martes, 28 de mayo de 2013

No nos defraudes, Kun

24 de mayo de 2011

Aún recuerdo el día que llegaste. Fue una semana después de terminar la temporada y un par de días antes de cumplir los 18. Llegaste de madrugada al aeropuerto de Barajas sin saber muy bien qué hacer y a dónde ir. Fue entonces cuando los viste. Tus primeros fans rojiblancos se habían acercado para recoger a un chavalín que no sabía nada. Con cara de asombro firmaste tus primeros autógrafos, te hiciste las primeras fotos e hiciste las primeras declaraciones, diciendo que estabas literalmente “flipando” con todo eso. Sólo tenías 17 años.

Te presentaste en el estadio. Llevabas el pelo larguito, lacio y todo hacia abajo. Sostenías una camiseta con tu apellido y sin dorsal. Un pendiente en tu oreja resaltaba, pero tu sonrisa de niño con zapatos nuevos era el foco de atención. Saltaste al estadio para vestirte de corto y te quedaste embobado al verlo vacío, ni te imaginabas cómo iba ser con él lleno. Diste tus primeros toques y te marchaste al rato por la boca de vestuarios.

En tu primer entrenamiento, un tal Fernando Torres dijo que no había visto nada igual jugar a su lado. Que ibas a ser muy grande pese a ser tan pequeño. Nadie sabía cómo jugabas. Pronto nos dimos cuenta. Una arrancada potente, aguantando el balón como un tío de 2 metros, un recorte prodigioso y un cambio de ritmo demoledor. Se te veía algo grueso para ser jugador, fuera de forma y con unas piernas muy anchas. Pronto descubrimos que ese era tu fuerte. Un tren inferior portentoso que te hacía luchar contra quien fuera.

En tu primer partido oficial, marcaste. Era pretemporada, y el rival, el Energie Cottbus, un recién ascendido a la Bundesliga. Sorteaste rivales al borde del descanso. Todos iban quedando detrás de ti hasta que llegaste al portero y le batiste con una vaselina. Fue una pretemporada muy buena y todos nos ilusionamos. Llevabas el 20 a la espalda.

Me puse a buscar información sobre ti. Encontré un video de 29 minutos con una serie de jugadas increíbles con Independiente. No daba crédito al ver lo que hacía un chiquito con 15, 16 y 17 años en la liga de los mayores de Argentina. Habré visto ese video millones de veces y sé lo que pasa en cada jugada y que canción acompaña a cada una de tus galopadas. He visto cientos de veces tu arrancada desde el medio del campo, con papel enganchado a tu pie incluido, en lo que era el cuarto gol en el derbi contra Racing.

No dudé, Kun. Esperé a que empezase la temporada para ver qué dorsal tenías finalmente. Escogiste el “10” que dejaba Kezman, el dorsal de los elegidos. Me compré tu camiseta, la cual aún guardo con el nombre medio borrado, pero que es mi favorita. La de la suerte, que yo llamo.

Tu primer año fue duro. Sólo 6 goles en liga, jugando casi siempre de suplente, pero jugando todos los partidos. Había dudas, mucha gente decía que no valías lo que se había pagado por ti, pero éramos muchos los que confiábamos en que era necesario un periodo de adaptación. No nos equivocamos. De ese año recuerdo los goles contra el Villarreal, el Barça, el Recre, con la mano, y tu primer gol con el equipo en liga, en San Mamés.

Llegaba el verano de 2007 y yo, como enamorado del fútbol me disponía a ver el Mundial Sub20 en Canadá. Pero mis ojos no se centraban en España, sino en ti. Sólo en ti. Vi todos los partidos de Argentina para ver quién eras realmente. Eras capitán, santo y seña del equipo pese a ser de las más jóvenes, con 18 años. Fuiste elegido mejor jugador y máximo goleador del torneo, además del campeonato. Me quedé maravillado.

Sabía que íbamos a disfrutar contigo, Kun. Recuerdo que nada más llegar, rechazaste cualquier opción de jugar en el Madrid. Eras uno de los nuestros. Al fin ese jugador rebelde que no se corta y no se amilana ante nada ni nadie. Ni si quiera los que están por encima. Las risas que soltabas cuando decías que “ni en pedo” jugarías en el Real Madrid y que nunca jugarías en un equipo que empezase por “R” eran el orgullo de miles de personas.

Tuve la suerte de vivir en directo la que para mí ha sido la mayor exhibición tuya hasta la fecha, sobre todo por la calidad del rival. Te marcaste un partido épico contra el FC Barcelona el 1 de marzo de 2008, que ganamos 4-2 en el que tú marcaste 2 goles –uno de ellos de leyenda-, diste una asistencia y provocaste el penalti que supuso el cuarto.

Nunca olvidaré el esfuerzo que hiciste el día que nos jugábamos volver a ser grandes, Kun. Jugábamos contra el Schalke en pleno agosto para saber si íbamos a Champions muchos años después. La ida te la perdiste por estar en los JJOO de Pekín, y la vuelta, a priori también te la ibas a perder. Pero no. Nosotros perdimos la ida y tú cogiste un avión para volver y jugar con nosotros, horas después de haber sido campeón con tu selección a miles de kilómetros de aquí. Viniste para ser titular. Se te veía raro, paliducho. Nadie tenía buenas sensaciones y pensábamos que ibas a durar quince o veinte minutos en el campo. Pero tú, siempre dispuesto a asombrarnos, nos dejaste mal y ese fue el tiempo que necesitaste para marcar el primer gol e igualar la eliminatoria. Te fuiste al descanso roto, cansado. A cada balón que se iba fuera, caías a banda para pedir agua. En la segunda parte le serviste un balón a Forlán que él se encargó de anotar. La jugada cumbre llegó en el tercer gol. Sólo ante el portero –después de romper  a tus rivales- y fallaste. Te levantaste a trompicones y conseguiste meterle un pase a Luis García para sentenciar todo. Esa jugada nos mostró cómo estabas de cansado. No podías con tu alma. Ibas a ser cambiado, pero pediste una jugada más. Jugada en la que fabricaste un penalti al dar un buen pase a Simao. Fue tu momento, el momento del cambio. Habías ganado. Kun, ese día yo estuve en el campo y te puedo asegurar que todos los que allí estuvimos no hacíamos más que sufrir por ti. Creíamos que en cualquier momento te iba a dar algo e ibas a caer desmayado, pero tú permaneciste hasta casi el final, hasta verlo sentenciado. Gracias, Kun.

Y tirando de épica, no se me puede escapar el gol del cojo que le metiste al Valencia. Parado durante más de 2 minutos sin poder moverte. Habías sufrido un calambre. Jurado estaba preparado en banda para entrar. El árbitro te ordenó salir del campo pero no querías. Arriba abajo, arriba abajo, arriba abajo. Ese era el movimiento de tus piernas que intentabas reanimar. Al final, muy renqueante te metiste en el área a “estorbar” cuando de pronto marcaste el gol de la victoria gracias a un cabezazo.

Así me podría tirar palabras y palabras, páginas y páginas, y nunca pararía, porque creo que me acuerdo de todos los partidos que has jugado con este equipo y prácticamente también de tus jugadas y tus goles. Y también de los momentos malos, como el día en el que saliste en camilla por calambres en ambas piernas al intentar remontar un partido contra el Barça y darlo todo o el día que lloraste como un niño porque perdimos la final de copa. Puedo decir que cada vez que te veía en el suelo, o cojeando un poquito me asustaba, porque tú eras el Atleti, Kun. Eras de lo poco que aún hacía permanecer la llama de la ilusión encendida.

Para el recuerdo quedan tus gambetas, tus regates, tus goles, la final de Hamburgo, la celebración en la que tantas veces intentaste que siguiéramos tu canción empezando tú con un “¿De quién de quién?”. Llegaste siendo un niño y te vas a ir siendo un padre, casado y responsable.

Aún recuerdo el día que dijiste que te querías ir. Fue un par de días después de terminar la temporada y una semana antes de cumplir los 23. Saliste del Calderón en tu coche, fuiste a casa y decidiste hacer un comunicado por tu propia web. Ese día no firmaste autógrafos ni te hiciste fotos. Tu cara no era de alegría, sino todo lo contrario. Llevabas el pelo corto, de punta y estabas mucho más estilizado que el día de tu llegada. Ya no había sonrisa, sólo permanecía el pendiente. La historia seguiría con unos toques dentro del estadio…pero probablemente eso no lo volvamos a ver ya nunca….

Sólo espero que no te equivoques en tu elección Kun. Diste nombre a mi pájaro. Cierta persona de mi entorno me llama como tú por el aprecio que te tengo y un póster gigante tuyo invade mi habitación, y no me gustaría tener que desprenderme de todo aquello ni de los recuerdos. Eternamente agradecido por estos 5 años, pero esta elección es la que hará que las miles y miles de personas que más te quieren en el mundo sean las que más te odien si cometes el gran error y forjen tu historia como rojiblanco. Recuerda Sergio: “ni en pedo”.

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