jueves, 27 de abril de 2017

La madurez tardía del Papu

Papu Gómez se coloca el brazalete de capitán / Marco Luzzani/Getty Images
Con 29 años recién cumplidos, los 14 goles y 10 asistencias que ostenta el Papu Gómez esta temporada, han llevado al Atalanta a su mejor clasificación en más de dos décadas. Los de Bérgamo se sitúan a falta del tramo final del curso en quinta posición y sueñan con volver a competición europea muchos años después.

"Solo saldré del Atalanta si llega una oferta de un club para jugar en Europa League o Champions League", afirmaba Alejandro Gómez (Buenos Aires, 1988) al principio de la campaña, cuando su nivel individual estaba varios peldaños por encima de un Atalanta que vagaba por la zona media baja de la tabla en la Serie A. Entonces, equipos de mejor reputación en el país transalpino y alguno algo más pintón de Europa preguntaron por ese chico que saltaba a jugar con un brazalete de capitán en el que se reflejaban los protagonistas de Supercampeones (Óliver y Benji) con los que toda una generación creció con un sueño común: vivir por y para el fútbol. El balón como tu mejor amigo.

Hubo una época, hace algo más de 10 años, en la que el Papu Gómez era ese niño bajito gambeteador que aterrorizaba las defensas por su precocidad y su velocidad. Ese eterno nuevo Maradona que en Argentina no se cansan nunca de buscar y cuya etiqueta tantas carreras ha destrozado. Su debut llegó con Arsenal de Sarandí con solo 17 años, club que le había visto crecer desde los ocho y su impacto fue tremendo. Tanto, que varios grupos inversores se peleaban por los derechos del jugador que estaba destacando tanto en el campeonato argentino como con la selección Sub20. Aunque, para sorpresa de todos, eso sí, el Papu fue actor secundario en la Copa del Mundo de la categoría en 2007 en la que Agüero brilló por encima de todos en un equipo que contaba con Mauro Zárate, Pablo Piatti, Maxi Morález o Ángel Di María en la parcela ofensiva.

Papu, con el Catania /
Maurizio Lagana/Getty Images
Con Arsenal ganó una Copa Sudamericana, siendo fundamentales sus dos tantos en la final ante América de México y en 2009 emigró a un San Lorenzo que buscaba llenar sus vitrinas. Allí coincidió por primera vez con Simeone y vivió una relación turbia con los dirigentes. Su actuación fue crucial en varios partidos, salvando la cabeza de un Cholo muy cuestionado por los resultados y de un equipo que iba a la deriva hasta que en el verano de 2010 se marchó al Catania, que estaba formando una colonia de jugadores argentinos considerados más bien residuales para según qué equipos nacionales. Allí iban los que no quería nadie. El Papu tuvo ofertas, muchas, pero San Lorenzo, poseedor solo de un porcentaje de sus derechos y sus dirigentes, con quien no había buena relación, decidieron mandarlo allí.

Desde que aterrizó, el Papu se erigió rápido como el mejor jugador de un equipo que iba encaminado a lo peor, con una directiva más pendiente de lo económico y lo extradeportivo que del fútbol (hoy el Catania está en Serie C por amaño de partidos). A ese Catania le cambió el gesto Simeone, que cogió un equipo en la UVI a mitad de temporada y con pocos recursos le acabó dejando en mitad de tabla sin apuros. Sentó las bases para un equipo que dos años después solo siguió en aumento. 111 partidos, 18 goles y 17 asistencias después, el Papu tomaba la decisión más importante de su vida.

El Inter de Milán había llamado a su puerta. Simeone le reclamó para el Atlético de Madrid, que estaba conformando una plantilla que acabaría ganando la Liga Española y también la Fiorentina se acercó a ver su situación. Pero él se fue al fútbol ucraniano y ahí su carrera dio un giro. Justo cuando reclamaba su convocatoria con la absoluta de Argentina, después de tres temporadas al máximo nivel en la Serie A, tomó una decisión que condicionó su futuro. "Tenía ofertas de Inter, Fiorentina y Atlético de Madrid, pero el Metalist fue más persistente. Lo consulté con mi familia y estuvimos de acuerdo", señala, y admite que la posibilidad inmediata de jugar Champions League con los ucranianos le atrae. Nada más aterrizar, la UEFA veta la participación de los ucranianos en torneo continental por amaño de partidos en 2008 y la relación equipo-jugador se empieza a fracturar.

Ese mismo diciembre aceptó rebajar su sueldo para llegar a la Fiorentina, pero el club no cedió. En verano, tras las vacaciones, alegando como motivos las revueltas que empieza a sufrir el país y la mala adaptación a su clima, el Papu, como muchos otros, decide salir de Ucrania y los clubes no pueden impedirlo. Recala en Atalanta, un club de categoría similar a lo que era el Catania cuando él estaba. Allí, Alejandro Gómez disputa ahora su tercera temporada, la que está haciéndole ser el centro de atención de la Serie A.

Tanto es así que a petición expresa del seleccionador italiano, Giampiero Ventura, solicitó la doble nacionalidad y es la Federación la que está luchando con FIFA para que el jugador pueda ser seleccionado por Italia. Al no haber jugado nunca un partido oficial con la absoluta albiceleste, la situación parecía ser viable, pero el máximo organismo del fútbol a nivel mundial se lo ha negado, pues alega que debería haber contado con esa doble nacionalidad ya en 2007, cuando disputó el Mundial Sub20 con Argentina.

Fuera como fuere, el Papu ha eclosionado. Jugador eterno de banda izquierda, regateador, gambetero y nunca goleador, la libertad con la que cuenta esta campaña para moverse por todo el frente de ataque le ha brindado de unas cifras que superan a cualquiera que haya logrado durante su carrera. Partiendo casi siempre desde la mediapunta tirado un poco a la izquierda, con la presencia de un delantero de área nato por delante como Petagna, el Papu ha colocado al Atalanta en quinta posición, por delante de equipos como Fiorentina o los dos de Milán y ahora sueña con jugar en Bérgamo la competición europea que nunca jugó en su carrera.

A sus 29 años, Italia no ha podido convocarle, pero Argentina, que necesita una renovación de trasfondo, podría encontrar en el Papu una solución para la parte ofensiva. Simeone, con quien ya coincidió en Catania y San Lorenzo, con quien tiene una gran relación y que ya ha pedido su fichaje para el Atlético de Madrid en varias ocasiones, volverá a poner su nombre encima de la mesa ahora que Gómez está en el mejor momento de su carrera. La camiseta número '10' de Atalanta es la que desde hace un par de años todos los niños llevan en la ciudad de Bérgamo. Y la culpa es del Papu Gómez, ese pequeño gran jugador de 1'65m que un día fue coronado como la nueva esperanza y que ha tenido que esperar a los 29 años para asentar su carrera. Quizás, la madurez llega demasiado tarde y este puede ser el último gran tren de un Papu Gómez que parece contento de seguir muchos años más en Atalanta. Aunque de ser así, no podrá nunca no tener remordimientos por no haberse enganchado a su última oportunidad.

jueves, 20 de abril de 2017

Malcom, visión de futuro del Girondins

Malcom / NICOLAS TUCAT/AFP/Getty Images
No hubo un movimiento mejor en el mercado invernal de la pasada temporada que el de Malcom (febrero de 1997, Brasil) al Girondins de Burdeos. El chico, que entonces tenía aún 18 años, dejó el Corinthians brasileño para, por cinco millones de euros, recalar en la Ligue 1 francesa. ¡Cinco millones de euros! Cuando lo vi de primeras anunciado, pensé que no se podía tratar del Malcom que yo conocía. Ese chico valía más. Pero no, era Malcom. El único.


