jueves, 20 de agosto de 2015

Adam Armstrong: ¿Y si el '9' estaba en casa?

Newcastle es tierra de fútbol. Es aquel lugar del planeta que encuentra acomodo al norte, muy al norte de Inglaterra y que parece esconderse y alejarse de todo lo mundano tras esos puentes que cruzan el río Tyne. Newcastle es un lugar tan especial que de su acento han creado casi un dialecto, inentendible para aquellos que chapurrean inglés, molesto e incordioso para aquellos que lo tienen como lengua materna pues en ocasiones hablan con palabras totalmente inventadas. Y es que si ellos quieren decir 'caricatura' (toon) para referirse a 'ciudad' (town), ¿Quién se lo va a impedir?. Para entender a los nacidos en Newcastle hay que vivir allí. Sólo así es posible entender cómo unos tíos se enorgullecen hasta límites insospechados cuando se les conoce como 'Geordies', un término acuñado durante siglos y que, en realidad, nunca nadie ha sabido explicar de dónde viene. Son Geordies, sin saber por qué, pero están orgullosos de serlo.

Volviendo al principio, Newcastle es tierra de fútbol. Los fines de semanas no existe nada más. La ciudad se paraliza, la gente no trabaja y cerca de 55.000 personas acuden a St. James Park (hoy llamado Sport Direct Arena por motivos de patrocinio), el estadio del equipo, situado en las inmediaciones del Leazes Park. Como todo en ellos, incomprensible. ¿Por qué nombrar al estadio con el nombre de un parque de Londres cuando éste se asienta a escasos metros de otro? Ellos sabrán. Es parte de su mística. La hinchada, más o menos aceptada por consenso como la más fiel y pasional de Las Islas, lleva más de 40 años sin ver a su equipo, considerado un grande del país, levantar un título. Por decirlo de otra forma. La mayoría de los seguidores vivos de este club, no le ha visto levantar una Copa. 

Andy Carroll y Alan Shearer
La Army Toon (los fans del Newcastle) venera a sus jugadores por encima de todo. No va a misa, ellos sólo respiran por y para unas franjas negras que se entrelazan con las blancas y que hace que los once jugadores que saltan al verde se asemejen a las urracas que se amontonan en el césped de los parques la ciudad. Los magpies, los geordies, el toon... Arriba del todo, en el Olimpo de esa plantilla, se encuentran dos tipos de jugadores: los nacidos en la tierra, y los delanteros. ¿Qué sucede cuando esas dos premisas se combinan y coinciden? Que se crea una relación de amor entre miles de fieles a un único ser, que suele portar el '9', y al que se alaba como si de Dios se tratase.

La primera vez que esto sucedió fue en la década de los 40 y se extendió en la de los 50 gracias a Jackie Milburn, el primer gran goleador. Salió de la cantera y dio 15 años maravillosos a la parroquia de los geordies, donde logró varios títulos y consiguió 200 goles. Un delantero sólo superado por Alan Shearer. Y es que si a alguien que no conozca mucho de fútbol le nombran al Newcastle, sin duda a su imagen saltará la figura de Shearer. Hizo 206 tantos con la camiseta blanquinegra y es el máximo goleador de la historia del club. Su historia, además, tiene un componente todavía más romántico. Shearer fue rechazado de las categorías inferiores del equipo y se tuvo que marchar para continuar su carrera. En el momento exacto, como campeón de Liga, rechazó al Barcelona y al Manchester y decidió fichar por el club de sus amores en la que fue la primera gran presentación multitudinaria en Inglaterra, la segunda que se recuerda en toda la historia del fútbol internacional tras la de Maradona en Nápoles. "En otro equipo habría ganado más títulos, pero mi decisión fue la correcta", como para no quererle.

