miércoles, 3 de abril de 2013

Justice for the 96!

15 de abril de 1989. Sheffield, el lugar que vio nacer al primer equipo de la historia del fútbol hace ya 156 años, fue el escenario de uno de los peores episodios en la historia del deporte rey. En la ciudad se daban cita los seguidores de Liverpool y Nottingham Forest para el partido de semifinales de la FA Cup que se iba a disputar el en estadio de Hillsborough. 

El partido no había hecho más que empezar cuando de pronto una de las gradas, inundada por gente de rojo, se vino abajo. Eran los aficionados del Liverpool, los hooligans como tal, los que peor reputación tenían en el panorama británico. Una fama que se habían ganado gracias a su resistencia, oposición y lucha ante las duras decisiones políticas que Margaret Thatcher estaba aplicando a la ciudad del río Mersey. Ante el miedo, se ocultaba la verdad y sólo se hacía creer que se trataba de unos pocos que hacían locuras inhumanas por el fútbol. En cierta parte lo consiguieron.

Para entender la historia hay que retrasar unas horas el reloj. Aquella mañana de sábado, los aficionados de salían de Liverpool y Nottingham con destino hacia Sheffield. Separados por cientos de kilómetros, cada afición venía de una dirección y no había riesgo y peligro de atascos en carretera o altercados en la llegada. La policía, en un acto de seguridad, decidió poner numerosos controles en la autopista que afectaban a los que venían desde Liverpool para evitar que los hinchas acudiesen al estadio ya no sólo con objetos peligrosos, sino con bebidas alcohólicas. Esto, unido a las obras en la calzada y a un accidente de tráfico, retrasó la llegada de la afición red. En el estadio ya esperaban miles de seguidores del Forest.

El encuentro estaba cerca de iniciarse y las colas en el estadio se hacían cada vez más largas. Hasta que la cola desapareció y todo quedó en masa, en un numeroso cúmulo de personas con un mismo objetivo: entrar al estadio. Junto a quienes iban al interior  se encontraban miles de personas que habían acudido  sin entrada, con el objetivo de hacerse con una localidad de última hora o simplemente para estar en el ambiente con los suyos. El descontrol se hacía cada vez mayor, la policía era cada vez más impotente.

La afición del Liverpool, la que tenía mayor número de seguidores, tuvo asignada Leppings Lanela grada de menor capacidad. Sólo cabían 14.600 espectadores. No existían asientos, todos debían estar de pie y sólo estaban 'controlados' por vallas y verjas como si de ganado se tratase. Al otro lado del estadio, la afición del Nottingham Forest, mucho menos numerosa, no tenía problemas en Spion Kop, una grada con espacio para 21.000 personas. ¿El motivo? la disposición geográfica del estadio coincidía con la dirección por la que venían las dos aficiones, por lo que se quiso evitar el cruce entre ellas y así los altercados. Una buena idea si no tenemos en cuenta la dimensión de cada hinchada.

Con el estadio casi lleno, las aglomeraciones fuera no dejaban de bajar, todo lo contrario. A cada segundo que pasaba, el agobio era mayor. La paciencia se agotaba. Moverse era ya imposible. El partido acababa de comenzar.  De pronto, las puertas del estadio se abrieron de par en par y la gente empezó a entrar, con o sin entrada, sólo importaba ver el partido. No sabían donde ir, nadie les dirigía. Decisión fatal.

A la vista, un túnel de unos 15 metros de largo y 4 de ancho que conducía al verde brillante del terreno de juego, iluminó a cientos de seguidores de entrar en él y buscar la luz. Era el primer acceso y todos acudieron a él como ratones sin pensar en las consecuencias. El túnel desapareció en unos instantes, la luz ya no corría, y sólo quedaban personas atrapadas.

