Javier Aguirre tiene una misión: superar el pánico al éxito, romper la barrera del miedo escénico y llevar a Japón, de una vez por todas, a los peldaños más elevados del panorama Mundial. Los Samuráis tienen materia prima suficiente como para lograr sus objetivos y quizás su mayor problema sea que no saben exactamente cuáles son esas metas. Piensan en pequeño y se autoconvencen de que no serán competentes en algo para lo que realmente sí están capacitados.
Óliver Atom y Mark Lenders |
Su fútbol se empezó a formar en los años 90 y se asentó con la entrada del nuevo siglo. Y es que desde la Copa Asia de 1992 que ellos mismos celebraron, se han alzado campeones de cuatro de los seis eventos continentales celebrados. Concuerda, curiosamente, con la época donde aquellos chicos que crecieron viendo la serie Campeones (Óliver y Benji), que se estrenó en los 80, ya habían cumplido los veinte años y tenían una edad para ser futbolistas. Aquellos críos que soñaron con ser Óliver Atom, Mark Lenders o Benji Price, entre otros, irrumpieron en el panorama del fútbol y fue la propia serie la que animó, nada de coincidencias, a todos los pequeños nipones a convertirse en jugadores profesionales. El fútbol se instauró en la cultura y marcó un antes y un después en el país del sol naciente, que en toda su historia sólo presumía de un tercer lugar en las Olimpiadas de México 1968.
Quizás fue Hidetoshi Nakata aquel que abrió el camino. El primer Óliver Atom de carne y hueso. No fue el pionero, pero sí el emblema, el espejo en el que mirarse que demostraba que los sueños se hacían realidad. Nakata empezó muy tarde en esto del fútbol y terminó demasiado pronto. El futbolista que perdió la ilusión por jugar, un modelo como jugador y un jugador que ejercía de modelo. Porque el ya histórico '7' de los samuráis no sólo se convirtió en el Beckham nipón, sino que llevó a su país al éxito una Copa de Asía sí y otra también.
Hidetoshi Nakata |
El impulso que necesitaban para hacerse notar más allá de su continente se lo dio la FIFA cuando decidió que, junto con Corea, Japón celebraría la Copa del Mundo de 2002. Cuatro años antes, en Francia, habían logrado su primera participación Mundial en toda la historia, cayendo a las primeras de cambio y siendo, según las estadísticas, la peor selección del torneo, sólo superada por EEUU, que encajó un tanto más. 1461 días de preparación, los que separaban ambos torneos. Entre medias, levantaron la Copa Asia en Líbano y asustaron al mundo entero en la Copa Confederaciones 2001 de la que fueron anfitriones, a modo de preparación del torneo que se jugaría un año más tarde.
En ella, siempre de la mano de Nakata, de su mejor aliado, Nakamura y de los goles de Suzuki, los nipones acabaron como subcampeones. Brasil no pudo con ellos y también pusieron contra las cuerdas a Francia, campeona del Mundo y de Europa, que acabó haciéndose con la copa con un solitario gol de Viera. Su posterior Mundial fue notable, cayendo en Octavos ante Turquía. Una actuación que repitieron en el torneo de 2010, donde Paraguay los envió a casa desde los 11 metros. Entre medias, en Alemania 2006, la falta de contundencia, el miedo a triunfar y el empequeñecimiento en las grandes citas les apeó demasiado pronto. Y es que se dejaron remontar en el descuento ante Australia en el debut, no pasaron del empate ante Croacia en el segundo partido y fueron líderes de grupo en el encuentro crucial ante Brasil, a la que estaban dejando fuera del torneo hasta que empezaron a pensar en lo que estaban haciendo y vieron cómo la canarinha daba la vuelta al luminoso en la despedida de Nakata como jugador, con sólo 29 años, que lloró desconsolado la proeza que no merecieron porque nunca creyeron en ella, pero que estuvo muy cerca.
