es una delicia de ver en los minutos que le da Blanc en el PSG.

En la delantera llega el bendito problema. Con la situación delicada de Benzema y Valbuena y su futuro incierto, no parece que la ausencia de los dos fuera a ser un problema crítico. Cierto que Karim es vital y su rendimiento mejora con la camiseta nacional al sentirse el jugador capital, pero el nivel de sus recambios no sería para tornar una ausencia del madridista en tragedia. Junto a Benzema jugarán dos mediapuntas caídos en los costados. Uno será seguro Griezmann, mientras que el otro saldrá de una dura batalla que ya ha empezado entre Lacazette, al que le avalan 40 goles entre la pasada temporada y lo que va de esta; Martial y su sorpresivo su rendimiento desde que ha llegado a Manchester; Coman, convenciendo a Guardiola y robando minutos a Müller, Götze y compañía; Ben Arfa, que tras amenazar con la retirada está posiblemente en el mejor momento de su carrera. Cómo debe andar de nivel que ha hecho las paces con el propio Deschamps, con quien lleva peleado desde que el francotunecino jugara en el Marsella. En su mejor versión, el ex del Newcastle es uno de los jugadores más difícil de parar. También anda por ahí Giroud, aunque este es claro suplente de Benzema y el propio Valbuena. Los que parece que han dejado escapar ya el tren son Gameiro y Remy, como también Clichy.

Pogba y Benzema celebran un gol / REUTERS
No se puede obviar tampoco las ausencias de Ribery y Ménez. El del Bayern, tras una eterna lesión, parece dispuesto a volver a los terrenos de juego el próximo mes. Ni imaginarme quiero cómo llegue siquiera a un 70% de su nivel. Aunque es cierto que parece complicado que tras tanto tiempo pueda ponerse a tono. Ménez, por su parte, ha dejado escapar ya varios trenes con la lesión sufrida recientemente. No retornará hasta 2016 y le debería costar llegar a su nivel antes de su problema grave en la cadera.

Si nos atenemos a la última convocatoria de Deschamps, por unos motivos o por otros, se han quedado fuera jugadores de la talla de: Payet, Ménez, Valbuena, Benzema, Coquelin, Sakho, Zouma, Debuchy, Tremoulinas, Rabiot, Lacazette, Laporte, Ribery, Ménez, Kondogbia, Nasri, Kurzawa, Gameiro o Clichy.

No será fácil ser uno de los 23 elegidos para disputar un acontecimiento único. Francia, hoy en día 24ª clasificada en un Ranking FIFA que lidera Bélgica ya que en estos últimos dos años no juegan partidos oficiales y no hacen más que perder puntos, tiene una oportunidad soñada. Nunca ningún título salió de allí, las dos coronas internacionales celebradas en territorio galo se encuentran en sus vitrinas y el rendimiento de la selección cuando juega en casa se multiplica.