jueves, 1 de agosto de 2013

La última bala del Torito

Recuerdo la primera vez que le vi jugar. Fue en un Mundial Sub 17 que se jugó en Corea, con la selección española. Yo aún tenía 15 años y me dejó bastante impresionado en un equipo liderado por la estrella, Bojan, y un joven portero rubio que hoy defiende los palos de Old Trafford. Sí, De Gea.

Recuerdo que estaba de vacaciones en la playa y recortaba mi tiempo en el mar -algo que nunca siquiera me había cuestionado antes- por ver un torneo que me encantó. Probablemente ese verano fue el momento en el que decidí que me iba a dedicar a ver todo el fútbol que me fuera posible, tras el Mundial Sub 20 que había conquistado un mes antes Argentina con Agüero como emperador del torneo y que me dejó embobado.

Y fue casi al final del primer partido, Honduras-España, cuando entró un chaval con el 16 a la espalda y del que los comentaristas hablaban maravillas tanto suyas como de su padre. Un tal "Toro" Aquino del que yo nunca había oído hablar y del que luego descubrí había hecho una gran carrera en nuestro fútbol.

Sinceramente, lo único que me llamó la atención fue su dorsal, el 16. El mismo que portó el Kun Agüero en su primer entrenamiento en el Atleti. Y es que en esa época de mi vida estaba enamorado del delantero argentino y todo lo relacionaba con él.

Todo cambió en sólo unos días, cuando tras volver a salir desde el banquillo, se echó el equipo a las espaldas y dio la victoria al conjunto en el tiempo de descuento en un partido duro contra Siria. Esa selección que jugaba como los ángeles. Con Bojan en plena ascensión y por detrás Fran Mérida, Iago Falqué y Sergio Tejera que se asociaban a las mil maravillas gracias, en gran parte, a que Ignacio Camacho se bastaba él sólo para barrer todo el campo en un equipo en el que el hoy estrella Illarramendi era el tercero en discordia en ese puesto.

Aquino no tenía sitio a priori, pero en dos ratitos había dejado todo lo que tenía en el campo para hacer replantearse las cosas a Santisteban. Que decidió sacarle de titular en el partido ante Argentina en el lugar de Bojan -con la clasificación ya confirmada para la siguiente fase-. Y siguió enamorando.

En 90 minutos demostró que no era sólo lucha y entrega, sino que su zurda era poesía y su dominio del balón y descaro le ponían en el ramillete de jugadores determinantes. Disputó muchos minutos y fue crucial en la consecución del subcampeonato haciendo que los cantos de sirena se hicieran sonar.

Recuerdo que en mi aún imberbe inocencia, encendí mi PlayStation y creé a Aquino para hacer un equipo de jóvenes que había conocido ese verano y que no figuraban en el juego: Sergio Romero, Cahais, Fazio, Banega, Maxi Moralez, Piqué, Pato, Aquino y Vela formaban mi equipo entre otros tantos.

Por momentos pensé que podría jugar en el Atleti, equipo del que soy seguidor y se me rompieron las esperanzas cuando sonaba con ir al Madrid. Porque por aquellos entonces se decía que los blancos se habían ganado una opción preferencial por él en la operación que llevó a Mejía al Murcia. Debutó en primera con sólo 17 años y tan rápido como lo hizo, se fue, dejando un gran vacío en los seguidores de la Condomina y en mí.

Dicen las malas lenguas que la poca profesionalidad le dejó fuera del primer equipo, le hizo no destacar en Valladolid y le echó de Oviedo. Sinceramente, le había perdido la pista y pensé que nunca más oiría hablar de él, como ya me pasó con Fabio Futre, el hijo del Paulo.

Mi sorpresa llegó cuando 6 años después escuché por la radio que el Atleti había incorporado para su equipo C a una joven promesa rota. Era Aquino, y de rojiblanco, como yo había imaginado. De la mano de Simeone y por su buen hacer en el tercer equipo, el "Torito" debutó ante el Zaragoza en la última jornada de esta liga que ha terminado -dando una asistencia- y está siendo el jugador más destacado -o al menos la revelación- de la pretemporada del equipo colchonero.

Simeone le quiere, y la calidad la tiene. Puede ser su última gran oportunidad de triunfar en un equipo profesional, de ganarse la vida con lo mismo con lo que un día se la ganó su padre. Y es que un jugador con su zurda y su personalidad sobre el campo puede conseguir lo que se proponga. Diego Pablo tiene una nueva perla entre sus manos, pero meterse al Calderón en el bolsillo, sólo depende del Torito. Y él lo sabe.


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