Shearer fue especial, único, un caballero que cambió zapatos y traje por botas de tacos y pantalones cortos. Su sonrisa y su palma al viento representaban los 'yes' de cada uno de los aficionados que abarrotaban las gradas de St. James Park. Lo que significa, a día de hoy, es tan fácil de explicar como el porqué de geordie como gentilicio. Su sucesor fue Andy Carroll. No coincidieron juntos en plantilla por unas semanas y poco después Alan fue el entrenador de Andy. Como si del nuevo hijo pródigo se tratase, Carroll se hizo con la camiseta número 9. Totalmente opuesto a Shearer fuera del campo, Carroll se ganó el amor de una grada que ya lo venía venerando sólo por sus orígenes y su posición a base de cabezazos que rompían las redes de la Championship. Sus testarazos subieron al equipo a Primera y ahí, en mitad de una confusión que no se supo desde el principio, acabó saliendo por la puerta de atrás.

Ha jurado y perjurado amor eterno desde el exilio pese a su marcha. Ha reconocido que el día que fue a pedir la renovación del equipo, miembros de la directiva le dijeron que le querían vender y ha admitido que por su cabeza sólo pasa volver algún día. Aunque la afición, por despecho y falta de información, no le guarda un cariño similar.

Adam Campbell, contra el
Stoke / GETTY IMAGES
Y mientras Carroll iba y venía, hacía y dejaba hacer, a fuego lento se cocía en la cantera un crío al que todos conocían como el albino por la tez blanca de su cara, pecoso y pelirrojo. Su rapidez y su altura, su punto fuerte y su punto débil. No llega al 1'70 y ha cimentado su superioridad en las categorías menores del fútbol inglés gracias a su velocidad. Ha representado a Inglaterra en las categorías inferiores y tuvo que cargar con la losa de ser llamado 'el nuevo Michael Owen'. Un handicap que le ha pesado demasiado pues hoy, con 20 años, parece estar lejos de acabar jugando en Primera División.

Su otro gran problema, además, compartía nombre, ciudad y posición. Otro Adam, en este caso Armstrong, que es dos años menor que él. No es tan rápido, pero lo parece. Lleva la pelota pegada al pie, es infinitamente más talentoso y técnico y parece superior a los chicos de su edad. Es por eso, que Armstrong, pese a sus dos años menos, ha adelantado a Campbell en alguna que otra convocatoria. Está en la edad exacta en la que su homólogo pelirrojo se empezó a estancar. Con 18 años recién cumplidos, Amrstrong ya puede presumir de haber disputado 15 partidos con el primer equipo de los magpies (sin gol), mientras que Campbell sólo llegó a disputar 3.

Adam Armstrong / PA
Y es en ese momento cuando se piensa en los movimientos del Newcastle en el mercado. Mitrovic, por casi 20 millones, es suplente de un Cissé que es ídolo de la grada pero cuyo rendimiento guadianesco deja mucho que desear. Mientras que el serbio, en su primera aparición, demostró que es un diamante con demasiado que pulir. Quizás más en su cabeza que en sus pies. Y al tiempo que uno y otro están ahí, dubitativos, con muchas ganas y pocos resultados, Adam Armstrong, en su primera fuga trimestral (3 meses cedido en el Coventry City) ya ha marcado 5 goles en 3 partidos. Es ídolo de la grada y desde el club se intenta a marchas forzadas que el contrato se alargue. No está hecho para la Premier, claro que no. Al menos no para tener un peso importante en el equipo. ¿Pero cuán importante era el fichaje por casi 20 millones de un delantero díscolo cuando entre tus manos tienes a un joven dos años menor, con un futuro prometedor y de la casa?. Si a Mitrovic nadie le hubiera dado la oportunidad de romper el huevo, hoy no estaría aquí. 

Y eso es lo que necesita Armstrong, que combina velocidad y potencia con la pelota en los pies, que maneja bien tanto derecha como izquierda, que huele el gol como la sangre y que está llamado a romper las porterías de los mayores equipos de la Premier.

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