"Yo estuve bloqueado en ese túnel durante 15 minutos, hasta que conseguí salir fuera. Estaba asustado, muy asustado, sólo luchaba por mi vida y la gente me estaba aplastando. No podía mover los brazos, hasta que en un momento milagroso los pude levantar y alguien me ayudó a trepar hasta la parte de arriba del estadio, en otra grada. Desde ahí vi lo que sucedía, y era horrible.", cuenta Kenny Derbyshire entre lágrimas, uno de los afortunados que consiguió salir con vida.

Los agentes de policía que estaban dentro del estadio, advertidos de la supuesta violencia de la Army Red, hicieron fuerza contra las verjas y vallas impidiendo que los hinchas saltaran al campo al pensar que se trataba de un ataque de hooliganismo y no de un simple hecho de supervivencia. Pasados algunos minutos, la desesperación de la gente era evidente, se abrieron las 'jaulas', el partido se detuvo y se inició el rescate con la mayor brevedad posible. Pero ya era tarde. Demasiado tarde.

Kenny Daalglish y un oficial de policía
"Llevábamos 6 minutos de partido y no sabíamos qué sucedía. Pensamos que se había derrumbado una valla, que solía pasar a menudo. Entramos al vestuario impacientes por volver a jugar. Entonces Kenny -Dalglish- salió a ver qué pasaba y alguien le dijo, 'Kenny, ahí fuera acaba de morir gente' ", contaba John Aldridge, que jugaba en aquel equipo del Liverpool.

"Hablaban de 30 personas y sólo pensábamos: 'no puede ser verdad', después, 35, 36, 38, 40... Era una locura", continuaba Aldrigde.

Desde fuera no se sabía lo que pasaba, aún había altos cargos de la policía convencidos de que se trataba de un acto violento y no se permitió la entrada a 40 ambulancias que se quedaron a las puertas del estadio. Decisión fatal. Los propios aficionados arrancaron las vallas publicitarias para utilizarlas de camillas. Todos se hicieron hermanos para salvar la vida de sus compañeros.

"Estoy orgulloso de lo que hicieron. Mi hermano no se pudo salvar, pero ellos lo intentaron y eso me enorgullece", narraba un entrististecido Stephen con los ojos vidriosos.

El saldo fue de 96 víctimas mortales y cientos de heridos. 94 de ellas fallecieron en el acto en las gradas, el túnel o el propio terreno de juego. A los pocos días murió una de las personas gravemente heridas en el hospital. Después fueTony Bland, que tras estar 4 años postrado en una cama en estado vegetativo, vio cómo su cuerpo dejaba de funcionar. 96 almas que se quedaron para siempre en uno de los estadios más míticos por historia del mundo, que pasó a convertirse de forma automática en icono de la tristeza, la añoranza y la tragedia.


Niños, jóvenes y ancianos perdieron para siempre su sitio en la tierra, pero se ganaron un lugar en la eternidad. Hoy, sus nombres y su edad se pueden leer en una placa en los alrededores de Anfield. Steven Gerrard, actual capitán del club y leyenda del equipo red, tenía 8 años cuando aquel suceso tuvo lugar y le tocó muy de cerca. Su primo estaba allí.

"Lo vi por televisión y lo escuché por la radio. Estaba totalmente impactado. Me preguntaba si habría allí alguien cercano o conocido...A la mañana siguiente nos enteramos que un miembro de la familia había estado allí y había muerto de forma trágica. Ver el dolor de su madre me ha convertido en el jugador que soy", señalaba Steven, con la mirada perdida.

Se reveló que sólo había 30 operarios para controlar a las más de 40.000 personas que allí estaban y que uno sólo tenía 12 años. Las decisiones que se habían tomado habían resultado, sin ninguna mala intención, una fatalidad. David Duckenfield, al mando del cuerpo de policía, sólo llevaba 19 días en el cargo y no estaba preparado para lidiar con un problema similar.

