domingo, 1 de julio de 2018

Mario Fernandes y la mano de Vladimir Putin

 Julian Finney/Getty Images

Mario Fernandes
no habla ni una pizca de ruso, pero eso no le impide emocionarse con el himno nacional de Rusia, su país adoptivo. Tampoco es obstáculo para haberse apoderado del carril diestro de la selección y ser uno de los jugadores más destacados en lo que va de Mundial, celebrado precisamente en el país que preside Vladimir Putin. Y es gracias al político que Fernandes esté disputando el torneo, porque el muchacho nació y vivió en Brasil toda su infancia y juventud, hasta que un fichaje por el CSKA de Moscú le descubrió que siempre había querido ser ruso.

Mario creció en Sao Paulo y tuvo una adolescencia agitada. Desde pequeñito se enroló en las filas del Sao Caetano, el equipo de fútbol de su municipio, donde su altura y superioridad física le hacía ser un baluarte en el centro de la zaga. Cuenta, que a menudo tomó malas decisiones, que empezó a frecuentar la vida nocturna y que se sintió arrastrado por sus semejantes. Con solo 18 años, el Sao Caetano le traspasó al Gremio, y él desapareció. Nunca quedó muy claro por qué, pero tras una búsqueda intensa de más de cuatro días llevada exhaustivamente por la policía y por su familia, Mario apareció en la casa abandonada de un familiar lejano muerto de hambre. Había pasado los últimos días vagabundeando por distintos pueblos y ciudades hasta llegar allí. Quiso dejar el fútbol, le diagnosticaron una fuerte depresión y pasó tiempo ingresado en un hospital recibiendo tratamiento.

A su salida, Gremio le seguía esperando, le tenía guardado un futuro prometedor. Para su mejor adaptación a la vida real, los de Portoalegre añadieron al equipo a su hermano, un año menor, y que hoy es precisamente el delantero del Sao Caetano. La altura de Mario (1'89m), su rapidez, su zancada, su facilidad para no perder la espalda y su buena conducción de balón hicieron que olvidase el centro de la zaga y empezara a jugar como lateral derecho, mostrando una exhibición tras otra en el aspecto físico. En 2011, con solo 21 años, le llegó la llamada de Mano Menezes para debutar con Brasil. Iba a ser, ni más ni menos, que en un Superclásico contra Argentina. Pero Fernandes nunca se llegó a subir al avión por motivos personales. Tampoco se aclaró nunca el motivo, aunque con los años, un jugador mucho más maduro volvió a hablar de su mala vida y de malas decisiones como una de las causas. Ni qué decir que Brasil no volvió a acordarse de él en mucho tiempo. Ese año ganó el premio al Segundo Mejor Jugador de la Serie A.

En 2012, la Liga Brasileña se le quedaba pequeña. Sus novias parecían locas por él, y se le relacionaba con equipos del calado del Real Madrid, Juventus o Bayern de Múnich. Al final, los 15 millones de euros que puso encima de la mesa el CSKA hicieron que recalara en Rusia en una decisión que le cambiaría la vida. Al llegar al país, se sintió como si aquella hubiera sido la casa que nunca tuvo. "Necesitaba un cambio en mi vida, salir de Brasil", admite. Con el CSKA se hizo mucho más visible al jugar en Europa, fue parte vital de un equipo que ha ganado tres Ligas seguidas. En 2014, Dunga se volvió a fijar en él. Fernandes, esta vez sí, debutó en un amistoso contra Japón, pero no se sintió para nada identificado con el país que le había visto nacer.

Poco después de volver a Rusia declaró que le encantaría jugar para la selección rusa en vez de para Brasil, en una decisión que enfadó a los directivos de la verdeamarelha y a los aficionados, que se sentían algo traicionados. Prácticamente nadie entendía que un jugador que podía ser parte del plantel de Brasil prefiriese jugar con Rusia, un país en el que apenas llevaba poco más de dos años. El asunto pasó a ser caso de estado y fue Vladimir Putin quien tuvo que intervenir para agilizar el proceso, para darle al defensa la nacionalidad rusa por la vía urgente.

Mario Fernandes no pudo estar en la Eurocopa 2016 porque el papeleo no fue tan rápido como se esperaba y hasta finales de 2017 no pudo debutar con Rusia. Pero nada más llegar, se hizo parte vital del esquema de Cherchésov. Sin duda, está siendo una de las sensaciones de la Copa del Mundo. A sus 27 años, su fuelle inagotable, su presencia física y su buen manejo del balón, así como del sentido táctico, le hacen uno de los jugadores más interesantes de la cita mundialista. Uno de esos futbolistas que se ganan con en un torneo de este calado un fichaje por un equipo primer espada del mundo

Su siguiente paso es hablar ruso. Así se lo exige el seleccionador, que pese a todo está contento porque el futbolista siempre acaba interpretando bien sus instrucciones y lo que le exige. Aunque tras el gran torneo que está realizando, quizás la empresa se vuelva más difícil, pues son muchos equipos los que ya están llamando a su puerta.