viernes, 9 de diciembre de 2016

Un club llamado Wanda

Wanda Metropolitano / CLUB ATLÉTICO DE MADRID
Cuatro tipos elegantes, de bien parecer, dan el golpe de su vida llevando a cabo un robo en una capital de uno de los países más importantes de Europa. Los asaltantes no parecen en su curso muy avispados, quizás se hagan los tontos, y tras una serie de infortunios y de quiero y no puedo logran salirse con la suya, dejando a todos boquiabiertos y haciendo parecer que los pardillos son los demás. No es una historia real, aunque bien lo parece. Es, en cambio, el título de una comedia que hace dos décadas tuvo cierta repercusión en la gala de los Óscar: Un pez llamado Wanda.

Hoy es un día triste. Muy triste. El Atlético de Madrid, en decisión unánime y unilateral, ha decidido cambiar su presente y su futuro, prostituyendo su pasado, su historia, por unos miserables millones de euros. El fútbol moderno es más empresa que fútbol. Eso se entiende, se concibe, se sabe, incluso se respeta, aunque no se comparta. Es ley de vida. Pero hay formas y formas. Tenía el Atlético de Madrid una oportunidad única para nombrar al nuevo estadio como el clamor popular pedía: honrando a la que es posiblemente figura más importante de la historia del club y que, lamentablemente, hace poco dejó de estar entre nosotros. Ponle el nombre comercial, si quieres, pero haz mención a nuestro sentido de pertenencia.

No podía permitir la cúpula directiva tampoco que el nuevo feudo llevara el nombre de un presidente que no fuera de la familia Gil. Y Nuevo Estadio Vicente Calderón, que gustaba entre la hinchada por no tocar lo que funcionaba, nunca fue una opción. La otra, la de mencionar a Luis Aragonés, la favorita por todos, cayó en saco roto sin ningún sentido para ninguna de las partes.

Wanda Metropolitano. Lo de Wanda queda claro. Hay un tipo, que no un pez, que pone dinero. Lo de Metropolitano no tanto. En un acto de suavizar el cambio de nombre y de casa, se intentó tirar de antecedentes, nombrándolo como el estadio al que acudían los padres y abuelos de los que acudirán al nuevo. El antiguo Metropolitano, el de verdad, se llamaba así por la zona madrileña en la que estaba asentado. No tiene sentido alguno, entonces, llevarlo a las afueras de la capital, de la metrópoli, y nombrarlo con algo que no lo representa. Un nombre, por cierto, digno del Pro Evolution Soccer de antaño, el que no tenía licencias y donde se enfrentaban el Chamartín (Real Madrid) contra el Colchonero (Atlético de Madrid).

Nuevo Escudo / MARCA
El nombre del estadio, al fin y al cabo, ha quedado como lo menos malo de todo. Dentro de lo que cabe, uno se acostumbrará a llamarlo Metropolitano (sin Wanda) igual que hoy se dice "voy al Calderón". Y ha sido así porque, en un intento quizás de seguir fastidiando, en ese derroche de poderío del que se posee por ser los únicos e ilegítimos dueños, han tocado el escudo. Y no sólo se han olvidado de Luis en tanto en cuanto el nuevo campo. Sino que han pasado 'olímpicamente' de él en todos los sentidos. 

12 de noviembre de 2005. España se enfrenta a Eslovaquia en el Vicente Calderón, en el encuentro de repesca para acudir al Mundial de 2006. Allí, entre gol y gol de Luis García (vaya noche la suya), Aragonés, enfurruñado, como siempre, discute con el cuarto árbitro, al que protesta casi por defecto, para encontrarse en su ecosistema. Zapatones le dice de todo, y termina: "¡Y usted, no pise ese escudo. Que es el escudo del Atlético de Madrid!". Y es que, efectivamente, en la zona donde caracolea el trencilla, se dibuja en el césped el escudo del club colchonero, que no se pisotea. 

¿Pero cómo no lo van a machacar otros si nosotros mismos lo mancillamos? El cambio del estadio ha estado más o menos aceptado, con calzador, pero aceptado. Amparándose en un progreso económico superlativo (que aún está por ver) y defendiendo que el Vicente Calderón se cae a cachos (obvio, no tiene mantenimiento, en una decisión tomada para que la hinchada vea con buenos ojos la mudanza), más o menos han logrado hacer entrar en su razón a la masa rojiblanca. ¿Pero por qué tocar el escudo?

Igual que los estadios, los escudos cambian. No es el primero, ni será el último. Pero esta decisión, ahora sí, ha levantado ampollas. Porque el escudo no se caía. La osa de Madrid la han cambiado por un panda y el madroño, incompleto, ya no tiene ni frutos que dar. Ni qué decir que las posiciones de ambos han cambiado con respecto al original. Ni siquiera han respetado el emblema de la capital. Tenemos un escudo moderno, con flequillo. De que hay que adaptarse a los nuevos tiempos ya nos dimos cuenta. Nos lo avisaron en Neptuno, cuando se prefirió celebrar títulos a base de reggaeton y techno (¡ay, si mi abuelo levantara la cabeza!) que con cánticos del equipo. El himno ya no casa. Ya no cuadra. Habrá que inventar uno nuevo. Pitbull y Enrique Iglesias, candidatos a escribir el nuevo, siguiendo una fácil regla de tres.

Los valores no sirven de mucho si a la hora de la verdad no se demuestran. Cuando lo más importante es el bolsillo, la palabrería cae por su propio peso. Poderoso caballero es don dinero. Hacen lo que quieren con el equipo. ¿Por qué? Se amparan en que el equipo es suyo, sin mencionar siquiera que se apropiaron de él de forma indebida. En un país donde los ladrones de gomina te gobiernan y te siguen haciendo goles, no se puede aspirar tampoco a mucho.

Esto sólo es el principio. De aquí a nada, el Wanda Kyocera Atético de Emirates Madrid jugará en nuevo estadio. Mucho más bonito. Construido más para los turistas que para su gente. Mirando más por el dinero que por los sentimientos. Obviando los valores del deporte. La multinacional Kia Azerbaiyan Atlético de Gil y Gil Madrid ya ha dado un pasito más en su empeño por alejarse de los suyos. Porque importa más que te vean 4 gatos en China que 400 de los tuyos. Los veranos de pretemporada en Pekín y Estados Unidos ya están asegurados. Y pronto cambiaremos el tridente de Neptuno por un palo selfie. O mejor, al propio Dios del mar por el perro del hijo del señor Wanda, ese cuyo dueño lleva sin correa y con un Apple Watch en cada pata (sí, al perro), ya que Wanda es el que paga.

Porque si avanzar y progresar, si estar arriba y ganar títulos significa perder todo aquello que nos hace distintos, con lo que nos identificamos, nuestra historia y los valores que me hacen amar esta gran familia, díganme qué hay que hacer para volver a jugar en Segunda, que yo me bajo.


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