sábado, 1 de diciembre de 2018

Luka Jovic, el delantero tan de moda entre lo que menos de moda está

Jovic celebra su gol contra el Schelke 04 / Alex Grimm/Bongarts/Getty Images
Llega un momento en que lo hipster está tan de moda que ha dejado de serlo para convertirse en mainstream. Es decir, lo oculto, lo difícil de ver, está tan extendido, que ha pasado a ser la corriente mayoritaria. Eso pasa en todos los ámbitos de la vida. La moda, la cultura, la música, el deporte, y cómo no, el fútbol. Eso pasa con aquellos jugadores desconocidos que, por un partido bueno o un momento puntual se convierten en promesas a ojos de un público sumido y autoconvencido de que todo lo que aparece en las redes sociales e internet es bueno, válido y verídico. Por eso, hoy está de moda ser scouter, hablar por hablar de muchachos a los que hemos visto en un retuit, de los que solo conocemos las estadísticas insulsas que ha puesto el perfil con el tic azul de turno o una recopilación de jugadas de Youtube.

Y eso le puede pasar a Luka Jovic (Bosnia, 1997), el delantero de moda entre lo que menos de moda está. No es Benzema ni Lewandowski. No tiene tanto punch como Lukaku, ni tanto nombre como Morata o Suárez. No sale en las redes sociales como Griezmann ni provoca escándalos como Icardi. Pero mete goles con una facilidad que asombra y juega y hace jugar a un equipo, el Eintracht de Frankfurt, que estaba posiblemente ante uno de los años más difíciles de su vida, tras la marcha de Kovac, la despedida oficial de Meier y las expectativas altísimas tras lo logrado el curso pasado.

A Luka Jovic todo le fue siempre muy deprisa, quizás no tomó las mejores decisiones en su paso al profesionalismo y fue uno de esos muchachos que parecía se iban a quedar estancados cuando por brillar cuatro ratitos les habían prometido todo. Difícil decir todo eso cuando, hoy, que está rompiendo estereotipos, cerrando bocas y apuntando su nombre en todas las libretas de Europa, tiene 20 años. Pero así es. Con 16 años era la panacea y el sueño dulce de decenas de equipos y con 18 tras unos meses malos ya no le quería nadie. Fútbol moderno. Nació en Bosnia, pero rápido se mudó a Serbia cuando se enroló en las filas del Estrella Roja. Su padre, Milan, también fue futbolista y jugó toda su carrera en Serbia y Rusia y empezándola en un Partizán que luego detestaría a su hijo. El primo de su padre, además, es un tal Savo Milosevic, segundo máximo goleador de la historia de Serbia y tercero con más partidos a sus espaldas.

Con cinco años comenzó a jugar en una Liga que admitía niños de hasta 12 años. Pero Jovic, siempre un superdotado para con el balón, no tardó en despuntar también con aquellos que le sacaban una cabeza y dos cuerpos, o viceversa. Por eso, después de uno de los primeros partidos, en el que anotó tres goles, al padre de Luka le ofrecieron 50€ por partido más los gastos de viajar todos los días. Allí le vio Toma Milicevic, el ojeador del Estrella Roja, que le invitó a realizar una prueba con el equipo de Belgrado.

Era 2005, Jovic tenía siete años y su padre, antiguo jugador del otro equipo de la ciudad, se puso en contacto rápido con el Partizán. "A mi hijo le quiere el Estrella Roja, si es tan bueno como ellos y yo creemos, deberíais ficharle". El Partizán ofreció un contrato de 200€ al mes, pero Luka, a esa edad, decidió que los colores de su vida iban a ser el rojo y el blanco. Se fue a la prueba desde Bosnia y cuando llegó se encontró con Nikola Zigic, la entonces estrella del equipo, firmando autógrafos entre una marabunta de niños (los que iban a hacer la prueba con Jovic). Él, centrado, no quiso perder ni un segundo de su energía en que el gigantón le estampara su sello en papel mojado. Diez minutos después, el ojeador del Estrella Roja ya le había dicho al padre que se lo querían quedar.

