jueves, 27 de abril de 2017

La madurez tardía del Papu

Papu Gómez se coloca el brazalete de capitán / Marco Luzzani/Getty Images
Con 29 años recién cumplidos, los 14 goles y 10 asistencias que ostenta el Papu Gómez esta temporada, han llevado al Atalanta a su mejor clasificación en más de dos décadas. Los de Bérgamo se sitúan a falta del tramo final del curso en quinta posición y sueñan con volver a competición europea muchos años después.

"Solo saldré del Atalanta si llega una oferta de un club para jugar en Europa League o Champions League", afirmaba Alejandro Gómez (Buenos Aires, 1988) al principio de la campaña, cuando su nivel individual estaba varios peldaños por encima de un Atalanta que vagaba por la zona media baja de la tabla en la Serie A. Entonces, equipos de mejor reputación en el país transalpino y alguno algo más pintón de Europa preguntaron por ese chico que saltaba a jugar con un brazalete de capitán en el que se reflejaban los protagonistas de Supercampeones (Óliver y Benji) con los que toda una generación creció con un sueño común: vivir por y para el fútbol. El balón como tu mejor amigo.

Hubo una época, hace algo más de 10 años, en la que el Papu Gómez era ese niño bajito gambeteador que aterrorizaba las defensas por su precocidad y su velocidad. Ese eterno nuevo Maradona que en Argentina no se cansan nunca de buscar y cuya etiqueta tantas carreras ha destrozado. Su debut llegó con Arsenal de Sarandí con solo 17 años, club que le había visto crecer desde los ocho y su impacto fue tremendo. Tanto, que varios grupos inversores se peleaban por los derechos del jugador que estaba destacando tanto en el campeonato argentino como con la selección Sub20. Aunque, para sorpresa de todos, eso sí, el Papu fue actor secundario en la Copa del Mundo de la categoría en 2007 en la que Agüero brilló por encima de todos en un equipo que contaba con Mauro Zárate, Pablo Piatti, Maxi Morález o Ángel Di María en la parcela ofensiva.

Papu, con el Catania /
Maurizio Lagana/Getty Images
Con Arsenal ganó una Copa Sudamericana, siendo fundamentales sus dos tantos en la final ante América de México y en 2009 emigró a un San Lorenzo que buscaba llenar sus vitrinas. Allí coincidió por primera vez con Simeone y vivió una relación turbia con los dirigentes. Su actuación fue crucial en varios partidos, salvando la cabeza de un Cholo muy cuestionado por los resultados y de un equipo que iba a la deriva hasta que en el verano de 2010 se marchó al Catania, que estaba formando una colonia de jugadores argentinos considerados más bien residuales para según qué equipos nacionales. Allí iban los que no quería nadie. El Papu tuvo ofertas, muchas, pero San Lorenzo, poseedor solo de un porcentaje de sus derechos y sus dirigentes, con quien no había buena relación, decidieron mandarlo allí.

Desde que aterrizó, el Papu se erigió rápido como el mejor jugador de un equipo que iba encaminado a lo peor, con una directiva más pendiente de lo económico y lo extradeportivo que del fútbol (hoy el Catania está en Serie C por amaño de partidos). A ese Catania le cambió el gesto Simeone, que cogió un equipo en la UVI a mitad de temporada y con pocos recursos le acabó dejando en mitad de tabla sin apuros. Sentó las bases para un equipo que dos años después solo siguió en aumento. 111 partidos, 18 goles y 17 asistencias después, el Papu tomaba la decisión más importante de su vida.

El Inter de Milán había llamado a su puerta. Simeone le reclamó para el Atlético de Madrid, que estaba conformando una plantilla que acabaría ganando la Liga Española y también la Fiorentina se acercó a ver su situación. Pero él se fue al fútbol ucraniano y ahí su carrera dio un giro. Justo cuando reclamaba su convocatoria con la absoluta de Argentina, después de tres temporadas al máximo nivel en la Serie A, tomó una decisión que condicionó su futuro. "Tenía ofertas de Inter, Fiorentina y Atlético de Madrid, pero el Metalist fue más persistente. Lo consulté con mi familia y estuvimos de acuerdo", señala, y admite que la posibilidad inmediata de jugar Champions League con los ucranianos le atrae. Nada más aterrizar, la UEFA veta la participación de los ucranianos en torneo continental por amaño de partidos en 2008 y la relación equipo-jugador se empieza a fracturar.

Ese mismo diciembre aceptó rebajar su sueldo para llegar a la Fiorentina, pero el club no cedió. En verano, tras las vacaciones, alegando como motivos las revueltas que empieza a sufrir el país y la mala adaptación a su clima, el Papu, como muchos otros, decide salir de Ucrania y los clubes no pueden impedirlo. Recala en Atalanta, un club de categoría similar a lo que era el Catania cuando él estaba. Allí, Alejandro Gómez disputa ahora su tercera temporada, la que está haciéndole ser el centro de atención de la Serie A.

Tanto es así que a petición expresa del seleccionador italiano, Giampiero Ventura, solicitó la doble nacionalidad y es la Federación la que está luchando con FIFA para que el jugador pueda ser seleccionado por Italia. Al no haber jugado nunca un partido oficial con la absoluta albiceleste, la situación parecía ser viable, pero el máximo organismo del fútbol a nivel mundial se lo ha negado, pues alega que debería haber contado con esa doble nacionalidad ya en 2007, cuando disputó el Mundial Sub20 con Argentina.

Fuera como fuere, el Papu ha eclosionado. Jugador eterno de banda izquierda, regateador, gambetero y nunca goleador, la libertad con la que cuenta esta campaña para moverse por todo el frente de ataque le ha brindado de unas cifras que superan a cualquiera que haya logrado durante su carrera. Partiendo casi siempre desde la mediapunta tirado un poco a la izquierda, con la presencia de un delantero de área nato por delante como Petagna, el Papu ha colocado al Atalanta en quinta posición, por delante de equipos como Fiorentina o los dos de Milán y ahora sueña con jugar en Bérgamo la competición europea que nunca jugó en su carrera.

A sus 29 años, Italia no ha podido convocarle, pero Argentina, que necesita una renovación de trasfondo, podría encontrar en el Papu una solución para la parte ofensiva. Simeone, con quien ya coincidió en Catania y San Lorenzo, con quien tiene una gran relación y que ya ha pedido su fichaje para el Atlético de Madrid en varias ocasiones, volverá a poner su nombre encima de la mesa ahora que Gómez está en el mejor momento de su carrera. La camiseta número '10' de Atalanta es la que desde hace un par de años todos los niños llevan en la ciudad de Bérgamo. Y la culpa es del Papu Gómez, ese pequeño gran jugador de 1'65m que un día fue coronado como la nueva esperanza y que ha tenido que esperar a los 29 años para asentar su carrera. Quizás, la madurez llega demasiado tarde y este puede ser el último gran tren de un Papu Gómez que parece contento de seguir muchos años más en Atalanta. Aunque de ser así, no podrá nunca no tener remordimientos por no haberse enganchado a su última oportunidad.

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