jueves, 31 de enero de 2019

Federico Chiesa, en el nombre de papá

Gabriele Maltinti/Getty Images
Enrico Chiesa fue uno de los delanteros más codiciados del fútbol italiano durante la década de los 90 y principios de nuevo siglo. Y, ciertamente, se trataba de un punta distinto a lo que habitaba entonces en el país. Chiesa, que habitualmente jugaba como referencia arriba, no lo era tal, porque donde más disfrutaba y mejor se desenvolvía era acompañando a un ariete más de área, teniendo libertad absoluta para moverse por todo el frente de ataque. Su resistencia, su velocidad, su dinamismo y su mezcla de habilidades le hacía ser un jugador temido por los rivales y su elegancia tanto futbolística como personal le tenía a su vez como el favorito de muchas aficiones y respeto de contrarios.

Enrico vivió sus mejores años entre Sampdoria, Parma y Fiorentina. Con la Samp levantó una UEFA. En el Parma, jugando junto a un elenco de estrellas en ciernes como Crespo, Verón, Cannavaro, Thuram o Buffon, repitió hazaña y añadió una Coppa. En Florencia solo pudo conquistar una Coppa de Italia, pero quizás lo que allí dejó, su legado, es el mayor obsequio de su vida. Porque después de 22 temporadas en la élite, de 171 goles marcados en algo más de 500 partidos y de haber jugado una veintena de encuentros como internacional, Enrico Chiesa, ya retirado de una carrera que le maltrató a lesiones, va camino de ser recordado el resto de su vida como "el padre de Federico Chiesa".

Federico Chiesa nació en 1997, mientras Enrico disfrutaba de una etapa maravillosa en el Parma. Poco después, ficharía por la Fiorentina y Florencia, ciudad enamoradiza por defecto, llegó al corazón de unos Chiesa que decidieron quedarse allí a vivir. Con cinco años y con la pasión del fútbol ya corriendo por sus venas, se apuntó al U.S. Settignanese, equipo del norte de la ciudad que dirigía Kurt Hamrin, quien fuera leyenda del equipo Viola. Y claro, en cuando Federico despuntó un poco, el bueno de Hamrin levantó el teléfono y fue coser y cantar. A los nueve años el pequeño de los Chiesa ya se había enfundado la camiseta de la Fiorentina.

Internacional en todas las categorías inferiores desde la Sub19 de Italia (y ya jugador de la absoluta), Federico Chiesa no tuvo un camino de rosas hasta hacerse profesional. Nunca nadie le abrió las puertas del éxito por su apellido y no destacaba sobre el resto en la cantera de la Fiorentina. De hecho, hasta que no llegó al equipo Primavera (el primer filial), no siempre era titular. Allí, el técnico Federico Guidi cambió el sistema de 4-4-2 a 4-3-3 y eso potenció a un Chiesa que pareció estar desbocado. Sabedor de que el fútbol posiblemente no sería su futuro, se inscribió en la Universidad, en Ciencias del Deporte, tras sacar unas buenas notas en uno de los colegios de élite de la ciudad. Pero se equivocaba.

Ese cambio de sistema le abrió unas puertas aún desconocidas y se empezó a ver a un futbolista con un potencial desmesurado. Digamos que Chiesa no se había desgastado nada en su fase juvenil y toda esa energía guardada se estaba desbordando. Debutó en Serie A con apenas 18 años y lo hizo como titular en un duelo de máxima rivalidad contra la Juventus. ¿Se puede pedir algo más? Junto a Ilicic y Bernardeschi, la Fiorentina se empezó a ilusionar con un tridente de mediapuntas que podrían poner en jaque el fútbol italiano. Y es que Federicho Bernardeschi era entonces el mayor talento del fútbol italiano.

Y claro... Bernardeschi se marchó. Y no lo hizo a otro lugar que no fuera la Juventus. Solo coincidieron un año, pero Chiesa aún estaba lejos del nivel de su tocayo. Entonces llegaron una nueva pretemporada, un nuevo fichaje y un nuevo ascenso del filial: Gio Simeone y Gianis Hagi. Uno jugaba como delantero centro. El otro, como extremo. Sí, los hijos de Enrico Chiesa, Cholo Simeone y Gica Hagi iban a coincidir como titulares en un tridente ofensivo. Descarados, jóvenes y con talento. Pronto se vio que el rumano no estaba al nivel de los otros, que su padre sí exigía los minutos que no habían impuesto los otros dos solo por nombre y la carrera de Hagi en Florencia apenas existió.

