martes, 15 de diciembre de 2015

Leicester City, la princesa fea invitada al baile

14 de diciembre de 2014. El Leicester City que entrena Nigel Pearson es último en la Premier League con 10 puntos tras haberse disputado 16 jornadas de Liga.

14 de diciembre de 2015. El Leicester City que entrena Claudio Ranieri es líder de la Premier League con 35 puntos tras haberse disputado 16 jornadas de Liga.

No sólo ha pasado un año en la transformación de estos magníficos foxes que, ahondando un poco más, estaban el curso pasado con pie y medio en la Championship cuando a falta de ocho jornadas por disputarse andaban últimos a siete puntos de la salvación y con un calendario, a priori, que no iban a superar. Vaya si lo hicieron, logrando 22 puntos de los 24 en juego y arrancando con una racha que hoy continua.

El Leicester se siente como esa joven fea, sin fama, que ha sido invitada al baile. La chica de las películas americanas que nunca llama la atención, en quien los focos no se centran y que, por un momento, sueña con la corona de reina de la noche que merece igual o más que las demás por méritos propios. Todo es para y por sus aficionados, unos zorros que han acompañado desde que tienen uso de razón a un equipo cuyos mayores éxitos datan de tres copas de la Liga ya hace varios lustros y que presumen con orgullo de su último botín: El trofeo de Championship logrado en la 2013/2014. Sí, la Championship es la Segunda División Inglesa. No se recuerda una conversión menos escalonada desde los tiempos del fallecido Brian Clough a los mandos del Derby County y el Nottingham Forest, cuando el fútbol era fútbol.

Ranieri / GETTY IMAGES
Los de Claudio Ranieri se han ganado el derecho a soñar. Bajo la premisa del 'ya caerán', Arsenal y Manchester City se frotan las manos de ver cómo este título puede ser el más barato de los últimos años, con un Chelsea coqueteando con el descenso y un Manchester United al que nunca le entra la quinta marcha en recta. Una bicefalia que el King Power Stadium no comparte. Tiene una idea bien distinta y ayer la hizo saber a los suyos: Quieren la Liga. Banderitas, canciones y papelitos, los aficionados del Leicester vistieron ayer su estadio como una final en Wembley y animaron a los suyos con la tensión de que un título está en juego. Partiendo de la base de que deberán hacer más del doble que ninguno para tener la mitad del reconocimiento, para conseguir meterse el metal en el zurrón, los chicos de Ranieri no tienen la obligación de ganar a nadie una carrera a 38 vueltas. Aunque, después de estar más de un tercio del campeonato en la cabeza, la responsabilidad moral de la plantilla es bien distinta. Está tan cerca, es una oportunidad única, que no se puede dejar escapar. 

Jamie Vardy es la personificación de la hazaña. A sus 28 años, el delantero de Sheffield es la sensación de la Premier y disputa su segunda campaña en la máxima división. Nadie se lo habría imaginado cuando hace sólo seis años disfrutaba del fútbol amateur de la Sexta División, ganando unas pocas libras que no le daban ni para pagar el autobús que debía coger todas las mañanas para trabajar en una fábrica y ganarse la vida. Ahora es esa rana que ha besado la princesa y se ha convertido en príncipe. El hombre que ha pasado de una vida tranquila a ser el centro de los focos. Aquel que tendrá que cambiar la fecha de su boda el próximo verano, cuando represente a Inglaterra en la Eurocopa. La planeó cuando era uno de los peores pagados del campeonato. El Chav (golfo, pandillero, pequeño criminal), apodo con el que se le conoce desde las ligas menores por sus orígenes (llevó incluso una pulsera en el tobillo de arresto domiciliario), el joven que a sus 25 años que vio como el primer día de entrenamiento en el Leicester, sus compañeros escondían sus pertenencias (de él) con la máxima seguridad y que hoy enseña al mundo a no rendirse jamás. Una de esas historias que hacen creer que hay algo más ahí fuera y que nunca hay que rendirse.

