viernes, 6 de noviembre de 2015

Mundial Sub17 (2015): Malí y Nigeria se citan en la final


Cuento con los dedos de una mano las veces en las que el fútbol me ha causado más diversión que la de anoche. Qué bonito es ver un Mundial Sub17 como este, donde el fútbol puro prevalece sobre todas las cosas. Niños de entre 15 y 17 años cuyo único objetivo pasa por divertirse más que por ganar, por aprovechar la oportunidad de deleitarse en el que pueda ser su único o último gran torneo. Muchos de ellos, si no la mayoría, se quedarán en el camino. Los africanos, además, intentan con estas citas cambiar toda su vida y la de sus familias con una oportunidad en Europa con la que sueñan desde que tienen uso de razón. Un 11 contra 11 en el que la disputa del balón es máxima, donde nadie guarda nada y se respeta la decisión de un árbitro al que nadie trata de engañar. Hacía años que no veía barreras intentando recortar el ángulo del lanzador avanzando centímetros, por ejemplo. Y eso que no hay spray.

La superioridad física de los jugadores africanos en estos eventos es evidente y Nigeria, la mejor en el palmarés con cuatro títulos, buscará el domingo (23:00 horas, Eurosport) renovar el entorchado que defiende y que ganó con méritos hace dos años ante una Malí que, pase lo que pase, ya es la mejor generación de la historia del país. Ya son los chicos que más lejos han conseguido llevar a un combinado tras lograr la Copa África hace unos meses y ser mínimo subcampeona del mundo.

El Malí-Bélgica (3-1) que abrió ayer la jornada sirvió de perfecto preludio para el México-Nigeria (2-4) que vimos después, que fue con todo merecimiento el mejor partido que se ha jugado en el torneo. Ya van 38, sólo quedan dos. En la primera semifinal, además el morbo de volver a ver enfrentarse a malienses y belgas aumentó el caché del duelo. Ya se habían enfrentado en fase de grupos, cosechando un empate  a cero que fue una derrota para Malí que, tras tirar 20 veces a puerta (más de 10 de ellas en posición clara) y estrellar dos balones en la madera se llevó los mismos puntos que el conjunto europeo, que apenas pudo pasar de mitad de campo. De todos, Boubacar Traoré, el delantero africano, fue el perdedor moral del duelo tras marrar infinidad de ocasiones claras de gol.

Muy diferentes fueron los dos equipos que ayer saltaron al campo de los que se habían visto las caras semanas atrás. Rápido quiso Bélgica hacerse con el balón del partido y no dar lugar a las avanzadas en forma de estampida de los cuatro delanteros africanos (dos de ellos jugando como extremos en un 4-2-4 donde reina el anarquismo), y Dante Rigo, joven canterano del PSV, desaprovechó un desbarajuste en la zaga africana para adelantar a los suyos. Fue pasado el cuarto de hora y, para ser sincero, Bélgica se estaba merendando a Malí. Pero fue recibir el gol y saltar todas las alarmas para los africanos, que se desperezaron, se quitaron los complejos y perdieron el mal de altura para adueñarse del partido. Sólo cinco minutos más tarde, Boubacar Traoré recuperaba la paz interior consigo mismo y encontraba redención enganchando una volea desde lejos tras una soberbia asistencia con el exterior de Malle. Un delantero desde la banda derecha asistiendo a su pareja en punta que aparece por el otro costado. Lo dicho. Una movilidad que no ha sabido defender ningún equipo hasta la fecha. 

Y es que tras el 1-1 Bélgica se borró del partido. Más bien Mali la difuminó. Y se pueden dar con un canto en los dientes los Red Devils porque Sekou Koita, el chico maravilla de 15 años que está conquistando el torneo con su zurda, anoche jugó su peor partido. Por primera vez le vimos cometer fallos en el pase y en la toma de decisiones. Claro que para fallo el de Teunckens, el meta belga. El portero del Brujas, que había sido un muro todo el torneo y encadenaba tres partidos sin recibir gol, cometió un error impropio incluso para estas categorías cuando a la hora de partido midió mal un balón que era suyo y acabó tragándose el bote para que Maiga pusiera el 2-1, que no iba a ser definitivo pero sí determinante. Ya con media hora por delante, el físico africano se impuso y los europeos se quedaron sin opción alguna. Un quiero y no puedo que acabó aun más doloroso cuando en la recta final Koita puso el 3-1. Su egoísmo en esos minutos de la basura privó que la goleada fuera mayor, pero Bélgica merece irse de la cita con la cabeza alta y no con el regusto amargo.

