En 2015, durante el Mundial Sub17 de Chile, una figura sobresalió sobre el resto. Víctor Osimhen lideró a Nigeria hasta el triunfo. Pero su actuación había que tomarla con mesura. El punta africano, aún por hacer y sin jugar en ninguna academia de fútbol profesional, sin estar ya monitorizado por alguno de los grandes y sin demasiadas referencias para el scout internacional, atendía a una situación que parecía, sobre todo, oscura. Son muchos los jugadores, sobre todo africanos por un simple motivo natural (desarrollan antes el físico y a esas edades esto marca diferencias), que se acaban quedando a las puertas tras realizar grandes gestas juveniles. Muchos son incluso engañados a la hora de abandonar su país y se encuentran con un cúmulo de promesas falsas de agentes de dudosa reputación que les han estafado todos los ahorros de toda una vida. ¿Quién no recuerda lo que prometía Sadick Adams y en lo que se quedó?
Y en estas, Osimhen, que no cuajó en sus primeros años en Europa, parecía llevar los mismos derroteros que otros muchos en su situación. Yo siempre lo tuve claro y nunca dudé. Ese delantero larguirucho, de pisar patizambo y de correr poco ortodoxo tenía lo necesario para triunfar. Uno le veía jugar y no sabía si era Adebayor, si era Diego Costa o si era un todo en uno. Tenía una materia prima por desarrollar y se trataba de una gema por pulir. Su fútbol estaba aún por potenciar de una manera que a veces parecía un bailarín con el balón y otras simplemente dolía observar cómo trataba de hacer un control en corto.
Sea como fuere, cinco años después y una serie de vaivenes entre medias, Osimhen es exactamente el mismo delantero que era con 16 años. Pura dinamita. Y hoy es la revelación de la Ligue One, el estilete de un Lille que lo compró por unos 15 millones de euros y que lo venderá, mínimo, por tres veces más. "Siempre le he dicho que es un calco de Didier Drogba", admite Nicolas Penneteau, el portero del Charleroi, donde el nigeriano pudo por fin reencontrarse como futbolista tras una mala etapa en Alemania.
Osimhen celebra un gol contra Croacia (2015) / GETTY IMAGES |
La 17/18 debía ser su temporada. Había cogido cuerpo y por su complexión, por sus condiciones, se podía mover por todo el frente de ataque. Siempre prefirió la delantera, pero su facilidad para tirar diagonales y desmarques, y su buen juego de pies, además de perfilar muy bien el disparo desde el costado izquierdo le hacía ser muy válido para cualquier equipo. Pero eran malos años para el equipo de la Volkswagen, que nuevamente se iba a jugar el descenso durante todo el curso y el técnico optó por jugadores más experimentados. Osimhen fue de menos a más y cuando más estaba contando, en el tramo final de la temporada, se le salió el hombro y se volvió a quedar meses sin competir. Se puede hablar, perfectamente, de dos temporadas enteras tiradas a la basura y tres años ya desde que el jugador asombrara al mundo. El fantasma del juguete roto cada vez se cernía más sobre él.
El Wolfsburgo, decidido a deshacerse de él, no encontró comprador, por lo que no vio con malos ojos una cesión a un país cercano y a un fútbol menor donde pudiera coger algo de confianza. En Bélgica Osimhen explotó su superioridad física. Y el resto es historia. Marcó 20 goles en la temporada y el Lille, que tenía dinero fresco de la venta de Leao al Milan, no dudó en tirarse a la piscina. Al Wolfsburgo le salió la jugada horrible. Habían aceptado venderle al Charleroi al nigeriano por el mismo precio que ellos habían pagado y los belgas lo mandaron al fútbol francés por casi 15 millones de euros. En Francia, Osimhen no está dejando títere con cabeza. Hasta la cancelación del campeonato, el africano había marcado 18 goles (dos en Champions) y había ayudado con seis asistencias en un campeonato mucho más competitivo.
No cabe duda que Vïctor Osimhen será uno de los agitadores del mercado, cuando se abra y si se abre, al estar en un equipo que no dudará en aprovechar sacar rédito y llenarse los bolsillos. El africano es exactamente el mismo jugador de hace cinco años. No ha cambiado en nada, salvo que ahora torea en las mejores plazas. Su estilo patizambo sigue intacto. Su olfato goleador, impoluto. Su zancada larga, imparable en carrera. Su definición poco ortodoxa, igual de efectiva. Y su golpeo con el interior, como de seda, con rosca e inimaginable para un jugador de su apariencia, imprevisible. Por características, es un jugador ideal para un Atleti de Simeone que juegue al contragolpe. Por físico, la Premier League se asemeja a las mil maravillas a lo que puede explotar. Tras la Copa África de 2019, donde fue suplente y solo disputó el partido por el tercer puesto, ahora parece liderar la carrera por ser el '9' de la próxima generación, en una dura disputa que tendrá, entre otros, con Ighalo (Manchester United) y con Iheanacho (Leicester City).
"Didier Drogba es mi modelo a seguir. Representa el tipo de jugador y persona que me gustaría ser. Espero desarrollar la misma capacidad con la pelota y marcar goles importantes. Es un icono, una leyenda. Me gustaría poder ser capaz de ser como él, o incluso mejor", se sinceraba con apenas 16 años ante los micrófonos de la FIFA. Hoy, de momento, ya ha conseguido que las comparaciones con su ídolo lleguen desde voces autorizadas del fútbol internacional. Además, no parece ser el jugador al uso de hoy en día. Sabe de dónde viene. "Los compañeros juegan a los videojuegos y salen antes de los partidos. Yo prefiero meterme en mi habitación y concentrarme para ganar cada partido".
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