En diciembre de 2019, las oficinas del Leicester no paraban de echar humo. Caglar Söyüncü, el zaguero que apenas llevaba como titular cuatro meses en la entidad, era pretendido por casi todos los grandes clubes del mundo. A la cabeza, Pep Guardiola y un Manchester City que ansiaban reforzar la defensa. Laporte se había lesionado para cuatro meses y Stones, que también había sufrido problemas físicos, no estaba en su mejor momento, dejando prácticamente en solitario a Otamendi como central puro. Así, Pep Guardiola trató de acometer su fichaje y los citizens ofrecieron cerca de 45 millones de euros por un central turco que apenas un par de años antes era un cuasi desconocido. La negativa de un Leicester ambicioso que había empezado la temporada como un tiro (marchaban segundos al iniciarse la segunda vuelta) tanto en invierno como en verano supuso que al Etihad acabaran llegando Nathan Aké y Rubén Días cuando el mercado de fichajes se volvió a abrir, y el Leicester se quedó en sus filas con el jugador que al término de la temporada fue elegido defensa en el XI Ideal de la Premier League 2019-2020.
Caglar Söyüncü, hoy jugador del Atlético de Madrid (no es oficial, pero el jugador ya está en Madrid y firmó su contrato hace semanas), siempre fue futbolista, aunque no siempre lo hizo como central. Nació en Izmir (Turquía) y rápido destacó por querer jugar al fútbol. En sus años de formación, lo hizo como delantero. Prácticamente desde los 10 hasta los 15 años ocupó la posición de goleador y no la que luego ejerció como profesional. A los 11 tuvo que salir de casa cuando llegó a buscarle la academia del Bucaspor. "Abandonar mi casa fue muy difícil. Vivía en una sala muy grande con otros 25 niños. Nos enseñaban sobre la vida. Por la mañana íbamos a clase, luego entrenábamos, y el resto del día estábamos limpiando o haciendo tareas del hogar hasta que a las 9 de la noche apagaban las luces y nos teníamos que acostar. Para mí era como un orfanato. Estuve allí dos años. Fue muy difícil. Muchos chicos apenas aguantaron unas semanas. Yo solo veía a mis padres una vez al mes y mi madre dice que si lo hubieran pensado un poco mejor, nunca me habrían dejado ir". La realidad es que la familia necesitaba dinero y la opción de que su hijo se convirtiera en futbolista era muy atractiva, aunque sabían que el camino era difícil. Allí, Caglar conoció a Cengiz Under, con quien luego coincidiría tanto en la selección como en el Leicester.
Con el paso de los años, y con fichajes por diferentes equipos una vez salió de la academia, su demarcación se fue retrasando hasta que a los 16 años y tras unos meses como mediocentro acabó jugando como central. Curiosamente, Söyüncü apenas jugó en sus años de formación en equipos destacados o en canteras importantes hasta que llegó a la disciplina del Altinordu, ya con 18 años. De hecho, él no lo habría querido de haber tenido la oportunidad, pues siempre había tenido la idea de que para poder ser visto y fichado por equipos mejores era más positivo estar en equipos de menor entidad donde pudiera destacar y donde se le pudiera ver más.
Esto le sirvió, pues poco antes de cumplir los 18 fue convocado con la selección Sub18, y nada más cumplir la mayoría de edad firmó con Altinordu, un club de la Segunda División de Turquía, considerada una de las mejores academis de fútbol base del país. Los inicios no fueron demasiado esperanzadores, pues se quedó todo el primer año prácticamente en el banquillo sin minutos. Remató la temporada de manera horrorosa, después de que en los tres partidos de clasificación para la Europ Sub19 Turquía encajara 13 goles (ante Portugal, España y Georgia) y no pudiera sacar ni un solo empate. Pero todo cambió a la temporada siguiente. Söyüncü se hizo con un puesto de titular, se erigió como jefe de la zaga del equipo y empezó a asombrar al fútbol turco. Se saltó la categoría Sub21 (solo jugó un partido) y pronto fue llamado por Fatih Terim para debutar con la absoluta, de la que nunca saldría. La convocatoria, eso sí, le valió críticas y reprimendas al seleccionador. No se entendía que confiara en un jugador que jugaba en Segunda División. y sin apenas experiencia. Tenía 19 años y esa temporada le había cambiado la carrera futbolística.
El verano de 2016, varios equipos de ligas importantes de Europa se lanzaron a por su fichaje. Galatasaray, Besiktas y Sevilla fueron los más interesados. También el Atlético de Madrid. "Firmaremos en los próximos días por un club español. El Atlético de Madrid también lo ha seguido muy de cerca", admitía Mustafa Dogru, su agente, al ser cuestionado por una transferencia a Sevilla que desde los medios españoles se daba como cerrada por 2 millones de euros. Pero la entrada en liza de otros equipos subió la subasta y quien terminó pujando más alto fue el Friburgo, que entonces acababa de ascender a Bundesliga. Tenía sentido siguiendo el curso de la carrera juvenil que había llevado el turco, y es que en el Sevilla había tres centrales de renombre como Rami, Pareja y Mercado, mientras que el Atleti poseía una de las defensas más potentes de Europa con Giménez, Godín, Savic y Lucas Hernández. Por si fuera poco, el Friburgo puso encima de la mesa 8 millones de euros a los que no iban a llegar los clubes españoles y si quedaba alguna duda aquello fue definitorio.
