Único deportista argentino de la historia que tiene dos medallas de oro en unos Juegos Olímpicos -junto al jugador de polo Juan Nelson-, Mascherano debutó en la selección absoluta de Argentina cuando aún jugaba en el filial de River Plate, un caso inédito en la historia del fútbol: jugar antes con la selección de tu país que con la primera plantilla de tu club. Su primer partido como profesional fue con el equipo de su vida: Argentina. Lo hizo ante Uruguay y sólo tenía 19 años.
"Mi equipo será Mascherano y diez más", fueron las primeras palabras que pronunció Diego Maradona, allá por 2008, cuando se hizo cargo de la selección albiceleste. "Convencí a Masche para que fuera capitán. Sentía que lo necesitaba para mi etapa como seleccionador porque tiene lo necesario para contagiar todo al grupo", añadió. Por aquellos entonces, Javier Mascherano, el Jefecito, acababa de cumplir 24 años y tenía un reto enorme por delante. Iba a ser el líder de la nación que vive por y para el fútbol, donde perder nunca es una opción.
"Como capitán lo importante es saber escuchar a todos. No significa que por llevar la cinta tengas que ir hablando siempre con cada jugador, sino que tienes que decir la palabra justa en el momento adecuado. Llevar esta cinta es un orgullo, pero no me va a volver loco", admitió al poco de conocer su nombramiento, pese a que fue reacio a aceptar el cargo en un principio y Maradona tuvo que insistir. El dueño de la camiseta con el número 14 (llevó la 8 en sus inicios) afirmó sentirse admirador de Simeone, que también usó los mismos dorsales, y de Almeyda de quien aprendió mucho, aunque asegura que uno de sus referentes en el fútbol fue Makelele.
"Siempre he sentido que los compañeros escuchaban mi voz". La salida de Maradona también acabó derivando en la cesión del brazalete de capitán de Mascherano a Messi, que lo hizo con "orgullo y admiración". Junto a ello, Masche abandonó el Liverpool y fichó por el Barcelona, adaptó su posición en el campo para jugar de defensa, donde ha tenido luces y sombras, por petición de los entrenadores y de las carencias del equipo en esa posición. No volvió a brillar como lo hacía en el centro del campo de Anfield, donde ningún jugador era bienvenido a pasar con la pelota controlada de la línea divisoria.
Sacó del Camp Nou un mejor toque de balón, su punto flojo, que luego aprovechaba con la selección. Con la albiceleste, de vuelta a la parcela ancha, hacía recordar nuevamente sus mejores partidos en el Liverpool, pero en versión mejorada. Al derroche físico, precisión al corte y omnipresencia incorporó la salida de balón obtenida en el equipo catalán.
Llegó al Mundial 2014 siendo el centro de todas las miradas. Parecía en la puerta de salida del Barcelona (hasta que llegó Luis Enrique y pidió que se quedara) y el torneo en Brasil le ha devuelto a la cumbre del fútbol. "Casi nadie jugó bien en el debut", se defendió el Jefecito, haciendo referencia a los malos partidos de las grandes selecciones cuando le preguntaron por el encuentro inaugural de Argentina ante Bosnia.
No se arrugó ante Shaqiri, que venía de hacer un Hat Trick y motivó a todo su equipo ante Bélgica en cuartos. "Estoy cansado de comer tanta mierda. Vamos a ganar y a entrar en la historia", les dijo. Lo están haciendo. Entre medias, se comió a Fellaini y Witsel, que le sacan más de una cabeza, tanto en lo futbolístico como en la guerra de guerrillas.
Ante Holanda dio un recital de cómo defender y cómo liderar mientras Messi, con la cinta de capitán, caminaba por el campo con más pena que gloria (es el jugador de todo el torneo que menos distancia por minuto corre, obviando a los porteros). El '14' secó a Robben, uno de los mejores de todo el torneo y estuvo providencial arrebatándole el gol en el descuento con un corte que le provocó una lesión muscular (con la que jugó toda la prórroga y con la que disputará la final) y que hizo recordar a la última Champions ganada por el Barça, cuando el Jefecito le sacó una parecida a Bendtner en las eliminatorias. "Qué puedo decir... Me abrí el ano en esa última jugada y por eso sufrí tanto dolor", confesó. Antes, en la primera parte, había quedado KO tras un cabezazo con Wijnaldum, se mareó y casi pierde el conocimiento. Cuando le dijeron que iba a ser retirado en camilla, se negó, se puso en pie y volvió al césped.
El jugador que se ofreció a jugar en River Plate, el equipo que se lo dio todo, cuando descendió a Segunda. Aquel que, sea culpable o no, hace autocrítica y asume responsabilidades. El mismo que da las charlas antes y después del partido (también en los descansos), que hace callar a Alejandro Sabella y que, mientras todos se refrescaban para la tanda de penaltis y trataban de recuperar sensaciones, fue corriendo para animar y darle su fuerza a Sergio Romero. "Escúchame, hoy cambia la historia, hoy tú te conviertes en el héroe", le dijo a Chiquito, que lo miraba atento como un padre mira a un hijo, para después darle un beso. Se le pudieron leer los labios gracias a las cámaras de televisión. Después del partido, Romero añadió más frases de la arenga: "Me dijo todo iba a cambiar, a dar la vuelta, que después de un año tan duro para mí donde he sido tan criticado este iba a ser mi momento". No se equivocaba. Romero, luego, se lo agradeció con una abrazo de hermanos.
"Cuando dije que Argentina eran Máscherano más 10, algunos se reían, pero hoy ya no lo pueden hacer", se enorgullecía Maradona tras el pase a la final, sabedor de que el pueblo argentino ahora entiende esa decisión, quizás la única buena que tomó como seleccionador. "Masche se merece el reconocimiento de la gente", terminó. No levantará la Copa si pierden, tampoco lo hará si ganan. El jugador con mejor porcentaje de pases acertados en todo el torneo y el tercero que más balones recupera. Incansable corriendo con o sin balón, aquel del que se decía que tenía un motor en el pecho en vez de corazón (por una campaña polémica de Fiat llamada 'El Caso Mascherano'), es el líder de está selección. No lleva el brazalete, no le hace falta, todos saben quién es el que manda en el vestuario. "Es un baluarte dentro del campo, es un símbolo, siempre lo da todo. Todos los entrenadores que ha tenido en su carrera se lo han querido llevar. Eso es por algo", puntualizó Sabella.
El mismo que ha generado una campaña en las redes sociales, donde los argentinos creen que si se fuera él sólo con un cuchillo a recuperar las Malvinas, conquistaría Gran Bretaña entera. Aquel del que dicen que, cuando Armstrong pisó por primera vez la Luna, ya esta allí esperando para decir al astronauta aquello de "Hoy cambias la historia, hoy te vas a convertir en héroe". Dicen de él, en tono irónico, que tras ganar a Holanda se fue corriendo al hotel en vez de subir al autobús porque para él la semifinal sólo era un calentamiento. Ese al que los argentinos se refieren, ahora sí, como el hombre que todo lo puede.
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