Una muestra más de sus complejos se contempló en la pasada Copa Confederaciones. Aún en fase de grupos, Honda y Kagawa, poseedores del testigo de Honda y Nakamura, demostraron de lo que son capaces cuando se asocian y divierten en el encuentro ante Italia, que acabaron perdiendo por 4-3 de forma incomprensible. Dominaron el balón el día en el que Endo se hizo acreedor del apodo del 'Pirlo nipón' en una de las mayores exhibiciones de fútbol que se han visto en los últimos años. Japón no confió y acabó claudicando, fuera del torneo antes de tiempo. No pudo Zaccheroni obrar el milagro, tampoco en el pasado Mundial de Brasil, donde una versión irreconocible de los Samuráis Blues, como se hacen llamar, decepcionó a todo un país. Un equipo que mostró su peor versión en la competición oficial sólo unos meses después de haber destrozado a Costa Rica (revelación del Mundial) por 1-3, de haberse impuesto a Bélgica en Bruselas (2-3) y de empatar con Holanda, que a la postre sería tercera en el torneo. Algo falla.
Javier Aguirre / AP |
Y ha sido ahora, tras la cita mundialista, cuando Japón ha vuelto a lo más alto de la montaña rusa que acostumbra desde esos años 90. No tienen rival en Asia, salvo catástrofe, y ha llegado al banquillo Javier Aguirre para entrenar más lo mental y lo táctico que lo técnico, de lo que van sobrados. Tardó tres encuentros en llegar la primera victoria con el Vasco como técnico, pero ahora todo viene rodado (1-0 a Jamaica, 6-0 a Honduras y 2-1 a Australia). El mexicano tiene una base fuerte y sólida, quizás la mejor plantilla que jamás ha tenido Japón, con jugadores formados en su mayoría en la Bundesliga y con muchos de ellos importantes en clubes de renombre. Otros, en cambio, estrellas en los clubes nacionales. Así, Shinji Okazaki parece recuperar su puesto en la delantera (antes se desempeñaba por la derecha). Un ariete que cada año pelea por el Pichichi en la Bundesliga al que escudan Honda (Milán), Kagawa (B. Dortmund) y Takashi Inui (E. Frankfurt) en una línea de tres de mucho talento donde aguardan Kiyotake (Hannover) y Muto en busca de minutos. Un tridente de magia, calidad, improvisación y deleite para el aficionado.
Endo y Hasebe, veteranos, contienen al equipo en la medular y detrás está la línea más floja del equipo. Un filón en ataque, pero con carencias en defensa. Y es eso lo que se le pide al entrenador que trabaje, el repliegue, los despistes propios de un fútbol reciente, naciente, que sólo tiene 20 años de historia, poco trabajado. Porque Nagatomo y Uchida (Inter de Milán y Schalke) no van a ser descubiertos ahora como dos puñales en sus bandas y porque Yoshida (Southampton) forma parte de la mejor defensa de la Premier, aunque no disponga de todos los minutos que deseara. A su lado, Morishige, que llama a la puerta europea y algunos clubes ya han puesto sus ojos en él. La portería es para Kawashima.
El año próximo disputan la Copa Asia, para la que ya están clasificados y parten como favoritos, aunque sus miras sólo están puestas en el próximo Mundial. Los pasos hacia atrás no están permitidos, caer al vacío cuando están cerca de alcanzar la cima ya está prohibido. La materia prima existe, sólo hace falta no ser tan kamikaze, conseguir regularidad y no ser débil mentalmente, una máxima que se repite en todas las disciplinas del deporte nipón, como en el tenis (Nishikori, hoy su mayor exponente, es una muestra de ello) o el motociclismo. Porque Óliver Atom y compañía acabaron conquistando el Mundial y Japón, sin ser fruto de la coincidencia, sigue los pasos del '10' del New Team.
El equipo celebra uno de los goles de Inui ante Honduras (6-0) / REUTERS |
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