Aquel curso, Söyüncü fue titular y el Friburgo no solo logró la permanencia, sino que acabó en puestos europeos. Su adaptación a un fútbol tan físico como el alemán fue perfecto y en la segunda temporada sus prestaciones mejoraron, convirtiéndole en uno de los defensas más atractivos del panorama futbolístico y en uno de los protagonistas del verano. Liverpool, Arsenal, Manchester City y Manchester United, además del Bayern Múnich, fueron relacionados con el central turco, que entonces acababa de cumplir 22 años y ya estaba preparado para dar el salto. Él, en cambio, aceptó una oferta del Leicester City, que desembolsó 22 millones de euros por el jugador. Los foxes habían ganado recientemente la Premier League y un año antes habían llegado a los cuartos de final de la Champions League. Parecía el escenario ideal para seguir creciendo y brillar. No era un equipo top, pero se le parecía y no contaba con nombres, más allá del de Harry Maguire, con los que no se pudiera competir en el centro de la zaga.
Pero la realidad es que, en su primer año, Söyüncü apenas jugó en la Premier League. El problema es que ese mismo verano Jonny Evans acabó firmando por los foxes, y se convirtió en la pareja en la zaga de Maguire. Dos jugadores británicos, con experiencia en la Premier que acabaron dejando toda la temporada en el banquillo al prometedor central turco. Cuando un verano después, el Manchester United puso encima de la mesa 80 millones de euros para firmar a Harry Maguire, Brendan Rodgers, que solo llevaba unos meses en el cargo, decidió que no había que firmar un titular y que sería Söyüncü el que daría un paso adelante. Y el Leicester se convirtió en la mejor defensa del campeonato.
"Esperábamos que pudiera entrar en el equipo y que tuviera el impacto que ha tenido. Solo cuando trabajas cerca de él aprecias sus cualidades. Tiene todo lo que se busca de un central moderno: defiende bien, sabe jugar con el balón, es agresivo en el aire, es fuerte físicamente, anticipa bien a sus rivales, es rápido y puede cubrir una gran cantidad de terreno de juego. Tiene un enorme potencial", afirmaba Brendan Rodgers sobre su nuevo pilar en el equipo. Los expertos de la Premier se deshacían en elogios. "Ahora entiendo por qué el Leicester no reinvirtió el dinero de Maguire en otro defensa. Sabían lo bueno que es Söyüncü. Se merece los elogios que está recibiendo", admitía Gary Lineker. "Adoro ver jugar a Söyüncü", tuiteaba Jamie Carragher. El turco aparecía en las primeras posiciones en todas las facetas estadísticas que se le pueden pedir a un central: recuperaciones, bloqueos, entradas con éxito, duelos ganados, duelos aéreos ganados... Pero también en los de construcción, superando incluso a Van Dijk como el defensa con mejor porcentaje de pases acertados hacia adelante.
Y mientras él hacía las delicias de la Premier, se le empezaba a comparar con aquel que admitía ser su modelo: Carles Puyol. Aunque siempre ha revelado que también le gustaba mucho mirar a Matt Hümmels. Quizás buscando un nuevo Puyol apareció el Barcelona, a la par que el Manchester City, con esa megaoferta que los foxes desoyeron. No iban a aceptar vender a su jugador en una temporada en la que el Leicester pasó casi todas las jornadas entre la segunda y la tercera plaza y en la que perdió el acceso a Champions en la penúltima fecha. Con todo, Söyüncü terminó la temporada entrando en el XI ideal de la Premier, elegido como central junto a Virgil Van Dijk.
Fue en ese momento cuando la negativa rotunda a vender al turco, también en verano, acabó con el City desembolsando millonadas por Rubén Dias y por Aké, que fueron siempre las opciones secundarias. Lo sorprendente es que Söyüncü, diestro, acostumbraba a jugar en el perfil zurdo en una defensa de cuatro sin problemas. "Estoy cómodo ahí porque me gusta usar bastante mi pie izquierdo", señalaba el curso pasado, aunque también admitía que le gusta jugar en línea de tres, algo que presumiblemente se prevé como el sistema que utilizará en el Atleti de Simeone. "No tienes más que mirar que en la temporada 2020-2021 jugamos juntos Fofana, Evans y yo y ganamos la FA Cup". Söyüncü, por cierto, jugó mayoritariamente acostado en el lado izquierdo, situación que parece propiedad de Hermoso, pero también tuvo minutos en el eje de la zaga. "Ese año sufrimos mucho, porque tuvimos muchas lesiones Fofana, Evans y yo".
Y es que las lesiones mermaron una temporada en la que el turco cuajó otra vez un nivel sensacional, pero un desgarro muscular le dejó KO durante casi tres meses en los primeros compases de competición y supuso un pequeño bajón en un equipo que había comenzado la temporada a ritmo de campeón, liderando la tabla en algunas de las primeras jornadas y repitiendo lo que había sucedido un curso antes, donde después de pasar casi toda la temporada en puestos de Champions League dejaron escapar la cuarta plaza a dos jornadas del final.
Todo se empezó a torcer para Söyüncü (y para el Leicester) un curso más tarde. La 2021-2022 empezó de manera inmejorable, con los foxes ganando la Community Shield al Manchester City, pero la temporada pronto se quedó sin alicientes, más allá de luchar por puestos europeos, y de hacer un buen papel en Conference League una vez vueron eliminados en grupos de Europa League. Söyüncü evidenció el declive del equipo, con un bajón considerable que se transformó en puntuales errores de bulto, fallos de concentración y todo tipo de acciones dignas de clips aptos para las risas generalizadas en Twitter. Aquel central dominador, aguerrido, fuerte e infranqueable que había asustado a los delanteros de la Premier durante dos años parecía totalmente ido por momentos en el césped.
Entrando en su último año de contrato y sin intención de renovar, toda vez que buscaba un salto a un grande que el Leicester no le permitió, en 2022 los foxes se plantearon la salida de Söyüncü pero entonces era el zaguero el que no estaba muy por la labor. Su valor de mercado había decaído un poco, las ofertas que le llegaban no eran tan jugosas como las que había tenido uno y dos años antes y en solo seis meses más tendría la condición de jugador libre y negociar su futuro sin necesidad de intervención del club. En esas, los foxes le pusieron en el escaparate y, considerando su venta como factible, ficharon a Wout Faes como recambio.
"Realmente pensábamos que se iba a marchar, así que hemos fichado un sustituto", esgrimió Brendan Rodgers una vez mediada la 2022-2023 para justificar su salida del once inicial. Los foxes habían decidido que no tenía sentido darle minutos a un jugador que se iba a ir libre meses después y castigaron al futbolista con el banquillo y la grada. Por eso, la 2022-2023 de Söyüncü es prácticamente imposible de evaluar. No ha contado con minutos nunca hasta que el Leicester ha terminado por verle las orejas al lobo. Con la destitución de Brendan Rodgers, el nuevo técnico sí decidió echar mano del turco para intentar salvar un descenso que al final se terminó consumando, pero la realidad es que, falto de ritmo competitivo durante meses, Söyüncü jugó a buen nivel pero no pudo sostener el rendimiento físico y se lesionó para los últimos tres partidos.
Tímido, muy cerrado consigo mismo y muy poco dado a una vida expuesto, Söyüncü está en las antípodas del fútbol moderno. Apenas usa las redes sociales, no presume de extravagancias y admite querer tener una vida pasando inadvertido disfrutando de su pequeño círculo de familia y amigos. Se sabe famoso en su país (es uno de los jugadores más queridos por la afición) y revela que cuando está allí de viaje apenas puede salir a la calle o dar un paseo por un centro comercial. Él cree tener la respuesta para ser tan querido: "Si hubiera jugado en el Besiktas, solo me querrían los del Besiktas. Si hubiera jugado en el Galatasaray, solo me querrían en el Galatasaray, pero al haber jugado en un equipo pequeño de Segunda División...".
Ahora el Atleti firma a un jugador que es una incógnita. A su mejor nivel, es uno de los mejores centrales de Europa, pero es cierto que hace ya más de dos años que Söyüncü no muestra esa versión. Todo lo contrario. Además, llega sin saber el idioma, algo que le fue un obstáculo en su primer año en Inglaterra, aunque no en Alemania. "El principal motivo por el que no le he convocado más es porque no habla casi nada de inglés", admitió Puel en el primer año del turco en Leicester. "No habla ni pizca de alemán, pero eso no es problema, porque él habla el idioma del fútbol", señaló su entrenador en el Friburgo. Con todo, es un jugador puro de vestuario. Un bromista. Él mismo hace chascarrillos con su parecido con Lord Farquaad, el personaje de la saga de películas Shrek. Siempre está sonriendo y suele saludar a los compañeros con un pequeño golpe en las costillas o enganchándoles por el cuello. Por eso, añoran cuando Cags, como le suelen llamar en los vestuarios por la dificultad de pronunciar su nombre (se pronuncia Charlar), saluda con un simple merhaba (hola, en turco). Lo que ha dejado ver en estas últimas dos temporadas en el césped ha sido más negativo que positivo. Un futbolista con un bajón de rendimiento al que se le suman pequeños problemas musculares repetidos y una falta de ritmo competitivo que no augura nada bueno. Si recupera su mejor nivel y es capaz de estar concentrado, el Atleti habrá ganado un activo que sumará mucho.