Odio eterno al fútbol moderno, para empezar. Vivimos una época en la que los grandes son más grandes y los pequeños se esconden bajo las faldas del poder de unos pocos. Y tras este pequeño inciso, continúo hablando del fútbol.
Me sorprende cada día más, salir por la calle y toparme con un caminante con una camiseta del Sporting de Gijón, del Recreativo de Huelva o del Coruxo, por ejemplo. Una vez al año cuando hay suerte. En cambio, creo que no hay día que pase sin ver a un crío que no levanta dos palmos del suelo con la camiseta de Messi o Ronaldo; a un joven con el chándal de los dos gigantes; o a un abuelo bien vestido -o mal, eso da igual- con un pin o insignia de los dos equipos más laureados de España.
Se están perdiendo las buenas costumbres, se están muriendo los equipos, y se están extinguiendo las aficiones. Lo fácil siempre es ser parte de la masa, ir donde va el pueblo y seguir a la mayoría. Y tras este pequeño inciso, continúo hablando de fútbol.
No me considero de un equipo pequeño, ni mucho menos. Es más, soy seguidor de un grande que tuvo tiempos malos, por no decir malísimos. Y siento mucha simpatía por dos equipos extranjeros que si alguna vez han tocado el cielo también han hecho sus pinitos en el infierno. Hasta llegar a desaparecer, incluso.
'Soy de un grande porque ganamos títulos, porque tenemos más copas que los demás'. Nunca hubo una respuesta más errónea en la historia del mundo, que no del fútbol. Se pierde el sentimiento, esa relación de pertenencia que te obliga, quieras o no, a ser de un equipo. Ese amor a unos colores. El sufrir cuando va bien, pero también cuando va mal.
¿Dónde está el baremo que diga que es más feliz alguien por ganar una liga que un equipo que se salva en la última jornada del descenso?
Aquellos aficionados, aunque pocos, que van a todos los partidos de su equipo en Tercera División tienen el mismo derecho a disfrutar del fútbol y a sentir por sus equipos que cualquier titán. Mucho más mérito incluso, diría yo. Y es ahí donde nace el romanticismo. Porque cuando un pequeño consigue derrotar a todos los grandes como hizo David contra Golliat y llegar hasta el final, el éxtasis llega a todo su esplendor. Sin ir más lejos, el Bradford City, de 4ª división inglesa, encontró una vía de escape la temporada pasada al derrotar a todos los gigantes que se pusieron en su camino y llegar a Wembley para medirse a un Swansea que los destrozó.
Porque el 'tenemos 9 Champions' no es la respuesta a todas las preguntas y no supone la felicidad absoluta. Hay quienes disfrutaron más con 9 derrotas y un descenso con su equipo que otros que ganaron una competición liguera.
Porque mientras exista un sólo seguidor, calado de arriaba a abajo, en un patatal inmenso cubierto por el barro sujetando una bandera, llevando una camiseta o con una bufanda al cuello, el fútbol será bonito, romántico, puro y verdadero. Porque a ellos nadie les entiende y no tienen remedio. Y eso les encanta.