viernes, 7 de abril de 2017

Andrea Belotti, el canto del gallo




Andrea Belotti es de esos jugadores que uno conoce antes por los videojuegos que por el fútbol de la vida real. Delantero por excelencia del Football Manager, de esos que mejoran y progresan hasta límites insospechados y que, en muchas ocasiones, se acaban convirtiendo en algunos de los mejores jugadores en el mundo de carne y hueso. Otros muchos no. Porque igual que en esas caricaturas de la vida triunfaron Falcao, Agüero, Firmino o Coutinho cuando eran absolutamente desconocidos, otros wonderkids como Lulinha o Matías Suárez se quedaron en el camino, o no llegaron a todo lo que apuntaban.

Tuve conciencia de la existencia de Andrea Belotti (20 de diciembre de 1993, Bérgamo) en 2012-2013 cuando me rompió, de manera 'jueguil', el corazón. Entonces yo jugaba al FM con el Catania, con todo lo que eso conlleva: límite salarial bajo, política de fichajes austera, restricciones ilimitadas a la hora de fichar. Todo un hándicap que lograba más o menos solventar con una red de ojeadores que por todo el país me hacían informes de los chicos maravilla. La larga lista de delanteros jóvenes con potencial y de nacionalidad transalpina quedó entonces reducida a un solo nombre: Andrea Belotti, jugador del AlbinoLeffe de la Tercera División italiana. Pero él, con dos ofertas encima de la mesa, decidió rechazar la mía (jugando en Serie A) y fichar por el Palermo, eterno rival siciliano del Catania, de la Serie B. 

No fue hasta entonces cuando conocí fuera de la vida tecnológica a Andrea Belotti. En la vida real, cosa curiosa, también firmó con el equipo rosanero. Y fue esa serie de coincidencias la que me hizo querer saber algo más del chico que me había atormentado en un simple videojuego. Belotti aterrizó en un Palermo que contaba con Abel Hernández como jugador estrella y donde ya asomaban la cabeza Paulo Dybala y Franco Vázquez. También Kyle Lafferty tenía presencia en el ataque y dotaba al equipo de la veteranía y experiencia de la que sus arietes carecían. Nada impidió al reciente fichaje ser importante y, en su primer gran envite, acabar el curso con 10 goles ligueros pese a no llegar a la veintena de años. Una puesta en escena que le dio la razón al propio delantero, que incluso fue capaz de poner 500.000 euros de su bolsillo para llegar al equipo siciliano.

Pero Belotti, que se empezaba entonces a labrar un futuro como delantero, podría haber tenido otro destino bien distinto. Más lógico incluso para la gente como él, llegada de pueblos pequeños donde no se dispone de un gran escenario y la exposición y el alcance es mínimo. Calcinate es la localidad de Bérgamo que vio nacer a Belotti hace 23 años. Con poco más de 5.000 habitantes y sin un solo personaje reconocido en toda su historia, salir de allí y tener éxito, ser una persona reconocida en cualquier ámbito de la vida, parecía una utopía.

Belotti celebra un gol haciendo el Gallo / AFP
Belotti cambió ese destino sin quererlo. Es ya conocido en toda Italia como El Gallo por la forma que tiene de celebrar los goles, haciendo de su mano una cresta y fingiendo ser uno. Hay quien dice que es porque cuando apenas era un crío se pasaba horas y horas correteando detrás de los que tenía su tía en el corral de su casa aunque, en realidad, es en honor a su amigo de la infancia, casi como su hermano, que de nombre se llama Juri y tiene como apellido Gallo. Hay celebraciones que van siempre acompañadas de la imagen de un jugador. Como aquella palma que Alan Shearer no se cansó de enseñar, como el gesto con los dedos que hacía Ronaldinho, como las orejas de Juan Román Riquelme o como aquel saltito '¡toma!' de Rivaldo. El Gallo de Belotti parece haberse unido al clan.