El Girondins no solo se había hecho con uno de los jugadores jóvenes de Sudamérica con más proyección, sino que lo había conseguido por un precio irrisorio para los tiempos en los que vivimos, donde por cualquier medianía te hacen casi hipotecarte de tu estadio. Sin ir más lejos, el Ajax holandés acaba de pagar 15 millones por David Neres, un jugador del mismo perfil que Malcom pero con mucho menos recorrido hasta la fecha si cruzamos sus jóvenes trayectorias. Los franceses, además, aseguran también llenarse las arcas de manera ingente cuando el canarinho dé el salto a un equipo de mayor nivel, incluso del top mundial. Cosa que, vista su progresión, no parece tardará.

Su adaptación no fue sencilla. Cruzar el gran charco con 18 años, llegar a una cultura diferente, con compañeros nuevos y a jugar el fútbol a un ritmo mucho más alto en una competición que ya estaba en su ecuador no es para nada fácil. Por eso, durante el curso pasado, el conjunto galo usó a su nueva perla en diversos partidos como suplente, siendo casi siempre de la partida desde el banquillo y dándole minutos en pequeñas dosis para que lograra cuanto antes la aclimatación. El devenir del Girondins, asentado en mitad de tabla sin posibilidad de nada mejor y sin el peligro de caer en zonas de peligro, ayudó a que el equipo no contase con la necesidad de la victoria jornada tras jornada y la presión brilló por su ausencia, por lo que la transición del brasileño del banquillo al terreno fue dulce.
Malcom aterrizó en Francia como un extremo resultón. Un jugador de banda con mucho regate que en sus primeras dos temporadas como profesional en la Serie A brasileña (54 partidos) había logrado siete goles y cinco asistencias. Zurdo, Malcom juega mejor a banda cambiada, aunque su conducción con ambas piernas le hace imprevisible. Ahí, en la derecha, su estilo de juego, de llevar el balón, de regate, tiene un deje que recuerda al de ese primer Robinho que brilló en el Santos por quien se peleaba Europa entera y a ese que dejó unos primeros grandes meses en Madrid, antes de desaparecer del panorama. Aunque, tirando más a la lógica, haciendo un paralelismo más ajustado y proyectándole en un panorama más representativo, Malcom se parece más a Douglas Costa en todo.

Ambos zurdos y con un recorrido similar, la sorpresa saltó cuando el Shakthar se hizo en su día con el brasileño. Y es que aunque toda Europa iba tras el jugador del Gremio, el extremo hoy del Bayern acabó decantándose por recalar en la pequeña colonia brasileña que tiene el equipo ucraniano desde hace temporadas. Quizás ese paso intermedio, el no aterrizar directamente en un equipo primer espada, fue el que acabó por llevar a Douglas Costa a lo que es hoy, uno de los jugadores más desequilibrantes del mundo. Ese que no supo dar Robinho, lanzado al estrellato primero y estrellado después. Y ahí, Malcom, previsor, cauteloso, parece haber encontrado camino.

Y es que el del Girondins esta temporada no tiene competencia en la banda derecha y se ha convertido en el mejor jugador del equipo. Cuando el partido está apurado, Malcom; cuando la pelota quema en los pies, Malcom; si hay que ponerle pausa, Malcom; si hay que ponerle velocidad, también Malcom. Ha disputado ya 40 partidos esta campaña, entre Liga y Copas, y ha logrado unas nada desdeñosas cifras de ocho goles y cinco asistencias. 

En una plantilla de edad joven, que se cimenta en la veteranía de Toulalan, el meta Carrasco y los minutos que puede aún dar Plasil, el buen hacer de Malcom empezó por obligar al técnico a alinear a Jeremy Ménez, su jugador más diferencial sobre el papel, la estrella, el que más cobra, a su banda menos hábil hasta acabar desterrándole al banquillo. Y es que Malcom es sobre el campo el jugador más importante, aquel, por el que pasa todo el juego de ataque, la responsabilidad ofensiva. Su talento, su visión, sus ganas y sobre todo su habilidad para driblar y para generar constante peligro le hace un jugador temible. Un extremo que, siendo casi un adolescente, aún tiene que mejorar bastante, pues en el juego físico suele salir mal parado y apenas posee poderío aéreo. Aún requiere de rigor táctico y, aunque sabe leer muy bien las situaciones de partido, con la experiencia que dan los años de competición irá adquiriendo cualidades como la de elegir mejor y la de leer mejor los partidos. Además, aún tiene que potenciar su disparo.