Tras una hora de descanso, de asimilación de todo lo visto, México y Nigeria se pusieron manos a la obra en busca del último billete para la final. El Tri posiblemente ha sido el equipo más completo del torneo, el más regular. Un notable en todo, un sobresaliente en grupo y alguna que otra individualidad maravillosa. Kevin Magaña adelantó a los americanos tras una buena jugada colectiva cuando el partido estaba empezando y Nigeria vivió una situación que hasta entonces era desconocida para ellos: remar a contracorriente. Vale que quedaba más de una hora, pero en estos torneos y a estas alturas, cualquier detalle es determinante y el mal de altura suele hacerse visible. No acertaron los mexicanos a doblar su ventaja y erraron hasta tres ocasiones claras de gol para acabar pagándolo caro. Primero fue Nwakali, con un lanzamiento de falta, el que puso las tablas en el marcador. Menuda perla se lleva el Manchester City. Minutos más tarde, Okonkwo hizo uno de los goles del torneo para llevar al descanso a los nigerianos con ventaja. 

Muy vivo estaba el Tricolor, no obstante, percutiendo sin cesar la defensa de unas águilas bien dirigidas por Amunike desde la banda. Al final fue la jugada menos peligrosa la que llevó al empate. Fue el lateral Diego Cortés quien con un gol maradoniano puso las tablas. Regate de extremo, conducción de mediapunta y definición de delantero. Lo tuvo todo. Fue un nuevo resurgir de México, que volvió a poner a los nigerianos contra las cuerdas pero por segunda vez perdonó y acabó perdiendo. Fue un zarpazo de Ebere en el ecuador de la segunda mitad, en el que el portero pudo hacer más, el que dio la estocada a México, que se quedó sin fuerzas, ni física ni moral, para volver a remontar. Y en ese afán por hacer de cada diana la mejor vista en toda la Copa, Osimhen se estrelló con la madera buscando un tanto de oro. Llegaría su gol poco más tarde desde los metros, puntual a su cita con la red (9 goles, ha marcado en todos los partidos), aunque se pudo llevar alguno más, pero el palo se lo volvió a impedir. El chico que vendía agua en los semáforos de Laos que durante este torneo ya ha recibido en su habitación la visita de representantes de equipos de la Premier League.


México merece una medalla

Probablemente el fútbol sea justo. Nigeria y Mali han sido los dos combinados más difíciles de meter meter mano y entre ellos se van a jugar el Mundial. Los de Amunike con un ataque y una medular explosiva, aplastante y determinante, que te vacuna en cuanto puede. Los malienses, más individualistas, anarquía pura, reinan en el desconcierto y se aprovechan de un grupo muy unido. Pero México probablemente sea el equipo mejor trabajado en todas las líneas, el más completo y, por qué no, el que más futuro tiene cuando sus jugadores adquieran madurez y ese físico que les falta y del que presumen los finalistas.  Su baño a Argentina en la primera jornada fue monumental; su puesta en escena derrotando a Alemania un clínic de cómo jugar al fútbol y en las rondas eliminatorias han pasado siempre con holgura. Si el fútbol de verdad es consecuente, no deberían salir de Chile sin metal. Para eso deberán vencer en la final de consolación a Bélgica el domingo (20:00 horas, Eurosport 2), la cuarta en discordia. Los europeos han sido un equipo más bien rácano, justito, muy fuertes en defensa pero sin dar con la tecla en ataque. Han ido de menos a más, eso sí, pero el rendimiento individual de sus estrellas no ha estado a la altura del nivel que se le presupone al subcampeón de Europa. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario