domingo, 7 de diciembre de 2014

Papiss Cissé, el resurgir de La Bestia

Algunos de los mejores '9' del Newcastle.
Pocos arietes como él hacen mejor honor a aquella cita, y realidad, que defiende que los delanteros viven de rachas. Así es Papiss Demba Cissé, a quien apodan 'Papa' desde su época como jugador, aún semiprofesional, en el pobre fútbol de los estadios africanos, por la suma facilidad que tiene de convertir cada balón que toca en gol y de obrar milagros cuando más difícil parecen.
Su idilio con el gol y con Newcastle siempre han estado de la mano. Le bastó menos de un minuto en el día de su debut como urraca para perforar la portería del Aston Villa, dar los tres puntos a su equipo y conseguir los gritos de euforia del respetable mientras por la radio, quien comentaba el partido, sólo podía articular, en tono celestial: "Welcome to Newcastle, the new number 9" (Bienvenido a Newcastle, el nuevo número 9). Un dorsal que históricamente ha estado ligado a grandes figuras, desde la leyenda Alan Shearer hasta su penúltimo poseedor, Andy Carroll, pasando por Malcolm Macdonald, Les Ferdinand o Andy Cole, todos ellos escritores de las mejores páginas de goleadores en el libro del fútbol inglés.

Allá por el nordeste de Inglaterra se coreaba aquello de 'Tenemos más Dembas que vosotros', en referencia a que el compañero de Cissé, por aquellos entonces, era su compatriota Demba Ba, una pareja de africanos que tenían a la Premier patas arriba. Cissé, con sus muñequeras con la bandera de Senegal como mejor arma, hizo 13 goles en 14 partidos en la temporada de su debut y la única pregunta sin resolver es de qué habría sido capaz el Newcastle esa temporada de no haber llegado tan tarde el '9' por la Copa de África. Un Newcastle que terminó quinto en Liga, a sólo cuatro puntos de la cuarta plaza y a cinco del Arsenal, tercero. Había nacido un ídolo.
Demba Ba y Cissé, celebrando un tanto.

Presionaba como el que más en un equipo liderado por Ben Arfa y Cabaye y corría como un jabato a cada balón dividido por difícil que pareciera. Paradójicamente, el peligro aparecía (y sigue haciéndolo) cuando baja de revoluciones, calma las pulsaciones de su corazón y parece que desconecta del partido. Es entonces, cuando flota como una mariposa, cuando más pica como una abeja. Una serenidad que le acompaña también en las celebraciones, cuyo repertorio es limitado para la cantidad de veces en la que sus botas van a parar con las mieles del gol. Sólo acude al córner y se arrodilla a besar el suelo (por ello algunos también le llaman Papa, aunque él es musulmán) o bien sigue caminando con su interminable zancada cual atleta que acaba de ganar una prueba olímpica. Incluso una vez, con un gol en el 93, rompió con todos los esquemas y saltó las vallas de publicidad encolerizado para brindarle ese triunfo más de cerca a la afición. Avergonzado después, no sabía dónde meterse. No va con él.

Le costó adaptarse a jugar sólo en punta, después de la fuga de su mejor socio, Ba, y pudo contribuir apenas con una docena de goles en la campaña siguiente donde al mismo equipo le cambió el gesto y salvó el descenso en la penúltima jornada tras haber rozado el cielo sólo unos meses antes y para Cissé, que aportó puntos en casi todos los duelos en los que marcó, se vino una época difícil. El club adquirió el patrocinio de una empresa prestamista que él consideraba que no concordaba con sus creencias y se negó a vestir la camiseta con el logo que habían implantado. Verano de por medio y hasta marzo, alternó titularidad, suplencia y destierro (se entrenó en solitario muchos meses) y el equipo intentó venderle hasta la última semana de febrero, cuando se cierra algún mercado del este de Europa.
El fútbol quiso que su temporada para olvidar (dos goles en 24 partidos de Liga y otros dos en Copa) terminase de la peor manera posible. Un mes antes de finalizar la competición, el senegalés se fracturó la rodilla y los seis meses que ha estado en el dique seco bien han sido una recuperación completa, tanto física como mental. Se calzó sus botas para retornar ante el Hull City el pasado septiembre y una manada de tigers no pudieron con 'La Bestia', que sólo necesitó 21 minutos para mandar dos balones a la red y dejar claro un mensaje: ha vuelto.

Desde entonces ha medido cada progreso con lupa y no ha querido dar un paso en falso. Su rodilla preocupa y al mínimo contratiempo, Pardew, que se deshace en elogios hacia él, ha decidido darle descanso. Pero es imposible contenerle más tiempo en el banquillo. El buen momento de Ayoze Pérez le ha privado de algún que otro minuto, pero ahora se antoja imposible que la punta de ataque no sea suya, quizás acompañando al español o en detrimento de él. Su puesta en escena ante el Chelsea del sábado es una exhibición de sus mejores armas: sacar goles de la nada, aprovechar fallos rivales, crecerse ante los mejores y aparecer cuando más desconectado se deja ver. Como una serpiente que finge su muerte ante su cazador para engatusarle y hacer parecer que ha perdido valía.

Las casas de apuestas ni mencionaban su nombre como máximo goleador a principio de temporada. Sólo hace dos semanas, que acababa el campeonato como pichichi se pagaba 1 a 100 y esas cifras bajan poderosamente domingo tras domingo, partido tras partido, exhibición tras exhibición. Ya son siete goles en nueve ratitosMarca cada 63 minutos, el segundo mejor ratio gol/minuto de cualquier delantero en las mejores ligas europeas (C. Ronaldo ve puerta cada 50 minutos; Agüero, pichichi de la Premier, cada 74.) y su caza sólo acaba de empezar. "Welcome to Newcastle, the new number 9".

Cissé, tras marcar un gol el pasado sábado ante el Chelsea / Getty Images

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