Corría el minuto 53 cuando, tras un fallo de Sturridge en el remate, los miles de seguidores de Selhurst Park no sabían lo que iban a vivir en sus carnes. Los del Liverpool, ni se imaginaban que iban a pasar del éxtasis al infierno en tan sólo nueve agónicos y fatídicos minutos. El delantero inglés conseguía, tras una gran jugada individual, poner el 0-2 en el marcador. Sólo dos minutos más tarde, Caimán Luis Suárez aumentaba un gol más la renta y los miles de reds en las gradas soñaban con lo imposible. El uruguayo, lejos de celebrar el tanto, recogía el balón de la red para no perder ni un instante. La consigna era clara: la Premier se ganaba haciendo lo impensable, ganando el golaverage al City de Pellegrini.
Y por unos momentos, pareció que los visitantes podrían conseguirlo. El asedio fue brutal tras el tercer tanto. Sterling tuvo en sus botas la más clara, Suárez no acertó al regatear al último jugador, dos balones que se marcharon por poco y otros tantos que detuvo el meta rival. 11 goles - sin encajar- debía sacar el equipo de Rodgers en dos partidos para, como mínimo, tener opciones de vencer la diferencia de tantos. Los antecedentes no eran malos del todo. En la presente temporada, seis goles cosecharon ante el Cardiff, cinco le endosaron al Norwich, Tottenham, Arsenal y Stoke, cuatro fueron los tantos que le hicieron a WBA, Fulham, West Ham, Everton y Tottenham. La única desventaja: la facilidad con la que conceden ocasiones de gol y tantos en contra. Allá por diciembre encadenaron una serie de victorias por 5-0, 5-1 y 4-1. Imposible, del todo, no era.
Pero Pulis tenía otros planes. Ese hombre que, con un poco más de mercado, sería reconocido como uno de los grandes de los banquillos por todos y no sólo por unos pocos. Cogió al equipo con 7 puntos en la jornada 12. Descendido para todos, menos para él, y lo ha metido con más de 40 en la zona noble. Nueve minutos en los que el Palace dio una exhibición de contragolpe y efectividad. Un gol cada 3 minutos, de media. Goles que, según iban entrando, iban rompiendo el corazón de todos y cada uno de los reds en la grada. Los mismos que sabían, tras el segundo gol, que un tercero no iba a tardar en llegar.
Moses tuvo la última. La desaprovechó. Gerrard y Suárez lloraron desconsolados, guardándose el uno en el otro. Un inoportuno resbalón fue lo que les quitó la mano de la copa que acariciaban. En Selhurst Park, los hinchas no daban crédito. Nadie creyó en ellos cuando no contaban. Supieron remontar, machacaron a sus rivales en Anfield y cuando todo parecía de cara se desmoronó. Nadie dijo que fuera fácil. Hoy, de momento, duermen líderes.
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