No se equivocaba en absoluto Pizzi al afirmar que, en 2014, "el Valencia fichaba a uno de los jugadores con mayor proyección de Argentina" con la adquisición de Rodrigo de Paul. La Superliga, con equipos necesitados de cash urgente, sucumbió durante años regalando a sus mejores perlas a precios hoy considerados de risa, sobre todo en comparación con las etiquetas de valor que ponía en el mercado su siempre enemiga Brasil. Así, Ángel y Joaquín Correa, Leandro Paredes, Luciano Vietto, Ezequiel Ponce o el propio De Paul, los más talentosos que tenía entonces el país, acabaron en Europa por importes entre 3 y 7 millones de euros.
Pero la historia de De Paul siempre fue de madurez tardía. En Racing desde los cinco años, todos en La Academia sabían que ese jugador con mayor personalidad que los de su generación. En cambio, a Luis Zubeldia, el técnico, le costó darle la alternativa. Zubeldia, con mucho miramiento por la cantera, siempre prefirió confiar en un jugador más hecho y descarado como Ricardo Centurión y en la veteranía de Mauro Camoranesi para los costados, a la vez que jugaba sin un 10 natural, donde en el filial jugaba un De Paul que había crecido admirando a Ronaldinho, Riquelme y Zidane.
Ese debut tardío (debutó casi con 19 años en el primer equipo) le privó estar en los planes de Argentina, tanto Sub17 como Sub20, y no fue siquiera considerado para el Sudamericano juvenil de 2013. Allí, Marcelo Trobbiani confió para su puesto en el propio Centurión, además de Lanzini, Fede Cartabia, Alan Ruiz e Iturbe, todos ellos ya con experiencia profesional en sus primeros equipos. Argentina cosechó el mayor fracaso de la época reciente, ni siquiera clasificó para el Mundial y, de manera paralela, De Paul creció como la espuma. Aprovechó la ausencia de Centurión, primero en el torneo y luego lesionado, para ir haciéndose con minutos en el equipo y acabó siendo indiscutible jugando en los costados. 57 partidos en dos años que le valieron para ser traspasado al Valencia por menos de cinco millones.
Su debut en Europa no pudo ser peor. Expulsado al minuto de salir por un codazo, se convirtió en el futbolista debutante más rápido en ver la tarjeta roja en LaLiga. Le cayeron cuatro partidos y le costó mucho volver a los planes de Nuno en el equipo che, pero nunca terminó de cuajar en Mestalla. Jugó una temporada y media en Valencia, pero no entró en los plantes ni del técnico luso, ni de Gary Neville. De Paul no encontraba su sitio en un equipo más acostumbrado a jugar con extremos puros y dos delanteros y la salida de Otamendi, su mejor amigo en el vestuario, le dejó tocado en lo anímico cuando aún no estaba adaptado a Europa. Por eso, el Valencia buscó una cesión rápida a su anterior equipo, intentando que no se perdiera por el camino un jugador que parecía tener mucha proyección.
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En verano de 2016 debería volver a la disciplina valenciana, pero el nuevo técnico, Pako Ayestarán, decidió no contar con él. Minimizando riesgos, el Valencia no dudó en aceptar una oferta de la Serie A por tres millones de euros. Solo tenía 22 años, aún tenía tiempo para madurar, pero en Valencia ya habían concluido que se trataba de una de las muchas promesas que acaban en el cajón del olvido. Nada más lejos de la realidad, De Paul encontró su sitio en Udinese, no sin mucho pelearlo, porque el inicio no fue nada sencillo. Fue titular desde el primer día en los planes de Iachini, jugando detrás de Zapata o acompañándole en punta. Pero le costó brillar varios meses hasta dar con su rendimiento actual.
