lunes, 7 de diciembre de 2015

El Calcio está de moda, Italia presume de delanteros

Hace ya mucho tiempo que el Calcio dejó de ser vistoso, pero eso está cambiando. Durante años, sólo el Milan pareció dar la talla en las grandes competiciones a excepción de una histórica temporada del Inter de Milán de José Mourinho. El fútbol italiano quedó herido de muerte con el Moggigate cuando la Juventus tuvo que descender de categoría por amaño de partidos y otros tantos equipos transalpinos fueron sancionados. La muerte se certificó hace ya cuatro años, cuando la UEFA notificaba que, por los resultados en las últimas campañas, el Calcio perdía el derecho a una plaza Champions que iba en favor del fútbol alemán. Manda el ranking UEFA, determinado por los resultados de los equipos en los últimos cinco años en competición europea.

Un campeonato asentado en la mediocridad del que se aprovechó la Juventus de Conte primero, y posteriormente de Allegri. Supo entender que ante el mal momento de forma de los dos equipos de Milán (18 títulos cada uno) debía gobernar el campeonato con mano de hierro. Y así lo hizo. Conte armó una máquina perfecta de competir que nunca encontró rival en Italia. En los últimos cuatro años, la Vecchia Signora ha levantado cuatro títulos de Liga, uno de Copa y tres Supercopas del país. Nápoles, Roma y Lazio, animadores del campeonato, nunca encontraron la regularidad necesaria para disputar siquiera un campeonato doméstico. Pero desde el curso pasado algo ha cambiado. El Inter de Milán, con la vuelta de Mancini, ha logrado sentar las bases de un equipo práctico. El mismo estilo que dominó Italia entre 2005 y 2010 (cinco campeonatos seguidos). La Juventus va de menos a más, tras perder a varios de sus jugadores clave, y tras un inicio dubitativo ha cogido carrerilla para lograr situarse en las plazas de honor. No le van mal las cosas a la Fiorentina con la llegada de Sousa. El equipo juega bien, bonito, vistoso. La plantilla es profunda y sólo el baile de rotaciones puede generar algo de desconcierto en algunos partidos. El Nápoles, ya sin Benítez ha soltado los frenos. El equipo juega bien, llega al área rival con comodidad y sólo flaquea en la zaga, cuyos integrantes no dejan de dispararse a sus propios pies. La Roma vuelve a ser atractiva pero se ha encontrado rivales que no esperaba. Las bajas le impiden volar del todo y ese aire de segundón que sobrevuela sobre ellos les penaliza más de lo que debería. 

Todo ha cambiado en Italia, de verdad. Hay vida más allá del Milan, para los que usan a los rossoneri como vara de medir el campeonato. El Calcio, rompiendo estereotipos, fue el campeonato de los cuatro grandes donde más goles se marcaron la temporada pasada: 1024 tantos por los 1005 que vimos en España o los 975 que se marcaron en la Premier en los mismos partidos. Una Premier que, por cierto, ya ve peligrar su cuarta plaza Champions, que iría a parar para la Liga Italiana si todo sigue como hasta ahora. Goles son amores. Y como de dianas vive el fútbol, en el Calcio están algunos de los delanteros más determinantes.

Dybala celebra un tanto contra el Milan / GETTY IMAGES
Enamora Paulo Dybala en Turín. Los 32 millones de euros (más ocho en objetivos) que le costó el fichaje a la Juventus hicieron dudar a todos de que el chico maravilla del Palermo podría coger el testigo del Apache Tévez. 14 jornadas después, nadie tiene una sola pega, y eso que le costó en el arranque. Dybala, que convirtió el primer balón que tocó como bianconero en un trofeo (hizo el tanto que le dio la Supercopa Italiana en su debut), se vio relegado a la suplencia en una dura competencia entre Mandzukic, Morata y Simone Zaza. Ahora, como pareja del croata, la Vecchia Signora rompe moldes. Dybala es bueno, bonito y, como siga así, va a haber sido hasta barato. A sus 22 años, el argentino es un continuo dolor de cabeza para la zaga rival. Dybala no es un llegador ni un rematador al uso, es un segunda línea que disputa todos los balones, que está en contacto con el balón durante todo el encuentro, que se mueve por zonas peligrosas durante los 90 minutos. A los ocho goles que lleva hay que sumarle cuatro asistencias. Precisamente ese fue el hecho que le hizo ser fundamental en el Palermo. No mete todos los goles, no da todas las asistencias, pero siempre es uno de los actores principales en el gol, anotando o fabricando. A su lado juega Mandzukic, que se ha visto favorecido por la movilidad del nuevo ídolo turinés. Combinan, se entienden. Son como el agua y el aceite. Uno rápido, versátil, técnico. Otro lento, estático, de difícil asociación. Pero lo hacen, y lo hacen como nadie. Juventus tiene a su Zipi y Zape y con ellos comienza la remontada.