Batar y Belgrado están a 160 kilómetros de distancia. En coche, dos horas y media de viaje por carreteras ingobernables que obligan a cruzar el Drina. El Fiat Passat de Milan Jovic no era el más idóneo, ni el más rápido ni el mejor, pero sí el más fiable, el que nunca le dejó tirado. A veces, Luka tenía un partido en sábado con una categoría y otro el domingo. No tenía sentido recorrer la distancia cuatro veces en pocas horas. "Abatíamos los asientos y dormíamos en el coche. Fumaba para echar humo caliente y que Luka no se congelara", admite Milan. "La gente nos miraba por las ventanillas, venían agentes de seguridad para ver qué estaba sucediendo. Hasta la gente que dormía en la calle se sorprendía". Otros padres del equipo, alarmados por la situación, se ofrecieron para llevar a Luka a los partidos, para hacerle de anfitriones en ese tipo de noches.

Cuando no había cumplido aún los 16 años, Jovic era un crío con una responsabilidad enorme a sus espaldas. Nadie le metía presión, pero en el barrio ya se hablaba de él como la nueva maravilla del fútbol de los Balcanes. Su padre solo le obligaba a disfrutar de una vida que sabía pronto se le llenaría de presión por terceros. Luka no era más que un chico que se había dejado el pelo lacio porque soñaba ser como ese delantero que admiraba y veía por televisión: Radamel Falcao, que entonces asombraba al mundo con sus zarpazos en el Atlético de Madrid. No es por nada, entonces, que en su país le apoden como el Falcao Serbio.

No había ni siquiera debutado con el primer equipo del Estrella Roja cuando llegaron Borussia de Dortmund y Stuttgart a acometer su fichaje. Su padre, en busca de la felicidad y estabilidad de Jovic, que no dejaba de ser un crío, cerró todas las puertas. "No le podemos meter esa presión". Acababa de marcar un hattrick con Serbia Sub17 contra Croacia pese a tener dos años menos que todos. Tampoco se marchó entonces al eterno rival, un Partizán que lo tenía ya todo acordado para robarle al Estrella Roja a su mejor proyecto.

Pocos meses después, con 16, Paunovic le convocó para jugar con la Sub19 y también debutó como profesional. En año y medio, marcó 12 goles en la SuperLiga Serbia, siendo campeón en la 2015-2016 e hizo 26 entre la Sub 17 y la Sub19. Una lesión le privó de estar en el Mundial Sub20 de 2015 que ganó Serbia y en enero de 2016, con 18 años recién cumplidos, hizo las maletas para marcharse al Benfica y dejó el Estrella Roja, del que, de momento, ostenta el galardón a goleador más joven de la historia de la entidad.

Hay quien dice que toda una carrera de manera conservadora y cuidadosa se fue al traste cuando Jovic tomó aquella decisión, sobre todo porque lo hizo en mitad de temporada. Su fichaje se vio envuelto en un gran escándalo. Jovic tomó la decisión de marcharse en noviembre, cuando un delincuente estafador amenazó con secuestrar a su familia si no pagaba una indemnización. Pero es que, según publicó meses después Football Leaks, su traspaso no fue cristalino, pues antes de ser propiedad del Benfica, Jovic lo fue por unos días del Apollon Limasol en una operación que tenía por medio al conocido y controvertido agente Pini Zahavi. La rocambolesca situación, que se ejecutó de manera paralela a la de Zivkovic (que fichó por el Benfica desde el Partizán) se hizo así para saltarse la prohibición de la FIFA de las propiedades de terceros en forma de compra y venta de derechos federativos y deportivos.

