miércoles, 16 de diciembre de 2015

Lulinha, la caída de un proyecto

Lulinha, con Brasil Sub17 / GETTY IMAGES
Hubo una época en la que en Brasil, el Lula más famoso de todos no era el ex Presidente de la República. Curiosamente, sucedió entre 2007 y 2009, coincidiendo con los últimos años de mandato del político que en 2010 acabara entregando el país a las manos de Dilma Rousseff. Su impostor, por así llamarlo, se llamaba Luiz Marcelo Morais dos Reis (10 de abril de 1990, Brasil), pero era conocido por todos como Lula primero y como Lulinha después. Nunca un jugador en torneos de categorías inferiores me impactó tanto. Y mira que los ha habido, como Pato, Maxi Moralez, Agüero, Sahin, Banega o Gio dos Santos y más recientemente Nico López, Pogba o Sergio Díaz.

El caso es que en Brasil, Lulinha era una especie de heredero de la corona, un príncipe con honores nombrado a ser el sucesor de los Kaka' y Ronaldinho en el trono del Balón de Oro. El primero, entonces en el Milan, era su ídolo, el modelo en el que se fijaba y con quien se comparaba, pero todo el mundo lo asemejaba al ex del Barcelona. "Me parezco a Kaka en la forma de sacar el balón jugado", admitía él, mientras los tabloides sudamericanos le nombraban como 'El nuevo Ronaldinho' ya desde 2004, cuando sólo tenía 14 años. Su sonrisa, siempre presente, invitaba a aumentar el símil. 

El torneo que marcó un antes y un después en su figura y que lo lanzó al estrellato fue el Sudamericano Sub 17 de 2007. Allí, Lulinha despuntó como nunca nadie lo había hecho en un torneo juvenil, marcó 12 tantos (vio puerta en todos los partidos menos dos) y llevó a una Brasil que capitaneaba Fabio (el hermano gemelo de Rafael) al título. Paradójicamente, en aquel torneo Lulinha no fue galardonado como el mejor jugador de la cita, que fue para el peruano Reimond Manco, y se tuvo que conformar con la plata.

Corinthians, su club, y Wagner Ribeiro, su agente, se frotaban los ojos con billetes cuando el Barcelona, el Real Madrid y el Inter de Milán llamaban a su puerta preguntando por la situación del jugador. Aunque el que más interés mostró fue el otro equipo milanés, el AC Milan, donde jugaba su ídolo Kaka y que se acababa de hacer con una promesa similar como Alexandre Pato. Ribeiro, representante entre otros de algunos talentos como Neymar, Robinho, Hulk o Lucas Moura, desoyó ofertas y propuestas esperando que el Mundial Sub 17, que se celebraba entre agosto y septiembre, multiplicara la cuantía económica de las misivas que venían sin cesar de Europa. La propia FIFA, en su web, le tildaba como el mejor jugador del torneo antes de que empezara, titulaba que iba a ser 'El nuevo Ronaldinho' y le definía como "un jugador de 17 años con una mezcla explosiva de cualidades, entre las que están la astucia, habilidad en el regate, pases milimétricos capaces de quebrar la defensa más férrea y una excelente puntería". Añadía que "su calidad ha dejado de ser un secreto" y hacía un recorrido por toda la infancia del jugador, que había ido copando todos los torneos que había disputado, como los 25 goles en 17 partidos en el Campeonato Paulista Sub17, líder de la selección Sub15 y un sinfín de galardones. No obstante, una Brasil pobre, con una carencia de calidad evidente, sólo pudo llegar a octavos del torneo, donde fueron eliminadas por la Ghana de un Saddick Adams que ha caído aun más en picado que el brasileño. 

El golpe fue tan duro para la verdeamarelha que desde Europa se dudó de la calidad real de la estrella del equipo. Corinthians, que nunca bajó el precio marcado en la etiqueta del jugador pese al descalabro nacional, se encontró con una retirada de ofertas en estampida y con un jugador que terminaba contrato en nueve meses. Un verdadero problema. El Chelsea fue el que a río revuelto intentó pescar la mejor pieza. Llegó a ofrecer hasta cinco millones de euros por el pase del sudamericano, una cifra que el club brasileño tildó de irrisoria. Los londinenses le pasaron la pelota tanto al jugador como al Corinthians. Había interés, pero no iban a tirar la casa por la ventana por un chico por el que podían negociar gratis en tres meses y que acababa de fracasar en el último torneo Sub17. Lulinha entonces se encontró en la encrucijada de renovar por el club de su vida, donde llevaba desde los ocho años y condicionar un futuro traspaso, o dar el salto a Europa. Decidió lo primero, amplió su vínculo con Corinthians hasta 2012 y se quedó con el 25% de sus propios derechos a cambio de una cláusula de rescisión de 35 millones de euros. Fue su gran error. 

