19 de diciembre de 2004. Un retrato de Simeone, dibujado sobre tela, cuelga sobre el segundo anfiteatro del fondo sur del Vicente Calderón. En él se refleja una tarde de 1996, cuando con su cabezazo, Simeone certificaba el Doblete de Liga y Copa del Rey del Atlético de Madrid. Flanqueaban tal imagen dos palabras: CHOLO (a la izquierda) ÚNICO (a la derecha). Sí, en mayúsculas. Por debajo, una pancarta que rezaba el sentir común del aficionado: 'Diego Pablo, el Calderón te ama'. Más alejado de todo ese barullo, una un poco más pequeña quería llegar también al 14 del Atlético. 'Que Dios te devuelva todo lo que nos diste'. Era la despedida de Diego Pablo Simeone como jugador del Atlético de Madrid. La segunda, pues ya había abandonado su casa años antes para jugar en Italia. Y desde el mismo instante en el que el Cholo se fue, los días empezaron a contar hacia atrás esperando su vuelta. Nunca fue aquel día un adiós, sino más bien un hasta luego. "La idea es regresar al Atlético como entrenador", decía entonces, con sus hijos en el césped, dando una vuelta de honor que servía de previa para un encuentro en el que el Atlético doblegó al Deportivo de la Coruña. Entonces, como jugador, recibía un amor supremo. Hoy, como técnico, es imposible calcular la magnitud de éste.
23 de diciembre de 2011. Siete años, cuatro días y ocho entrenadores después, el regreso se hacía oficial. Diego Pablo Simeone cogía las riendas del Atlético de Madrid como entrenador. Un Torneo Clausura, un Apertura y un primer gran bagaje en Europa con el Catania le avalaban. Pero en una época de coyuntura y crisis institucional, donde los entrenadores no duraban ni una temporada (de media), algún que otro colchonero llegaba a intuir que un mal papel de Simeone desde el banquillo podría manchar su recuerdo para siempre, pues el fútbol es una maquina que tritura y olvida a un ritmo vertiginoso. Nada más lejos de la realidad, la empresa se antojaba difícil, pues el argentino llegaba en la jornada 18 para entrenar a un equipo ya eliminado de la Copa del Rey en la primera ronda por el Albacete, un 2ªB; y a tres puntos de los puestos de descenso. La temporada acababa con los rojiblancos en quinta posición, a dos puntos de la Champions y con el título de la Europa League tras eliminar a Lazio, Besiktas, Valencia y barrer de la final al Athletic de Bilbao de Marcelo Bielsa, el equipo revelación.
Con ese sprint meteórico en sólo cinco meses se puede entender el recorrido del Atlético en estos cuatro años y medio desde que el argentino, siempre acompañado de Germán Burgos y Óscar Ortega, pide aliento a la grada con entusiasmo desde la banda del Calderón. Y es que en ese periodo de tiempo, tres temporadas y media (sin contar esta) el Atlético de Madrid ha levantado todos los títulos posibles por haber a falta de la Liga de Campeones y el Mundialito de Clubes. A saber: Europa League (2011-2012), Supercopa de Europa (2012), Copa del Rey (2012-2013), Liga (2013-2014) y Supercopa de España (2014). Sólo Luis Aragonés, ya leyenda del club, le supera en títulos (6) y en número de partidos dirigidos en toda la historia rojiblanca. Claro, que el bueno de Zapatones estuvo 15 temporadas dirigiendo a los colchoneros. Nadie supera a Simeone en porcentaje de victorias por partido disputado.
Bajo la premisa de que 'el esfuerzo no se negocia' y el 'partido a partido', ha cogido un equipo herido de gravedad, a punto de morir, y lo ha metido entre los cuatro mejores de Europa según el ránking de la UEFA, que recoge los resultados de los equipos continentales durante el último lustro. Es por ese, su primer mandamiento, por el que el primer día al mando de la plantilla le dijo a José Antonio Reyes, talento descomunal al que no acompaña el trabajo, que hiciera las maletas. Por eso, otros como Cerci, corrieron la misma suerte. Se puede ser muy bueno, pero no hay nadie mejor que el equipo. Y el equipo lo hacen los que trabajan. Y si encima se cree, se puede. Simeone es un ganador y para entender eso, no hay más que irse a su tercera semana como jugador del Atlético de Madrid, en 1994. Entonces, el equipo, que tampoco pasaba su mejor momento en las últimas temporadas, había perdido tres partidos seguidos de pretemporada. Simeone, que era el nuevo y tenía 23 años, organizó una reunión con toda la plantilla. "Somos el Atlético de Madrid. Yo he venido aquí porque sé que tenemos una historia y no estamos a la altura de ella. Este club es grande y hay que ganar desde ya", dijo, haciendo hincapié en las funciones y responsabilidades de cada uno de la plantilla. "Tú eres fundamental y si no eres determinante el equipo no funciona. Espabila", le espetó a Kiko. Un año después, llegó el famoso Doblete de Liga y Copa y entonces, el Atlético ya tenía un gen. "Un equipo se acostumbra a todo. Y siempre es mejor acostumbrarlo a ganar que a perder. Aquel año, ganamos todos los partidos de pretemporada y empezamos la Liga sabiendo que podíamos ganar a cualquiera", admitía orgulloso en una entrevista de entonces.
Parece claro que nunca, ni Dios ni nadie podrá devolver a Simeone todo lo que ha dado y sigue dando al Atlético. La balanza se decanta cada día más pues, si bien el amor es recíproco, jamás el argentino tendrá la recompensa de llevar la felicidad a millones de viviendas, de permitir que un corrillo de niños cantasen el himno del Atleti en el patio del colegio sin ser discriminados, de hacer que los colchoneros ansíen semana tras semana que lleguen los lunes.
Parece claro que nunca, ni Dios ni nadie podrá devolver a Simeone todo lo que ha dado y sigue dando al Atlético. La balanza se decanta cada día más pues, si bien el amor es recíproco, jamás el argentino tendrá la recompensa de llevar la felicidad a millones de viviendas, de permitir que un corrillo de niños cantasen el himno del Atleti en el patio del colegio sin ser discriminados, de hacer que los colchoneros ansíen semana tras semana que lleguen los lunes.
Un día se irá Simeone, y entonces no se sabe qué pasará. Porque, que no se olvide, El Cholo tiene otros dos grandes amores que vive con gran pasión: Argentina y el Lazio. Y como todo llega y Europa ya le debe unas cuantas al Atlético, se hace imposible pensar en que Simeone abandone el Vicente Calderón sin la orejona en su palmarés. Lo que sí se sabe, o se intuye con gran certeza, es que si no lo consigue el argentino, no lo logrará nadie. Y que no dejará de intentarlo hasta lograrlo. Y que si la primera llega más pronto que tarde, buscará la segunda con el mismo ímpetu y el mismo ansia que la primera. Pero eso ya es demasiado fantasear. Mejor vayamos partido a partido.
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