Malcom, a sus 20 años recién cumplidos, es ya uno de los futbolistas jóvenes más destacados del continente, nominado al Golden Boy 2017, el galardón que elige al mejor jugador sub21 de Europa (el mini Balón de Oro) y que ya han ganado jugadores como Messi, Pogba, Fábregas, Agüero, Rooney, Renato Sanches, Isco, Pato o Sterling. Gracias en parte a su buen hacer sobre el césped, el Girondins de Burdeos ha dado un gran salto con respecto a la temporada anterior y ahora en la quinta plaza, peleará con el Olympique de Marsella por el último puesto que da acceso a la Europa League a falta de cinco jornadas para el final de la Ligue One.

Jugará en Francia hasta que él considere que está apto para dar el paso adelante. Y aunque en realidad un año y medio de adaptación le han servido para estarlo, será él quien decida, con tiento, la mejor opción para su futuro. Italia, España e Inglaterra le abrirán sus puertas en cuando los movimientos de mercado den su pistoletazo de salida. Y si alguien busca un extremo hábil y desequilibrante, Malcom, por ganas, por habilidades y por precio (porque al estar en un equipo menor y al haber costado poco las exigencias del Girondins serán menores) es el jugador idóneo para ocupar el flanco derecho del ataque

jueves, 13 de abril de 2017

Sandro, renacido en La Rosaleda



Casi desconocido hace apenas un par de años, defenestrado por la opinión pública barcelonista por su poca puntería cara a portería y su escasa efectividad a la hora de ser recambio de garantías de Messi, Neymar y Luis Suárez (casi nada), Sandro Ramírez (Gran Canaria, 1995) ha tenido que bajar un par de peldaños en la pirámide futbolística para dar un paso adelante en su carrera. 

El canario se siente importante en Málaga, donde es la punta de lanza del equipo que hoy entrena Michel. El delantero tuvo bien claro que sería él quien decidiría su futuro. Por eso, tras toda una vida enrolado en las filas del Barcelona, decidió no renovar con el club catalán justo cuando estaba preparado para dar el salto al primer equipo. Ser actor secundario de garantías en un Barcelona con semejante tridente se antoja complicado. Por eso Munir no dio la talla, por eso Pedro tuvo que buscar una salida y por eso Paco Alcácer pasa más minutos entre el banquillo y la grada que sobre el césped. A Sandro el tiempo le ha dado la razón. Quiso ser siempre dueño de su futuro.

Por eso, cuando el Málaga se animó a su contratación, las condiciones del punta no eran para nada del agrado del club andaluz. Sandro, que firmó gratis por tres años, exigió tener una cláusula de rescisión baja (6 millones de euros) para que, en caso de hacer una gran campaña (cosa que está sucediendo) pudiera volver a tener libertad de decisión. Fueron lentejas para el Málaga, que acabó haciéndose con los servicios de un jugador que le reportaría seis millones en un solo año y de cuyo hacer podría servirse durante la temporada. Y en caso de salir mal, se tendrían el uno al otro y nadie se habría dejado dinero excesivo. Un mero matrimonio de conveniencia.

Porque el nivel que podría dar Sandro en Primera División era una absoluta incógnita. El jugador, en sus pocas apariciones con el primer equipo del Barcelona, había generado más dudas de las que debería. Sobrepasado por querer hacer más de lo que se le debería exigir en tan poco tiempo, Sandro nunca se sintió cómodo en Barcelona. Sus cifras anotadoras en el equipo B del club catalán tampoco eran las de un delantero killer (en parte porque alternaba la delantera con la banda) y su rendimiento en la máxima categoría, fuera cual fuera el club en el que fuera a jugar, estaba en entredicho.