Leppings Lane
Desde el principio se ocultaron pruebas y modificaron los testimonios. La mala decisión de los cuerpos de seguridad había provocado, en parte, el caos, pero ellos no podían pagar los platos rotos. Fue entonces cuando volvió la imagen del hooliganismo y se hizo creer a medio mundo que las 96 víctimas habían sido fruto de ataques violentos de la hinchada red.

The Sun (1989)
Era simple, para agravar el asunto y tener mayor credibilidad, hicieron creer que unos locos borrachos habían provocado una masacre y luego habían orinado encima de los cuerpos recién fallecidos. Las filtraciones a The Sun por parte de la policía estremecieron al mundo inglés y la investigación no duró ni siquiera un año. Thatcher mataba dos pájaros de un tiro poniendo al pueblo inglés en contra de los supuestos hooligans. Aquel día, casi la mitad de los muertos eran menores de edad y muchos de ellos no superaban los 15 años. ¿Hooligans? La gente lo creía, y eso bastaba.

Se cambió la ley del fútbol, se eliminaron los 'gallineros' y se pusieron asientos numerados en todos los estadios para tener un mayor control de la capacidad. En definitiva, se sentaron las bases del fútbol que hoy conocemos. El asunto quedó cerrado para siempre.

Joey Barton
Aficionados del Liverpool, en su mayoría amigos y familiares de fallecidos aquel fatídico día, o incluso supervivientes, no dejaron de luchar desde el primer día porque la verdad saliera a la luz bajo un lema: 'Justice for the 96'. Rafa Benítez, antiguo entrenador red, apoyó la causa y no dudó en acudir a Anfield en 2011 cuando se celebró un homenaje por todas aquellas víctimas en la que no pudo contener las lágrimas. El siempre polémico Joey Barton, hincha de Liverpool confeso, encabezó entre los famosos la campaña y nunca escondió su idea de que los aficionados no tuvieron culpa alguna de lo sucedido.

"Aprovecho que soy una persona más o menos famosa para apoyar la causa y que sepan que no están solos", señaló el futbolista inglés, quien además suele mostrar muchos apoyos en Twitter a la causa.

El año pasado, 23 años después, el caso fue reabierto. Margaret Thatcher y el gobierno fueron investigados por culpar a los aficionados en vez de a la policía.

"Mi madre murió pensando que mi hermano era un hooligan, pero yo sé que no lo era", continuaba Stephen -que estuvo allí con su hermano-.

El pasado mes de octubre todos supieron que allí no habían muerto hooligans. David Cameron, primer ministro británico abrió su discurso sobre la reapertura del caso pidiendo perdón a las familias de las víctimas en nombre del gobierno. Culpando a la policía, al servicio de ambulancias por falta de liderazgo, mala comunicación, fatal toma de decisiones, etc. Según los informes de médicos forenses, 41 de los 96 fallecidos podrían haber salvado la vida de haber recibido atención adecuada. Confirmó que se habían ocultado pruebas por los cuerpos de seguridad, que se alteraron las pruebas y que 116 de los 164 testimonios habían sido censurados. Explicó que todos los cuerpos fallecidos habían sido sometidos a la prueba de alcoholemia en un intento de agravar las falsas pruebas, pero que al encontrarse con la negativa evidencia de que no había alcohol en su sangre, fueron eliminadas. En definitiva, 23 años de mentiras injustificables. The Sun volvía a ser el principal medio de difusión de la noticia, pero esta vez, era real.

Porque Hillsborough le cambió la cara al fútbol inglés. Porque aunque fuese tarde, allí se hizo justicia para 96 personas que murieron, y para miles de familiares que sufrieron con ellos. Porque Anfield no deja de recordarlo cada domingo. Porque esto, gracias a Dios, ha salido a la luz. Porque en Sheffield nació el fútbol y en Sheffield, 96 tipos que vibraban con ese deporte y con su equipo vestido de rojo, perdieron la vida, dejaron su sitio en la tierra, pero se ganaron un lugar en la eternidad.

JUSTICE FOR THE 96!





No hay comentarios:

Publicar un comentario