martes, 6 de diciembre de 2016

Sergej Milinkovic-Savic: romper con todos los tópicos



Cuando me dispuse a ver el Mundial Sub20 celebrado en Nueva Zelanda el año pasado, mi propósito estaba puesto en cuatro frentes: Conocer la capacidad de liderazgo de Ángel Correa; Ver si André Silva seguía teniendo su don para con el gol con el paso de las generaciones; comprobar si Marc Stendera era 'the next big thing' para Alemania; y descubrir nuevos talentos.

Me habían hablado muy bien de la Serbia de Veljko Paunovic que (me) acabaría enamorando y le había puesto los ojos a Vanja Milinkovic-Savic, portero altísimo y delgado que había aterrizado en el Manchester United meses antes. Lo que no sabía era que por delante de él había un guardameta de los que apuntan a ser uno de los mejores del mundo cuando le llegue el día: Predrag Rajkovic, un felino bajo los palos. Pero sobre todo, lo que desconocía era que Vanja tenía un hermano mayor de nombre Segej que acabaría triunfando en la cita, llevaría a su equipo a lograr el título y se alzaría con el Balón de Bronce al tercer mejor jugador del torneo. Vanja, por cierto, tenía 17 años aún, y fuera como fuere, aún era pronto para servir a ese equipo. Hoy, con 19, ya es el meta titular de la Sub21.

De izqda a derecha, Traoré, Danilo y Milinkovic-Savic, con
 los premios a los tres mejores jugadores del torneo
Sergej Milinkovic-Savic (Lleida, 1995) nació para ser deportista de élite. Hijo del bosnio Nikola Milinkovic, futbolista profesional (jugó en Lleida, Ourense y Almería, entre otros) y de la jugadora de baloncesto serbia Milana Savic, se decantó por el fútbol "porque cuando era pequeño me divertía más viendo los partidos de mi padre que los de mi madre". Nació en España y, como su hermano, posee la doble nacionalidad hispano-serbia. Pero cuando en 2005 sus padres dejaron la competición, la familia se trasladó a Serbia. Allí, rápido se enroló en las filas de la Vojvodina, que no dudaron en hacer una prueba a su hermano y convencerse de que esa familia había nacido para el deporte.

Su ascenso fue progresivo y para cuando cumplió los 18 fue parte fundamental de la Serbia Sub19 que se hizo con la Eurocopa de la categoría, liderada por Aleksander Mitrovic. Tras ello, debutó con el primer equipo de la Vojvodina, ganó la Supercopa serbia y, tras un primer año exitoso, puso rumbo al Genk belga para desarrollar su fútbol en un nivel superior. Luego llegó el Mundial Sub20 antes citado, el título, el año asombroso en Bélgica y el éxito. Europa entera se puso tras sus pasos, pero fue la Lazio quien se adelantó y fichó al chico con 20 años recién cumplidos por nueve millones de euros.

Sergej Milinkovic-Savic heredó el físico de sus padres. Su 1'92m de altura no son habituales en el fútbol, mucho menos en el medio campo. Uno puede ver centrales de tal tamaño e, incluso los típicos delanteros rematadores de área. Pero no hay muchos jugadores como Sergej. Empezó su carrera como pivote. Pegamento de corte. El estereotipo decía que es a lo que un jugador de su altura podía aspirar. Rápido se desató como algo más. Su principal cualidad, por encima de todas sus habilidades técnicas, es su trabajo, su sacrificio. Eso no lo negocia. Puede jugar un día mejor o peor, porque no siempre salen bien las cosas, pero es un jugador que se va a dejar el alma por lo que hace.

Pero no, Sergej no es un trotón. Uno ve casi dos metros de altura en la medular y se imagina a Fellaini. El serbio tiene capacidad para con el balón. Se siente muy cómodo con él y, si bien no es un jugador para dar una primera salida desde atrás, sí que está habituado en recibirlo en zonas más adelantadas e imaginar. Posee gran calidad en ambas piernas, tanto que se ha llegado a asegurar que es ambidiestro (es diestro en realidad). Acostumbra a jugar de interior, por delante de un pivote, el mejor sistema para su desenvoltura es el 4-3-3 y es el socio perfecto cuando su equipo tiene la posesión. Su gran zancada le hace ser elegante y combina a la perfección su calidad con su físico.

Porque, no vamos a negarlo, su potente carrocería es para él una gran virtud. Está siempre bien colocado y mucho tendrás que sufrir si le quieres ganar un balón aéreo. Todo balón dividido es suyo, por tierra mar y aire. Por eso, en según qué situaciones, sus técnicos le colocan inmediatamente detrás del delantero. Ganar la posesión, aguantar la pelota y esperar aliados. Sergej es siempre una solución de última hora. Podría decirse que se parece bastante a Marek Hamsik. Sabe medir los tiempos, tomar decisiones y elegir si toca una transición rápida o algo más comedido. Posee, además, un depurado último pase. Conduce bien, esconde la decisión hasta el último momento. Extrañamente pierde la posición y es un bastión en el juego defensivo. Su motor, a sus 21 años, es inagotable, incansable. Y, otra vez gracias a su físico y su inteligencia sobre el campo, es un jugador idóneo para la presión.

A medida que vaya ganando en experiencia su importancia crecerá y sus números engordarán. El curso pasado fue el de adaptación al fútbol de primer nivel y, aunque fue prácticamente titular en la mayoría de los partidos, la trascendencia que está teniendo en el inicio de esta campaña ya es considerable. Le quedan por pulir aún muchas cosas, como su ímpetu. Es tan superior físicamente que, en ocasiones, se olvida que otros no llegan a su fuerza y comete faltas por exceso de fuerza. Este verano, el Nápoles ya trató de hacerse con sus servicios, sabedor de la perla que tiene la Lazio entre manos. Los romanistas, obvio, se cerraron en banda a una venta de un chico al que pueden sacar todo el jugo aún y está en pleno crecimiento. Tiene todo para convertirse en uno de los mejores mediocentros del mundo. Su hermano Vanja, por cierto, ya no pertenece al Manchester United y, tras rayar a gran nivel con la Vojvodina, ha firmado con el Lechia Gdańsk, un equipo polaco que nunca ha ganado nada y que ahora mismo se encuentra colíder de la Liga.

Sergej aún no ha debutado con la selección absoluta de Serbia, aunque sólo es cuestión de tiempo que toda la generación de oro del fútbol serbio se junte y, si todo sigue su curso como en categorías inferiores, los Zivkovic, Babic, Gacinovic, Maksimovic, Saponjic, Jovic y, cómo no, los Milinkovic-Savic, den días de gloria al fútbol balcánico. Muchos de ellos ya juegan en grandes de Europa.

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