Lulinha, lesionado tras caer por el
túnel de vestuarios / NILTON FUKUDA
Al fin y al cabo, no dejaba de ser un jugador que, con 17 años y un par de meses, acababa de debutar en la Serie A brasileña. Jugó unos partidos más tras el Mundial Sub17, pero después su progresión empezó a cortarse. En parte por una lesión tras una dura caída en mitad de un partido en la que acabó estrellándose con las escaleras que dan acceso al túnel de vestuarios, en parte por el culebrón que suponía su incierto futuro. Sea como fuere, en 2008 el jugador vio cómo el año pasaba por delante sin apenas tener oportunidades en el primer equipo mientras su compañero Dentinho, un año menor, ganaba más presencia en la plantilla. A esto se unió su gran otro pero: su físico. Pequeño, apenas de 1'70, nunca terminó de desarrollar la musculatura necesaria para ser futbolista profesional y en Brasil, sin medios tan cualificados, no hicieron lo posible porque esto sucediera, cosa que sí habría logrado en Europa. Su preció se devaluó poco a poco y en 2009, año en que sí jugó y lo hizo de forma normal, sin destacar, bajó varios escalones en su lista de pretendientes. 

Sólo tenía 19 años y el futuro aún no estaba truncado, por lo que desde Corinthians se plantearon rápidamente la opción de cederle a Europa para que un buen rendimiento suyo les acabara proporcionando un buen pico de dinero. Celta y Deportivo de la Coruña preguntaron por él, pero el chico tenía una ficha muy alta. Corinthians paga bien a sus cracks. El tercero en discordia y que acabó llevándose al jugador fue el Estoril de la Segunda División de Portugal. El idioma y la cantidad de jugadores brasileños en Portugal animó a los dirigentes del Corinthians a pensar que Estoril sería una opción más cómoda para su estrella aletargada. Lulinha jugó bien en Europa. Muy bien por momentos y, aunque físicamente era débil comparado con el resto, su técnica y astucia dejaban a las claras que la Liga se le quedaba pequeña. Dio un pasito más en su carrera firmando por Olhanense, también en calidad de cedido, la siguiente campaña. En la Primera División de Portugal su rendimiento fue irregular. Descubrió que la hoy llamada Zon Sagres es una de las más duras físicamente del panorama europeo y nunca se hizo con un puesto de titular, pese a que sus inicios fueron esperanzadores. 

Con más pasos hacia atrás que hacia adelante, volvió a Brasil, a Bahía, donde permaneció a préstamo hasta 2012 que terminó su contrato con Corinthians, que acabó dándose cuenta que era demasiado tarde y que nunca se convertiría en el jugador que prometía cuando era sólo un adolescente, en parte por culpa de una serie de catastróficas desdichas que pueden destrozar la carrera de los más talentosos. Lulinha se ha convertido en un jugador del montón, en lo que pudo ser y no fue, en un quiero y no puedo que perdió los poderes que Dios le había dado para jugar con el balón. Para el recuerdo, siempre estará aquel Sudamericano Sub 17, todos los récords que ha batido. Nadie tiene más goles con las categorías inferiores de Brasil que él, con 17 tantos. Ni Neymar, ni Coutinho, ni Pato, ni Coutinho, ni Douglas Costa, ni Ronaldinho, ni Ronaldo...

Ahora, tras lograr la Segunda División Brasileña con el Botafogo, donde ha sido realmente importante, se ha quedado libre, sin equipo, esperando las mejores ofertas. Volverá a la Serie A, pues parece complicado que salte a Europa, aunque sea a una división inferior, pero en el recuerdo de los que le vieron siempre quedará el regusto amargo de no haber podido disfrutar de todo el potencial en el profesionalismo que Lulinha, el de verdad, prometía cuando sólo era un crío y no dejaba de sonreír orgulloso de su ortodoncia.  El chico que se convertía en Balón de Oro en el Football Manager, el simulador más realista de fútbol, que lideraba listas para conseguir el de verdad y que, por diversos motivos, cayó en el baúl de los juguetes rotos. 



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