Poco a poco dejó la posición de enganche y encontró acomodo en banda derecha y fue uno de los mayores beneficiados del cambio de sistema que propuso el técnico, que pasó del 3-5-2 al 4-3-3. Su evolución definitiva apareció en la 2018-2019, cuando el técnico Davide Nicola optó por darle no solo la capitanía, sino una posición en el centro del campo. Tras más de dos años jugándolo todo, demostrando un derroche impropio para alguien que viene de fuera, De Paul cautivó a la hinchada de Udine, siendo uno de los favoritos de la grada. Eso le dio la cinta de líder más rápido de lo normal. Pero se trataba de un futbolista con registros estadísticos algo tristes para jugar en una posición tan adelantada. En dos años solo había sumado 9 goles y 12 asistencias y, por características de juego, Nicola le reinventó en la medular.
Ha sido jugando en posiciones interiores donde De Paul ha explotado de manera sorprendente. Su buena capacidad física, su buen entendimiento del juego, su buena asociación no solo le ha llevado a ser uno de los mejores jugadores de la Serie A, sino a realizar su debut con la selección de Scaloni. En Italia, De Paul comenzó a asomar la cabeza en distintos apartados de estadística tanto ofensivos como defensivos. En la 2018/2019, solo cuatro futbolistas (Papu Gómez, Mertens, Suso y Callejón) dieron más asistencias de gol que él, fue el cuarto futbolista en pases clave por partido tras Papu Gómez, Suso y Luis Alberto; Quedó tercero en regates exitosos por partido tras Boga e Ilicic y se convirtió en uno de los mediocampistas con más robos de balón. Además, de manera sorprendente, jugar más centrado le hizo ser mejor llegador y mejoró sus registros tanto de goleador como de asistente, anotando nueve dianas y regalando otros tantos. Su no inclusión en el XI ideal de la temporada clamó al cielo, pero no fue obstáculo para que Scaloni no confiara en él como una de las piezas claves en la reconstrucción de Argentina tras el Mundial 2018.
Esa evolución en su demarcación también ha sido vista y comprobada por el propio seleccionador, que empezó confiando en él en amistosos en los costados, peleando puestos con Dybala o Ángel Correa para acabar asentándose en posiciones más interiores. De los últimos 12 partidos de la selección, De Paul ha sido titular en 11, siendo clave en la actuación en la Copa América en 2019. Fue precisamente el primer duelo del torneo el que no jugó desde el inicio. Scaloni le dio la alternativa desde el descanso ante la inoperante albiceleste y ya nunca se ha bajado del puesto, siendo el principal y mejor socio de Messi el pasado verano y jugando ya como mediocentro puro desde que la Copa América terminara. Ya sea en el doble pivote con Paredes y jugando un poco por delante de él en un trivote, De Paul ha encontrado su sitio en Argentina, igual que es el líder absoluto del Udinese.
Inter, Milán y Fiorentina se interesaron por él en julio de 2019 y su etiqueta marcaba un importe cercano a los 25 millones de euros. Udinese es el equipo con salarios más bajos de toda la Serie A y es el único club cuya estrella no llegaba a ganar un millón de euros al año. Esto le hizo una de las piezas más codiciadas del mercado, aunque nunca se concretó un traspaso que parecía casi hecho a Florencia. En cambio, Rodrigo, que ya era el jugador mejor pagado del club, renovó su contrato hasta 2024 con una entidad que le adora, donde ya es líder, santo y seña. Convertido quizás en uno de esos últimos reductos del fútbol romántico que Italia está intentando volver a instaurar en el fútbol mundial. Papu Gómez en la Atalanta, Belotti en el Torino, Insigne en Nápoles o Immobile en la Lazio, De Paul tiene a su elección convertirse en leyenda friulani, de quedarse en una Udine que le venera como un rey y sacarle de los malos resultados que en los últimos cursos le hacen pelear por la permanencia, pero tiene cualidades para dar y regalar en los mejores clubes del mundo. Permanecer allí donde ha vuelto a ser futbolista o adentrarse en la aventura de volver a luchar por encajar. Messi le avala.
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