jueves, 1 de junio de 2017

Doan y Kubo, una pandilla de pillos nipona

Doan (7) y Kubo (20) celebran el gol marcado a Sudáfrica
Japón ha caído en el Mundial Sub20 en octavos de final. Su verdugo, Venezuela, es quizás el equipo más serio de todo el torneo hasta la fecha (junto a Inglaterra), que no pudo deshacerse de los nipones más que en la prórroga, a 10 minutos de una tanda final de penaltis que habría podido dictar una suerte diferente. Pese a la pronta eliminación, los asiáticos deben estar contentos y orgullosos, primero porque han dado la talla y segundo porque han nacido dos estrellas: Takefusa Kubo y Ritsu Doan.

Desde hace tiempo, parece que los buenos jugadores japoneses aparecen en el panorama de dos en dos. Todos cortados por un mismo patrón. Uno es mediapunta hábil, móvil, con velocidad, cambio de ritmo. El otro, que también es atacante, es más pausado, tiene más rigor, mejor último pase y gusta más de asistir que de llegar. Lo vimos con Nakata y Nakamura, pioneros, y ahora con Honda y Kagawa, que han sido menos de lo que podían llegar a haber sido. Es el turno ahora de dos imberbes, Doan y Kubo.

Ritsu Doan (16 de junio de 1998) tiene solo 18 años y ha sido el líder y el mejor jugador de esta generación de samuráis. Omnipresente, escurridizo, el chico que juega en el Gamba Osaka ha marcado tres de los cuatro goles de Japón en el torneo. Su participación en el juego ha sido vital y ha visto cómo la libertad que le otorgaban sus compañeros para rendir por donde quisiera del campo le hacía aún más peligroso. Zurdo cerrado a la hora del golpeo, no tiene ese problema a la hora de conducir y ejecutar slalons con ambas piernas. Es imprevisible, tiene buen cambio de ritmo y llega con suma facilidad desde atrás. Él es Nakata, Honda. 

Takefusa Kubo (4 de junio de 2001) ha sido el jugador más joven del torneo. A sus 15 años ha sido una de las sensaciones de la cita y, aunque ha sido siempre parte del banquillo, cada vez que el entrenador ha querido verle en el campo, a Japón le ha cambiado el gesto. Le sucedió en el debut, cuando Japón iba cayendo por 1-0 y nada más entrar el chico generó los dos goles que dieron la vuelta al marcador. Su juego es más pausado, entre líneas, y no busca ganar, de momento, el cuerpo a cuerpo que sabe tiene perdido ante chicos cinco años mayores (y mucho más desarrollados) que él. Él es Nakamura, Kagawa.

Kubo fue parte de la Masía del FC Barcelona hace no mucho, cuando el chico y sus padres vivían en España. Ahora, en las filas del FC Tokyo, se ha convertido en el jugador más joven en jugar en la Primera División de Japón. El club catalán quiere recuperarle, pero la prohibición FIFA de fichar menores se lo impide por el momento. Doan fue uno de los chicos más jóvenes en jugar en Primera División y el año pasado el PSV llegó a un acuerdo para hacerse con sus servicios, pero la mano dura que está aplicando la FIFA en estos casos echó para atrás a los holandeses. Al final se quedó, y en los apenas 500 minutos que lleva como profesional, ya ha marcado cuatro goles.

Juegan a un toque, rápido, casi sin mirarse. No les hace falta. Tienen esa complicidad de quien parece llevar una década jugando juntos. Son dos chiquillos que se divierten en el parque con la sonrisa de oreja a oreja. Como suele suceder en esto del fútbol asiático, calidad y técnica les sobra a raudales. Otra cosa es la táctica y la fortaleza tanto física como mental, la gran barrera y el escollo principal que impide a la selección de Japón, año tras año, hacer gestas mejores en los Campeonatos del Mundo. De su adaptación rápida al fútbol europeo, de su regularidad en este y de su acierto a la hora de fichar por un club del viejo continente nacerá el dónde está su límite. No lo tendrán fácil, la historia así lo dice. Son muchos, mejores que ellos además, los que se han quedado en el camino. 

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