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Enrico vivió sus mejores años entre Sampdoria, Parma y Fiorentina. Con la Samp levantó una UEFA. En el Parma, jugando junto a un elenco de estrellas en ciernes como Crespo, Verón, Cannavaro, Thuram o Buffon, repitió hazaña y añadió una Coppa. En Florencia solo pudo conquistar una Coppa de Italia, pero quizás lo que allí dejó, su legado, es el mayor obsequio de su vida. Porque después de 22 temporadas en la élite, de 171 goles marcados en algo más de 500 partidos y de haber jugado una veintena de encuentros como internacional, Enrico Chiesa, ya retirado de una carrera que le maltrató a lesiones, va camino de ser recordado el resto de su vida como "el padre de Federico Chiesa".
Federico Chiesa nació en 1997, mientras Enrico disfrutaba de una etapa maravillosa en el Parma. Poco después, ficharía por la Fiorentina y Florencia, ciudad enamoradiza por defecto, llegó al corazón de unos Chiesa que decidieron quedarse allí a vivir. Con cinco años y con la pasión del fútbol ya corriendo por sus venas, se apuntó al U.S. Settignanese, equipo del norte de la ciudad que dirigía Kurt Hamrin, quien fuera leyenda del equipo Viola. Y claro, en cuando Federico despuntó un poco, el bueno de Hamrin levantó el teléfono y fue coser y cantar. A los nueve años el pequeño de los Chiesa ya se había enfundado la camiseta de la Fiorentina.
Internacional en todas las categorías inferiores desde la Sub19 de Italia (y ya jugador de la absoluta), Federico Chiesa no tuvo un camino de rosas hasta hacerse profesional. Nunca nadie le abrió las puertas del éxito por su apellido y no destacaba sobre el resto en la cantera de la Fiorentina. De hecho, hasta que no llegó al equipo Primavera (el primer filial), no siempre era titular. Allí, el técnico Federico Guidi cambió el sistema de 4-4-2 a 4-3-3 y eso potenció a un Chiesa que pareció estar desbocado. Sabedor de que el fútbol posiblemente no sería su futuro, se inscribió en la Universidad, en Ciencias del Deporte, tras sacar unas buenas notas en uno de los colegios de élite de la ciudad. Pero se equivocaba.
Ese cambio de sistema le abrió unas puertas aún desconocidas y se empezó a ver a un futbolista con un potencial desmesurado. Digamos que Chiesa no se había desgastado nada en su fase juvenil y toda esa energía guardada se estaba desbordando. Debutó en Serie A con apenas 18 años y lo hizo como titular en un duelo de máxima rivalidad contra la Juventus. ¿Se puede pedir algo más? Junto a Ilicic y Bernardeschi, la Fiorentina se empezó a ilusionar con un tridente de mediapuntas que podrían poner en jaque el fútbol italiano. Y es que Federicho Bernardeschi era entonces el mayor talento del fútbol italiano.
Y claro... Bernardeschi se marchó. Y no lo hizo a otro lugar que no fuera la Juventus. Solo coincidieron un año, pero Chiesa aún estaba lejos del nivel de su tocayo. Entonces llegaron una nueva pretemporada, un nuevo fichaje y un nuevo ascenso del filial: Gio Simeone y Gianis Hagi. Uno jugaba como delantero centro. El otro, como extremo. Sí, los hijos de Enrico Chiesa, Cholo Simeone y Gica Hagi iban a coincidir como titulares en un tridente ofensivo. Descarados, jóvenes y con talento. Pronto se vio que el rumano no estaba al nivel de los otros, que su padre sí exigía los minutos que no habían impuesto los otros dos solo por nombre y la carrera de Hagi en Florencia apenas existió.
Federico Chiesa, que en sus primeros pasitos había despuntado como un extremo resultón y llamativo, y que había fracasado en la cantera en todo lo anterior, empezó a experimentar una transformación brutal hacia el mismo juego que su padre que hoy sigue asombrando. ¿Cómo es posible que un chico de 21 años que apenas lleva destacando tres se haya sabido adaptar a todo? Y es que Chiesa empezó a jugar por todo el frente de ataque y es eso lo que confunde y vuelve locos a sus rivales. Ha abandonado la cal, ya no es un regateador peligroso de banda derecha, sino que es un atacante completo voraz. Sus contragolpes en solitario son como un penalti.
Así, sus cifras goleadoras han aumentado en cantidad en este nuevo curso, su tercero como profesional. La Fiorentina no echa en falta el bloqueo goleador de Simeone (ayer hizo dos siendo suplente) que no está al nivel del curso pasado, pero son el argentino y el italiano una de las parejas más temidas por toda la Serie A. Chiesa, llamado a dirigir el cambio generacional de la Azzurra, ha superado incluso a un Bernardeschi que parecía tener mucho más talento que él y a quien la competencia en Turín está consumiendo poco a poco.
Anoche, Federico Chiesa jugó el mejor partido de su hasta ahora corta carrera. Le hizo tres goles a la Roma y la Fiorentina pasó a semifinales de Coppa. Y se lo dedicó, cómo no, a Davide Astori. "Esto es tuyo, capitán", gritó al cielo en el festejo del tercero mientras dibujaba con su mano el número 31, el del defensa fallecido el curso pasado. Suma siete goles en los últimos cuatro partidos. Esta temporada, en 23 duelos, ha visto puerta 10 veces y ha asistido otras seis. En todo el curso pasado solo hizo seis goles y nueve pases de gol y el año del debut lo cerró con cuatro y tres.
Sin duda, Federico Chiesa es uno de los hombres del momento en la Serie A. Su evolución, a sus 21 años, no conoce el techo aún. Es posiblemente el futbolista más diferencial que ha tenido la Fiorentina en años, pese a que allí triunfara Bernareschi, sorprendieran Ljajic y Jovetic y se destapara durante seis meses Salah. Los Chiesa han como mínimo igualado a los Medici como la familia más querida en la ciudad. Y Federico es el nuevo Príncipe de Florencia.
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