Federico Chiesa, que en sus primeros pasitos había despuntado como un extremo resultón y llamativo, y que había fracasado en la cantera en todo lo anterior, empezó a experimentar una transformación brutal hacia el mismo juego que su padre que hoy sigue asombrando. ¿Cómo es posible que un chico de 21 años que apenas lleva destacando tres se haya sabido adaptar a todo? Y es que Chiesa empezó a jugar por todo el frente de ataque y es eso lo que confunde y vuelve locos a sus rivales. Ha abandonado la cal, ya no es un regateador peligroso de banda derecha, sino que es un atacante completo voraz. Sus contragolpes en solitario son como un penalti.

Así, sus cifras goleadoras han aumentado en cantidad en este nuevo curso, su tercero como profesional. La Fiorentina no echa en falta el bloqueo goleador de Simeone (ayer hizo dos siendo suplente) que no está al nivel del curso pasado, pero son el argentino y el italiano una de las parejas más temidas por toda la Serie A. Chiesa, llamado a dirigir el cambio generacional de la Azzurra, ha superado incluso a un Bernardeschi que parecía tener mucho más talento que él y a quien la competencia en Turín está consumiendo poco a poco.

Anoche, Federico Chiesa jugó el mejor partido de su hasta ahora corta carrera. Le hizo tres goles a la Roma y la Fiorentina pasó a semifinales de Coppa. Y se lo dedicó, cómo no, a Davide Astori. "Esto es tuyo, capitán", gritó al cielo en el festejo del tercero mientras dibujaba con su mano el número 31, el del defensa fallecido el curso pasado. Suma siete goles en los últimos cuatro partidos. Esta temporada, en 23 duelos, ha visto puerta 10 veces y ha asistido otras seis. En todo el curso pasado solo hizo seis goles y nueve pases de gol y el año del debut lo cerró con cuatro y tres.

Sin duda, Federico Chiesa es uno de los hombres del momento en la Serie A. Su evolución, a sus 21 años, no conoce el techo aún. Es posiblemente el futbolista más diferencial que ha tenido la Fiorentina en años, pese a que allí triunfara Bernareschi, sorprendieran Ljajic y Jovetic y se destapara durante seis meses Salah. Los Chiesa han como mínimo igualado a los Medici como la familia más querida en la ciudad. Y Federico es el nuevo Príncipe de Florencia.


viernes, 25 de enero de 2019

Wilfried Zaha, la infancia difícil y la fugacidad del tiempo

Zaha saluda a su afición en un partido
 ante el Man City /  Jan Kruger/Getty Images
¿Ser un jugador diferencial en un equipo menor? ¿O ser carne de banquillo en un aspirante a todo? ¿Ser ídolo absoluto de una afición que te idolatrará de por vida? ¿O ser uno más que con el paso del tiempo será olvidado? Wilfried Zaha (Abiyán, Costa de Marfil, 1992) tiene casi más de todo lo primero que de lo segundo. Hay futbolistas nacidos para triunfar y vivir en un entorno del cual se sienten parte, de darlo todo en su pequeño gran ecosistema donde realmente pueden ser y estar.

Nacido en la capital marfileña como el pequeño de una familia de ocho hermanos, los Zaha emigraron a Londres cuando Wilfried tenía solo cuatro años. Se instalaron en el sur de la capital, en un barrio caracterizado por las pequeñas tiendas sin licencia regentadas por inmigrantes y por la cantidad de integrantes africanos en la comunidad. Allí, a solo tres calles de Selhurst Park, el estadio del Crystal Palace, creció y vivió Wilfired Zaha. Cuenta que los días de partido, bastaba con que en casa reinara el silencio para escuchar a la afición de los eagles.

Pero aunque la primera camiseta de fútbol que vistió durante la infancia respondía a las rayas azules y rojas características del Palace, Wilfried Zaha creció venerando al Chelsea y a Didier Drogba, aquel compatriota que estaba poniendo la Premier League patas arriba. Su primera vez en un estadio fue precisamente cuando los blue se acercaron a Selhurst Park en una tarde en la que Drogba acabó dando la victoria a los suyos.

A los 11 años, Zaha ingresó en la academia del Crystal Palace. Tenía mucha habilidad con la pelota, algo que ya había demostrado en las calles de Abiyán cuando apenas levantaba un palmo del suelo, y de eso se dieron cuenta rápido los reclutadores del club de la capital inglesa. Puede decirse que el fútbol le salvó la vida, porque Zaha, en esos momentos de incipiente adolescencia, estaba en un momento difícil, donde desviarse por el camino malo es a veces lo más sencillo y asequible. Su hermano mayor Herve, conocido como Zenke, era (y es) el líder de una pandilla criminal de la zona, responsable de tiroteos, apuñalamientos y robos con violencia por todo Londres. Ha pasado tiempo entre rejas y entonces estaba reclutando gente para su pequeño ejército de maleantes. El bueno de Wilfried se mantuvo al borde, pensando si seguir a su hermano en eso que entonces era la vida fácil o no. Pero el fútbol, los entrenamientos obligatorios casi a diario y los partidos los domingos le alejaron de aquel círculo venenoso. Uno de los que sí entró fue uno de los mejores amigos de la infancia de Wilfried, que acabó muerto tiempo después en una brutal lucha entre bandas en un centro comercial.