Higuaín, tras marcar gol / GETTY IMAGES
Vive Gonzalo Higuaín el mejor momento de su vida como futbolista. Con 14 goles en 15 partidos (marca cada 90 minutos), el argentino ha pasado del infierno al cielo. Y hablo de infierno porque el pasado verano bien cerca estuvo de abandonar la disciplina napolitana. Con el equipo fuera de Champions, al ex del Real Madrid le entraron aires de grandeza y se puso en el mercado para decepción (y amenazas) de sus tifossi. Esos no eran los planes del presidente, que fichó a Sarri para construir un equipo en torno a él. Y así ha sido. Ya sin Benítez, el Nápoles respira buen fútbol. El español, peleado con media plantilla, antepuso su orgullo y su ego a una plantilla a la que nunca supo exprimir al máximo, pese a las finales jugadas. Ahora, de la mano de Sarri e Higuaín vuelta también Insigne, en su explosión definitiva y madurez como futbolista. Pero el Pipa es el Pipa, no vamos a descubrirle ahora. Capaz de lo mejor y de lo peor. Anotador de cuatro goles en un partido pero errando el penalti decisivo. Por eso cobra importancia la figura de Insigne, alguien con quien repartirse las responsabilidades. El Nápoles es un serio aspirante al título, a esta pelea tan divertida que tiene pinta de alargarse hasta el final. Si bien no con cinco o seis aspirantes, sí con tres o cuatro. Ojalá. 

Una lucha que, por cierto, lidera el Inter de Milán de Mancini. Un Inter rácano por momentos, brillante en otros muchos. Cimentado en una defensa que casi no recibe goles (curioso que siempre esté en ellas el brasileño Miranda) y con un ataque que optimiza al máximo cada tanto. Porque curiosamente, el líder del Calcio es el que más falto está de dianas (ha ganado ocho de sus 10 partidos por 1-0). El más erróneo de cara a puerta. Los neroazzurri sólo han visto puerta en 18 ocasiones en estos 14 encuentros, cifras que mejoran hasta 10 equipos en el campeonato (del 2º al 9º clasificado, entre otros). Una situación que tiene su origen en el mal momento de forma de Mauro Icardi. Icardi es un estado de ánimo constante. Un jugador que vive en una permanente situación de esquizofrenia, que igual marca tres goles y se encara con la grada. El argentino, a quienes los 22 goles que marcó el año pasado le dieron el galardón de Capocannoniere, se ocupa más de lo que hace fuera del campo que dentro. Y eso se traduce en momentos de bajón y picos de forma, una montaña rusa viviente. Nadie va a poner en duda la calidad del 9 del Inter, pero parece que los elogios recibidos el curso pasado, los trofeos individuales, la mejora de contrato y la capitanía se le han subido a la cabeza. Icardi es uno de los mejores jugadores de la Liga, quizás entre los tres o cuatro más determinantes, pero cuando no hay nadie al mando del cerebro a veces pasan estas cosas. Sólo lleva cuatro goles. Lo peor es que Mancini no le encuentra sitio al lado de Jovetic. El montenegrino, uno de los chicos más talentosos que ha pasado por Italia en la última década, inexplicable que no le dieran oportunidades en Manchester, es el nuevo ídolo de la grada partiendo desde la banda izquierda. La sociedad que iba a formar con el argentino se antojaba terrible. La realidad es que Mancini aún no les ha hecho funcionar en conjunto y sólo brilla el balcánico. Peor para el argentino, el Inter jugó su partido más rico visualmente del año este fin de semana, cuando Icardi no disputó ni un sólo minuto. Luego, encima, le robaron un reloj valorado en 40.000 euros a la salida del estadio. No fue su día y no está contento. Y es una bomba de relojería.
Icardi realiza su celebración favorita tras anotar / AFP
Kalinic, en su presentación / Andi Shtylla
En estado de incredulidad viven en Florencia. La salida de Montella en verano no gustó a casi nadie. Con el italiano el equipo jugaba bien, excelente por momentos. Aunque no se encontraba de igual manera el camino del gol, se había asentado con comodidad entre los cinco primeros, viajando por la Europa League, y se había logrado la regularidad. Con Paulo Sousa la Fiorentina no le teme a nada ni a nadie. Le gana la posesión a cualquier rival y vive los 90 minutos en el área contraria. Y así, los goles acaban llegando. Y eso que Sousa, con una trayectoria como manager extraña, dispar, irregular, fue cuestionado desde el primer día. Al segundo se disiparon las dudas cuando la Fiorentina, en un amistoso de pretemporada, doblegó al Barcelona en un auténtico partidazo de Bernardeschi y repitió días después con el Chelsea. Nadie en el campeonato ha logrado más goles que el equipo viola (30), y eso radica en parte gracias a la aportación de Kalinic, otro que fue discutido a su llegada por su pobre bagaje goleador en cursos anteriores (y porque eso suponía la marcha de Mario Gómez). Pero a sus 27 años el croata vive en un momento dulce, es tercero en la clasificación por el pichichi con nueve tantos y de ser el ejecutor de los penaltis bien podría estar ya a la altura de Higuaín, pues Ilicic ha anotado ya cinco desde los once metros. También aporta asistencias, hasta cinco lleva ya con la camiseta morada y es titular indiscutible para el técnico. Su teórico suplente, Babacar, lleva ya cuatro dianas y anota cada 90 minutos. El gol está de suerte en el Artemio Franchi. Aunque con la profundidad de plantilla y la exigencia de partidos, Sousa ha desquiciado al equipo algo más de lo debido haciendo rotaciones en momentos importantes que han supuesto la pérdida de algunos puntos importantes en la carrera del título. Sea como fuere, la Fiorentina parece clara candidata al título, mantiene una regularidad que no se recuerda en la ciudad desde hace décadas y es siempre superior a su rival. Incluso cuando pierde. Y a ese piropo no puede rehuir Federico Bernardeschi, uno de los más destacados del equipo a sus 21 años y que en un futuro no muy lejano apunta a ser mejor jugador italiano del mundo. Hagan sus apuestas.

Dzeko, con la Roma / www.imagephotoagency.it
No se puede negar que junto a Icardi, la decepción del momento está en Edin Dzeko. Los dos arietes, junto a Higuaín, lideraban en favoritismo en las casas de apuestas para ser máximos artilleros del campeonato, pero de momento sólo el del Nápoles responde a lo esperado. El bosnio no pasa por su mejor momento, igual que una Roma que se ha visto superada por Fiorentina, Nápoles y por el retorno del Inter. No hacen justicia los tres tantos que ha marcado en Liga el ex jugador del Manchester City a su sueldo, pues con 4'5 millones de euros limpios, es el tercer futbolista mejor pagado de la Liga. Influye mucho el estilo de juego del equipo de la capital, con muchos jugadores entrando desde segunda línea, rematando desde atrás, con los extremos jugando por dentro y no por fuera y con la lesión de Salah, su mejor socio en pretemporada y en los primeros compases del curso.

Vive Italia de delanteros. Sonríen Higuaín, Kalinic, Dybala, Éder (10 tantos, segundo en el Pichichi), e incluso Paloschi, aquella eterna promesa del Milan que se ha quedado en jugador cumplidor, aseado, un ariete de equipo de la parte baja de la tabla. También Mandzukic. Sufren Icardi y Luca Toni, vigentes ganadores del máximo goleador de un trofeo compartido, y Morata, relegado al banquillo. En tierra de nadie se queda Bacca quien, con seis dianas, no logra ayudar a despegar a un Milan vive en un estado de letargo profundo. Tocar fondo de manera constante. Crece Italia, crece el Calcio, que rompe estereotipos. Sus equipos juegan bien, llegan los resultados y dentro de poco los reconocimientos. Del hacer de los equipos alemanes e ingleses en Europa se decidirá quién pierde la plaza Champions que cada día parece más cercana a recuperar Italia. Y lo merecen. Nunca estuvo más vivo el Catenaccio.

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