En esta su segunda temporada en el Torino, Belotti se ha destapado como el talentoso goleador que ya apuntaba a ser hace muchos años. Con 25 goles y cuatro asistencias en 30 partidos, se ha convertido en el jugador capital del equipo del toro, que cimenta todo su juego en el Gallo, que lidera junto a Dzeko la lista de máximo goleador de la Serie A y presenta su candidatura a la Bota de Oro que con 27 tantos gobierna Messi. Belotti ha tirado abajo la puerta de la selección italiana sin siquiera llamar a ella y ha obligado a base de goles a Ventura a incluirle en las últimas convocatorias de una azzurra que parece estar en construcción y haber encontrado a su delantero de la próxima década. Con la camiseta nacional, El Gallo ha jugado cuatro partidos oficiales, logrando tres goles y dos asistencias.

Pero de Belotti no solo asombra su calidad para con el balón, que no es poca. Su altruismo, su bondad, ese sentimiento de agrado por el chico que juega por pura diversión, que siente lo mismo que cuando jugaba en aquellas plazas inhóspitas de Calcinate. Pura pasión. Varios de los grandes de Europa ya han preguntado por él en épocas en las que el gol escasea y el Torino, sabedor no solo de la perla que tiene entre manos si no de las locuras que hoy se cometen, le ha tasado como intransferible. O, de otro modo, de no negociable y salvo locura de 100 millones de euros (su cláusula de rescisión para clubes extranjeros), El Gallo seguirá siendo un toro.

Distinta podría ser la situación de llegar por él una oferta de un equipo del país. En ese ímpetu de la Serie A por seguir creciendo como Liga y de cerrar las puertas a exportaciones a ligas como la Premier o la Española, los todopoderosos transalpinos podrían hacerse con el niño maravilla del Torino por algo menos de esos 100 millones de euros, aunque la jugada seguiría sin salir barata. Tirándose de los pelos estarán en Atalanta, el club más poderoso de su zona natal al que su abuelo iba a ver en bicicleta, el que le rechazó cuando solo era un crío por el simple hecho de que no le veían cualidades. "Ser rechazado por el Atalanta me hizo daño", sigue afirmando él entre goles.

Quizás su futuro está más cerca de Milán, donde admite tener una simpatía clara desde pequeño, sobre todo gracias a Shevchenko. "Mi hermano es un gran fan del Milan. Me llevaba a verle de pequeño y yo me hice también hincha. Aunque ahora, como jugador profesional, esa pasión ya no es como entonces. Sé que me debo al equipo en el que juego", señala, con cabeza, un jugador reconocido por su sus cualidades humanas. Parece tener los pies en la tierra y la cabeza amueblada. Quizás la cualidad que le ha llevado más lejos, incluso por encima de su capacidad para marcar goles.

Y es que su sencillez para marcar goles es inusual. Ver jugar a Belotti es ver a ese tipo que remata pese a que le están agarrando. Es ver a ese chicuelo que se tira en plancha y se deja las rodillas en el césped por un gol por el que los demás ni imaginan. Es ver a un '9' metiendo el pie en un un lugar en la que el resto de los mortales no desearía ver ni a su mayor enemigo. Es ver cómo un delantero se eleva por encima de su par, pareciendo un gigante contra un enano. Es ver el hambre de gol, el afán de superación. Belotti es pelear cada balón como si fuera el último; es chutar, fallar y coger el mismo rebote; Belotti es estar siempre bien colocado y si no, apañárselas para aparecer de la nada; es el oportunismo, el remate al primer toque, el control de espaldas y el choque cuerpo a cuerpo con el defensa. Belotti es un derroche de adrenalina. Es ese delantero que no necesita de compañeros para hacer un gol de la nada. Jugar contra Belotti es quedarte encerrado en una jaula con un león hambriento. Belotti es gol. Es ese delantero que aterroriza las defensas del Calcio y que pronto lo hará en toda Europa. Jugar contra Belotti es venir de una batalla de guerra. Es ese gallo preparado para la pelea.

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