Sandro celebra un gol / TWITTER
Pero la directiva del Málaga acertó, y de qué manera, con un jugador que ha pasado por todas las categorías inferiores de la selección española y que en la campaña actual lleva 11 goles (9 en Liga) en 24 partidos y que, de no ser por una lesión que le ha tenido apartado más de un mes de los terrenos de juego, estaría luchando por el Trofeo Zarra al máximo goleador nacional con Iago Aspas. El Málaga ha ganado ocho partidos ligueros esta temporada y en siete de ellos Sandro ha visto puerta. Solo ante el Atlético de Madrid en el Calderón y ante el Sevilla en el Pizjuán el canario logró anotar sin que el Málaga se llevara los tres puntos.

Por eso, de los 33 puntos que lleva el Málaga, se le pueden atribuir al ya ex del Barcelona 21 de ellos. Pero Sandro no es solo números. Uno de los aspectos que más destaca de él es su polivalencia y su capacidad para partir desde cualquiera de los dos costados (aunque el prefiere el izquierdo) hacia dentro para acabar las jugadas. Esa potencia de conducción, ese control orientado largo siempre preparando su portentoso disparo desde lejos es un arma que aterra a los rivales y, en cierto modo, puede recordar un poco al estilo de juego que poseía Diego Forlán, que vivió una gran carrera en La Liga en las filas de Villarreal y Atlético de Madrid. (Ojo, atención, no se está comparando la calidad goleadora del uruguayo con la de Sandro, ni sus habilidades, sino que se compara un aspecto del juego en el que son parejos).

Sandro, además, se ha consolidado como uno de los mejores ejecutores del balón parado y esta temporada ya ha logrado marcar tres dianas a balón parado, todas de bella factura. Su partido ante el Barcelona el pasado fin de semana pone en cuestión el acierto del equipo catalán dejándole marchar y fichando como recambio suyo a un Paco Alcácer que parece estancado y que costó 30 millones. Y si bien es cierto que fue el jugador quien no accedió a renovar, sí que el Barça pudo hacer algo más por intentar mantenerle en plantilla. Sandro necesita espacios para correr, sentirse liberado, y el intercambio de golpes, el fútbol de ida y vuelta y los partidos rotos se acomodan a su estilo.

Sandro Ramírez está haciendo méritos suficientes para volver a subir un escalón más en la pirámide futbolística y unir su nombre a un equipo que pueda aspirar a cotas mayores y jugar competición europea. Tiene el carácter de ese que prefiere no quedarse relegado a un segundo plano y, aunque tenga que trabajar el doble, buscarse un futuro desde abajo. En los nueve partidos en los que no pudo estar por lesión, el Málaga solo venció en uno y tras su recuperación ha ido jugando cada vez más minutos hasta lograr estar al 100% de su rendimiento en los últimos cuatro duelos, de los cuales el Málaga ha ganado dos (Barcelona y Sporting con goles de Sandro), ha perdido uno (Atlético de Madrid) y ha empatado otro (Leganés). 

Sandro radicaliza todo el juego y es capital en un Málaga que sabe que si el jugador quiere puede abrir la puerta de salida el próximo verano. Novias no le van a faltar. Como uno de los últimos delanteros en pisar la Sub21, presenta también su candidatura a ser uno de los jugadores que puedan acudir en próximas convocatorias con la absoluta de Lopetegui. Su siguiente paso debe ser adecuado para no volver a cometer errores del pasado y engordar el banquillo de un equipo que no le tenga como fundamental y donde pueda sentirse realmente útil. Y no parece ser de esos que toman decisiones precipitadas.

viernes, 7 de abril de 2017

Andrea Belotti, el canto del gallo




Andrea Belotti es de esos jugadores que uno conoce antes por los videojuegos que por el fútbol de la vida real. Delantero por excelencia del Football Manager, de esos que mejoran y progresan hasta límites insospechados y que, en muchas ocasiones, se acaban convirtiendo en algunos de los mejores jugadores en el mundo de carne y hueso. Otros muchos no. Porque igual que en esas caricaturas de la vida triunfaron Falcao, Agüero, Firmino o Coutinho cuando eran absolutamente desconocidos, otros wonderkids como Lulinha o Matías Suárez se quedaron en el camino, o no llegaron a todo lo que apuntaban.

Tuve conciencia de la existencia de Andrea Belotti (20 de diciembre de 1993, Bérgamo) en 2012-2013 cuando me rompió, de manera 'jueguil', el corazón. Entonces yo jugaba al FM con el Catania, con todo lo que eso conlleva: límite salarial bajo, política de fichajes austera, restricciones ilimitadas a la hora de fichar. Todo un hándicap que lograba más o menos solventar con una red de ojeadores que por todo el país me hacían informes de los chicos maravilla. La larga lista de delanteros jóvenes con potencial y de nacionalidad transalpina quedó entonces reducida a un solo nombre: Andrea Belotti, jugador del AlbinoLeffe de la Tercera División italiana. Pero él, con dos ofertas encima de la mesa, decidió rechazar la mía (jugando en Serie A) y fichar por el Palermo, eterno rival siciliano del Catania, de la Serie B. 

No fue hasta entonces cuando conocí fuera de la vida tecnológica a Andrea Belotti. En la vida real, cosa curiosa, también firmó con el equipo rosanero. Y fue esa serie de coincidencias la que me hizo querer saber algo más del chico que me había atormentado en un simple videojuego. Belotti aterrizó en un Palermo que contaba con Abel Hernández como jugador estrella y donde ya asomaban la cabeza Paulo Dybala y Franco Vázquez. También Kyle Lafferty tenía presencia en el ataque y dotaba al equipo de la veteranía y experiencia de la que sus arietes carecían. Nada impidió al reciente fichaje ser importante y, en su primer gran envite, acabar el curso con 10 goles ligueros pese a no llegar a la veintena de años. Una puesta en escena que le dio la razón al propio delantero, que incluso fue capaz de poner 500.000 euros de su bolsillo para llegar al equipo siciliano.

Pero Belotti, que se empezaba entonces a labrar un futuro como delantero, podría haber tenido otro destino bien distinto. Más lógico incluso para la gente como él, llegada de pueblos pequeños donde no se dispone de un gran escenario y la exposición y el alcance es mínimo. Calcinate es la localidad de Bérgamo que vio nacer a Belotti hace 23 años. Con poco más de 5.000 habitantes y sin un solo personaje reconocido en toda su historia, salir de allí y tener éxito, ser una persona reconocida en cualquier ámbito de la vida, parecía una utopía.

Belotti celebra un gol haciendo el Gallo / AFP
Belotti cambió ese destino sin quererlo. Es ya conocido en toda Italia como El Gallo por la forma que tiene de celebrar los goles, haciendo de su mano una cresta y fingiendo ser uno. Hay quien dice que es porque cuando apenas era un crío se pasaba horas y horas correteando detrás de los que tenía su tía en el corral de su casa aunque, en realidad, es en honor a su amigo de la infancia, casi como su hermano, que de nombre se llama Juri y tiene como apellido Gallo. Hay celebraciones que van siempre acompañadas de la imagen de un jugador. Como aquella palma que Alan Shearer no se cansó de enseñar, como el gesto con los dedos que hacía Ronaldinho, como las orejas de Juan Román Riquelme o como aquel saltito '¡toma!' de Rivaldo. El Gallo de Belotti parece haberse unido al clan.

En esta su segunda temporada en el Torino, Belotti se ha destapado como el talentoso goleador que ya apuntaba a ser hace muchos años. Con 25 goles y cuatro asistencias en 30 partidos, se ha convertido en el jugador capital del equipo del toro, que cimenta todo su juego en el Gallo, que lidera junto a Dzeko la lista de máximo goleador de la Serie A y presenta su candidatura a la Bota de Oro que con 27 tantos gobierna Messi. Belotti ha tirado abajo la puerta de la selección italiana sin siquiera llamar a ella y ha obligado a base de goles a Ventura a incluirle en las últimas convocatorias de una azzurra que parece estar en construcción y haber encontrado a su delantero de la próxima década. Con la camiseta nacional, El Gallo ha jugado cuatro partidos oficiales, logrando tres goles y dos asistencias.

Pero de Belotti no solo asombra su calidad para con el balón, que no es poca. Su altruismo, su bondad, ese sentimiento de agrado por el chico que juega por pura diversión, que siente lo mismo que cuando jugaba en aquellas plazas inhóspitas de Calcinate. Pura pasión. Varios de los grandes de Europa ya han preguntado por él en épocas en las que el gol escasea y el Torino, sabedor no solo de la perla que tiene entre manos si no de las locuras que hoy se cometen, le ha tasado como intransferible. O, de otro modo, de no negociable y salvo locura de 100 millones de euros (su cláusula de rescisión para clubes extranjeros), El Gallo seguirá siendo un toro.

Distinta podría ser la situación de llegar por él una oferta de un equipo del país. En ese ímpetu de la Serie A por seguir creciendo como Liga y de cerrar las puertas a exportaciones a ligas como la Premier o la Española, los todopoderosos transalpinos podrían hacerse con el niño maravilla del Torino por algo menos de esos 100 millones de euros, aunque la jugada seguiría sin salir barata. Tirándose de los pelos estarán en Atalanta, el club más poderoso de su zona natal al que su abuelo iba a ver en bicicleta, el que le rechazó cuando solo era un crío por el simple hecho de que no le veían cualidades. "Ser rechazado por el Atalanta me hizo daño", sigue afirmando él entre goles.

Quizás su futuro está más cerca de Milán, donde admite tener una simpatía clara desde pequeño, sobre todo gracias a Shevchenko. "Mi hermano es un gran fan del Milan. Me llevaba a verle de pequeño y yo me hice también hincha. Aunque ahora, como jugador profesional, esa pasión ya no es como entonces. Sé que me debo al equipo en el que juego", señala, con cabeza, un jugador reconocido por su sus cualidades humanas. Parece tener los pies en la tierra y la cabeza amueblada. Quizás la cualidad que le ha llevado más lejos, incluso por encima de su capacidad para marcar goles.

Y es que su sencillez para marcar goles es inusual. Ver jugar a Belotti es ver a ese tipo que remata pese a que le están agarrando. Es ver a ese chicuelo que se tira en plancha y se deja las rodillas en el césped por un gol por el que los demás ni imaginan. Es ver a un '9' metiendo el pie en un un lugar en la que el resto de los mortales no desearía ver ni a su mayor enemigo. Es ver cómo un delantero se eleva por encima de su par, pareciendo un gigante contra un enano. Es ver el hambre de gol, el afán de superación. Belotti es pelear cada balón como si fuera el último; es chutar, fallar y coger el mismo rebote; Belotti es estar siempre bien colocado y si no, apañárselas para aparecer de la nada; es el oportunismo, el remate al primer toque, el control de espaldas y el choque cuerpo a cuerpo con el defensa. Belotti es un derroche de adrenalina. Es ese delantero que no necesita de compañeros para hacer un gol de la nada. Jugar contra Belotti es quedarte encerrado en una jaula con un león hambriento. Belotti es gol. Es ese delantero que aterroriza las defensas del Calcio y que pronto lo hará en toda Europa. Jugar contra Belotti es venir de una batalla de guerra. Es ese gallo preparado para la pelea.