Un huracán, un torbellino que lleva 15 goles en 16 partidos, que ha marcado en 11 encuentros seguidos rompiendo el récord que hasta entonces tenía el holandés Van Nistelrooy. Vardy es el alma de este Leicester, la bandera. La prolongación de la grada. A base de fútbol, garra y lucha se ha forjado este equipo y en las dos últimas el punta es matrícula de honor. El fútbol, lo técnico y lo bonito, lo que se ve, lo ponen otros como Mahrez y Albrighton. El primero, una de las revelaciones del campeonato. Su zurda no ha pasado desapercibida y convierte los controles más complejos en goles de museo, los regates imposibles en paseos por el parque. Un placer para la vista verle por el campo. Pocos jugadores amenazan más que él hoy en día y siembran el pánico con el balón controlado. Ranieri logra el éxito con jugadores a los que en muchos sitios no se quería. Un Fuchs de lateral izquierdo que llegó libre tras acabar contrato en el Schalke y al que nadie le hacía ofertas, un Robert Huth pasado de rosca al que el Stoke quería dar puerta, un jamaicano Wes Morgan que a los 30 años nunca había jugado en Premier o un Danny Simpson que no era más que un jugador decente en Championship.

Schmeichel / GETTY IMAGES
Todo atado y bien atado por un Kasper Schmeichel que parecía nunca iba a llegar a cumplir las expectativas que en su día había intuido el hijo del bueno de Peter. Y es que hace ya más de una década, un rubio danés imberbe se salía en las categorías inferiores del Manchester City hasta que el apellido le empezó a pesar demasiado y vio como Joe Hart, un año menor, le adelantaba por la derecha sin pisar el freno. Tras varios periplos por las ligas menores y por Escocia, pocos o ninguno tenían ya la esperanza de que el hijo del gran danés lograra convertirse en el portero que parecía prometer cuando sólo era un crío. Ahora, con 29 años, lo ha conseguido. 

El Leicester City es más un grupo que un equipo. Chicos que, en su locura, en la incredulidad en la que viven, pueden salir todos juntos a tomar unas pintas después de un entrenamiento un día y al siguiente aparecer en mitad de Copenhage disfrazados de superhéroes para celebrar la victoria y el liderato tras un partido. Estaban las Tortugas Ninja, un par de Power Rangers, Spiderman o PacMan. Idea de Kramaric, por cierto, punta croata que sólo ha disputado 12 minutos esta campaña. Todos cuentan. Es la fuerza de la unión la que les hace estar donde están, afirman ellos sin pudor.

La plantilla, disfrazada en Copenhage / KRAMARIC INSTAGRAM
Su hazaña es la más compleja de las que se recuerdan. El Leicester quiere escribir las páginas más bonitas de los libros más adorados y grabar con letras de oro su nombre y la temporada 2015/2016 al lado de la Uruguay del Maracanazo, de la remontada del Liverpool en Estambul, de unos griegos románticos que conquistaron Europa sitiando Portugal, de aquel Nottingham Forest que levantó dos Copas de Europa tras venir de la Segunda División o de aquel payaso polaco de nombre impronunciable (Tomaszewski) que hizo llorar a Wembley.

Cada partido será una final. Cada derrota restará más de tres puntos porque el margen de error es muy pequeño. El 'ya caerán' no tiene validez hasta que caigan, pero la probabilidad y la estadística, y sobre todo el nivel técnico de la plantilla, están en contra de los zorros. Las casas de apuestas tampoco lo contemplan, colocándoles como cuartos o quintos favoritos para alzarse con el trofeo, por detrás en algunos casos de un Liverpool al que hoy aventajan en 11 puntos. Es imposible no hacer un paralelismo con el Atlético de Simeone, que con más dosis de coraje, garra y lucha que fútbol, se impuso a dos titanes millonarios que tienen estrellas por suplentes. Ese es el ejemplo y el modelo y, de conseguirlo, la heroicidad del Leicester superaría por goleada al hito de los rojiblancos bajo una misma premisa: partido a partido. Que no hay nada imposible es algo que deben pensar los jugadores cada vez que ven al propio Vardy en cada entrenamiento. Una proeza viviente. La invitación al baile de fin de curso sigue ahí, presente, y aunque las haya más guapas y más bonitas, el Leicester tiene todo el derecho a soñar con ser galardonado con la corona. Nadie podrá arrebatarle eso ya a sus aficionados, que viven en un estado de incredulidad y éxtasis de dimensiones impensables. Obligación a nada, derecho a todo. El fútbol se inventó para cosas como esta. 

Vardy y Mahrez celebran un tanto / GETTY IMAGES

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