jueves, 2 de mayo de 2013

Un genio encerrado en un cerebro de banquillo

El fútbol del Tottenham, vistoso, práctico y eficaz está asombrando a todos esta temporada. Tras deshacerse de jugadores importantes como Van der Vaart o Modric, el equipo dirigido por Andre Villas Boas y liderado por Gareth Bale ha sabido reinventarse para encontrar su mejor versión. Y es precisamente la figura del técnico portugués, muy criticada en su llegada tras el fracaso en el Chelsea, una de las principales causas de la buena marcha del equipo londinense.

André Villas Boas tiene sólo 35 años. Nació en 1977 y nació por y para el fútbol. Mientras los chicos del barrio soñaban con convertirse en superestrellas como Futre o Eusebio, el pequeño André iba más allá. Le encantaba ver fútbol y pensar sobre lo que estaba viendo, además de guardar en su memoria cada buen movimiento. 

Sir Bobby Robson
Pero su vida dio un giro de 180 grados con la llegada al equipo del que es hincha desde pequeño de un nuevo entrenador. Sir Bobby Robson llegaba a Do Dragao para ponerse a las órdenes del Porto FC. Considerado como uno de los mejores entrenadores de la historia gracias a logros como una UEFA con el mediocre Ipswich Town, o la clasificación 3 años consecutivos con el Newcastle a Europa con partidos inolvidables como el jugado frente al Barcelona, Robson había llegado a Portugal en un momento en el que aún no tenía tanto reconocimiento. Rápido, su fútbol vistoso, de toque y rápido encandiló y enamoró a los hinchas del club portugués. Pero no a todos.

Con sólo 16 años, un joven descarado llamado André Villas Boas no estaba para nada contento con cómo estaba gestionando el entrenador inglés los minutos del delantero Domingos Paciencia, no comprendía los motivos que le hacían estar tanto tiempo de suplente y ni corto ni perezoso, acudió a casa de Robson para enviarle una carta a su buzón. Casualidades de la vida, vivían en el mismo edificio pero la timidez de hablar cara a cara hizo que el pequeño André se decidiera por el boli y el papel para cautivar a su vecino.

Una carta con unas doctrinas que parece ser nunca se sabrán, pero que cautivaron al que a la postre fue entrenador del Barcelona. Por aquellos entonces, José Mourinho estaba empezando como traductor de Bobby Robson, aprendiendo en la sombra algunas tácticas y estudiando por su cuenta para ser entrenador. Días después, Robson habló con el chico y le encomendó, para ver su valía, que le ayudase con ciertos datos estadísticos del club de los siguientes partidos.

Y Robson obtuvo lo que quería. Unos informes tan precisos como preciosos que no sólo servían para potenciar su plantilla, sino para saber que tenía en sus manos a un prodigio de los banquillos al que adoctrinar. Le animó a ingresar en el cuerpo técnico del club y quedó en prácticas con equipos de las categorías inferiores, entrando además en el curso de entrenadores reservado para los mayores. Era su ojito derecho.

Dos años después, Robson hizo las maletas y se marchó a Barcelona para entrenar al equipo del Camp Nou. A su lado, José Mourinho era el segundo entrenador y hacía las veces de traductor del técnico inglés. En Portugal, André continuaba su formación en las categorías inferiores del club a pasos agigantados. Y era tal su nivel, que con sólo 21 años se embarcó en una aventura exótica para dirigir a Islas Vírgenes siendo uno de los técnicos más precoces de la historia. Pese a lo que muchos piensan, Villas Boas no fue aprendiz de Mourinho.

Mourinho (I) y Villas Boas (D)
Cuando el ahora técnico del Real Madrid regresó a Do Dragao, Villas Boas continuaba estudiando y aprendiendo como entrenador, mientras que ya llevaba tiempo realizando la función del 'scout' en el primer equipo. Era el encargado de analizar a los rivales, de pasarse horas y horas de vídeo y saber qué es lo que hacía cada oponente en cada jugada para trasladárselo a su entrenador. A su llegada, Mou se sorprendió de su trabajo y le mantuvo en su puesto, por lo que André siguió realizando esa tarea que tanto le apasionaba, además de otros trabajos que Mourinho le encomendaba. A la huida de The Special One a Londres para entrenar al Chelsea se unió todo su cuerpo técnico, incluido un Villas Boas que no tenía nombre de cara al público ni a la prensa, pero que era el favorito de Mourinho, que prefería tenerle en la sombra del scouting como su gran ayudante. 

Tras 4 años en Londres, se hizo muy común la imagen del entrenador portugués consultando cuestiones tácticas con alguien casi desconocido para todos en el banquillo y en los entrenamientos. Era Villas Boas. Quien con 30 años recién cumplidos, pasó a ser mundialmente conocido como la mano derecha de Mourinho, siendo al fin y de forma oficial el segundo entrenador cuando ambos llegaron al Inter de Milán. 

Ya con el título bajo el brazo, y algo cansado de hacer el trabajo sucio para quedar a la sombra, Villas Boas le solicitó a Mourinho su permiso para iniciar carrera en solitario. Pese a que en un principio Mou no estuvo de acuerdo, aceptó y recomendó a André como técnico, sabedor de su capacidad de liderar un proyecto sólido.

Tras una primera temporada en el Académica de Coimbra, fue el Porto, donde todo había empezado, el equipo que le iba a dar la oportunidad de continuar una carrera en solitario y comenzar con sus éxitos. "Es muy bueno en lo suyo. Sabe mucho, pero no sé si podrá liderar un vestuario. El fútbol que él tiene en la cabeza igual no sabe luego plasmarlo a un terreno", se decía de él entonces. No todos confiaban. 

En sólo 8 meses ya había conseguido 4 títulos. Supercopa de Portugal el día de su debut, Liga de Portugal ganando 27 de 30 partidos posibles -con récord de puntos incluido-, Copa de la Liga, y Europa League arrasando a todos sus rivales. Una temporada que bien le valió un fichaje por el Chelsea.


Él, antes de firmar por el equipo inglés, confesó que su deseo desde siempre no estaba en entrenar en grandes ligas europeas, sino hacerlo en Argentina, Chile y Japón

Llegó al Chelsea y se encontró con un vestuario dividido, con jugadores de mucho peso que le igualaban en edad como Lampard, Drogba o Paulo Ferreira. A un equipo multimillonario que anhelaba títulos que hace años no llegaban. Sólo duró 27 partidos, los suficientes para mantener al equipo 5º en liga. Un equipo del que se decía que el técnico no mandaba nada y que todo era supervisado por Abramovich.

"Nunca aceptaré mi despido del Chelsea. Lo respeto, pero no lo comparto. Abramovich prometió cosas que luego no cumplió y yo se lo dije. No sé si puedo hacer público qué cosas fueron, pero lo que sí sé es que no se puede justificar lo que él dijo para echarme", estalló en cólera André cuando el Chelsea puso a Di Matteo en su lugar

Hoy, con un equipo mucho más modesto, sin tanto dinero y que ha perdido a dos de sus mejores jugadores, Villas Boas ha demostrado que con paciencia y jugadores del corte que él quiere, es capaz de jugar muy bien al fútbol, llevando al Tottenham a pelear por un puesto en Champions, teniendo casi asegurada la Europa League. Pero, ¿Y si Villas Boas deja fuera de Champions al Chelsea? André Villas Boas, un cerebro de genio sentado en un banquillo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario