martes, 21 de abril de 2020

Milot Rashica, purasangre balcánico para Europa

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En una época en la que el fútbol está marcado por los niños prodigio que abandonan el nido por cantidades vergonzosamente millonarias nada más cumplir la mayoría de edad —o incluso antes—, se hace difícil ver a jugadores que, siendo aún jóvenes y estando en edad de evolución, fichen por equipos top del planeta. Quien no está instalado ya en un club de primer nivel nada más arrancar la veintena parece avocado a dar tumbos toda su vida por entidades de segundo nivel. En cambio, son muchos los que rompen el cascarón tarde y que, con un precio de mercado mucho más asequible, merecerían por méritos propios jugar en cualquier conjunto del planeta.

Es el caso de Milot Rashica, que cumplirá 24 años en unas semanas y que ha llamado a la puerta del fútbol internacional hace escasos 18 meses. Rashica es ya un ídolo en su país. Nacido en Kosovo, es evidentemente la estrella de un nuevo estado cuya independencia aún no es reconocida por más de la mitad de los países que conforman las Naciones Unidas y uno de los pocos jugadores que han optado por representar a un país con un nivel tan limitado. Porque Rashica jugó todas las categorías inferiores con Albania e incluso llegó a disputar un par de amistosos con la absoluta. Pero cuando la FIFA dio luz verde a Kosovo, también autorizó a muchos jugadores con doble nacionalidad, sin importar que hubieran tenido pasado internacional con otros países, a vestir la camiseta kosovar. Shaqiri, los hermanos Xhaka, Behrami o Januzaj podrían haber seguido el camino de Rashica o Berhisa, pero decidieron no cambiar de combinado nacional.

Rashica debutó a los 16 años en el Vushtrria de su país. En el verano de 2013, tras realizar una prueba con el Gent, decidió que aún no era tiempo de abandonar su casa y rechazó la propuesta del equipo belga para jugar en su filial. En cambio, comenzó un periplo de dos años en el torneo local, donde ganó la Liga en el primer año y donde su participación en el segundo aumentó. Nada más cumplir la mayoría de edad, un equipo acostumbrado a cazar talento precoz como el Vitesse le echó el guante y no se equivocó. Un traspaso cifrado en apenas unos 300.000 que le dio al club de la Eredivisie un rédito tanto económico como deportivo. Dos años y medio más tarde, el kosovar dejaba siete millones en las arcas del club y se marchaba con la Copa de 2017 y un registro de 15 goles en los 100 partidos que disputó en el equipo. En Holanda, Rashica jugó prácticamente anclado a la banda derecha, aprovechando su rapidez para llegar a línea de fondo y terminar las jugadas.

Pero el salto a la Bundesliga le dio un aura aún más especial y le completó como futbolista. Ha sido en el norte de Alemania donde el jugador ha llegado, de momento, a su mejor nivel y ha mostrado una mejor versión. Acostumbrado a jugar a pierna natural, a su llegada al Werder Bremen experimentó jugando a banda cambiada o en un ataque de jugadores móviles y su peligrosidad en ataque se multiplicó. Rashica, considerado extremo, es un futbolista que juega bien en todo el frente de ataque, aunque con especial preferencia al costado siniestro o directamente acompañando a un punta más corpulento.

Martin Rose/Bongarts/Getty Images
La radiografía de su estilo futbolístico se pudo apreciar en el partido que midió al Werder contra el Bayern Múnich el pasado año en las semifinales de la Copa de Alemania. Con el equipo muniqués ganando por 0-2, Rashica igualó el partido en apenas unos segundos. En el minuto 74, recibió de espaldas dentro del área, giró sobre sí mismo, sacó a Hummels de sitio y avanzó por el costado para, sin levantar ni un solo instante la cabeza, poner un balón raso al punto de penalti que Osako remató de primeras. Nada más sacar de centro, el Bayern perdió la pelota, Rashica recibió en el círculo central y comenzó una carrera vertiginosa en diagonal hacia la portería rival. Por el camino, nadie pudo alcanzarle y los que estaban delante de él, fracasaron al intentar frenar su aceleración que acabó en un cambio de ritmo que dejó a Hummels por los suelos. Cuando ya se quedaba sin ángulo, con apenas un toque, se volvió a colocar el balón, levantó por primera vez la cabeza y ajustó cruzado el cuero al único punto donde no había jugadores rivales defendiendo. Una obra de arte a mil por hora.

Rashica es un peleón empedernido, un futbolista de sangre caliente que vive de la presión, de la lucha continua y de morder cada segundo a su rival. Sus mejores actuaciones se ven a campo abierto, donde su conducción es perfecta, observa los espacios libres y los ataca sin compasión.Su velocidad con balón controlado le permite sobrepasar y dejar clavados a los rivales que le esperan sin saber cuántos cambios de ritmo le quedan aún. Aún con muchas cosas por aprender, como la asociación en corto, se trata de un jugador que está ya para bastante más. Sobre todo si tenemos en cuenta que a día de hoy, con el parón de fútbol internacional por la pandemia, el Werder Bremen está en posición de perder la categoría. Sus inicios en la Bundesliga recuerdan mucho a los de Rebic en Frankfurt y, sin duda, se trata de dos perfiles de jugador que pueden tener ciertas similitudes en cuanto al juego. Sacarle de la banda derecha ha liberado su potencial, que aún está por pulir, y le ha dotado también de una capacidad goleadora mejor de la que tenía, un aspecto que multiplica su impacto si se comprueba que el Werder Bremen es el equipo menos goleador de la competición. En estos dos años en la disciplina del equipo teutón —59 partidos—, el kosovar ha anotado 23 goles y ha dado 11 asistencias. Con el deporte totalmente paralizado —aunque la Bundesliga planea volver el 9 de mayo— y el mercado de fichajes en el limbo, el nombre de Rashica aparece ya en las agendas de varios equipos y es sin duda, en un mercado que se prevé precario, uno de los máximos agitadores para las direcciones deportivas de toda Europa. Sangre caliente para cualquier ataque.

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