El caso es que todo esto al serbio no le sentó nada bien, quizás porque no era dueño de su futuro. Justo en el momento en el que los jugadores necesitan minutos y dar el salto, a Jovic le entró el vértigo. Se pasó dos temporadas enteras en la grada (solo jugó cuatro partidos en dos años) y con el segundo equipo, con el que estuvo casi todo el tiempo, tampoco demostró nada. Parecía un jugador al que le había podido el pánico, una joven estrella local de Belgrado que no había superado ni la presión ni las expectativas. Los 8 millones de euros que había pagado el Benfica y los 60 millones de cláusula de rescisión se antojaban cifras tan lejanas del nivel que de verdad había mostrado en Portugal que el club lisboeta decidió cederle dos años al Eintracht de Frankfurt al que le dio una opción de compra que se estima cerca de los 10 millones para recuperar la totalidad de lo invertido y poco más.

Marcó en su debut, pero no dejó de ser un jugador revulsivo en los primeros meses. Niko Kovac alineaba a Rebic al lado de Haller, quedando el serbio para los minutos de la basura o para agitar partidos. Pero de repente, en diciembre, algo cambió. Jovic enlazó tres partidos seguidos marcando y poco a poco el técnico croata empezó a darle más minutos, pero sobre todo, más responsabilidad. A Rebic, en un estado de forma maravilloso, no se le podía sentar y a Haller, que había costado lo que había costado, tampoco. Pero es que además estaban Marco Fabián, recuperado de una grave lesión, y Boateng.

Kovac encontró la fórmula para que Jovic acabara siendo importante y, tras un gran final de temporada, el serbio acabó arrojando unos buenos nueve goles en algo más de 900 minutos de juego. Es decir, prácticamente un gol por partido. Este junio, ha debutado con Serbia absoluta, a sus 20 años, y acudió al pasado Mundial de Rusia. En las oficinas del Eintracht rápido se empezó a trabajar en hacer el contrato del jugador permanente, pero ahora lo que se negocia es pagar algo más y así eliminar la cláusula de recompra que se empeña en meter el Benfica.

Y es que aunque se antojaba este 2018-2019 un curso importante en el hacer del serbio, ha sorprendido a todos el nivel mostrado. Luka Jovic es, con 9 goles, el pichichi de la Bundesliga, empatado con su compañero Haller y con Paco Alcácer. Cinco de ellos se los hizo en un mismo partido al Fortuna Dusseldorf, convirtiéndose en el jugador más joven de la historia de la Bundesliga en hacer cinco goles en un partido. Jovic, con cinco goles, es también el máximo goleador de esta edición de la Europa League.

Pero lo que asombran ya no es solo la cantidad de goles que está haciendo, sino en qué registros los ejecuta. Tiene una facilidad maravillosa para estar en el sitio adecuado en el momento adecuado. No duda, trabaja y ajusticia. Remata al primer toque, controla y dispara o define como nadie se lo espera. Está haciendo goles de cabeza, con ambas piernas (es ambidiestro), en jugada acrobática o de vaselina espectacular. Dice Zvezdan Terzic, director deportivo del Estrella Roja, que no duda se convertirá en el mejor nueve de Europa. Tampoco duda su ex compañero Boateng, que se deshace en elogios: "Es bueno con las dos piernas, va de cabeza, es inteligente. Le he visto entrenar día a día y lo tiene todo para convertirse en uno de los mejores delanteros".

Dicen los reportes de los medios, que el Barcelona ya ha puesto sus miras en él, como recambio de un Suárez que si bien sigue dando tardes de gloria, no será eterno, como él mismo ha dicho. Jovic es, a día de hoy, uno de esos delanteros fichables, por los que merece la pena apostar todavía, porque no han dado el salto a un grande y porque tienen mucho más margen de progresión. Su tridente con Haller y Rebic, más las aportaciones de Gacinovic, están colocando al Eintracht segundo en la Bundesliga y de momento invictos en Europa League, con cinco victorias de cinco posibles y clasificados para las eliminatorias y con el sueño intacto de volver a tocar metal este curso tras hacerse con la Copa el año pasado. Pero, ¿Y si sale de Frankfurt y vuelve a perder sus habilidades? De momento, vive del presente y cada partido que juega se revaloriza. Tiene 20 años, y esto solo es el principio.

Diego G. Argota



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