miércoles, 13 de marzo de 2019

Ir a la guerra con príncipes y princesas

FILIPPO MONTEFORTE/AFP/Getty Images
Es mediados de marzo y el Atlético de Madrid ya se puede ir de vacaciones. Y no por el trabajo bien hecho antes de tiempo, sino todo lo contrario. Apeado en Copa del Rey por el Girona, expulsado de la Champions ante toda una Juventus, pero después de tener pie y medio en la siguiente fase, y a tres partidos del Barcelona en Liga tras exhibiciones difícilmente digeribles como las de Vigo o Villarreal antes de que el propio Barça te arrebatara la victoria en una situación en la que hace no mucho eras Matrícula de Honor.

El Atlético tiene la mejor plantilla de su vida, al menos la más talentosa, pero ni de lejos se trata del mejor equipo de sus más de 100 años de historia. El compromiso adoptado por jugadores de la talla de Villa, Raúl García o Tiago y toda su quinta, dista mucho de la situación actual, con futbolistas pensando más en lo personal que en lo individual, con otros con un tira y afloja económico y otros imaginándose ya cómo les quedará su futura camiseta. Todo ello, además, adornado por un sainete de lesiones que no ha sido más que un agujero todo el curso.

El Atlético cemento armado ha desaparecido. El unocerismo bien jugado ya existe con pinzas y lo que sucede cuando los resultados más o menos se van dando sin hacer grandes actuaciones es como cuando tu madre te dice que recojas la basura y acabas poniendo toda la porquería bajo la alfombra. Pues anoche, la Juventus miró debajo y claro, salió toda la suciedad a relucir.

En esa transición que parece obligatoria a jugar bonito por opinión pública, para nada sinónimo de jugar bien, el Atlético se ha perdido entre las carencias ofensivas y los defectos defensivos. Faltan jugadores como Arda Turan que sepan leer el momento del partido con y sin la pelota, o la mejor versión de un Filipe que este año ni está ni se le espera. A otros, como a Juanfran, el inexorable paso del tiempo les ha consumido, mucho más allá de que la temporada del lateral sea de notable alto.

El Atlético no ha encontrado esos jugadores preparados para la batalla de los planteamientos que van con su ADN. Esos que no sufren agazapados en 40 metros y brillan cuando las exigencias del guion lo permiten. El partido de ayer el Atlético lo jugó muchas veces desde que Simeone ha estado en el banquillo. Muy pocas lo perdió, pero en ninguna lo hizo como ayer, totalmente sometido y sin capacidad de reacción. Y hablamos del Barcelona de Messi, Neymar, Xavi e Iniesta o del Bayern también de Guardiola.

La pérdida de los dos capitanes e idiosincrasia del club de manera simultánea, Gabi y Torres, ha sido demasiado mal para un vestuario en el que no se ha sabido transmitir la marca Atleti. Sus salidas han cogido a contrapie a Saúl y Koke, a quienes ha pillado inexpertos, a Godín, que es un líder pero no ha mamado las rayas rojas y blancas y a Griezmann, que pese a ser resolutivo con goles esporádicos dista mucho de ser alguien a quien seguir fervientemente.

El partido de ayer no es sorpresa si uno sigue la tónica de la temporada. El Atleti, al trantran, ha sacado mejores resultados de los que dicen sus sensaciones. El cruce contra el gigante italiano viene de una jornada europea en la que no se supo rematar la primera plaza del grupo ante el Brujas, rival inferior y sin nada en juego; la Copa del Rey se perdió ante el Girona en un duelo de vuelta en el que los catalanes hicieron tres goles en tres tiros y la Liga ha sido un sinfín de tropiezos y empates en plazas donde antes ni uno se pensaba hincar la rodilla.

Los fichajes de Lemar, Gelson o Kalinic no han aportado absolutamente nada. Mención especial la del francés que, siendo el fichaje más caro de la historia del club, a día de hoy no ha demostrado un rendimiento mejor al que pudieran dar jugadores de la talla de Fran Mérida o Miguel de las Cuevas. Otros, como Arias, han sido un continuo de luces y sombras. Correa, y aquí escribe su más fiel defensor, lleva meses estancado en ese torbellino que quiere hacer a cada jugada. Saúl, quizás condicionado por el trabajo multiusos que debe hacer, jugando cada día en una posición e incluso en tres distintas en un mismo partido, está muy lejos de su mejor versión y Griezmann, a quien más responsabilidad se exige, ha aparecido mucho en partidos triviales y poco en envites necesarios.

Lo de anoche, por la trayectoria reciente, más que decepcionante era esperado, aunque no por muy posible deja de ser descorazonador. El Atlético de Simeone, bautizado como el Atleti de los violentos por aquellos a los que molestaba su imbatibilidad, nació para la guerra. Pero con el paso de los años, ha perdido lustre. Han llegado jugadores mejores. O al menos con mejor cartel. Pero muy lejos de ser jugadores aceptables para un sistema de todo o nada. No se puede ir a la guerra con príncipes y princesas.




No hay comentarios:

Publicar un comentario