Hace ya más cuatro años, allá por julio, Internacional de Porto Alegre recibía en su feudo a un Santos que acababa de perder el título de campeón de la Copa Libertadores 2011 (ganado días antes por Corinthians). Era la novena jornada de Liga y los locales buscaban una victoria que les permitiera seguir en la carrera por el título mientras el Santos, mermado con la baja de Neymar un presente en los JJOO de Londres, deambulaba por la zona media de la tabla. Entonces los visitantes se quedaron con 10 y Dorival Júnior, entrenador del Internacional, echó la mirada a su banquillo en busca de la pólvora necesaria para romper el empate.
El elegido fue un chico delgado, bajito, flojucho, sin para nada cuerpo de futbolista. Con 17 años recién cumplidos y sin dorsal a la espalda, Otavio hacía su debut en la Primera División Brasileña. El resultado nunca se movió, pero su puesta en escena fue tan positiva, que sólo tres días después se estrenaba como titular ante el Atlético Mineiro de Ronaldinho. Y lo hizo por la izquierda (noticia, pues en Brasil su demarcación habitual fue la derecha) formando una línea de mediapuntas junto a Andrés D'Alessandro y Lucas Lima. Casi nada.
Otavio celebra un gol con el Oporto / ABOLA |
Pero con el nuevo curso la situación volvió a revertir, en esta ocasión, para bien. Dunga se sentó en el banquillo de los brasileños y Otavio empezó a tener protagonismo capital. Con algo más de masa y cuerpo, sus carreras por el centro, su velocidad y su oportunismo le hicieron ser asiduo en la mediapunta, desplazando a D'Alessandro a la banda. No se recuerda a un jugador tan vertical en el país desde que Lulinha (cuánto apuntaba y dónde ha acabado...) deslumbrara a la Serie A hace ya casi una década. La afición, que soñaba con un nuevo Alexandre Pato, empezó a ilusionarse con el chico que le acabaría dando el Campeonato Gaúcho en 2013 y 2014. Otavinho, como ya se le empezó a conocer, aunque él rehuya del apelativo, acabó ese curso con seis goles, como uno de los máximos artilleros del equipo.
Entonces apareció el Oporto, siempre con la agenda repleta de jugadores del otro lado del charco. Lo firmó por una cantidad de dos millones de euros, irrisoria para los tiempos que corren en el mundo del fútbol y lo tuvo dos años a caballo entre su filial y el Vitoria de Guimaraes, donde se destapó. Para esta temporada ya está a las órdenes de Nuno y es, sin duda, uno de los mejores jugadores del equipo y del campeonato. Su juego se desarrolla principalmente por la izquierda. Tiene regate, es rápido, con buen centro y una gran visión de juego. En su adaptación a Europa, Otavio recuerda mucho a Coutinho (al que se parece hasta en los rasgos físicos), que ya es uno de los mejores jugadores del mundo. Es el mejor socio de un André Silva que crece a pasos agigantados y el Oporto disfruta a día de hoy de un baby boom (Óliver Torres, Rubén Neves, Corona, André Silva y Otavio) que volverá a llenar sus arcas de dinero y sus vitrinas de títulos. Si uno ve un partido del Oporto, es fácil descubrir quién es Otavio. Es el chico que sigue siendo menudo, poca cosa, pero que no rehuye del contacto. Que pide cada balón, que se enfada consigo mismo cuando la cosa no sale bien y que no se esconde sea cual sea la situación. Aquel que tiene una culebra en la cintura, pies de bailarín y precisión de francotirador. Es titular indiscutible y en los 14 partidos que lleva esta temporada ha anotado tres goles y repartido seis asistencias.
En Brasil, las esperanzas puestas en Otavio son infinitas. La selección, a día de hoy carente de talento en la creación, le tiene marcado como uno de los chicos que, junto a los Gabrieles, Malcom o Caio (capitán de la Sub 20) acompañen en esa nueva generación de jugadores a los Neymar y Coutinho y vuelvan a proyectar a la verdeamarelha a lo más alto del panorama Mundial.
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