Con 17 años, en marzo de 2010, Zaha hizo su debut profesional. Las esperanzas depositadas en él eran altísimas y los tres siguientes cursos, todos ellos en Championship, se convirtió en el jugador más importante del equipo. Por eso, Zaha, ciudadano británico, jugó con Inglaterra Sub19 y Sub21, y por eso también, el día que cumplía 20 años, se unió a la convocatoria de la absoluta. Jugó dos partidos amistosos.

En esa 2012-2013 Zaha fue crucial para que el Crystal Palace ascendiera, después de muchos años en ligas menores, a la Premier League. La Premier entera estaba encandilada con él y fue Sir Alex Ferguson, en el último gran servicio antes de retirarse, quien le convenció para firmar por el Manchester United, que pagó más de 15 millones de libras por él. El acuerdo se cerró en enero, pero las partes decidieron que se quedara hasta final de temporada en Londres.

El cambio fue demasiado brusco para todos. Para Zaha saltar a un club mundial con 20 años y para el United perder a Ferguson y tener como huésped del banquillo a Moyes. Cuentan los pesos pesados del banquillo que Zaha no estaba hecho como persona, que no entrenaba con ganas y que no llevaba vida de profesional. Un asiduo a la fiesta, Zaha había tirado de talento sin saber lo que era el sacrificio y en Manchester no casó desde el primer día.

Rumores de que había sido pillado en la cama con la hija del entrenador acabaron por minar su moral y tras cuatro partidos en cinco meses, Moyes le hizo la cruz y le mandó cedido al Cardiff City. En Gales jugó, pero no destacó y las expectativas que había generado se empezaban a evaporar. ¿Y si había sido jugador flor de un año? ¿Y si solo habían sido fuegos artificiales?

En 2014-2015 se hizo necesario que Zaha volviera a casa. Primero en forma de cesión y luego en forma de traspaso definitivo, porque los primeros meses del marfileño en Selhurst Park fueron tan buenos que los londinenses decidieron recomprar a la joya de su cantera. Desde entonces, Zaha no ha dejado de crecer y sus cifras no han parado de engordar. En 2016, viendo que llevaba ya cuatro años sin ser convocado con Inglaterra, decidió encontrar su futuro internacional en su país natal. Inició los trámites para jugar por Costa de Marfil y pocos meses después lo consiguió, beneficiándose de que nunca había jugado con la absoluta de Inglaterra en partido oficial. Southgate trató de disuadirle, pues era uno de los chicos que tenía en mente, pero no lo consiguió.

Zaha, padre de un hijo, es a sus 26 años un jugador completo, hecho y maduro como persona. Sigue siendo un asiduo a la noche londinense y los bares y discotecas se frotan las manos cuando aparece por la puerta de sus negocios, pero con mesura y sabiendo medir cuándo puede salir de fiesta y cuándo no. Está comprometido con la comunidad y dona el 10% de su salario a los más necesitados. Desde su vuelta con los eagles, Zaha suma 28 goles y 31 asistencias, unas cifras que se verían altamente mejoradas si el Crystal Palace hubiera dado con un delantero de nivel, pues Benteke no levanta cabeza.

Este último verano, Zaha tuvo la posibilidad de salir. El Chelsea, sobre todo, y el Tottenham, se pusieron en contacto con el Palace para saber las condiciones del jugador. Con 70 millones de libras encima de la mesa por parte del equipo donde Drogba se hizo leyenda, Zaha tuvo la última palabra, y decidió quedarse en casa. Allí donde sabe, puede rendir a su máximo nivel. Donde puede sentirse Wilfried Zaha.

Pero los cantos de sirena nunca dejarán de llegar. Este mismo enero, el Borussia Dortmund le tiene como el primero en la lista de relevos para suplir a Pulisic. Se antoja difícil que la operación llegue a buen puerto pues la cifra que los alemanes han puesto sobre la mesa es inferior a la que el propio jugador rechazó en verano. Pero no es menos cierto que al final, el talento de un jugador que crece por encima de su equipo tiende a obligarle a ser de vez en cuando egoísta y buscar su techo. No brilló en su primera intentona en Mánchester y seguro, que en el fondo, él mismo está deseando volver a retarse y demostrar que no existe mal de altura.